El Gobierno de los EE UU, tras el ataque a la base naval de Pearl Harbor, en 1942, detuvo y recolocó a los emigrantes y a los nacionales de origen japonés. El estadounidense de origen japonés Roger Shimomura (1939) pinta en una serie de obras sus recuerdos del campo de internamiento de Minikoda (Idaho). Las obras imitan la tradicional técnica del grabado "Ukiyo-é" y reflejan las duras condiciones de vida de los prisioneros civiles.
Cuando Shimomura nació en Seattle, sólo faltaban tres años para que la Armada Imperial atacara por sorpresa, un suceso que desencadenó la entrada de los EE UU en la IIGM. Las represalias no se limitaron a declarar la guerra a Japón y atacar el país en una escalada que culminaría con el lanzamiento de las bombas atómicas, la potencia también castigó a su adversario creando campos de internamiento en los que los ciudadanos estadounidenses nacidos en Japón y emigrados a EE UU y también a los nacionales de origen japonés. "A Jap is a Jap" (un japo es un japo) sentenció el teniente general John L. DeWitt, responsable del internamiento de 110.000 personas de ancestros nipones en los campos de internamiento.
La exposición Roger Shimomura: Minidoka on My Mind-en el Museo de Arte Johnson, propiedad de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York), hasta el 22 de diciembre, recoge una serie de pinturas en las que el autor plasma sus experiencias y la de sus seres queridos durante el cautiverio.
Barracas en medio de la nada
Simomura y su familia fueron detenidos y enviados a este campo: un condado bautizado así por los sioux de la región, y que irónicamente, suena a japonés. El Centro de recolocación de Minidoka fue un campo que de 1942 a 1945, albergó a más de 9.000 personas en barracas en medio de la nada, en un terreno baldío, con frecuentes tormentas de arena, temperaturas mínimas bajo cero y máximas de 46º. En escenas dominadas por alambre de espino, hileras de barracas, en las que cada familia dormía en una sola habitación y la constante tensión de sentir de cerca a los soldados, el artista contrasta la dureza de la situación con una estética inspirada en técnicas ancestrales.
La humillación de ser encarcelado
Las pinturas imitan el acabado limpio y los colores vivos de los grabados nipones, habituales en los siglos XVII y XX, populares en las grandes ciudades y en cualquier hogar, por su producción masiva y su reducido precio.
El autor (que dedica buena parte de sus trabajos a temas sociales y políticos relacionados con la identidad étnica), reproduce además en sus cuadros la actitud dócil que los inofensivos prisioneros tuvieron a lo largo de su estancia y refuerza así el sentido de irrealidad de la situación.
Con el conjunto, el estadounidense de origen japonés refleja las malas condiciones de vida de los internos y al humillación de la encarcelación, un sentimiento que llevó a muchos nipones y estadounidenses a abandonar EE.UU. al término de la IIGM.
Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/1900691 ... o/pintura/La exposición Roger Shimomura: Minidoka on My Mind-en el Museo de Arte Johnson, propiedad de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York), hasta el 22 de diciembre, recoge una serie de pinturas en las que el autor plasma sus experiencias y la de sus seres queridos durante el cautiverio.
Barracas en medio de la nada
Simomura y su familia fueron detenidos y enviados a este campo: un condado bautizado así por los sioux de la región, y que irónicamente, suena a japonés. El Centro de recolocación de Minidoka fue un campo que de 1942 a 1945, albergó a más de 9.000 personas en barracas en medio de la nada, en un terreno baldío, con frecuentes tormentas de arena, temperaturas mínimas bajo cero y máximas de 46º. En escenas dominadas por alambre de espino, hileras de barracas, en las que cada familia dormía en una sola habitación y la constante tensión de sentir de cerca a los soldados, el artista contrasta la dureza de la situación con una estética inspirada en técnicas ancestrales.
La humillación de ser encarcelado
Las pinturas imitan el acabado limpio y los colores vivos de los grabados nipones, habituales en los siglos XVII y XX, populares en las grandes ciudades y en cualquier hogar, por su producción masiva y su reducido precio.
El autor (que dedica buena parte de sus trabajos a temas sociales y políticos relacionados con la identidad étnica), reproduce además en sus cuadros la actitud dócil que los inofensivos prisioneros tuvieron a lo largo de su estancia y refuerza así el sentido de irrealidad de la situación.
Con el conjunto, el estadounidense de origen japonés refleja las malas condiciones de vida de los internos y al humillación de la encarcelación, un sentimiento que llevó a muchos nipones y estadounidenses a abandonar EE.UU. al término de la IIGM.