La historia más difundida sobre las instantáneas de Capa el Día D afirmaba que, con las prisas, la mayoría de las fotos que hizo en Normandía se perdieron durante el proceso de revelado. Ahora John G. Morris, editor de 'Life', desvela su suposición de que el célebre fotógrafo quizás no hizo más imágenes en Normandía que las 11 fotografías que finalmente se pudieron revelar.
“Ahora parece que es posible que Bob [Robert Capa] no hiciera más fotos en la playa”, explica John G. Morris (Chicago, 1916) por teléfono desde su domicilio de París. De este editor de fotografía, que trabajó para Life, Magnum –fue el primer director de la agencia–, The Washington Post, The New York Times y National Geographic, se puede decir que es una leyenda viva del periodismo y el último testigo de una época dorada del reporterismo (cuando Capa y Ernie Pyle, Herbert L. Mathews y Ernst Hemingway contaban una guerra en la que el mundo se jugaba su futuro). Son dos definiciones que, aplicadas a cualquier otro, sonarían a tópico pero que, en este caso, son descriptivas. Morris acaba de publicar un libro con sus propias imágenes de Normandía, Quelque part en France. Éte de 1944 (Marabout), con las únicas fotos que tomó durante su carrera ya que se dedicó sobre todo a trabajar con el material de los demás con un talento y un ojo únicos.
“Ahora parece que tal vez no había nada en los otros rollos. Recientemente, expertos en fotografía han señalado que es imposible arruinar la emulsión en ese tipo de películas solo con el calor. Ahora creo que es posible que Bob mandase todos los carretes a la vez y que sólo en uno de ellos hubiese imágenes”, explica Morris, utilizando siempre un cuidadoso condicional. ¿Qué pudo ocurrir entonces en la playa? Las hipótesis se pierden en la niebla de la guerra. ¿Fallaron las cámaras, los carretes? ¿Disparó menos de lo que pensaba en medio del horror de Omaha que con tanta precisión describió Steven Spielberg en el arranque de Salvar al soldado Ryan, imágenes que Morris utiliza para explicar las condiciones de trabajo de su amigo? El propio Capa lo describe muy bien en sus memorias: “La cámara vacía me temblaba en las manos. Era un nuevo tipo de miedo el que me sacudía el cuerpo de pies a cabeza y me crispaba la cara”.
“Ahora parece que es posible que Bob [Robert Capa] no hiciera más fotos en la playa”, explica John G. Morris (Chicago, 1916) por teléfono desde su domicilio de París. De este editor de fotografía, que trabajó para Life, Magnum –fue el primer director de la agencia–, The Washington Post, The New York Times y National Geographic, se puede decir que es una leyenda viva del periodismo y el último testigo de una época dorada del reporterismo (cuando Capa y Ernie Pyle, Herbert L. Mathews y Ernst Hemingway contaban una guerra en la que el mundo se jugaba su futuro). Son dos definiciones que, aplicadas a cualquier otro, sonarían a tópico pero que, en este caso, son descriptivas. Morris acaba de publicar un libro con sus propias imágenes de Normandía, Quelque part en France. Éte de 1944 (Marabout), con las únicas fotos que tomó durante su carrera ya que se dedicó sobre todo a trabajar con el material de los demás con un talento y un ojo únicos.
“Ahora parece que tal vez no había nada en los otros rollos. Recientemente, expertos en fotografía han señalado que es imposible arruinar la emulsión en ese tipo de películas solo con el calor. Ahora creo que es posible que Bob mandase todos los carretes a la vez y que sólo en uno de ellos hubiese imágenes”, explica Morris, utilizando siempre un cuidadoso condicional. ¿Qué pudo ocurrir entonces en la playa? Las hipótesis se pierden en la niebla de la guerra. ¿Fallaron las cámaras, los carretes? ¿Disparó menos de lo que pensaba en medio del horror de Omaha que con tanta precisión describió Steven Spielberg en el arranque de Salvar al soldado Ryan, imágenes que Morris utiliza para explicar las condiciones de trabajo de su amigo? El propio Capa lo describe muy bien en sus memorias: “La cámara vacía me temblaba en las manos. Era un nuevo tipo de miedo el que me sacudía el cuerpo de pies a cabeza y me crispaba la cara”.