Un venezolano en los tanques de Hitler
En el año 1939, el III Reich reclama a los colegios internados a aquellos ciudadanos de doble nacionalidad, obviamente al gobierno alemán solo le interesaba saber el número de soldados que obtendría para las reservas, pues ya se estimaba una guerra; Finalmente los hermanos Pfeifer tuvieron el honor de prestar su servicio al Führer; a Dieter le agradaba la idea de alistarse en el ejercito Alemán, sin embargo no sabía que su destino era luchar en el frente. A los 16 años ingresa voluntariamente al ejército y comienza como conductor de tanques. La guerra estalla en 1939 con la invasión a Polonia en septiembre, allí manejó su Panzer II, de tres tripulantes, hasta Varsovia.
Siempre decía que era el primero en la columna invasora. Eso le costó su primera herida de guerra: una bala que logró penetrar el delgado blindaje de esos primeros tanques y le rozó la pantorrilla, de regreso en Alemania paso el otoño e invierno siguiente en paz donde mostraba con orgullo adolescente su primera herida de guerra. La marca producto de la primera acción le granjeó el ascenso a comandante de un mejor blindado, el Panzer III.
Ya no conducía, ni tampoco operaba el cañón de 37mm, dirigía un tanque y sus cinco tripulantes. En la primavera de 1940 lo enviaron a Francia, de retorno en Alemania, partiría a luchar en África del Norte, pero los médicos indicaron que no era apto para el trópico. Él les replicaba: ¡Yo nací en Venezuela!.
Al contrario, lo enviarían al año siguiente, precedido de un largo entrenamiento, a la Operación Barbarosa en la Unión Soviética, para el verano. Casi 4 mil tanques penetraron fácilmente las largas llanuras rusas llenas de girasoles, como bien recordaba. El invierno los detuvo a las puertas de Moscú donde, al saltar de su tanque, se hundió en metro y medio de nieve. Esto le granjeó las risas de sus compañeros y el apodo de Stepke (pequeño en alemán).
Cuenta Dieter:"No sólo era el frío, hasta la comida escaseaba. En una villa robamos unas gallinas y las colocamos amarradas en la parte exterior, atrás del tanque. Al retirarnos y entrar al Panzer para calentarnos alguien nos lanzó una granada. No afectó en nada a nuestro blindado, pero al rato, sintiéndonos mas seguros y con hambre, fuimos a rescatar a las aves, no quedaban sino plumas chamuscadas, allí cayó la granada. Pasamos más hambre, pero nos reímos"
Relata Dieter: "Entrada la primavera de 1942, la nieve se volvió barro y solo hasta el verano el pantano comenzó a secarse. También llegaron algunos suministros y nuevos tanques del modelo IV que, a pesar de ser más lentos, usaban un cañón de 75mm. Ya había destruido unos cuantos T 34s, cuando una tarde me emboscaron cinco de esos blindados soviéticos. Cerré la escotilla y le indiqué al conductor que diera marcha atrás a unos matorrales, el hombre estaba muy nervioso y me incliné de mi posición superior para darle un cigarro y relajarlo. Inmediatamente sentí la explosión sobre mi espalda, me quedé sordo y aturdido, luego sentí ese calor intenso que ardía en mi espalda, con más de diez humeantes pedazos de metal incrustados en mi piel. Tampoco recuerdo cómo me sacaron, pero el artillero estaba partido a la mitad".
Al sanar sus heridas le fue otorgada la Cruz de Hierro y la Medalla del Frente Oriental. En alusión a los fríos inviernos rusos, a esta última condecoración la llamaban “orden de la carne congelada”.
Transcurrió otro año logrando destruir más blindados enemigos, la superioridad del Panzer IV les permitía disparar a más de 1500 metros y dejar fuera de combate a los T34. Hasta llegó a usar su cañón para destruir un lento avión con el cual un desafiante General soviético los sobrevolaba frecuentemente.
El comandante de la división de Pfeifer llamado Karl Sivers logró destruir varios T34s en Tomarovka, pero su mayor merito fue sacar con vida y casi intacto a todo su grupo. Dieter cuenta que para salir apresuradamente y combatir durante día y noche los médicos les inyectaban algo que no les dejaba dormir. Esta táctica de supervivencia unida a la prudencia de Sievers fue aprendida por el venezolano. Al contrario, las divisiones mas fanatizadas del Reich se creían invencibles y aunque lograban mayores victorias se exponían a la muerte más fácilmente.
Este venezolano participó en la batalla más grande de tanques, la famosa Kursk, en la localidad ucraniana de Tomarovka en julio de 1943. Regresó como pudo hasta la derrotada Alemania en la primavera de 1945 y un asistente de Patton a quien se rindieron logró orientarlo para que regresara a Venezuela, ya que no era un criminal de guerra sino otro valiente soldado.
En su país natal, se casó con otra venezolana-alemana que conoció al final del conflicto, con quien tuvo cuatro hijos. Dieter Pfeifer murió a los 82 años de edad en la Ciudad de Valencia, Estado Carabobo, Venezuela el 1 de Julio de 2010.
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