Cual fue el verdadero papel de la Inteligencia alemana y de su máximo responsable en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial se muestra como uno de los asuntos, que tras más de 65 años desde la finalización de la contienda, en el que los historiadores aún tienen mucho que decir. Probablemente tenga que ver con el hecho de que todo lo que tiene que ver con la Inteligencia, el espionaje y contraespionaje suele estar envuelto en una atmósfera de secretismo por los países involucrados, a pesar del tiempo pasado. Es por esto por lo que cualquier obra que pretenda arrojar luz sobre estos asuntos es recibida positivamente. Los interesados en estos asuntos esperamos una obra que, de una vez por todas, muestre una idea clara sobre lo sucedido en el ámbito de el espionaje en esta contienda. A mi entender esta obra no es la que esperamos.
Cuando se comienza con la lectura de este libro, ya desde sus primeras páginas se advierte que se está frente a una obra que va a presentar ideas controvertidas y controvertibles. Desde su desabrida crítica, en el prefacio de la edición española, a aquellos que a la hora de su publicación en Inglaterra mostraron su disconformidad a los planteamientos expuestos, argumentando, peregrinamente desde mi punto de vista, que sus reticencias se basan en la falta de conocimiento del idioma alemán y por tanto del acceso a las fuentes en este idioma, queda claro que las que se presentan ante el lector no van a ser unas páginas que nos dejen impasibles.
Rápidamente aparecen ante nosotros planteamientos, en cierto sentido, trasnochados como puede ser el caso que se expone en su prólogo donde se argumenta que “para juzgar con ecuanimidad la conducta de los hombres públicos de un país es imprescindible poseer una importante experiencia práctica en los asuntos de estado”, de modo que queda vedado para el común de los mortales la crítica a los grandes hombres y sus acciones por estar fuera de nuestra compresión, al no tener la experiencia necesaria; solamente pueden tener experiencia práctica en materia de asuntos de estado aquellos que la hayan ejercido y por tanto está restringido a su ámbito el poder juzgar las acciones de estos, casi se trata de volver a los planteamientos de la mentira real de Platón.
Así mismo, se exponen como nuevas, ideas que en otros tiempos formaron parte de la versión oficial de los hechos, como es el caso de un Franco salvando a España de Hitler y de la entrada en la guerra, en lugar de los hechos, más que confirmados y corroborados, de que esta no se produjo por las exorbitadas pretensiones, especialmente colonialistas, que el Dictador planteó al Dictador. Quizá sea en las cuestiones referentes a España donde pueden observarse las exposiciones más controvertidas, en especial por la simplicidad en el modo de describir los hechos históricos, (sic) “…No obstante, en aquel turbio julio de 1936 ocurrió otro hecho que permitiría a Canaris aprovechar sus puntos fuertes: en España, un político conservador, José Calvo Sotelo, fue asesinado por policías de la República. Al cabo de unos pocos días había estallado en España una guerra civil que daría a Canaris nueva cancha en el empleo de su talento”. Por no citar incorrecciones del tipo “Al contrario de lo que se haya afirmado en muchos estudios, Franco fue el primero en llegar a Hendaya…”.
No puede pasar tampoco desapercibida el modo de enfocar la cuestión del intento de conseguir la firma de la paz con Inglaterra por separado de los soviéticos como una cuestión nueva y en la que se encontraba la solución de la guerra, cuando este fue el planteamiento de Hitler desde la articulación de su visión del mundo, y sobre la que no llegó a perder la esperanza de poder verla consumada. La unión de las dos grandes potencias europeas frente a los bárbaros soviéticos siempre formo parte del imaginario nazi. Esto no quiere significar, necesariamente, que Canaris y el Abwehr, por extensión, no hubieran podido llegar al mismo planteamiento. La cuestión está en identificar esta idea como algo novedoso desarrollado por este personaje.
Más inquietante, aún, resulta la afirmación, sin un apoyo documental suficiente (a mi entender), de que antes del inicio de la operación Barbarroja fue Menzies, Jefe de lo servicios de inteligencia británicos, quien telegrafío el orden de batalla soviético al enemigo que, por otro lado, en aquellos momentos estaba a un paso de conseguir que Gran Bretaña claudicara, sabiendo además, como sabemos, que fue ese mismo servicio de inteligencia el que advirtió de forma desaforada a Stalin sobre la inminencia del ataque nazi y la apertura del frente oriental. Que el jefe de los servicios de inteligencia británicos sea tachado de agente doble (no se me ocurre una mejor manera de llamar a aquel que pasa información vital y fidedigna al enemigo) no es lo más impactante, sino que se vea como algo normal por el simple hecho de que ambos contertulios, Canaris y Menzies, fueran “bolcheviques convencidos”, cuando se ha dejado fuera de toda duda que el citado Menzies fuera un redomado patriota. De forma indirecta se sigue defendiendo que la opción del frente anglo-germano contra el bolchevismo era una opción barajada desde la visión británica. No tengo dudas sobre el hecho de que en aquellos duros momentos de derrota debieron de existir ideas de armisticio, pero tampoco me cabe duda del férreo compromiso británico, escenificado en la figura de Churchill, en contra del nazismo, sin ningún lugar a las concesiones.
Como resumen, destacaría que la sensación que deja la lectura de esta obra es que se hace un repaso por los asuntos de la Inteligencia alemana de la Segunda Guerra Mundial de una forma harto simplista. Se llega a conclusiones de una transcendencia extrema en la forma de ver esta contienda, y que por tanto en su exposición necesitaría de estar basada en en mayor multitud de fuentes. De todos modos esto es solo la opinión de un lector.