Yo jugué al fútbol en Auschwitz
Publicado: 27 01 2018 19:21
En Auschwitz, mientras la chimenea escupía cenizas de los muertos, que caían sobre los hombros de los vivos, algunos presos jugaban al fútbol con el traje rayado de los condenados. Un campo, una pelota y mucha maldad.
Miren bien la imagen. Es Auschwitz y son seres humanos que van a morir. Unos minutos más y estarán en la cámara de gas. Fíjense en las nubes negras, hombres asesinados que ya se han marchado, van camino del cielo porque el infierno en la tierra lo han dejado. Es Auschwitz y esa chimenea escupe las cenizas de los muertos que caerán sobre los hombros de los vivos, esos presos que, algo apartados, juegan al fútbol en el equipo del traje rayado de los condenados. Y ya no vuelvan a mirar. Porque ahí, en esa escena nada se puede explicar. Donde a unos los calcinan, a otros los animan... a dar patadas a un balón. Pero sucede que así ocurrió. Un campo, una pelota y mucha maldad. Ahora lean. Y escuchen las voces de los que sobrevivieron para contar lo que pasó allí... en el maldito lugar de los partidos que nadie pudo imaginar.
El comandante de Auschwitz se queja de dolor en los pies. Tiene frío. Rudolp Höss está encarcelado en Núremberg antes de ser juzgado por el asesinato de más de un millón de personas. Leon Goldensohn, psiquiatra del ejército de Estados Unidos, le interroga. Paredes blancas y una celda incomunicada en el ala C de la prisión enmarcan la conversación. "¿Usted piensa alguna vez en esas ejecuciones o quema de cadáveres que ordenó, en otras palabras, le pertuban un poco esos recuerdos?", le pregunta el doctor. La respuesta de Höss es breve, pero letal: "No. No tengo fantasías de ese tipo". Goldensohn no concibe tanta frialdad, tan poca sensibilidad. Y vuelve a insistir: "¿Sufre usted pesadillas?". "Nunca". Era el 11 de abril de 1946...
... El 2 de noviembre de 2017, Yehuda Bacon, superviviente del Holocausto, atiende la llamada telefónica de este diario. El escenario de la entrevista, un despacho del Centro Sefarad de Madrid. El prisionero número 168.194 entró en Auschwitz con 14 años el 16 de diciembre de 1943. Ahora tiene 88 y vive en Jerusalén. El infierno nazi le arrebató a su padre, a su madre y a su hermana. Se quedó solo en el mundo.
Fuente MARCAEl comandante de Auschwitz se queja de dolor en los pies. Tiene frío. Rudolp Höss está encarcelado en Núremberg antes de ser juzgado por el asesinato de más de un millón de personas. Leon Goldensohn, psiquiatra del ejército de Estados Unidos, le interroga. Paredes blancas y una celda incomunicada en el ala C de la prisión enmarcan la conversación. "¿Usted piensa alguna vez en esas ejecuciones o quema de cadáveres que ordenó, en otras palabras, le pertuban un poco esos recuerdos?", le pregunta el doctor. La respuesta de Höss es breve, pero letal: "No. No tengo fantasías de ese tipo". Goldensohn no concibe tanta frialdad, tan poca sensibilidad. Y vuelve a insistir: "¿Sufre usted pesadillas?". "Nunca". Era el 11 de abril de 1946...
... El 2 de noviembre de 2017, Yehuda Bacon, superviviente del Holocausto, atiende la llamada telefónica de este diario. El escenario de la entrevista, un despacho del Centro Sefarad de Madrid. El prisionero número 168.194 entró en Auschwitz con 14 años el 16 de diciembre de 1943. Ahora tiene 88 y vive en Jerusalén. El infierno nazi le arrebató a su padre, a su madre y a su hermana. Se quedó solo en el mundo.