Los detalles de este proyecto, al que los historiadores no le han prestado la suficiente atención, se conocieron gracias a un volumen encontrado por un corresponsal encubierto de origen alemán del Chicago Tribune, Sigrid Schultz, en la casa de Himmler en 1945. El reportero acudió con una unidad de la inteligencia militar de EEUU a su residencia abandonada, con la esperanza de encontrar pruebas que probaran su participación en los crímenes de guerra. Pero no tuvo suerte, porque los documentos importantes los había escondido en otro lugar.
Sin embargo, encontrándose solo en un granero cercano, Schultz hizo un descubrimiento que años más tarde describiría como "escandaloso", un libro grande de casi 4 centímetros de grosor, con la cubierta hecha de una piel de conejo suave y una runa de las SS, en cuya portada aparecía, en letras grandes de molde, la palabra ¨Angora¨.
El "libro de Angora"
Se trataba de un álbum con 150 imágenes. En la mayoría de ellas aparecían retratados este tipo de conejos de orejas largas y mullidas, con mucho pelo, y que se cree que fueron originarios de Turquía. Junto a ellos, se descubrió un mapa con un registro de campos de concentración, hasta un total de 31.
El corresponsal acababa de descubrir un extraño proyecto de Himmler que los Aliados desconocían hasta el momento, instalaciones de lujo para la cría, con alimentación basada en cantidad de verduras frescas, que estaban situadas al lado de los campos de concentración, siendo el objetivo de estos cuidados producir conejos de un tamaño grande para producir la piel suficiente y de la mejor calidad, para que los soldados alemanes que estaban en las heladas tierras soviéticas contaran con la mejor piel posible.
Supuestamente, Himmler se le ocurrió esta idea después de leer de un experimento a pequeña escala que tuvo lugar durante la IGM, cuando también se criaron conejos para la producción industrial de la lana con la que confeccionar ropas para el ejército.
Himmler y los animales
Era sabido por todos que el jefe de las SS amaba a los animales, no en vano se había doctorado en agronomía e incluso había trabajado en una granja, entonces lo más exacto sería decir que tenía una fascinación extraña por la cría de ejemplares, hasta el punto de que estaba planeando crear una nueva raza de caballos esteparios más resistentes.
En Buchenwald, los conejos disfrutaban de una vida muy cómoda con dieta a medida, en la que eran examinados de forma regular por veterinarios, cepillados y esquilados, y mantenidos en establos limpios.
tal fue el mimo con que eran tratados los conejos que los prisioneros terminaron odiando a los pequeños animales. Querían matarlos y no para comérselos, sino por simplemente porque se habían convertido en un símbolo para las SS. La producción se había convertido en un proyecto emblemático para los altos mandos, aunque estuvieran resultando una ruina, ya que tras varios años no habían conseguido ni la cantidad ni la calidad que esperaban. Aún a día de hoy, no se sabe con exactitud cuándo se abandonó finalmente este proyecto.