Por favor, caballeros, vamos a mantener el tema dentro de la pasión pero procurando utilizar argumentos sólidos y no generalizaciones vanas. Creo que en este tema se ha llegado a un territorio sorprendente forzando en exceso el argumentario.
Cuando se mezcla actualidad e Historia hay que tener mucho cuidad, porque se pueden uno escaldar. No suele ser buen maridaje, a menos que lo haga alguien acostumbrado a estudiar el mundo actual, pero nunca se debe hacer desde posiciones “históricas” porque la historia es el ayer, no el ahora ni el mañana. Con esto quiero explicar que usar lugares comunes históricos para explicar el “ya mismo” no sólo no es efectivo sino que induce a errores.
Hablaré (breve) primero de la actualidad y luego me dedicaré a la Historia, que es lo mío.
Alemania: a pesar de la imagen de solidez que pretende ofrecer, Alemania dista mucho de estar pasando sus mejores horas. La deuda bancaria del país es sonrojante, sus autoridades financieras han hecho un ridículo mayúsculo en los últimos años y, cada día más, se aprecia que la Unión que ellos pretendían capitanear no es más que un buque de conveniencias para ellos. Su política durante la crisis, tan impopular, está encaminada a tapar sus problemas y prevenir su colapso, pues las cuentas de las regiones alemanas distan mucho de estar saneadas. A niveles ministeriales, digamos, me consta que en el Gobierno federal se adopta la postura de cambiar miedo por autoridad, a ver si así consiguen pasar el bache. Pero, de momento, las medidas para amortiguar la crisis, aunque van funcionándoles, son finitas: si la Unión en su conjunto, y sus miembros en concreto, no mejoran, el balance de exportaciones alemán no resistirá la exigencia actual muchos años. Merkel lo sabe, pero lo deja para mañana porque tiene preocupaciones más acuciantes. Por otra parte, es indudable que Alemania es la imagen exterior de la Unión, en términos económicos, por lo que sus exigencias se deben escuchar más, a fin de que la solidez sea la mayor posible para el conjunto.
Unión Europea: en este barco hemos puesto piedras TODOS. Alemania y España, también. Francia, desde luego. Unos han sido pagadores generosos mientras eso dopaba sus exportaciones (Alemania, Reino Unido, Francia), otros han sigo agradecidos cobradores mientras el dinero llovido hacía funcionar su maquinaria (España, Irlanda), los terceros han sido árbitros imparciales siempre a cambio de una módica suma (Holanda, Bélgica y nórdicos) y otros han estado muy felices manteniendo su nivel de vida deflactado artificialmente para poder recibir con los brazos abiertos a los ciudadanos de los países anteriormente citados (Italia, Grecia, Portugal). Todos tienen sus miserias, del primero al último. Pero cuando se debió hacer una unidad más fuerte, fue Francia, con la aquiescencia de Alemania y el aplauso soterrado de Gran Bretaña, la que reventó una mayor unidad, apoyada luego por referendos como el irlandés (y ahora lloran). Como ocurre en todas las familias: estamos muy bien avenidos en las buenas y, cuando empieza a flotar la mierda, nadie quiere sacarla del río (con perdón). La lista de reproches mutuos entre países es infinita, pero eso no es constructivo. La misma culpa de España por dopar su mercado inmobiliario (por ejemplo) se puede endosar a Alemania por permitir a sus bancos reposarse sobre la deuda griega. Hay para todos por igual, pero aprovechando la coyuntura han resurgido los de siempre: los que se lucran de verdad con esto. Y otros han recordado lo placentera que era la Unión Europea antes de que entrásemos los países “humildes”, sin recordar que en aquel entonces “ellos” (Benelux, Alemania y Francia) vivían de la sopa boba americana.
España: mi opinión es sencilla. Hemos hecho muchas cosas muy bien en este país últimamente (desde la democracia) y algunas rematadamente mal. Ahora nos pasan factura las malas y por ello no vemos las buenas. Es lógico: el que está mal no se consuele fácilmente y eso es respetable. España no está tan mal como dicen o nos quieren hacer creer, pero también es obvio que hay que limpiar las turbinas del país porque se les ha acumulado mucha roña. Tenemos problemas estructurales (el paro el más conocido, pero no menos sangrante es la economía sumergida) pero hemos salido de otras peores antes. La deuda pública es muy moderada, por más que nos quieran convencer de lo contrario para aplicar planes de recortes que beneficiarán a ciertos grupos empresariales, mientras que el único verdadero problema de España es la deuda de las familias (deuda privada). Gran Bretaña no está muy distinta en ese sentido y, sin embargo, saben vender mejor la moto de la estabilidad de puertas para fuera.
Ahora pasemos a la Historia. Me veo casi obligado a dejar claras algunas cuestiones que, creo, se han tomado muy a la ligera anteriormente. Como de Historia sé “algunas cosas”, intentaré que se me entienda.
Para empezar, debemos diferenciar los hechos históricos de las reducciones y, sobre todo, de las problemáticas históricas. Por ejemplo: si un mismo hecho histórico demostrado puede dar lugar a interpretaciones totalmente opuestas nos encontramos con una problemática. Es así de sencillo. En Historia no todo es blanco o negro. De hecho, en las reuniones y congresos os sorprendería ver que los verdaderos expertos no se ponen de acuerdo en muchísimas cosas, sin que nadie tenga la razón o esté errado: hablamos de hipótesis e interpretaciones, hechas a partir de los “hechos” que sí están probados.
Al margen de eso, un hecho histórico no es una prueba de cargo.
La Historia de España es, quizás, la más rica, compleja y problemática historia que ningún estado actual pueda presumir de tener. Fuimos parte del Imperio Romano, tuvimos una Edad Media rica e interesante, creamos el mayor Imperio de la Historia durante la Edad Moderna y vivimos una muy convulsa Edad Contemporánea que incluye la madre de todas las guerras civiles. Casi nada.
Durante el siglo XIX el Imperio entonces dominante (la Inglaterra victoriana) quiso emular en muchos aspectos el Imperio español, especialmente para intentar arrebatarle su dominio sobre muchas posesiones. Para lograrlo no podía emplear la fuerza, pues numéricamente no estaba en posición dominante. Por ello recurrieron a un descrédito ideológico de la, por aquel entonces decadente, institución imperial española. Es el renacimiento de la llamada Leyenda Negra: todo un conjunto de hechos históricos negativos sobre España y su Imperio divulgados interesadamente por Inglaterra (fundamentalmente). Esto no era nuevo, porque el Imperio español tuvo muchos enemigos a lo largo de su historia (Francia, Portugal, Holanda…) que ya habían creado esa imagen negativa de España para debilitar su poder y, a su vez, animar a sus propios compatriotas contra el Imperio hispano.
A continuación dejo una serie de citas que considero indispensables para entender la Leyenda Negra contra España:
La premisa básica de la Leyenda Negra es que los españoles se han mostrado históricamente como excepcionalmente crueles, intolerantes, tiránicos, oscurantistas, vagos, fanáticos, avariciosos y traicioneros; es decir, que se diferencian de tal modo de los demás pueblos en estas características que los españoles y la historia de España deben ser vistos y comprendidos en términos que no son empleados habitualmente para describir e interpretar a otros pueblos. (Philp Wayne Powell)
La Leyenda Negra consiste en que, partiendo de un punto concreto, que podemos suponer cierto, se extiende la condenación y descalificación de todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura. En eso consiste la peculiaridad original de la Leyenda Negra. En el caso de España, se inicia a comienzos del siglo XVI, se hace más densa en el siglo XVII, rebrota con nuevo ímpetu en el XVIII -será menester preguntarse por qué- y reverdece con cualquier pretexto, sin prescribir jamás. (Julián Marías)
Básicamente, la Leyenda Negra, en resumen, es un compendio de sucesos históricos negativos, exagerados e imputados a España, luego amplificados interesadamente con función de mermar su autoridad y debilitar su imagen, nacidos a partir de las rivalidades y enfrentamientos del propio Imperio español contra sus enemigos y, no lo olvidemos, de la crítica interna de los propios españoles. Es, por decirlo así, lo más normal del mundo: de la misma manera, durante el siglo XX se han gestado leyendas negras de EE.UU. o la URSS, que fueron las potencias dominantes. La potencia dominante siempre despierta recelos fuera y críticas dentro, y más aún en sus enemigos, que acaban exagerándose y convirtiéndose en tópicos. En la Antigua Grecia, cuando estaba bajo yugo del Imperio Romano, hablaban igual de mal de sus invasores itálicos. Toda potencia dominante genera este tipo de odios de forma natural.
España, como gestor durante siglos de la mayor parte del mundo civilizado, desató rivalidades sin igual. Pocos países pueden presumir de haber tenido tantos enemigos como España a lo largo de su historia o de haber hecho la guerra contra tantos otros estados. En el caso de la leyenda negra española, los tópicos más explotados han sido dos: la crueldad de la Inquisición y la sangrienta conquista de América.
En concreto, la supuesta crueldad de “los españoles” en América con los nativos fue muy utilizada por Inglaterra y Estados Unidos para calentar a la población americana del Imperio en vistas de promover una oleada de independencias de la metrópoli. Y, de hecho, funcionó a pedir de boca: en un siglo España vio como todos sus territorios coloniales se independizaban.
¿Tan malos eran los españoles?
Los hechos históricos lo desmienten. Recordemos, para empezar, que, de la misma manera los estados latinoamericanos se independizaron de España, Brasil se independizó también de Portugal, Estados Unidos se había independizado de Inglaterra, etc. TODOS los estados europeos coloniales sufrieron cadenas de independencia, de manera que para finales del siglo XIX sólo Francia y Gran Bretaña (¡qué curioso!) conservaban una parte destacada de su Imperio, mientras que Estados Unidos comenzaba a fortalecer su nuevo concepto de “imperio blando” o imperio en la sombra, aprovechando precisamente todos aquellos países americanos independizados de España.
Si sólo España era “mala” entonces las colonias de los demás imperios no habrían querido escindirse también.
España dotó a la mayor parte del continente americano de vertebración política, gestión territorial, capacidad de explotación de las riquezas naturales, sectores productivos, conceptos urbanos, legislación moderna, derechos ciudadanos y, por si fuera poco, una lengua, una cultura y una religión. Tan mal no debía ser cuando, a día de hoy, América Latina sigue profesando la misma religión que le llevaron sus conquistadores, habla en la misma lengua y tiene un acervo cultural en un ámbito común con España.
De hecho, fueron minorías criollas las que apoyaron las independencias con respecto a España, precisamente para erigirse en grupo de poder y administrar ELLOS lo que antes era labor del Imperio. De hecho, en buena parte de las repúblicas nacidas de las Independencias del siglo XIX la vida del nativo indígena empeoró notablemente con la marcha de los españoles, razón por la cual América ha sido, por desgracia, caldo de cultivo durante dos siglos de todo tipo de populismos de base indígena que ha aupado al poder a personajes como Hugo Chávez: el descontento del indígena sigue ahí, mayor que cuando estaba el Imperio español, porque a pesar de la independencia su vida no ha mejorado.
Por el contrario, la población urbana de América Latina ha nacido y crecido en un ambiente donde la Leyenda Negra es la postura tradicional para explicar “lo que hicieron los españoles”, por más que la mayoría de esos hechos son falsos, no se sostienen con hechos o son exageraciones de sucesos reales, tomando como general lo que fue episódico. Es una historia orientada a mostrar la Independencia de España como logro, a los libertadores como héroes sin fisuras ni sombras y a los españoles como los ladrones que arrebataron las riquezas a América. Esta postura, por más que sea muy generalizada y se estudie en las escuelas, no se sostiene con hechos históricos, sino que es fruto de un rencor natural bien orientado durante décadas a perpetuar una forma de verse en el Mundo. La realidad es que hay países de América que se libraron de los españoles hace casi 200 y no han mejorado lo más mínimo, cuando no han empeorado abiertamente, PERO siguen culpando a los españoles. Sin embargo, la minoría gobernante de esos países (que vive francamente bien en barrios residenciales lujosos en ciudades cómodas de provincias prósperas) siempre puede agitar el fantasma español para camuflar sus propios fracasos en dos siglos de fallida construcción nacional.
[Echarle la culpa “al de fuera” siempre funciona y da un cierto placer y tranquilidad: nosotros a Alemania, ustedes a nosotros, y así hasta el infinito, porque es más sencillo que buscar dentro de las miserias propias]
¿Realidades históricas?
1. España colonizó América.
2. Para ello, luchó en algunas ocasiones (muchas menos de las que se suele creer) contra los gobernantes y pueblos locales.
3. En otras, se encontró con sangrientas guerras entre potencias indígenas previas a su llegada.
4. En muchas ocasiones, fueron los gobernantes locales los que se pusieron en manos de los españoles, bien por motivos legítimos bien por compra e incluso soborno de los conquistadores.
5. Muchos indígenas muertos durante la colonización lo fueron a manos de otros indígenas, que no dudaron en aliarse con los españoles para saldar cuentas locales aprovechando la fuerza de los europeos.
6. Hecha la colonización, España explotó las riquezas naturales del continente.
7. Buena parte de esas riquezas contribuyeron a financiar la corona.
8. La mayor parte de esas riquezas se destinaron a las propias colonias: iglesias, catedrales, nuevas ciudades construidas desde cero con sus sistemas urbanos (saneamiento, defensas), escuelas, derechos legales…
9. El saldo económico de la conquista fue negativo: sabemos, con los números en la mano, que España gastó mucho más en América de lo que extrajo del continente.
10. El nivel de vida de los indígenas mejoró notablemente bajo gobierno del Imperio español. Tanto que, de hecho, hasta que 200 años después fue creciendo una burguesía criolla que quería arrebatarle el poder a la metrópoli, ni se planteaban independizarse de sus gobernantes europeos.
11. Durante todos los siglos de dominio español en América se cometieron excesos lamentables contra la población en muchas ocasiones. Sin embargo no era lo común, como se suele pensar, sino hechos aislados, generalmente condenados por la corona española cuando tenía ocasión.
12. Los primeros en condenar los abusos contra indígenas fueron los propios españoles. No olvidemos que Cristóbal de Molina, Francisco de Benavides o Bartolomé de las Casas, por citar a tres de los muchos eruditos que defendieron la opresión del indígena, eran todos ellos españoles.
13. La “opresión” al habitante americano denunciada por los intelectuales era la misma opresión que sufrían los ciudadanos europeos por parte de sus reyes. Recordemos que en Europa se vivía bajo un poder absoluto que acabó generando la Revolución Francesa y toda una serie de respuestas que darían lugar al Estado liberal. Pues bien: los ciudadanos americanos del Imperio español vivían igual de mal (o bien) que los ciudadanos europeos del mismo Imperio. Una igualdad de trato y de derechos legales que no tenía parangón en otras coronas imperiales, mucho menos generosas con la población indígena de sus colonias (véase Gran Bretaña en la India, oprimida hasta muchos siglos después, hasta bien entrado el siglo XX).
14. Y, mientras esa opresión ocurría, con excesos de forma muy ocasional y perseguidos por la Corona, otros reinos como Portugal o Francia practicaban la misma opresión, pero con excesos en grado mucho mayor contra sus súbditos coloniales, incluyendo la trata de esclavos a gran escala.
Dicho esto, entro al lío.
El tema de esta noticia no se puede comparar con el caso español. Y no sólo por la distancia temporal de los hechos hasta hoy en día.
El Imperio español dejó en sus colonias mucho más de lo que éstas le dieron, incluso en términos económicos absolutos. Todas las principales ciudades de América Latina fueron levantadas por los españoles desde cero. Si quisiésemos ser justos y revanchistas, algo que no tiene sentido alguno en pleno siglo XXI, es muy dudoso que el saldo resultante en dineros acabase siendo beneficioso para los países de América, toda vez que la Corona española gastó ingentes cantidades de dinero en urbanizar, educar y proteger a la población, muchas veces contra sus propios vecinos y muchas otras contra potencias europeas que querían llevarse las riquezas para otro lado: que yo recuerde, los piratas ingleses no atacaban los galeones españoles para devolverle el dinero a los indígenas.
Las cuentas demuestran que cada gramo de oro o plata sacado de América fue invertido con creces en llevar a un vasto y apasionante continente, directamente, desde la Edad Antigua hasta el mundo moderno. La mayoría de tierras americanas eran baldías y no produjeron jamás riqueza alguna. Lo que la Corona española pudiese ingresar gracias a las magníficas minas del Perú lo gastaba con creces en urbanizar y poblar la Nueva España. Buenos Aires, Cartagena, México, Lima… fueron creadas de la nada, gastando mucho más dinero del que los virreinatos llegaron jamás a producir, y todo porque la monarquía hispánica tenía el concepto profundo de “civilizar y evangelizar”. No olvidemos que, mientras otras coronas europeas creaban estados productivos, donde el europeo se limitaba a ser el capataz de los indígenas, España exportó a América a toda una élite cultural y ciudadana que levantó los estados que actualmente conocemos.
Para ver la diferencia entre la dominación española y otras basta mirar hacia Brasil: un estado, a pesar de sus inmensas riquezas, a medio hacer, con una cohesión caótica y un poso cultural inexistente de no ser por la propia cultura indígena traída por los ESCLAVOS negros importados de África. En frente tenemos países tan admirables como México, Colombia, Argentina o Chile, por citar sólo cuatro. Todos ellos con poblaciones urbanas, universidades, vida cultural, con accesos a la ciencia y a la cultura a una escala que la mayoría de brasileños ni saben que existe. Conocemos la cultura de los mayas o los aztecas, pero no sabemos nada de lo que había en Brasil antes de llegar los portugueses, que arrasaron el territorio y lo llenaron de esclavos africanos.
Por favor, pido a todos los foristas de América Latina que hagan un simple ejercicio. Cojan una lista de estados que fueron colonias en Asia y África (la tienen en Wikipedia). Ahora díganme cualquiera de ustedes en que excolonia portuguesa, británica o francesa de África o Asia preferirían vivir o cuál de ellas les parece que ha prosperado mejor que, por ejemplo, Argentina. Yo, a ojos ciegos, me mudo mañana mismo a Buenos Aires sin pensarlo: no tengo dudas de que NINGUNA capital de ninguna excolonia francesa, portuguesa o británica pueda ser mejor que la capital argentina, o que cualquier otra capital de la que fue América española. Vean los países que fueron colonia española y compárenlos. América del Sur, aun con sus problemas (todos tenemos de eso), es un subcontinente apasionante, rico y lleno de posibilidades. En África y Asia, por donde pasaron otros Imperios, apenas queda nada de sus culturas anteriores y son países muchos de ellos sumidos en guerras civiles interminables y un altísimo grado de miseria.
Obviamente, los españoles no eran angelitos, ni todo lo que hacían era maravilloso. Desde luego que hubo muchos españoles que se enriquecieron. Y por supuesto los hubo que pasaron a vivir muy bien en América. Pero, en general, cualquier análisis objetivo y meditado, apoyado por los datos históricos, deja muy claro que América Latina es lo que hoy en día es gracias al paso del Imperio español Y NO SÓLO EN LO MALO: lo bueno, que lo hay, y mucho, también hay que pasarlo a la cuenta de los esfuerzos denodados de los gobernantes españoles que se partieron los cuernos para ello.
La Historia no es unidireccional. Hay que reflexionar en profundo y entender las circunstancias.
Sólo como apunte final, un inciso: España, desde luego, no inventó el Campo de Concentración. El término nace en la guerra de Cuba, pero existía mucho antes. Por otra parte, recordemos por favor que un “campo de concentración” no es un “campo de exterminio” y que durante la 2GM hubo “campos de concentración” en todos los países beligerantes: Estados Unidos tenía, por ejemplo, campos de concentración para la población nipona y Gran Bretaña empleó campos de concentración para mantener a los fascistas británicos separados de la población durante la guerra, entre otros muchos ejemplos.
Saludos