
Su devoción por Hitler duró hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando, durante la invasión nazi de Francia, su padre cayó prisionero. La Rochefoucauld se unió en 1942 a la resistencia de De Gaulle. Fruto de su sus contactos en las fuerzas armadas británicas, se unió a la Dirección de Operaciones Especiales (SOE en sus siglas en inglés), unidad secreta del ejército británico creada por Churchill. La SOE le entrenó para saltar en paracaídas, manejar explosivos y matar con sus manos; habilidades que pondría en práctica en sus sonadas misiones. En 1943 volvió a Francia, donde destruyó la estación eléctrica de Avallon. Allí fue capturado y condenado a muerte por los nazis. Justo antes de la ejecución, saltó del camión de sus captores y, sorteando las balas, huyó en una limusina nazi. El conductor dejó las llaves puestas.
En mayo de 1944 se vistió de obrero y pasó explosivos ocultos en rebanadas de pan en una planta de municiones alemana cerca de Burdeos. La fábrica fue destruida, pero volvió a ser capturado. Esta vez tuvo que escapar fingiendo un ataque epiléptico en su celda, que atrajo la atención de un guardia que acabó con el cuello roto. Una vez libre, contactó con un compañero y su hermana monja y se dirigió hacia un lugar seguro vestido con uno de los trajes de la religiosa.
Finalizada la Guerra Mundial, entrenó a las tropas francesas en la guerra de Indochina y en Suez. En 1997 respaldó la coartada de Maurice Papon, un oficial del Gobierno de Vichy acusado de deportar a 1.600 judíos. Papon fue condenado y La Rochefoucald le prestó su pasaporte para que huyera a Suiza. Fue la única mancha en el expediente de La Rochefoucauld, Caballero de la Legión de Honor Francesa, Medalla de la Resistencia y condecorado por los británicos. Una vida de aventuras acabada a los 88 años.
Fuentes
http://enmemoria.lavanguardia.com
http://internacional.elpais.com
http://thepenguinpress.tumblr.com