“Cada vez que miro la bolsa para máscara de gas alemana que tengo en mi escritorio, recuerdo por qué Alemania no ganó la Segunda Guerra Mundial”. Quien dice eso es James Holland, historiador británico que llega a España con el arranque de una monumental trilogía en la que revisita la historia de la Segunda Guerra Mundial y destroza muchos mitos que aún tenemos sobre ella. Se titula: El auge de Alemania. La Segunda Guerra Mundial en Occidente 1939-1941 (traducción de Emilio Muñiz Castro, Ático de los Libros, 2018).
Y hay muchos mitos e ideas erróneas por destruir sobre esa guerra, según parece. Holland, al que se le nota el buen hacer televisivo y como divulgador, no contento con dejarme con la imagen de su escritorio con una bolsa con máscara antigás germana de la Segunda Guerra Mundial, coge el morral donde lleva su iPad y me lo enseña. “En el otro lado tienes esta bolsa para máscara de gas británica, también real y de la guerra”, me la enseña: es de 1942. “Los británicos sí miraban al futuro: es de lona, fácil de producir y de reponer… e incluso ahora, tantos años después, la uso para llevar mi tableta y mi móvil”. La alemana, de cuero, queda en su lugar de trabajo.
La Alemania nazi nunca tuvo oportunidad de ganar la guerra y Holland lo muestra -además de evidenciar que había mandos alemanes que lo sabían desde el principio- llevando nuestra atención a pequeños detalles. El tanque Tiger, gran tanque, sí, pero con problemas en la caja de cambios, de difícil mantenimiento y conducción. La poderosa y veloz ametralladora MG34, cuyo cañón se calentaba en exceso. O la imponente estética del soldado alemán,… que no resultaba muy práctica.
“Todos conocemos su aspecto”, me explica Holland, “sus botas de caña alta, sus cascos, sus correajes y bolsas de cuero… ¿Por qué usaban tanto cuero si era tan caro? ¿Qué sentido tenían las botas altas, si con ellas malgastas material? Los alemanes tenían una visión militarista y en esa idea, los soldados tenían que tener el aspecto que se esperaba de ellos. Es como cuando nos ponemos corbata, todos nos erguimos más”, ejemplifica.
“Pero esa estética también nos prueba que los alemanes no esperaban una guerra larga. Esperaban vencer en seis meses. Y cuando piensas eso, no te preocupa que el cuero se estropee con el agua, el barro y la nieve. El problema surge cuando la guerra se prolonga y tu no cambias esa perspectiva”, afirma.
Holland, en su libro, asegura que para llegar a estas conclusiones, ha bajado al nivel operacional, más allá de otros enfoques más habituales como el táctico o el estratégico. Para el profano, podríamos decir que es, básicamente, la importancia de los pequeños detalles, de los tornillos, del cuero. Y esos detalles sirven para desmontar la cacareada superioridad de la Wehrmacht, sus armas y estrategias (como la Blitzkrieg) sobre los ejércitos británicos y franceses.
¿Tan brillantes eran en propaganda los nazis que convencieron a sus enemigos de lo buenos que eran?
(Sonríe) Goebbels era un auténtico genio en propaganda. Aunque un genio malvado.
¿También logró convencer a los historiadores posteriores de esos mitos?
La narrativa de la Segunda Guerra Mundial resulta fascinante. En los años 40 y 50, estadounidenses y británicos se centraron en el aspecto triunfal de sus soldados, una visión que se ha perpetuado con taquilleras películas hasta hoy. En los 60 y 70, la perspectiva cambia: se desmorona el imperio británico, EE UU se muestra de un modo superior y queda claro que los alemanes fueron los primeros en combatir al gran enemigo de la época, el comunismo soviético. Por ello, a la Alemania nazi se la empieza a poner en un pedestal.
Solo en los últimos diez o quince años se ha producido una auténtica revolución, especialmente en círculos académicos, gracias al mejor acceso a archivos y documentos de la guerra. Esto ha facilitado que una nueva generación de historiadores se hayan parado y mirado con una perspectiva nueva todo lo que ocurrió. Nos ha llevado a cuestionar verdades que hasta ahora eran universales y que nadie se había parado a pensar.
También esas ideas podían formar una visión políticamente cómoda para justificar las posturas timoratas de los aliados ante el auge del nazismo y de Alemania…
Los años 30 tienen su truco. Francia estaba políticamente muy dividida: casi con trece gobiernos diferentes, con coaliciones de hasta diez partidos. Políticamente, Francia era incompetente. En cambio, en Reino Unido, Chamberlain sí era políticamente fuerte. Pero el 90% de los británicos no querían ir a la guerra en 1930. Literalmente, en aquella época, la única persona que quería ir a la guerra era Hitler. Pero los acuerdos de Múnich le impidieron entrar en guerra.
En una democracia, ir en contra de los deseos de la voluntad del noventa por ciento de la población, que te ha aupado al poder, es muy difícil. El brexit ha salido adelante con solo un 52% de apoyo y está provocando un caos en el país. Imagínate qué le habría supuesto a Chamberlain declarar la guerra con el 90% de la población en contra. Una paz débil era mejor que la guerra.
El error no fueron los acuerdos de Múnich, fue no crear una fuerte alianza de todos los países contra Alemania entre 1937 y 1939, cuando no era demasiado tarde. ¿Por qué los diplomáticos no pensaron crear una alianza de Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Checoslovaquia y hasta, quizá, Italia contra la Alemania de Hitler? De haber existido esa unión donde actuaran todos a una, respondiendo en cuanto Hitler atacara a cualquier miembro, creo que se podría haber evitado la Segunda Guerra Mundial. Esta es una de las grandes cosas positivas de la UE. Personalmente, no me gusta nada el hecho de que los británicos tengamos que irnos.
Has mencionado a la Italia fascista en esa lista de países que podrían haber formado una alianza. En El auge de Alemania dedicas tiempo al régimen de Mussolini y su alianza con Alemania y da la impresión de que no todo fue fácil entre Berlín y Roma…
Las alianzas siempre traen problemas, pasaba entre buenos aliados como EE UU y Reino Unido, imagínate con Alemania y sus aliados. La Alemania nazi era el peor aliado que podías tener, puedes creerme. Aún así, la alianza les convenía a ambos: Mussolini lograba que Alemania se mantuviera lejos de Italia y Hitler se despreocupaba del flanco sur de su país.
La España franquista también coqueteó con la unirse a los países del Eje…
Entrar en la guerra con el Eje habría sido catastrófico para la España de Franco. Era un estado pobre que no podría haber hecho frente al conflicto. Y, por la otra parte, el único beneficio para Alemania era el acceso a Gibraltar, que Hitler deseaba porque estaba obsesionado con el control del Mediterráneo. Cuando se reúnen, queda claro que Hitler no traga a Franco. El español pidió mucho y algunas de sus demandas le obligaban a quedar mal ante el régimen de Pétain. Aquello no gustó a Hitler y no continuó en esa dirección. Realmente, para ambos, lo mejor era que España tuviera una actitud neutral, pero favorable al eje. Alemania usaba sus puertos, compraba materias primas, tenía una estación meteorológica en San Sebastián…
Además de romper mitos, la obra de Holland destaca por una capacidad narrativa muy poderosa. Su recorrido por las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial es claro, legible y está lleno de potentes imágenes. Sus saltos de personajes y escenarios forman un collage variado, humano y atractivo. Es buena investigación histórica, que además se lee con placer. Quizá no extrañe tanto esta habilidad al saber que este historiador es también novelista (bélico, claro, en España sólo se publicó, hace unos años, una de sus obras de ficción, Misión Odín) y hermano menor de Tom Holland, el autor de la espléndida Rubicón.
¿En este tiempo de tuits e Internet, es fácil escribir para lectores digitales propio del siglo XXI un libro así, de más de 800 páginas?
Ha sido muy difícil. La verdad que es los lectores hoy normalmente leen en pequeños ratos, en el metro,… Psicológicamente quieren ver que avanzan en esos pequeños ratos. Así que me aseguro de dividirlo en varias partes y capítulos, y que éstos sean de unas 15 páginas cada uno. Y también salto de escenario para que la narración fluya y se sienta más integrado.
Fuente: https://blogs.20minutos.es/xx-siglos/20 ... a-mundial/