Según De Nápoli, la historia oficial sobre la muerte de Hitler se ha apoyado en dos pilares que hasta hace poco parecían inconmovibles: un cráneo que la Unión Soviética expuso en Moscú como trofeo y la versión oficial creada por el historiador inglés Hugh Trevor-Roper, quien en 1945 recibió el encargo gubernamental de investigar la muerte de Hitler para rebatir las insinuaciones soviéticas de que aún estaba vivo.
Del cadáver del dictador se aceptaba en los discursos oficiales que sus restos habían sido finalmente destruidos por orden del jefe de la KGB, Yuri Andropov, en 1970, y sólo se conservaron unos fragmentos del cráneo y algunas piezas dentales. Pese a la evidencia, el mito de Hitler nunca dejó de crecer y miles de personas alimentaban la idea de que había sobrevivido a la guerra y pasado a la clandestinidad en algún lugar remoto.
Aunque la teoría del fragmento del cráneo con un agujero de bala sepultó por un tiempo las especulaciones sobre un eventual escape de Hitler, en 2009 se produjo un giro en la historia oficial. Investigadores de la Universidad de Connecticut accedieron al cráneo exhibido en Moscú y realizaron pruebas de ADN, demostrando que la única prueba existente de la muerte del dictador era falsa.
“Las muestras que hemos analizado corresponden al cráneo de una mujer, sin lugar a dudas”, dijo a una agencia de periodismo la profesora de biología molecular y celular de esa universidad estadounidense, Linda Strausbaugh. Ella y un grupo de científicos forenses estudiaron unas muestras de ADN que el arqueólogo Nick Bellantoni obtuvo del supuesto cráneo de Hitler en un viaje a Rusia.
“Sabemos que el cráneo corresponde a una mujer de entre 20 y 40 años —declaró Bellantoni—; los huesos parecían muy finos. Los huesos de un hombre tienden a ser más robustos. Y las suturas donde se juntan las placas del cráneo parecen corresponder a alguien con menos de 40 años, pero Hitler tenía 56 al morir”, explicó.
Si bien desde ese acontecimiento científico la historia de la muerte de Hitler tendrá que reescribirse como un misterio, el especial de The History Channel basa sus investigaciones en material inédito. “Este material no es secreto, sino, por el contrario, muy público, pues se trata de libros escritos por la élite política gobernante en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial”, revela De Nápoli. Entre los autores se encuentran Edward Stettinius (secretario de Estado 1944-45), James Byrnes (sec. de Estado 1945-47), Harry Truman (presidente 1945-53) y Allen Dulles (director de la CIA).
Todos, según el investigador e historiador, coinciden en señalar que Hitler huyó a la República Argentina en un convoy de submarinos, dos de los cuales (el U-530 y el U-977) se entregaron en Mar del Plata en julio y agosto de 1945, es decir, meses después de la finalización de la guerra. “La llegada de estos submarinos es un hecho histórico incontrovertible, pues la noticia estuvo durante días en la primera plana de importantes diarios alrededor del globo, y existen además fotos y vídeos”, afirma De Nápoli.
No es una sorpresa para nadie que Sudamérica recibió a numerosos presuntos criminales de guerra nazis luego de la caída del Tercer Reich. Argentina se convirtió en el destino más codiciado por jerarcas y colaboradores del Partido Nacionalsocialista Alemán pues “había una política activa para recibirlos y una garantía de impunidad”, según declaraciones del Centro Simon Wiesenthal, principal organización internacional dedicada a detectar criminales de guerra nazis.
Es conocida la opinión de expertos que afirman que, durante el gobierno del entonces presidente Juan Domingo Perón, se facilitó y organizó la entrada de miles de nazis a Argentina, algunos incluso con orden de captura. Además del conocido “ángel de la muerte”, Josef Mengele, el país recibió a criminales como Adolf Eichmann, Klaus Barbie, Erich Priebke y Gerhard Bohne. Sin embargo, Lorenzo Pepe, secretario general del Instituto Juan Domingo Perón, califica como falsa cualquier aseveración sobre el ingreso de nazis permitido. “Puede ser que hayan venido alemanes que escapaban de la guerra, pero no con el aval del presidente”, dice Pepe.
Aunque el debate sobre una Argentina nazi sigue abierto, los investigadores e historiadores involucrados en el documental El escape de Hitler pretenden conocer todo lo posible sobre el destino real del criminal Adolf Hitler, a quien, por supuesto, dan por muerto en algún lugar desconocido, pero de ninguna forma en aquella destruida Berlín de 1945.