Vista de la guardería de un antiguo búnker de Berlín durante la IIGM
Comentan en Roma que si se hace un agujero para plantar un árbol con anterioridad hay que llamar al departamento de patrimonio porque seguro que la pala topa con un resto de los tiempos de los emperadores. Algo parecido podría ocurrir en España en Mérida, Zaragoza, Segovia... Y en nuestro entorno más cercano en Castro Urdiales, la antigua Flavióbriga.
Algo parecido ocurre en Berlín, donde no hay rastros romanos, pero sí muchos de los nazis. De hecho, la capital alemana fue también la capital del Tercer Reich. Allí, cuando una excavadora profana la tierra, se corre peligro de destapar uno de los 1.400 búnkeres que, según datos oficiales, fueron construidos por orden de Adolf Hitler entre 1935 y 1945 para la élite del criminal régimen. Podrían albergar a 450.000 personas, el 12% de la población.
La población llana -el resto de los 4,3 millones de habitantes de la urbe por aquella época- tuvo que conformarse con tratar de defender su vida en sótanos que pronto mostraron su ineficacia ante los bombardeos aliados que destruyeron durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial el 80% del casco urbano.
En la actualidad las autoridades disponen de los planos arquitectónicos de alrededor de ochocientos y sólo cuatrocientos se encuentran localizados gracias al trabajo de la asociación Berliner Unterwelten e.V, que desde 1997 investiga y documenta el mundo subterráneo de la gran urbe germana.
Muchos búnkeres fueron hallados por casualidad. Como ocurrió, por ejemplo, en 1990, un año después de la caída del Muro. Para conmemorar el aniversario del hecho que acabó con el telón de acero y como consecuencia los regímenes comunistas de toda Europa del este, el Ayuntamiento del Berlín recién unificado programó un concierto de Pink Floyd y su simbólica obra 'The wall' (El muro).
En el punto exacto donde se levantaba uno de los tramos más singulares de la barrera que separó a las dos Alemanias durante décadas, los operarios municipales comenzaron a construir el escenario. Para ello, previamente barrieron la zona para evitar la presencia de alguna mina de la contienda y localizaron un búnker de cuya existencia no había datos. Pertenecía, según más tarde certificaron los historiadores, a las Leibstandarte SS Adolf Hitler, la división de guardaespaldas del propio führer. En su interior localizaron numerosos cascos, armas y grandes murales artísticos de propaganda nazi.
Ocurrió algo parecido con el de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi, situado debajo del memorial del holocausto levantado en 2005 en Behrenstrasse. Su entrada, ya sellada, se encuentra junto al acceso del centro de documentación judío. "¿Qué mejor manera hay de mostrar al público la diferencia entre asesinos y asesinados que permitiendo la entrada al búnker de Goebbels?", señalan los guías de la zona.
Rentabilidad turística
A medida que aparecen los miles de secretos enterrados en el subsuelo de Berlín, también crecen las voces que reclaman una rentabilización turística de ellos. Sin embargo, aún pesa la vergüenza histórica que arrastran los alemanes y se opta por ocultar intactos bajo el pavimento de la ciudad cualquier herencia nazi para poder construir una nueva Alemania.
Numerosos académicos han puesto el grito en el cielo. "La desaparición del búnker de Hitler es algo que, como investigadores del pasado, todos lamentamos ahora", según la arqueóloga Karin Wagner, de la Universidad Libre de Berlín. "En la posguerra se tomó esa decisión porque se buscó borrar todo vestigio del nazismo. Ocultarlo y no dejar prácticamente registro alguno sobre su existencia no impidió el surgimiento de grupos neonazis, pero sí que la gente conozca más detalles sobre el tenebroso Tercer Reich", añadió.
Lo mismo opinan los historiadores Eberhard Elfert y Dietmar Arnold, fundadores de una sociedad creada con el fin de desvelar los misterios de la red de refugios. "Las generaciones futuras nos van a reprochar no haberles dejado la posibilidad de juzgar la historia por sí mismas", indicó Arnold en un artículo periodístico.
Es el caso del búnker más famoso, el de Hitler, donde el líder de la barbarie más grande de la historia de la humanidad acabó con su vida junto a su pareja Eva Braun. Y donde también Goebbels envenenó a sus seis hijos antes de suicidarse junto a su esposa. El Führer lo llegó a definir como "el mejor sarcófago de la historia". Cuánta razón tenía.
Situado en la zona de la Cancillería, bajo la Wilhemlstrasse, la entrada está vetada hoy a todo el mundo y sobre él se erige un parque infantil con columpios y toboganes. Primero los vencedores y más tarde las autoridades alemanas lo intentaron demoler, pero ante la imposibilidad de hacerlo, lo taparon con cemento y no colocaron ni siquiera una placa que recordara el lugar donde se suicidó el hombre que llevó el mundo a la Segunda Guerra Mundial y al exterminio de los judíos. Fue clausurado para evitar peregrinaciones neonazis.
Tampoco existen ya los tres refugios del mariscal del Reich, Hermann Göring o el existente en el famoso Hotel Adlon, junto a la Puerta de Brandemburgo, donde se resguardaban y celebraban fiestas las altas figuras del nacional socialismo.
Durante la Guerra Fría en la que desembocó la gran contienda mundial, ya en los años sesenta, las instalaciones mejor conservadas se rehabilitaron en previsión de un Tercera Guerra Mundial que afortunadamente nunca llegó. Se reconvirtieron en refugios atómicos que podrían salvar de la radiación atómica.
Berliner Unterwelten E.V, permite la entrada en alguna de estos recuerdos nazis. Por ejemplo, en el búnker de Gesundbrunnen, situado en el interior de una estación de metro, que llegó a dar cobijo a más de 4.000 personas. Convertido en una improvisada sala de parto, por lo menos cuatro bebés nacieron durante los bombardeos. Aunque los objetos que se guardaban en su interior fueron saqueados al término de la guerra, su visita permite hacerse una idea de lo que suponían estos refugios.
Si viajan a Berlín no se limiten a visitar los habituales monumentos de Alexanderplatz, el Ayuntamiento Rojo de Rotes Rathaus, la Catedral, la Die Neuw Wache, la plaza Babel, la Biblioteca estatal, la universidad Humboldt o la figura ecuestre de Federico II El Grande. Reserven algo de tiempo para ver los búnkeres que están abiertos al público. Seguro que no les defraudarán.
Pueden encontrar más detalles sobre visitas guiadas en Berliner Unterwelten E.V.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/ocio/20 ... erlin.html
