Pintar para resistir en Les Milles

Descripción: Un antiguo campo de deportación en la Provenza acoge una insólita muestra sobre la creación artística que desarrollaron sus reclusos

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Pintar para resistir en Les Milles

Mensaje por abhang » 14 10 2013 09:58

Un antiguo campo de deportación en la Provenza acoge una insólita muestra sobre la creación artística que desarrollaron sus reclusos.
Pintar para resistir en Les Milles
Un inmenso bloque de ladrillo se erige entre la nube de polvo que se ha levantado bajo el sol, el paraje resulta algo siniestro, pero nada induce a pensar que esta antigua fábrica de tejas, a 8 kilómetros al suroeste de Aix-en-Provence, constituyó uno de los mayores campos de internamiento y deportación en los días oscuros del siglo pasado. Al otro lado de la carretera, todavía se divisa la minúscula estación desde la que los reclusos, entre ellos un centenar de niños, partían en dirección a Auschwitz.

El tejar de Les Milles, único campo de concentración conservado intacto en territorio francés, apresó hasta la ocupación nazi a alemanes, húngaros y austríacos sospechosos de ser agentes enemigos y tratados como indeseables por las autoridades locales, aunque en su gran mayoría hubieran escapado a Francia para huir del ascenso hitleriano.

Tras la proclamación del régimen de Vichy, fueron entregados al ocupante y siguieron cautivos en el campo, junto a cientos de judíos retenidos a la espera de ser sometidos a la solución final.

Entre quienes pasaron por el campo, convertido el año pasado en museo y de memoria, se contaban por decenas los artistas y escritores. "Por eso Les Milles era conocido como el campo de los pintores", asegura su director, Cyprien Fonvielle, dando la bienvenida a un largo pasillo de hornos industriales. Una exposición revela ahora la vida artística que algunos de sus presos célebres desarrollaron. Hasta el 15 de diciembre, acogerá la exposición Créer pour résister, (crear para resistir), que recoge la huella de Max Ernst, Hans Bellmer, Ferdinand Springer o Alfred Schulze dejaron entre las paredes. Todos ellos se empeñaron en seguir creando pese a las dificultades que imponía la situación. "Fue una forma de resistencia a la deshumanización de la que eran objeto, una manera de seguir siendo libres y erguidos en este lugar de sufrimiento, que pese a todo logró inspirarles", opina Alain Chouraqui, presidente de la fundación que gestiona el campo.
Fábrica de teja usada como campo de concentraciónFábrica de teja usada como campo de concentración
La muestra recoge cincuenta obras producidas en el campo, y numerosos documentos inéditos que dan cuenta de la vida diaria en él. Por ejemplo, Bellmer llegó al campo con una maleta llena de ropa de verano y material de dibujo, contrariado por lo que sucedía pero decidido a convertirlo en un estímulo para su arte, el pintor creó obras en las que introdujo lo que le rodeaba. Sus dibujos reflejan el ladrillo omnipresente, así como la sensación de estar viviendo una pesadilla surrealista. Todo lo contrario que Max Ernst, delatado por un vecino que le tomó por un espía alemán y sumido en la depresión al revivir los horrores de la IGM, durante su internamiento, apenas cogió el pincel. Springer decidió retratar a los internos como si fueran divinidades clásicas, mientras que el solitario Schultze se refugió en sus acuarelas circenses, que reflejaban los miedos que le asaltaban.

La actividad artística no estaba prohibida. Hasta la primavera de 1940, los internos gozaron de cierta tolerancia, Bellmer incluso retrató a algunos de sus guardas y se organizaron veladas festivas que frecuentaron transformistas, en un horno industrial convertido en epicentro de la vida cultural del campo, los rehenes erigieron Die Katakombe, que tomó el nombre de un cabaret contestatario de Berlín de los días de Weimar. Los pintores convivieron con escritores, críticos, tenores y directores de orquesta, arquitectos y premios Nobel de medicina.

Los cuatro nombres homenajeados por la muestra lograron sobrevivir. "Conocieron la soledad, el exilio, la xenofobia, el descenso de categoría social, la precariedad, la angustia y la privación, no fueron privilegiados y no vivieron en una torre de marfil, cada uno de estos artistas se vieron reducidos a su status de recluso", describe el crítico de arte Alain Paire en el catálogo de la muestra.

En 1982, el Estado francés intentó iniciar el derribo del lugar, recuerdo indeleble del incómodo pasado que simbolizan los días de Vichy, pero las movilización de asociaciones de deportados logró salvar el lugar, tras treinta años de insistencia, consiguieron forzar al Gobierno para convertirlo en un lugar de memoria. "Todo el proyecto pretende recordar las hechos para evitar que se vuelvan a producir", afirma Fonvielle, "y en ese marco se inscribe esta exposición"-
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