Hitler fabricó un grosero casus belli para desencadenar la invasión de Polonia. El 30 de agosto de 1939, un grupo de presos comunes alemanes, disfrazados de soldados polacos, "tomaban" una estación de radio germana en Gleiwitz, cerca de la frontera polaca. La mascarada fue el pretexto para que, el 11 de septiembre, el ejército de tierra alemán (Wehrmacht) penetrara en territorio polaco sin previo aviso y en un ataque simultáneo desde tres frentes; por el norte, el la Prusia oriental; desde el oeste, a partir de la Prusia occidental; y desde el sur tomando como base el territorio checo que era protectorado alemán. En total, un frente de 2.500 kilómetros.
La "guerra relámpago"
En cuestión de horas, las defensas polacas fueron arrolladas por el ataque combinado de la aviación (Luftwaffe), las divisiones blindadas panzer (carros de combate) y las unidades motorizadas de infantería. Al hostigamiento desde el aire a las unidades enemigas le siguió la masiva embestida de los blindados, que rompieron el frente y aislaron en bolsas al ejército polaco. Una vez allanado el terreno, las unidades motorizadas de infantería alemanas completaron el trabajo. Por primera vez, la Wehrmacht ponía en práctica la Blitzkrieg o "guerra relámpago", que tan buenos resultados le dio en los primeros compases de la guerra.
El día 8, las tropas alemanas completaban la tenaza alrededor de Varsovia. El ejército polaco, reducido a grupos de resistencia aislada, se sintió aún más impotente cuando, el 17 de septiembre d 1939, la Unión Soviética, en virtud del pacto de no agresión firmado con Alemania el 27 de agosto de ese mismo año, atacaba Polonia por el este. Un nuevo pacto ruso-alemán firmado el 28 de septiembre dejaba a Stalin las manos libres para apoderarse de los territorios orientales polacos y de Estonia, Letonia y Lituania. Alemania se apropiaba de la Alta Silesia, la Pomerania y el corredor de Danzing (la Gdansk polaca). El 27 de octubre Varsovia se rindió. Ese invierno, Stalin ordenó la invasión de Finlandia, que había rechazado la rectificación de la frontera común y la cesión de bases militares a la URSS. El Ejército Rojo que tuvo graves dificultades para doblegar la resistencia finlandesa, rompió finalmente la línea defensiva trazada por el mariscal Carl Gustaf Mannerheim y, el 12 de marzo de 1940, Finlandia firmaba un tratado de paz por el que cedía a la URSS el istmo de Carelia y Vyborg, en el mar Báltico.
Una vez conquistada Polonia, las apetencias territoriales de Hitler fijaron sus objetivos en Escandinavia. En abril de 1940, atacó Dinamarca y Noruega. Ante los daneses, los alemanes apenas hallaron resistencia, pero en Noruega hubieron de enfrentarse por vez primera a los británicos en un choque naval por el control el estratégico puerto noruego de Narvik, desde donde partían los cargamentos de hierro suecos a Alemania, indispensables para la industria de la guerra. La batalla entre la Royal Navy y la Kriegsmarine se saldó con la victoria británica, cuyo alcance no alteró en demasía los planes alemanes: el rey Haakon de Noruega y su gobierno se refugiaron en Gran Bretaña, y el jefe del partido fascista noruego, Vidkun Quisling, asumió el poder, poniéndose al servicio de los invasores alemanes.
La Blitzkrieg daba sus frutos. En menos de un año, el ejército alemán controlaba Polonia y los países nórdicos. Esta estrategia se reveló igualmente eficaz en Francia. Los generales franceses esperaban que, si lo había, el ataque alemán se haría siguiendo el plan Schlieffen, puesto en práctica en la Primera Guerra Mundial, que consistía en un ataque por las llanuras belgas al norte de Namur. Pero Hitler desbarató estas previsiones. Siguiendo el plan elaborado por el general Von Manstein, el alto mando alemán ordenó el ataque principal por las Ardenas, zona que los franceses consideraban intransitable para las panzerdivisionen por su abrupta orografía y la supuesta eficacia e las defensas de la línea Maginot.
El 19 de mayo de 1940, las fuerzas alemanas lanzaron una masiva ofensiva en todo el frente. En el norte conquistaron Holanda, que capituló el día 15; tres días después, los alemanes entraron en Bélgica. Entretanto, el grueso de las fuerzas acorazadas entró por las Ardenas abriendo una brecha y partiendo en dos al ejército francés en Sedan. Un contingente anglo-francés quedó aislado en el puerto de Dunkerque. La extraña decisión de Hitler, que frenó el avance de sus divisiones sobre esta cabeza de puente, hizo posible la evacuación in extremis de 340.000 soldados aliados con rumbo a Gran Bretaña. El 10 de junio, el gobierno francés abandonó París y se trasladó a Tours; el mismo día, Italia declara la guerra a Francia y Gran Bretaña. El 22 de junio, mientras los alemanes entraban en Lyon, Francia firmaba el armisticio en Compiegne.
En el verano de 1940 parecía que la victoria alemana era completa. Hitler esperaba que Londres, aislado y solo, claudicaría. Se equivocó. Bajo el gobierno del tenaz Winston Churchill, Gran Bretaña, con una heroica resistencia aérea, frustró los planes de invasión alemanes. El descalabro no alteró, sin embargo, el sueño que Hitler acariciaba desde hacia años; la invasión de Rusia. Las gigantescas proporciones de la operación exigían concretar una parte fundamental del potencial bélico alemán en el futuro frente del Este. Por tanto, antes de atacar Rusia, era preciso apagar los fuegos que Italia, aliado de Alemania, no había sabido sofocar en varias de sus aventuras expansionistas. En abril de 1941, Grecia y Yugoslavia, que rechazaron los intentos de invasión del ejército italiano en octubre de 1940, cayeron bajo el control del ejército alemán. En paralelo, el retroceso italiano en el norte de África obligó a Hitler a enviar la fuerza Afrika Korps, al mando de uno de sus generales más brillantes: Erwin Rommel.
En la madrugada del 22 de junio de 1941 se inició la operación Barbarroja, nombre en clave que designaba la invasión de la Unión Soviética: 146 divisiones alemanas, apoyadas por otras 14 de sus aliados (italianos, húngaros, búlgaros, rumanos, eslovacos) se lanzaron sobre 170 divisiones soviéticas en un frente inmenso. En total, seis millones de hombres armados. El avance se dividió en tres líneas principales: norte, centro y sur, cuyos objetivos esenciales eran Leningrado, Moscú y Rostov Del Don, respectivamente. En el norte y el sur, el avance alemán fue fulgurante, pero en el centro la resistencia soviética fue mayor de la esperada. Este obstáculo desbarató los planes de una rápida ocupación de Moscú. La contraofensiva del 5 de diciembre y los primeros rigores del gélido invierno ruso obligaron a Hitler a detener el avance. Alemania, frustrados sus objetivos, se encontraba atascada en un enfrentamiento que no había previsto y que sería decisivo para el curso posterior de la guerra.
Fuentes
Texto: Libro "Historia Universal"
Autor: Editorial Sol 90
ISBN: 950-782-600-9
Imágenes
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