Brindis de Stalin (derecha) tras firmar el pacto de no agresión entre Alemania y la URSS, sellado en Moscú el 23 de agosto de 1939
El Führer habría sido una herramienta en manos de Stalin hasta que advirtió la realidad y se revolvió contra la URSS. Stalin, preparando la conquista del mundo, habría favorecido el rearme alemán para utilizar a los nazis como ariete (rompehielos) en la destrucción o debilitamiento de las demo era algo planificado por el Kremlin desde mucho antes para disponer de una frontera directa con el III Reich, sin el estorbo de territorios tapón. Igualmente, la presencia soviética en las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) y la guerra con Finlandia constituían parte del mismo plan. Y, de similar manera, el ataque alemán a la URSS, el 22 de junio de 1941, era un capote tendido a la embestida de Hitler para destrozarle en las heladas estepas rusas.
No continuaré desmenuzando el libro para que el lector pueda hacerlo y evitar una minuciosa réplica en breve artículo a sus 645 páginas. «El rompehielos» contiene cientos de datos, análisis y opiniones auténticos, pero acerca de estos mimbres debe decirse, primero, que no son nuevos: el espía estaría impuesto en los sistemas de la inteligencia militar soviética (GRU) al final de la Guerra Fría, pero aquí no hay archivos desvelados, entre otras cosas porque esta obra se escribió hace 30 años, en la época de Andropov y Chernenko, cuando toda la documentación estaba bajo siete candados; y, segundo, que en su composición Suvórov opera sin ningún escrúpulo como historiador: utiliza lo que interesa a sus fines y soslaya lo que contradice a sus tesis. Ya lo denunció Alexei Isáev, el gran historiador ruso de la Segunda Guerra Mundial: cuando Suvórov consulta las fuentes «sólo ve lo que necesita».
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Saludos
Mariscal Panzer