La Directiva 11 Argentina

Descripción: Esta directiva, altamente secreta, equivalía a una sentencia de muerte para unos 200.000 judíos europeos. Su existencia se sigue negando actualmente.

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Aleksandr Vasilevski
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La Directiva 11 Argentina

Mensaje por Aleksandr Vasilevski » 11 11 2009 13:09

La Directiva 11 Argentina

El ministro de Relaciones Exteriores argentino, José María Cantillo, aprobó el 12 de julio de 1938 la directiva 11. Esta directiva, altamente secreta, equivalía a una sentencia de muerte para unos 200.000 judíos europeos. Su existencia se sigue negando actualmente.

Los mejores datos los da el famoso periodista Uki Goñi que escribió "The Real Odessa". Uki es nieto de Santos Goñi, que era un miembro del servicio exterior argentino y por cuyo intermedio conoció los movimientos judeófobos del mismo, la Directiva 11 y muchos detalles adicionales que se acumulan en la lista de las vergüenzas argentinas.

En el año 1942, durante una reunión con otros altos mandos Nazis tratando la cuestión de la llamada "solución final al problema judío", Reinhard Heydrich (jefe de la Oficina Principal de Seguridad) dijo que para que fuera efectiva, se necesitaba mantener las fronteras cerradas. Para ello se contaba con gobiernos afines que iban a emitir las ordenes necesarias, como ya hacía Argentina con la Directiva 11, que prohibía la asistencia a los judíos.
El doctor Manuel Rubio Egusquiza y al ingeniero Luis H. Yrigoyen, secretarios de la legación argentina en Berlín, con Pascual Sigal, representante de la revista Caras y CaretasEl doctor Manuel Rubio Egusquiza y al ingeniero Luis H. Yrigoyen, secretarios de la legación argentina en Berlín, con Pascual Sigal, representante de la revista Caras y Caretas
El secretario de la embajada Argentina en Berlín era Luis H. Yrigoyen. A diferencia de otro cónsules como el sueco Wallenberg, el portugués Souza-Méndez, el japonés Fukujama o el suizo Lutz, que salvaron a millares de judíos arriesgando sus vidas y fortunas, Yrigoyen no quería emitir las visas necesarias para 100 judíos, ciudadanos argentinos, que los alemanes no querían matar para evitar problemas a los miles de alemanes que vivían en Argentina. la Directiva 11, no se lo permitía.

Uno de los documentos que obtuvo Goñi corresponde a la oficina del oficial alemán Eberhard von Thadden, enlace de Eichmann con el cuerpo diplomático extranjero acreditado en Berlín; en él establece que a pesar de los intentos de oficiales alemanes, dirigidos por el canciller Von Ribbentrop para que Buenos Aires, neutral en la guerra, repatriara a esos judíos argentinos, en vista de la negativa de Yrigoyen los mandaron a Auschwitz y a Bergen-Belsen para ser eliminados.

Durante la guerra, persistieron rumores sobre la existencia de un campo de concentración argentino para los judíos en los bosques más remotos del país. Según Goñi, algunos ministros argentinos exigieron "una solución para el problema judío" en Argentina. Nunca se ha confirmado la existencia de un campo de tales características.



ODESSA
El novelista británico Frederick Forsyth imaginó en los años setenta la existencia de una organización clandestina nazi creada en 1944, cuando la derrota alemana era un pronóstico seguro. El nombre en clave de esta organización imaginaria era “Odessa” y la novela se tituló “The Odessa File”, editada en 1972 y que hasta la fecha ha vendido aproximadamente dos millones y medio de ejemplares. Sobre la base de dicha novela se realizó la película a que habéis hecho referencia en los aportes anteriores.

Según la ficción, y siguiendo el hilo conductor de la novela, la organización secreta se creaba, como hemos dicho, en 1944 en una reunión realizada en Estrasburgo entre altos dirigentes del NSDAP y de las SS, poderosos industriales alemanes y banqueros suizos, siendo su objetivo inicial preservar el oro nazi y las vidas de los jerarcas del régimen, una vez derrotado el III Reich. Pero la novela de Forsyth no era pura fantasía. No era una novela de ciencia ficción.

Era popular el hecho de que gran cantidad de responsables del III Reich, y algunos de ellos considerados por las Potencias Vencedoras como criminales de guerra, así como algunos colaboracionistas de otras nacionalidades habían conseguido escapar a la justicia de los vencedores, probablemente con ayuda de algún tipo de organización.

En lo esencial pues, la novela acertaba. Visto desde este punto de vista ODESSA existió, aunque lo cierto es que el nombre no es sino fruto de la fantasía de Forsyth.
Uki GoñiUki Goñi
En el mes de marzo del año 2.002 el periodista argentino Uki Goñi, presentó en Londres la publicación de su último trabajo hasta la fecha, probablemente la obra mejor documentada sobre el rescate de responsables del III Reich, titulada “The real Odessa”. En sus casi 400 páginas, el autor desmenuza la trama cuidadosamente pergeñada para poner a salvo a nazis tan conocidos como Adolf Eichmann, Erich Priebke y Joseph Mengele.

Lo cierto es que no fueron ni los nazis ni sus socios europeos los organizadores y sustentadores de esta organización que denominaremos ODESSA (pero no olvidemos que tal nombre no es sino una mera ficción creada por un novelista de primer orden). Parece ser que la figura clave de esta organización no era otra que el Presidente argentino Juan Domingo Perón, en connivencia con la Iglesia Católica desde el Vaticano, y algunos funcionarios de ciertos estados Europeos.
Carlos Horst Alberto Fuldner BrueneCarlos Horst Alberto Fuldner Bruene
El día 10 de marzo de 1945 los ejércitos aliados, en su imparable avance, ocupan la ribera occidental del Rhin desde los Países Bajos hasta la ciudad de Koblenz. Sólo faltan siete semanas para que Hitler se suicide en su Búnker en Berlín, y ocho para que la rendición incondicional de Alemania sea una realidad. Ese mismo día, aterriza en el Aeropuerto de Madrid (Barajas) un avión procedente de Alemania con un cargamento de obras de arte. En ese avión viajaba Carlos Horst Alberto Fuldner Bruene, nacido en Buenos Aires, capitán de las SS y quien había combatido con el grado de teniente en la División Azul, cuyas funciones eran, entre otras, las de intérprete y enlace entre españoles y alemanes.

Una vez en España, se instala en la ciudad de El Escorial, a unos 50 Kilómetros de Madrid, protegido por sus antiguos compañeros de armas junto con el cargamento de obras de arte que acompañaba.

Posteriormente se traslada a Madrid, a un piso en la Calle del Duque de Sesto, según informan los servicios de espionaje de los Aliados, que en vano intentan varias veces detenerlo para ponerlo a disposición de sus Tribunales de “justicia”. Pero Fuldner disponía de suficiente habilidad y recursos económicos, en parte fruto de las obras de arte que consigue vender, y sobre todo unas excelentes relaciones personales; entre los más destacados, Rafael Finat (Conde de Malladle), los hermanos Dominguín, el Vizconde de Uzqueta, Radu Ghenea, este último embajador del gobierno progermano de Rumanía en Madrid. También se reúne asiduamente en el elitista restaurante Horcher de Madrid (propiedad del alemán Otto Horcher), con el belga Pierre Daye y con el francés Charles Lesca o L’Escat; todos ellos fugitivos de los aliados, así como con Branco Benzon, ex embajador de Croacia en Berlín y ahora residente en Madrid.
Horcher en MadridHorcher en Madrid
Pese a su situación como consecuencia de la derrota, Madrid es una verdadera “fiesta” para los huidos en el hundimiento del III Reich.

El régimen del Generalísimo Franco, pese a su delicada situación internacional, trata de protegerlos, al menos en los primeros meses desde el final de la guerra, y mientras tanto, al menos en España se sienten relativamente seguros. Pero Franco, aislado, se ve obligado a resolver la situación que cada vez resulta más embarazosa.

Tanto nazi refugiado en España es una carga molesta para quien ahora necesita hacer olvidar las pasadas connivencias con los derrotados. La policía y autoridades españolas comienzan a presionar a ciertos dirigentes nazis, los más notables a fin de que abandonen el país. Estos inicialmente se encuentran en una tesitura difícil pues no tienen dónde ir. Pero la solución se les ofrece cuando en 1946 en Argentina, el General Perón obtiene la victoria en las elecciones democráticas de su país.

En febrero, aún antes de asumir el cargo, el nuevo presidente nombra a Rodolfo Fraude secretario personal y jefe de la División e Informaciones de la Presidencia de la Nación (DIPD), su servicio personal de espionaje. El nuevo funcionario es hijo del alemán Ludwig Fraude, uno de los hombres más ricos del continente, canalizador de las enormes contribuciones alemanas a la campaña electoral de Perón y, tras la forzada ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania en 1944, embajador informal del III Reich en Buenos Aires.

Una de las primeras tareas de Rodolfo Fraude es enviarles un mensaje a los refugiados en Madrid, y en otras partes de Europa, manifestándoles que pronto les enviará órdenes que tendrán que ejecutar sin discutir, según delata un informe de inteligencia de la Embajada de Estados Unidos al Departamento de Estado, que el autor del libro, Goñi, rescata. Fraude es el coordinador del plan de rescate de alemanes y colaboracionistas urdido por Perón.

El General y nuevo presidente argentino está convencido de que está viviendo un intervalo entre la pasada guerra mundial y la próxima, que librarán muy pronto la Unión Soviética y Estados Unidos. Convencidamente anticomunista y progermano, Perón sueña con que la futura conflagración concederá a Argentina una posición hegemónica en América y en el mundo que se reconstruya sobre las ruinas de los contendientes en el Hemisferio Norte. Poco después de las elecciones presidenciales argentinas de principios de 1946, Antonio Caggiano, Obispo de Rosario (Argentina), viaja a Roma para recibir el capelo cardenalicio y, de paso, realizar una gestión confidencial ante la Comisión Pontificia de Asistencia, encargada de dar documentos de identidad a los refugiados, que igual que durante la guerra favorecía a los perseguidos por los nazis en Europa, ahora trata de ayudar igualmente a quienes tienen la condición de “perseguidos”.

Caggiano lleva, en nombre de Perón, la oferta a la Santa Sede, a través del Cardenal Tisserant – encargado de asuntos soviéticos del Vaticano – de refugio para los alemanes emigrados y colaboracionistas franceses huidos, en Argentina. Una oportuna gripe permite al Cardenal escapar de los ojos de la prensa que cubre su viaje, y dedicarse a cumplir esa misión que tenía encomendada.
Antonio CaggianoAntonio Caggiano
Después de Roma, Caggiano se dirige a Madrid, donde se le tributa una recepción acorde con las simpatías que despertaba la tan necesitada ayuda que Argentina concedía a España en un momento tan crítico de su historia. En ambas capitales, las recomendaciones y las discretas gestiones de Caggiano resultan altamente eficaces para permitir a varios refugiados alemanes dar el salto al seguro refugio de Argentina.

El cardenal y sus acólitos embarcan en el “Cabo de Buena Esperanza”, en el puerto de Cádiz, de regreso a Buenos Aires el día 9 de marzo. A bordo, el Cardenal tiene como compañero de viaje a Emile Dewoitine, principal diseñador de aviones a reacción que trabajó para los alemanes durante la guerra, y que posteriormente sería condenado “in absentia” a 20 años de trabajos forzados por los tribunales franceses (supongo que la condena sería como consecuencia de su contribución a que el Mirage fuera una realidad).

Emile Dewoitine había sido captado por agentes argentinos para trabajar en los proyectos de desarrollo aeronáutico y armamentístico de Perón, siendo este el primer caso documentado de un refugiado perseguido por la justicia de las Potencias Vencedoras que desembarca en Argentina. En Madrid, mientras tanto, el francoargentino Charles Lesca se mueve en el mismo sentido. Desde hace meses trata de poner a salvo la mayor cantidad posible de compañeros, lo que, ciertamente conviene a los intereses del régimen de Madrid. Con la colaboración de un agente español apellidado Peña, pronto fue capaz de proveer refugio y documentación necesaria para el viaje hacia Argentina.
Emile DewoitineEmile Dewoitine
Lesca era, al parecer, un viejo amigo de Perón. A finales de los años treinta se conocieron en Italia, cuando era ayudante del agregado militar de la embajada argentina y luego lo visito en Buenos Aires en varias ocasiones. Nacido en Argentina, pero afincado en Francia, donde poseía una considerable fortuna, había colaborado con los alemanes durante la guerra, por lo que posteriormente fue condenado a muerte “in absentia” en Francia.

Había llegado a Madrid, a finales de 1944 con su capital personal, una importante suma de dinero, que iba a destinar a crear los canales necesarios para la evacuación sistemática de todos los agentes de inteligencia alemanes posibles. Y él mismo se instaló en Argentina, aprovechando las oportunas influencias del Cardenal Caggiano.

El 10 de septiembre de 1946, cuando hacía tres meses que Perón había asumido su cargo, embarco igualmente en el buque “Cabo de Buena Esperanza”, rumbo a Buenos Aires, llevando con el una gran cantidad de dinero. Lesca viajaba en primera clase, acorde con su posición de acaudalado hombre de negocios, mientras que en las clases inferiores viajaban, con documentación española y visado para radicarse en Argentina, entre 150 y 200 alemanes requeridos por la justicia de los Aliados.

Lesca mandaba el grupo, de acuerdo con la investigadora Beatriz Gurevich, de la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (CEANA), creada en 1997 por el Gobierno de Menem.
Beatriz GurevichBeatriz Gurevich
Con él viajaban otros refugiados, Fernand de Menou y Robert Pincemin que gracias también, a las recomendaciones de Caggiano llegan a Argentina con visados de turistas. Lesca fue detenido en la escala de Montevideo, pero logró escapar de la policía uruguaya y llegar a Buenos Aires sano y salvo.

El 20 de enero de 1947 el Gobierno francés pide su extradición, pero esta es denegada por el Estado Argentino. Para esas fechas la red de salvamento tejida por Perón está en pleno funcionamiento. En julio de 1946, pocas semanas después de asumir la presidencia constitucional, Perón puso en marcha su plan orgánico de reasentamiento de alemanes nazis en Argentina, tal y como lo denomina un informe oficial de CEANA.

Perón nombró director de Migraciones a Santiago Peralta, un antropólogo progermano y anticomunista convencido. Este, con un grupo de militares creo la Comisión del Potencial Humano bajo el paraguas del Consejo Nacional de Defensa cuyo objeto era diseñar el plan de migración.

A su alrededor, Peralta reunió un equipo de asesores confidenciales encargados de ayudarle a filtrar a los emigrados y colaborar en los planes de rescate de alemanes y colaboracionistas al mismo tiempo que evitaba la entrada al país de judíos. En el comité de Peralta figuraban, entre otros, el conde Guino Monti de Valsassina, crota, ex piloto de la Luftwaffe y espía alemán; Branco Benzon, ex embajador croata en Alemania; Radu Ghenea, el ya citado Menou y Leonard de Roover, de nacionalidad belga y perseguido por la justicia de las potencias vencedoras.
Giovanni Battista MontiniGiovanni Battista Montini
Pero quien dirigía todo el entramado no era sino el mismo Perón. Pablo Diana, sucesor de Peralta al frente de Migraciones declaró en 1949 que “la política inmigratoria la dirigía personalmente el presidente, no debiendo aceptar interferencias ni del señor ministro, de quien dependía exclusivamente desde el punto de vista administrativo”.

Por órdenes de Perón, a fines de 1946 se negoció secretamente un acuerdo de inmigración con la Santa Sede entre el Cardenal Giovanni Battista Montini (el futuro Papa Pablo VI), entonces Secretario de Estado del Vaticano y embajador en Argentina. Pío XII creía que Argentina era el único lugar donde los refugiados podían encontrar una solución satisfactoria a sus necesidades.

El Papa, informaba el embajador, tiene interés en que los beneficios del acuerdo alcancen a los hombres encerrados en campos de prisioneros de guerra. Para Perón, la evacuación masiva de perseguidos por la justicia en Europa era una tarea que excedía incluso a los recursos combinados del servicio secreto argentino y el grupo de ex nazis y colaboradores. Miles de alemanes, rexistas belgas, funcionarios del régimen de Vichy y otros ustashas croatas tenían que ser provistos con apodos, documentos de viaje, dinero, alojamiento, y un billete para Sudamérica.

Sólo la Iglesia Católica pudo trenzar los hilos de tan gigantesco esfuerzo. Por ello que, casi todas las rutas de escape desde entonces pasaran por Roma.
Alois HudalAlois Hudal
A finales de 1946, el gobierno argentino abrió en Roma la oficina principal de la DAIE, siglas de la Delegación Argentina para la Inmigración en Europa, poniendo al frente de la misa a un sacerdote, el salesiano José Clemente Silva, capellán militar y hermano de un amigo de Perón, el General Oscar Silva.

Desde el comienzo la DAIE trabajó estrechamente con la Iglesia Católica en Italia enviando emigrantes “bona FIDE” y rescatando la mayor cantidad de refugiados posible. Una de las figuras claves del plan de rescate fue el Obispo Alois Hudal, de origen austriaco, rector de Santa María dell’Anima en Roma y director espiritual de la comunidad alemana en Italia. Hudal nunca ocultó su simpatía por el III Reich paseándose habitualmente con el distintivo dorado del NSDAP prendido en la sotana y haciendo ondear en su coche oficial la bandera de la Gran Alemania, por lo menos hasta que las tropas del III Reich hubieron de abandonar Roma.

Después de 1945 – escribió en su Diario Romano, de 1976 –“me sentí moralmente obligado a dedicar toda mi labor caritativa a los antiguos fascistas y nacional– socialistas, especialmente los denominados (por las potencias vencedoras) criminales de guerra”.

Gracias a su colaboración con la organización, parece ser, pudieron alcanzar la seguridad relativa de Argentina, figuras conocidas como Adolf Eichmann, o el capital de las SS Erich Priebke, responsable de la matanza de 335 personas en las Fosas Ardeatinas, en Roma.
Krunoslav DraganovicKrunoslav Draganovic
Pero el más famoso de los peones vaticanos en esta tarea fue el sacerdote croata Krunoslav Draganovic, íntimamente conectado con el régimen “Ustasha” del caudillo Ante Pavelic.

Su base de operaciones estaba en el monasterio croata de San Girolamo, Vía Tomacelli 42, en las afueras de la Ciudad del Vaticano. Sus accesos se encontraban fuertemente vigilados por agentes de la Ustasha, que protegían a los emigrados allí refugiados, mientras aguardaban los documentos que les permitieran partir hacia Argentina.

La primera expedición masiva de “ustashas” se produjo en 1946 cuando Perón dio a Draganovic 250 permisos de inmigración. Con el apoyo de Cáritas Croata de Buenos Aires, estos permisos beneficiaron a 2.000 croatas más.

En Escandinavia hizo el Presidente un esfuerzo paralelo, con el aparente objetivo de llevar a Argentina técnicos en el diseño de aviones a reacción. El joven Carlos Schulz, por cuenta de Friedrich Schlottmann, poderoso industrial textil argentino, viajó a Noruega con un militar de permisos de inmigración en blanco y con cartas de recomendación de Peralta.

Para cumplir su cometido se disfrazó de representante de la Iglesia Evangélica y consiguió convencer a las autoridades para que liberasen a ciertos nazis a fin de permitirles emigrar a Argentina. Alrededor de un millar de éstos consiguió llegar al país austral. La denominada “ruta nórdica” fue cerrada en noviembre de 1947, justo cuando se abría, en su sustitución, la “vía helvética”.

A finales de 1947 viajó de Madrid a Buenos Aires, Carlos Fuldner. Poco después, este ex – capitán de las Waffen – SS reaparece públicamente en Europa como un influyente funcionario de la Dirección General de Inmigraciones y adscrito a la División de Informaciones que dirigía Rodolfo Fraude (El pasaporte de Fuldner decía de él: “Enviado especial del Presidente de la República Argentina”).

Fuldner debía encargarse de la operación de rescate de emigrados. Héctor Magistralli, secretario general de la Dirección de Migraciones argentina, declaró que la misión del germano – argentino era “buscar confidencialmente a esa clase de personas, que en la generalidad de los casos, eran sacadas subrepticiamente de Alemania y llegaban al país con documentación ajena, con conocimiento del Presidente de la Nación”.

Fuldner, con el beneplácito del jefe de la policía y del ministro de Justicia, estableció su centro de operaciones en Suiza.

El interés del estado Helvético era similar al de Franco, es decir, quitarse de encima el compromiso de los refugiados alemanes. Aunque parte de la amabilidad suiza se debía a los sobornos que distribuían generosamente Fuldner y sus ayudantes por hacer la vista gorda o apoyarles en sus gestiones.

Con ayuda de Benito Llambí, compañero de armas de Perón y embajador en Berna, Fuldner consiguió crear rutas de escape pare los alemanes que habían quedado atrapados en su país una vez ocupado por los aliados. Para ello contó con la eficaz colaboración del Vaticano y de los agentes de la DAIE en Italia. Eichmann, Mengele, Priebke, Gerhard Bohne, Josef Schwammberger y otros nazis, utilizaron esta vía.

Los contactos de Fuldner fueron muy eficaces en la tarea de localizar a los nazis “ocultos”, y ofrecerles la vía de escape. Según informes confidenciales norteamericanos, en sólo dos semanas se produjeron diez entradas ilegales de alemanes en Suiza.

Los billetes de la compañía holandesa KLM a Buenos Aires, eran pagados en muchas ocasiones por la legación argentina en Roma. Las operaciones de fuga, tenían además, otros patrocinadores que aportaban fondos. Según la policía suiza, poderosos industriales desde la propia Alemania y Austria.

En septiembre de 1949, fue cerrada por las autoridades suiza la oficina de emigración argentina en la Marktgasse de Berna, pero su misión estaba cumplida: mas de 300 emigrados habían escapado ya a Argentina. Hacia 1949, Perón decide retirarse de la operación. Los "asesore confidenciales" y otros nazis que frecuentaban al Presidente, sienten que éste les ha abandonado. Las comunicaciones entre Freude y su central se cortan abrupta y misteriosamente.

Las razones fueron varias. Perón empezó a tener dificultades económicas, lo que echaba por tierra sus planes sobre el desarrollo industrial y armamentístico del país, dirigido por técnicos alemanes (entre otras cosas, los más competentes ya estaban en Estados Unidos). A comienzos de 1949, Argentina había agotado sus reservas de dólares, lo que obligó a Perón a acercarse a Estados Unidos. Sus esperanzas sobre que una Tercera Guerra Mundial pudiese afectar positivamente a Argentina adoptando una postura neutral entre ambos bloques, se había esfumado.



Fuentes:

http://www.forosegundaguerra.com
http://www.monografias.com
http://u-boatargentina.blogspot.com
http://adkaplan.blogspot.com/2010/08/pe ... ntina.html
http://triunfo-arciniegas.blogspot.com
http://giovannipreziosi.wordpress.com

The Real Odessa, de Uki Goñi.
Ricardo Herren (Revista La Aventura de la Historia. Núm 42. Abr. 2002).


"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aquí,
que, obedientes a sus leyes, aquí yacemos."

Monumento a Leónidas I en las Termópilas.

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