Canadá en la Segunda Guerra Mundial
Publicado: 05 04 2008 10:15
El domingo 10 de septiembre de 1939, Canadá declaró formalmente la guerra a Alemania. A partir del momento de la declaración de guerra, se enviaron 16 tanques ligeros, 4 cañones antiaéreos y dos antitanque. Esta falta de armamento se debió a años de poca inversión económica por parte del gobierno a su ejército. El ejército regular canadiense estaba formado por un total aproximado de 5.000 soldados, un pequeño número que se contrarrestaba con su excelente entrenamiento. La milicia estaba formada por 50.000 miembros equipados mediocremente.
Afortunadamente muchos de los oficiales del ejército regular fueron graduados en escuelas militares en Inglaterra, o en el Colegio Militar Real en Kingston, Ontario. Muchos de estos soldados habían obtenido una valiosa experiencia de oficiales del Ejército inglés. Los 50.000 miembros de la Milicia, contrarrestaron su falta de experiencia y de equipos con una fuerte motivación. Esta pequeña fuerza fue la base de la que saldría una fuerza profesional de combate formada por cinco divisiones.
Al contrario de lo ocurrido en la I Guerra Mundial, en esta ocasión hubo una falta de entusiasmo patriótico entre la población canadiense, aun así, al mes de entrar en guerra, los alistamientos habían hecho aumentar el grueso del ejército en 70.000 hombres.
La primera fuerza canadiense en la Segunda Guerra Mundial, sería la de tierra y en un segundo plano, la Armada Real Canadiense (RCN) constituida por 6 destructores y diversas naves menores y la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) constituida por 20 escuadrones de aviones modernos.
Canadá puso su aviación al servició de Gran Bretaña, enviando 10 escuadrones de cazas antes del fin de 1940 que tomaron parte en la Batalla de Inglaterra, siendo el principal apoyo de Gran Bretaña hasta la intervención de los Estados Unidos en 1941.
El puerto de Halifax (Nueva Escocia) fue el principal punto de creación de convoyes para la peligrosa travesía del Atlántico.
Durante toda la Batalla del Atlántico la Armada Real Canadiense y la marina mercante fueron cruciales para la victoria aliada. La Armada Real Canadiense llego a enrolar al final de la guerra a 106.500 marineros en 471 buques de guerra, hundiendo 28 submarinos enemigos, con unas pérdidas de 24 naves y 2.000 hombres. 12.000 canadienses sirvieron en la marina mercante de los que murieron 1.600.
El 8 de diciembre Hong Kong fue atacado por los japoneses, forzando a las fuerzas canadienses a rendirse el 25 de diciembre. Murieron 290 canadienses durante los combates y otros 300 antes del final de la guerra.
La Primera División aterrizó en Inglaterra en diciembre de 1939 bajo mando de General A.G.L. McNaughton. Poco después de su llegada, los hombres de la primera división empezaron una intensiva instrucción con la finalidad de estar listo para servir con la Fuerza inglesa expedicionaria.
Por el invierno de 1940-41 la amenaza de invasión de Gran Bretaña era poco probable, debido al hecho de que Hitler había concentrado su atención hacia Rusia. A partir de ese momento, el ejército canadiense comenzó una serie de entrenamientos, ejercicios, cursos técnicos e instrucción en tácticas de guerra moderna con el objetivo de ser preparados para la liberación. Esta preparación sufrió diversas interrupciones, con motivo de incursiones en la Europa ocupada.
En 1941 tropas canadienses fueron enviados a la Isla Spitzburgen al norte del Círculo Polar, para destruir minas de carbón y emisoras ocupadas por los alemanes. La mayor incursión realizada fue el abortado ataque en Dieppe, el 18 de agosto de 1942. La segunda división canadiense perdió 2.211 hombres de un total de 4.963 que embarcaron para la misión.
El 19 de agosto de 1942, 5.000 soldados canadienses fueron los protagonistas de una terrible prueba de fuego en el desarrollo de las operaciones combinadas, pero gracias a su sacrifico se inició la etapa de victorias aliadas en las costas del Mediterráneo y Normandía. El lugar, la ciudad costera de Dieppe en la Francia ocupada, la operación se conocía como: Jubilee.
La Segunda División Canadiense al mando del General de División J.H. Robert con los fusileros Mont-Royal de Montreal, el Essex Scottish de Windsor, el regimiento Real de Toronto, el Regimiento Real de Infantería ligera de Hamilton, los Cameron Highlanders de Winnipeg, el regimiento South Saskatchewan más el Regimiento acorazado de Calgary con 40 tanques Churchill , varios destacamentos de la Black Watch, un Regimiento escocés de Montreal y 50 Rangers americanos a título de observadores, en total de 6100 hombres de los cuales 5000 eran canadienses y 1100 británicos fueron las tropas que se tuvieron que enfrentar a la guarnición alemana, la División de Infantería 302 con el apoyo de seis baterías de medio calibre.
El ruido de motores procedentes del mar fue la primera señal de alarma, y los defensores escrutaron el horizonte con sus prismáticos. El rumor se hizo más intenso cuando, unas oscuras sombras, apenas perceptibles a la difusa luz que procede al alba, aparecieron pronto ante su vista. Los centinelas apostados en la colina desbloquearon los mecanismos de disparo de las armas y a continuación introdujeron los proyectiles en las piezas de artillería. Aquello era ciertamente, un intento de desembarco.
En las embarcaciones de asalto, los componentes del Royal Regiment of Canada, vestidos con el uniforme caqui, observaban con atención su objetivo; la Blue Beach de Dieppe. El capitán Browne, de la artillería canadiense, recuerda que el fuego se inició, desde uno de los reductos, por lo menos 10 minutos antes de que su embarcación llegase a tierra. Al principio el fuego fue espaciado e impreciso, pero después aumento en intensidad y precisión.
Browne, cuya misión era señalar que tipo de fuego de apoyo se precisaba, envió un mensaje en el que comunicaba que las oleadas de cabeza acababan de desembarcar; luego, sorprendido por una inesperada resistencia, descubrió que las ametralladoras enemigas disparaban desde puntos que nadie había localizado antes. Fuimos acogidos por un intenso y certero fuego de ametralladoras ligeras, recordó más tarde sufriendo graves pérdidas. La 1ª y 2ª compañía, que habían desembarcado justamente enfrente del murallón, se encontraron con un fuego de ametralladoras inesperadamente intenso, procedente de distintas posiciones situadas encima del murallón.
Constituían la primera oleada unos 200 hombres, menos de tres compañías, según un informe oficial.
El resto de las tropas, engañado por la imprevista presencia de un segundo barco-guía en el área de reunión, había seguido a esta unidad erróneamente durante algunos minutos. Estas tropas desembarcaron ya a plena luz, como una segunda e improvisada oleada.
A los hombres del regimiento canadiense se les había explicado la necesidad de actuar lo más rápidamente posible; solo la sorpresa y la oscuridad les permitiría atravesar la playa sin peligro y trepar luego por los estrechos y escarpados pasos.
Pero ya desde el comienzo no se cumplieron los tiempos establecidos; incluso las barcazas de desembarco que iban en cabeza llegaron 20 minutos tarde, con lo que el factor sorpresa quedo totalmente eliminado. El cabo Ellis, de la primera compañía, fue el más afortunado de todos: su barcaza evito gran parte del fuego, pero en cambio, la rampa de desembarco se estropeo a la mitad de su descenso y todos sus esfuerzos por bajarla resultaron inútiles. Tanto él como sus compañeros tuvieron que saltar por encima de ella para alcanzar la playa. Y quizá esto le ayudo. Ellis llego al murallón en brevísimo tiempo, mientras que los que llegaron más tarde, cayeron muertos o heridos, antes de llegar al precario refugio del murallón.
El teniente Wedd, desembarco con una sección completa, se dio cuenta en seguida de que su unidad había quedado reducida a un puñado de hombres en la breve carrera desde la playa al murallón. No obstante, habiendo observado que el fuego procedía de una casamata situada sobre el murallón, dirigió un asalto frontal contra ella. Una granada bien colocada, lanzada a través de la tronera, redujo al silencio la posición; pero el teniente Wedd y varios de sus hombres lo pagaron con su vida.
Había una espesa barrera de alambre de púas a lo largo de la cima del murallón que impedía avanzar más allá. A la clara luz de la luminosa mañana, los hombres intentaron, desesperadamente y bajo un fuego terrible, cortar la alambrada con cargas Bangalore. La primera carga abrió una brecha, a través de la cual el cabo Ellis intento introducirse; pero la explosión atrajo hacia el lugar el fuego del enemigo y todos los que intentaron seguir al cabo Ellis murieron.
Era aquella situación sin salida y el desastre parecía inminente. En aquel momento llego a la orilla la última embarcación de desembarco del regimiento canadiense, que conducía a más tropas y al comandante, D.E. Catto. A través de una cortina de fuego, los hombres corrieron a refugiarse en el murallón; pero el único resultado fue aumentar más la confusión que ya existía.
Poco después se creó un momento de esperanza, pues en vuelo rasante sobre las escolleras, varios aviones bombardearon y ametrallaron las posiciones enemigas sobre la abrupta pendiente.
Aprovechando aquel momento, el comandante logró imponer un poco de orden. Se apostaron algunos fusiles automáticos Bren en el lado occidental de la playa, detrás de las rocas y en los bordes sobresalientes de la escollera, para hacer fuego contra la pendiente opuesta.
Así se consiguió reducir la cadencia de tiro del enemigo, y en consecuencia la primera oleada del regimiento Black Watch, que desembarcaba a continuación, lo hizo con menos pérdidas que las sufridas por los primeros grupos del Royal Regiment of Canadá.
Asimismo, los disparos de uno de los destructores comenzaron a aumentar el efecto del bombardeo aéreo, y Catto decidió entonces llegar a las posiciones más elevadas. Ya que no quedaban cargas bangalore, por lo que fue necesario cortar el alambre de púas a mano cubiertos por un oficial armado con un fusil Bren, Catto y el sargento Cole subieron al murallón y, tendidos en tierra para ofrecer el menor blanco posible, empezaron a cortar el alambre con los alicates. Se tardó media hora en abrir la brecha, pero a las 6:30 h se había conseguido y Catto hizo la señal a sus hombres para que lo siguieran.
Petición del primer ministro Mackenzie King al Rey George VI para su aprobación de declaración de guerra contra Alemania en nombre de Su Majestad. 10 de septiembre de 1939
Al contrario de lo ocurrido en la I Guerra Mundial, en esta ocasión hubo una falta de entusiasmo patriótico entre la población canadiense, aun así, al mes de entrar en guerra, los alistamientos habían hecho aumentar el grueso del ejército en 70.000 hombres.
La primera fuerza canadiense en la Segunda Guerra Mundial, sería la de tierra y en un segundo plano, la Armada Real Canadiense (RCN) constituida por 6 destructores y diversas naves menores y la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) constituida por 20 escuadrones de aviones modernos.
Canadá puso su aviación al servició de Gran Bretaña, enviando 10 escuadrones de cazas antes del fin de 1940 que tomaron parte en la Batalla de Inglaterra, siendo el principal apoyo de Gran Bretaña hasta la intervención de los Estados Unidos en 1941.
El puerto de Halifax (Nueva Escocia) fue el principal punto de creación de convoyes para la peligrosa travesía del Atlántico.
Durante toda la Batalla del Atlántico la Armada Real Canadiense y la marina mercante fueron cruciales para la victoria aliada. La Armada Real Canadiense llego a enrolar al final de la guerra a 106.500 marineros en 471 buques de guerra, hundiendo 28 submarinos enemigos, con unas pérdidas de 24 naves y 2.000 hombres. 12.000 canadienses sirvieron en la marina mercante de los que murieron 1.600.
El 8 de diciembre Hong Kong fue atacado por los japoneses, forzando a las fuerzas canadienses a rendirse el 25 de diciembre. Murieron 290 canadienses durante los combates y otros 300 antes del final de la guerra.
La Primera División aterrizó en Inglaterra en diciembre de 1939 bajo mando de General A.G.L. McNaughton. Poco después de su llegada, los hombres de la primera división empezaron una intensiva instrucción con la finalidad de estar listo para servir con la Fuerza inglesa expedicionaria.
Soldados del primer contingente suben a bordo de un transporte en Halifax, diciembre de 1939
En 1941 tropas canadienses fueron enviados a la Isla Spitzburgen al norte del Círculo Polar, para destruir minas de carbón y emisoras ocupadas por los alemanes. La mayor incursión realizada fue el abortado ataque en Dieppe, el 18 de agosto de 1942. La segunda división canadiense perdió 2.211 hombres de un total de 4.963 que embarcaron para la misión.
El Regimiento British Columbia, marchando en New Westminster, 1940
Operación Jubilee
El 19 de agosto de 1942, 5.000 soldados canadienses fueron los protagonistas de una terrible prueba de fuego en el desarrollo de las operaciones combinadas, pero gracias a su sacrifico se inició la etapa de victorias aliadas en las costas del Mediterráneo y Normandía. El lugar, la ciudad costera de Dieppe en la Francia ocupada, la operación se conocía como: Jubilee.
La Segunda División Canadiense al mando del General de División J.H. Robert con los fusileros Mont-Royal de Montreal, el Essex Scottish de Windsor, el regimiento Real de Toronto, el Regimiento Real de Infantería ligera de Hamilton, los Cameron Highlanders de Winnipeg, el regimiento South Saskatchewan más el Regimiento acorazado de Calgary con 40 tanques Churchill , varios destacamentos de la Black Watch, un Regimiento escocés de Montreal y 50 Rangers americanos a título de observadores, en total de 6100 hombres de los cuales 5000 eran canadienses y 1100 británicos fueron las tropas que se tuvieron que enfrentar a la guarnición alemana, la División de Infantería 302 con el apoyo de seis baterías de medio calibre.
El ruido de motores procedentes del mar fue la primera señal de alarma, y los defensores escrutaron el horizonte con sus prismáticos. El rumor se hizo más intenso cuando, unas oscuras sombras, apenas perceptibles a la difusa luz que procede al alba, aparecieron pronto ante su vista. Los centinelas apostados en la colina desbloquearon los mecanismos de disparo de las armas y a continuación introdujeron los proyectiles en las piezas de artillería. Aquello era ciertamente, un intento de desembarco.
En las embarcaciones de asalto, los componentes del Royal Regiment of Canada, vestidos con el uniforme caqui, observaban con atención su objetivo; la Blue Beach de Dieppe. El capitán Browne, de la artillería canadiense, recuerda que el fuego se inició, desde uno de los reductos, por lo menos 10 minutos antes de que su embarcación llegase a tierra. Al principio el fuego fue espaciado e impreciso, pero después aumento en intensidad y precisión.
Browne, cuya misión era señalar que tipo de fuego de apoyo se precisaba, envió un mensaje en el que comunicaba que las oleadas de cabeza acababan de desembarcar; luego, sorprendido por una inesperada resistencia, descubrió que las ametralladoras enemigas disparaban desde puntos que nadie había localizado antes. Fuimos acogidos por un intenso y certero fuego de ametralladoras ligeras, recordó más tarde sufriendo graves pérdidas. La 1ª y 2ª compañía, que habían desembarcado justamente enfrente del murallón, se encontraron con un fuego de ametralladoras inesperadamente intenso, procedente de distintas posiciones situadas encima del murallón.
Constituían la primera oleada unos 200 hombres, menos de tres compañías, según un informe oficial.
El resto de las tropas, engañado por la imprevista presencia de un segundo barco-guía en el área de reunión, había seguido a esta unidad erróneamente durante algunos minutos. Estas tropas desembarcaron ya a plena luz, como una segunda e improvisada oleada.
A los hombres del regimiento canadiense se les había explicado la necesidad de actuar lo más rápidamente posible; solo la sorpresa y la oscuridad les permitiría atravesar la playa sin peligro y trepar luego por los estrechos y escarpados pasos.
El plan general para la Operación Jubilee el 19 de agosto de 1942
El teniente Wedd, desembarco con una sección completa, se dio cuenta en seguida de que su unidad había quedado reducida a un puñado de hombres en la breve carrera desde la playa al murallón. No obstante, habiendo observado que el fuego procedía de una casamata situada sobre el murallón, dirigió un asalto frontal contra ella. Una granada bien colocada, lanzada a través de la tronera, redujo al silencio la posición; pero el teniente Wedd y varios de sus hombres lo pagaron con su vida.
Había una espesa barrera de alambre de púas a lo largo de la cima del murallón que impedía avanzar más allá. A la clara luz de la luminosa mañana, los hombres intentaron, desesperadamente y bajo un fuego terrible, cortar la alambrada con cargas Bangalore. La primera carga abrió una brecha, a través de la cual el cabo Ellis intento introducirse; pero la explosión atrajo hacia el lugar el fuego del enemigo y todos los que intentaron seguir al cabo Ellis murieron.
Era aquella situación sin salida y el desastre parecía inminente. En aquel momento llego a la orilla la última embarcación de desembarco del regimiento canadiense, que conducía a más tropas y al comandante, D.E. Catto. A través de una cortina de fuego, los hombres corrieron a refugiarse en el murallón; pero el único resultado fue aumentar más la confusión que ya existía.
Poco después se creó un momento de esperanza, pues en vuelo rasante sobre las escolleras, varios aviones bombardearon y ametrallaron las posiciones enemigas sobre la abrupta pendiente.
Aprovechando aquel momento, el comandante logró imponer un poco de orden. Se apostaron algunos fusiles automáticos Bren en el lado occidental de la playa, detrás de las rocas y en los bordes sobresalientes de la escollera, para hacer fuego contra la pendiente opuesta.
Así se consiguió reducir la cadencia de tiro del enemigo, y en consecuencia la primera oleada del regimiento Black Watch, que desembarcaba a continuación, lo hizo con menos pérdidas que las sufridas por los primeros grupos del Royal Regiment of Canadá.
En ruta hacia Dieppe