La historia del asentamiento, en el que llegaron a juntarse 8.600 personas, resume bien los cambios que experimentó Europa entre el principio y el final de la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo, el interminable ciclo de agresión y venganza que enfrentó a unos con otros. La historia de este lugar ha sido glosada en un reciente trabajo del historiador John C. Guse publicado en el 'Journal of Contemporary History', centrándose en el pacto de silencio que unos y otros (franceses, alemanes, españoles) han mantenido sobre este oscuro episodio de la historia europea. Lo recuerda un artículo publicado en 'Gara': “La gran mayoría de la sociedad vasca desconoce la existencia del campo de prisioneros de Beyris”.
Los españoles fueron los primeros habitantes de Polo Beyris. En concreto, los refugiados que huían de la guerra al otro lado de los Pirineos. Uno de ellos fue el dramaturgo Álvaro de Orriols, el célebre por obras de corte político como 'Rosas de sangre', 'España en pie' o 'Retaguardia', que recogió en 'Hogueras del Pertus´. Diario de la evacuación de Cataluña, su paso por Beyris. “El hambre de libertad, de trabajo, de lucha, los sueños de gloria, ¡las quimeras poéticas! Todas ellas se chocaron con la dura realidad del refugio en Beyris”, escribía. La mayoría de refugiados provenían del País Vasco español, Asturias y Cataluña.
Durante la estancia española en el campo, 21 personas murieron, 19 de ellos, niños. La llegada de “rojos” nunca fue vista con buenos ojos por Jean Yvarnégaray, representante de la región en la Asamblea Nacional, furibundo anticomunista. Tanto era así que la mayoría de refugiados en Francia terminaron en el campo de Gurs, al sureste, en la región de Béarn. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que el campo se vaciase rápidamente. Pablo Biel Maro tenía 12 años por aquel entonces, y recuerda “niños llorando, madres gritando a las que tiraban del pelo cuando las metían en los vagones hacia la frontera”. La mayoría fueron repatriados a España, pero muchos hombres fueron captados para trabajar en el campo. Eran una mano de obra necesaria cuando los varones franceses partiesen al frente.
El 27 de junio de 1940, las tropas alemanas entraron en Bayona y se hicieron con Beyris, al que dieron el nombre de “Frontstalag 222” (un nombre que en 1944 se cambiaría por “Dulag 222”). Como la mayoría de campos abiertos en la Francia ocupada, servía como prisión a las tropas coloniales francesas (la mayoría de ellos, africanos), que no querían retener en Alemania por la racista pero previsible idea de que eran un peligroso foco de infecciones. Fue el momento en el que el campo vivió su gran crecimiento, con una capacidad de casi 6.000 hombres. Muchos de ellos eran desviados rápidamente a otros campos satélite situados en los alrededores de Bayona.
Aunque llegó a haber 6.804 hombres, Beyris nunca fue utilizado como campo de exterminio, aunque la escasez de comida y las condiciones rudimentarias lo convertía en uno de los peores de Francia. Durante esta etapa llegaron a morir 150 personas, la mayoría de ellos de tuberculosis. Su margen de libertad era amplio; muchos de ellos llegaron a mantener relaciones sentimentales con los vecinos (o vecinas) de la zona. Fue finalmente liberado en agosto de 1944, pero apenas un mes después de reconvertiría en un campo de detención para colaboracionistas y enemigos de guerra alemanes. Iba a ser, llamativamente, una de las épocas más duras para los residentes en el campo.
La mentalidad francesa era que los alemanes y colaboracionistas debían reconstruir aquello que habían destruido. Una vez más, el mayor problema en el campo de concentración era la escasez de comida y ropa, que fue denunciada por la Cruz Roja. Las enfermedades comenzaron a proliferar: a finales de octubre de 1945 había 679 presos enfermos, casi la quinta parte del total. La mayoría padecían edemas y enteritis a causa del hambre. A finales de 1947, el campo cerraría sus puertas para siempre y Bayona comenzó a negociar con el Estado la rehabilitación de los barracones.
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