La última gran batalla (marzo-junio de 1945)
[Operación Iceberg]
Hartos de guerra, con reemplazos bisoños y sin ninguna experiencia, los veteranos marines y las experimentadas divisiones de infantería se iban a enfrentar a un fanático ejército nipón cuyo único fin era matar y morir. Unas colosales operaciones navales dieron lugar a una campaña terrestre que se alargó mucho más de lo estimado. Entre miseria, fuego, barro y sangre, las tropas estadounidenses pagaron un altísimo precio, que presagiaba, junto con la campaña de Iwo Jima, que los EE.UU tendrían una cantidad descomunal e inasumible de bajas cuando atacasen la isla principal. Un coste en vidas humanas estimado en más de 500.000. Estos son los acontecimientos de lo que a la postre sería la última gran batalla de la II Guerra Mundial.

Antes de que hubieran terminado los combates en Iwo Jima, los bombarderos norteamericanos ya habían aterrizado sobre la isla. El 7 de abril, despegaron de allí los primeros Mustang P-51 que proporcionaban escolta diurna en los ataques a Tokio. Tres meses después de la batalla, 850 bombarderos estadounidenses habían tenido que realizar aterrizajes de emergencia en la isla. Si Iwo Jima no hubiera sido tomada, la mayor parte de ellos habrían caído al mar, de ahí la importancia de la conquista de estas islas como trampolín para los bombardeos sobre territorio japonés. Pero la ferocidad de aquella batalla sacudió la estructura del alto mando norteamericano: si la toma de una pequeña isla como esa había costado tantas vidas, ¿Qué precio habría que pagar por la invasión de Japón?
Igual que Iwo Jima, la isla de Okinawa, siguiente objetivo, era de origen volcánico. Sus 67 millas de longitud estaban llenas de cuevas. Los estrategas estadounidenses comprendieron en seguida que tomar aquella isla iba a suponer una batalla aún más dura que la anterior.
Mientras MacArthur proseguía su lento avance por el frente sur del Pacífico, tratando de terminar la lucha en el archipiélago filipino y neutralizando la presencia japonesa en Borneo, Nimitz disponía sus fuerzas para lanzar una estocada mortal a Tokio: la conquista de la isla de Okinawa, la mayor del archipiélago de Riu-Kiu, abrupta, rocosa, bastante poblada y con una poderosísima guarnición.
Desde ella pensaban los norteamericanos lanzar sus aviones contra cualquier punto del suelo japonés y en ella tendrían una excelente base para aislar a Japón de todas sus fuentes de suministros.
Los planes se estudiaron antes de que finalizase la conquista de Iwo Jima y el desembarco se fijó para el 1 de abril de 1945. El mando norteamericano supuso que, al tratarse ya propiamente de suelo japonés, su dominio sería muy difícil y se dispusieron grandes medios anfibios, entre los que, por vez primera desde comienzos de 1942, los británicos quisieron integrar su flota de Extremo Oriente compuesta por 22 unidades.
De tal empresa se encargaron 170.000 soldados del X Ejército de los EE.UU., a las órdenes del General con el nombre más curioso de todo el Ejército de los EE.UU.: Simón Bolívar Buckner. Su nombre en clave fue Operación Iceberg. Se inició el 25 de marzo de 1945 con otro bombardeo masivo desde mar y aire. Por primera vez, a la fuerza norteamericana se unió la flota británica, cuyos portaaviones tuvieron que sufrir los incesantes ataques kamikazes. Tanto británicos como norteamericanos habían desarrollado técnicas para combatir tal amenaza aérea, situando buques antiaéreos a cierta distancia de la flota principal para derribar los aviones suicidas antes de que pudieran alcanzar sus objetivos. Más de 5.000 miembros de la Armada de los EE.UU. murieron en las 350 misiones suicidas lanzadas durante los desembarcos. Incluso el buque insignia japonés Yamato fue enviado en una de esas misiones. Pero el 7 de abril, tras un ataque de dos horas de los bombarderos en picado estadounidenses, el Yamato fue hundido sin haber tenido ocasión de usar sus enormes cañones contra la flota enemiga.
Okinawa: la última gran batalla
Las operaciones navales
La Armada aliada reunió una cantidad de buques de guerra sin precedentes durante abril de 1945. Cuarenta de ellos eran portaaviones (22 de ataque, con más de 2.000 aviones) y cerca de un millar de transportes y buques de desembarco. La Armada de los EE.UU. participó con 327 buques de guerra. Nunca se había reunido un número tan elevado de barcos de guerra, ni siquiera el año anterior en Europa. Durante la invasión de Normandía, los aliados habían empleado 284 buques de guerra del total de 5.700 embarcaciones de todo tipo que intervinieron en la Operación Neptuno durante el 6 de junio de 1944.


Si bien todos los portaaviones fueron proporcionados por el Reino Unido, el grupo era un combinado de la Commonwealth británica compuesta por unidades de, la Marina Real Británica, Marina Real Canadiense, Marina Real de Neozelandesa y Marina Real Australiana. Su misión era neutralizar los campos de aviación japoneses en la Islas Sakishima y proporcionar cobertura aérea contra los ataques kamikaze japoneses.
A la Flota del Británica del Pacífico se le asignó la tarea de neutralizar los aeródromos japoneses en las Islas Sakishima, lo que hizo con éxito del 26 de marzo hasta el 10 de abril. El 10 de abril, su atención se desplazó a los aeródromos en el norte de Formosa. La fuerza se retiró a la Bahía de San Pedro el 23 de abril. El 1 de mayo, la Flota Británica del Pacífico volvió a la acción, atacó de nuevo los aeródromos. Los portaaviones sufrieron varios ataques de kamikazes, pero gracias a las cubiertas de vuelo blindadas, estos no sufrieron daños irreparables y solo experimentaron una breve interrupción en sus misiones. En los de tres meses de batalla de Okinawa, los japoneses volaron en 1.900 misiones kamikaze, hundiendo a docenas de barcos aliados y matando a más de 5.000 marineros estadounidenses, al precio de 1.465 aviones kamikazes perdidos (otros 2.200 aviones japoneses y 763 aviones estadounidenses también fueron destruidos, incluso durante la batalla en tierra). Los buques que se perdieron fueron los más pequeños, en particular los destructores de la primera línea de defensa, así como destructores de escolta y buques de desembarco. Si bien los aliados no perdieron ninguno de sus portaaviones, algunos de ellos resultaron severamente dañados. Lanchas motoras con base en tierra también fueron utilizadas en los ataques suicidas de los japoneses. La prolongada duración de la campaña bajo condiciones de estrés forzó al Almirante Chester W. Nimitz a dar un paso sin precedentes, se relevó a los principales comandantes navales para que pudieran descansar y recuperarse. La flota cambió su denominación con el relevo de los comandantes navales, había comenzado la campaña como 5ª Flota, comandada por el Almirante Raymond Spruance, y la finalizó como 3ª Flota comandada por el Almirante William Halsey.

Una semana antes de desembarcar, los portaaviones de Mitscher atacaron Japón para anular su aviación en lo posible. Muchos aparatos fueron abatidos o destruidos en tierra, pero los kamikazes alcanzaron al Wasp, al Yorktown y al Franklin y los averiaron seriamente. También los B-29 dejaron de martirizar temporalmente a la población civil de las ciudades, para atacar las bases aéreas.
Para disponer de una mejor plataforma de ataque y un abrigo seguro para los buques en caso de tempestad, el mando norteamericano tomó previamente los islotes de Kerama. Tal decisión resultó providencial, pues en las abundantes y amplias cuevas semi inundadas por el mar que tienen tales islotes hallaron los norteamericanos medio millar de torpedos suicidas, ingenios propulsados por potentes y silenciosos motores que, con un piloto suicida a bordo, deberían lanzarse contra los buques norteamericanos durante la noche. Su carga explosiva, de más de una tonelada, hubiera sido fatal para los buques de transporte y los portaaviones de escolta.
Pero, mientras en tierra no estallaba la tormenta, el mar y el cielo de Okinawa eran el infierno: los kamikazes se empleaban en un desesperado intento. Ya el día 1, la flota había temblado ante su visita, que voló dos buques. Dos días después, alrededor de Kerama había un cementerio marino. Desde el día 6, los suicidas desencadenaron el crisantemo flotante (Kikusui), es decir, el ataque kamikaze masivo.
En el primer Kikusui intervinieron casi 700 aparatos, de los que la mitad eran kamikazes. Tres destructores y dos transportes de municiones americanos se fueron con ellos al fondo. El día 7 de abril continuó el ataque, sufriendo cuantiosos daños y muchas bajas el acorazado Maryland y el portaaviones Hancock.

La última operación de la Armada Imperial Japonesa
El Yamato partió el 1 de abril de la base de Kure, acompañado por un crucero ligero y ocho destructores. El gigante llevaba a bordo tres almirantes y su dotación completa, de 2.767 hombres. Su misión era distraer la atención norteamericana para facilitar el ataque masivo de los kamikazes. Y, como ellos, el Yamato también marchaba hacia la muerte: su carburante, a falta de petróleo, era aceite de soja y sólo disponía de combustible para el viaje de ida.
Detectada esta flota por un submarino norteamericano, Mitscher lanzó contra ella 386 bombarderos, que iniciaron su ataque a mediodía del 7 de abril. La flota japonesa se defendió con valor y destreza, pero su artillería antiaérea estaba demasiado anticuada para frenar a los norteamericanos.
Dos horas después de iniciado el ataque, se hundió el Yamato, al que de nada sirvieron sus gigantescos cañones de 460 mm., arrastrando al fondo del mar 2.498 vidas. Bombas y torpedos terminaron también con el crucero ligero y cinco destructores. En aquella absurda misión perecieron 3.665 marinos, a cambio de 10 aviones y 12 aviadores norteamericanos.
El almirantazgo decidió sacrificar al Yamato. Evidentemente, cuando todo estaba siendo calcinado, no podía quedar intacto e inoperante aquel inmenso navío que durante toda la guerra fue el buque insignia de la Flota Combinada.


Composición de las fuerzas
Las fuerzas terrestres de EE.UU. que participan incluían al X Ejercito, comandado por el Teniente General Simón Bolívar Buckner, que resultaría muerto en combate. El X Ejercito, estaba compuesto por dos cuerpos: el III Cuerpo Anfibio comandado por el Mayor General Roy Geiger, que se componía de la 1ª y 6ª División de Marines y del XXIV Cuerpo bajo el mando del Mayor General John R. Hodge, que se componía de la 7ª y 96ª Divisiones de Infantería. La 2ª División de Marines en un principio se mantendría en reserva. La 27ª y 77ª Divisiones de Infantería del Ejército de los EE.UU. también estaban integradas en el X Ejército. En total, el X Ejército contaba con más de 180.000 hombres: 102.000 del Ejército y 81.000 del Cuerpo de Marines. Otras fuentes hablan que las tropas dispuestas para la acción eran tres divisiones del Cuerpo de Marines y tres de infantería del Ejército, que totalizaban 172.000 combatientes y 115.000 destinados a diversos servicios.



Un ejército de 100.000 hombres (Ushijima) esperaba el desembarco, enterrado en sus cuevas, bien provisto de artillería y con intención de perecer en sus refugios o acribillado en los ataques banzai hechos a ciegas contra los bárbaros blancos.
Otras fuentes estiman que la fuerza japonesa defensiva se componía de unos 67.000 efectivos, otros citan 77.000, pertenecientes al 32ª Ejercito y unos 9.000 efectivos de la Armada Imperial Japonesa que se encontraban en la Base Naval de Oroku (sólo unos pocos cientos de los cuales habían sido entrenados y equipados para combate terrestre), apoyado por 39.000 habitantes de las Islas Ryukyu (incluidos 24.000 reclutados apresuradamente para la milicia llamada Boueitai y 15.000 trabajadores no uniformados). Además de, 1.500 alumnos de escuelas secundarias organizados en primera línea del frente como Unidades de Voluntarios Hierro Sangre, mientras que 600 alumnas Himeyuri se organizaron en una unidad de enfermería.
El 32º Ejército inicialmente consistía en la 9ª, 24ª y 62ª Divisiones, y la 44ª Brigada Mixta Independiente. La 9ª División se trasladó a Taiwán antes de la invasión, dando lugar a un cambio en los planes defensivos japoneses. La resistencia primaria debería de ser en el sur, comandada por el Teniente General Mitsuru Ushijima, su Jefe de Estado Mayor, el Teniente General Isamu Ch? y su jefe de operaciones, Coronel Hiromichi Yahara. Yahara abogó por una estrategia defensiva, y Ch? por una ofensiva. En el norte, el Coronel Udo Takehido estaba al mando. Las tropas de la Armada fueron lideradas por el Contralmirante Minoru Ota. Se esperaba que los americanos desembarcaran de seis a diez divisiones para enfrentarse a las tres divisiones. El Estado Mayor Japonés calculaba que la calidad superior y el mayor número de armas daría, a cada división estadounidense, de cinco o seis veces la potencia de fuego de una división japonesa.
El desembarco y la batalla en tierra
Por fin llegó el 1 de abril de 1945, que coincidió ese año con el día de Pascua. A las 8:30 de la mañana, la primera andanada de artillería naval estremeció los 1.176 kilómetros cuadrados de la isla (cuya longitud máxima es de 107 kilómetros y la anchura de unos 12). Durante las tres horas siguientes, buques y aviones batieron con furia la zona de desembarco y las posiciones reales o supuestas de los japoneses.

Por la tarde, 60.000 hombres estaban en tierra sin escuchar un tiro. Dos días después, los desembarcados habían cruzado la isla sin encontrar al enemigo. Pero el 4 de abril llegaron a la línea Naha-Yanaburú, junto al castillo de Shuri, el monumento más viejo de Japón. Erigido en el siglo XVI, sobre una construcción más antigua de madera, tenía 18 kilómetros de perímetro y muros de 6 metros de espesor.
Enseguida, toda la operación se convirtió en una repetición de Iwo Jima. De nuevo, las tropas de asalto encontraron pocos obstáculos en las playas, pero tuvieron que pelear furiosamente en el interior de la isla, donde los japoneses se habían atrincherado. Allí, la resistencia nipona fue fanaticamente llevada hasta la muerte. Una y otra vez se repetían los combates cuerpo a cuerpo y los ataques suicidas de los soldados imperiales. Ni se pidió, ni se concedió la menor compasión.

En la zona norte, el desembarco fue realizado por XXIV Cuerpo y III Cuerpo Anfibio en las playas Hagushi, en la costa oeste de Okinawa el 1 de abril de 1945. La 2ª División de Marines realizó una distracción frente a las playas de Minatoga en la costa sureste para confundir a los japoneses sobre las intenciones estadounidenses y evitar que los defensores se movieran de allí. El X Ejército se extendió por todo el centro-sur de la isla con relativa facilidad, capturando las bases aéreas de Kadena y Yomitan. A la luz de la débil oposición, el general Buckner decidió proceder inmediatamente con la segunda fase de su plan, la toma del norte de Okinawa. La 6ª División de Marines encabezó el ataque en el istmo de Ishikawa. El terreno era montañoso y boscoso, con las defensas japonesas concentradas en Yae-Take, una masa retorcida de crestas rocosas y barrancos en la península de Motobu. Hubo fuertes enfrentamientos antes de que despejaran la península el 18 de abril. Mientras tanto, la 77ª División de Infantería ataco Shima, una pequeña isla en el extremo occidental de la península, el 16 de abril. Además de los riesgos convencionales, la 77ª División de Infantería encontró kamikazes, e incluso a las mujeres japonesas armadas con lanzas. Hubo fuertes enfrentamientos antes de que Shima fuera declarada segura el 21 de abril y se convirtió en otra base aérea para las operaciones de bombardeo aéreo contra Japón.

El siguiente objetivo de los aliados, era Kakazu Ridge, dos colinas que formaban parte de las defensas exteriores de Shuri. Los japoneses habían preparado bien sus posiciones. Los soldados japoneses se escondieron en cuevas fortificadas ocultas, armados con ametralladoras y explosivos. Las fuerzas estadounidenses sufrían muchísimas bajas antes de despejar cada cueva. Los japoneses enviaron, a punta de pistola, a los habitantes a la búsqueda de suministros y agua para ellos, lo que produjo numerosas bajas entre la población civil.
Con el asalto estadounidense contra Kakazu Ridge estancado, el general Ushijima, influenciado por el general Cho, decidió pasar a la ofensiva. En la tarde del 12 de abril, el 32º Ejército atacó posiciones estadounidenses en todo el frente. El ataque japonés era sostenido y estaba bien organizado. Después de un feroz combate cuerpo a cuerpo los atacantes se retiraron, sólo para repetir su ofensiva la noche siguiente. Se produjo un asalto final el 14 de abril que fue de nuevo rechazado. Todo el esfuerzo del personal del 32º Ejército les llevó a la conclusión de que los americanos eran vulnerables a las infiltraciones nocturnas, pero su superior potencia de fuego respecto a las tropas japonesas hizo que ninguno de esos contraataques resultaran efectivos, lo que obligo a los japoneses a volver a una estrategia defensiva.
La 27ª División de Infantería, que había desembarcado el 9 de abril, se hizo cargo del flanco derecho, a lo largo de la costa oeste de Okinawa. El General Hodge ahora tenía tres divisiones en la línea del frente, la 96ª en el centro y el 7ª en el este, con cada división ocupando un frente de tan sólo 2,4 km. Hodge lanzó una nueva ofensiva del 19 de abril con una barrera de fuego de más de 324 piezas de artillería, la más grande en el Teatro de Operaciones del Pacífico. Acorazados, cruceros y destructores realizaron el bombardeo, que fue seguido por 650 aviones de la Armada y de los Marines.
Se atacaron las posiciones enemigas con Napalm, cohetes, bombas y ametralladoras. Las defensas japonesas estaban ubicadas al otro lado de la ladera, por lo que la barrera de artillería y los ataques aéreos no resultaron muy eficaces, los defensores japoneses salieron de sus cuevas y atacaron a las fuerzas estadounidenses durante su avance con fuego de mortero y granadas. Los tanques lograron avanzar flanqueando Kakazu Ridge pero, no pudieron conectar con la infantería que intentaba cruzar la cresta, sin este apoyo, fueron destruidos 22 tanques. Aunque tanques lanzallamas despejaron muchas cuevas, no se registró ningún avance significativo y el XXIV Cuerpo sufrió más de 720 bajas entre muertos, heridos o desaparecidos.

El 7 de abril la 77ª División de Infantería relevó a la 7ª División, y a finales de abril la 1ª División de Marines relevó a la 27ª División de Infantería. Cuando la 6ª División de Marines llegó, III Cuerpo Anfibio se hizo cargo del flanco derecho y el X Ejército asumió el control de la batalla. El 4 de mayo, el 32ª Ejército japonés lanzó una nueva contraofensiva. Esta vez Ushijima intentó desembarcar tras las líneas americanas. Para el apoyo de su ofensiva, la artillería japonesa salió al exterior. De esta manera fueron capaces de disparar unas 13.000 salvas para apoyar el avance, el fuego de la artillería estadounidense destruyó 19 piezas japonesas ese mismo día y 40 más en los siguientes dos días. El ataque fue un completo fracaso.
Tras diez días de intensos combates, el 13 de mayo, las tropas de la 96ª División de Infantería y el 763º Batallón de Tanques capturaron Conical Hill. Una colina 145 m por encima de la llanura costera de Yonabaru, al este de las principales defensas japonesas que estaba defendida por unos 1.000 efectivos. Mientras tanto, en la costa opuesta, la 6ª División de Marines combatía por Sugar Loaf Hill. Con la captura de estas dos posiciones claves, los japoneses estarían expuestos a ambos lados del Shuri. Buckner quería envolver Shuri y cerrar en la trampa a la principal fuerza japonesa de defensa.
A finales de mayo, las lluvias producidas por el monzón convirtieron los caminos en zonas pantanosas agravando la situación. El avance en tierra empezó a parecerse a los campos de batalla de la I Guerra Mundial. Las tropas vivían en campos, empapados por la lluvia y rodeados de basura y en los cementerios. Los cuerpos de los japoneses sin enterrar se hundían en el barro. Cualquier persona que se deslizara por las laderas podría encontrarse fácilmente los bolsillos llenos de gusanos al final del recorrido.

Debido a esto, el 32º Ejército Japonés se retiró hacia el sur y por lo tanto a los marines les resultó más fácil la toma del Castillo Shuri. El castillo, sin embargo, estaba fuera de la zona asignada a la 1ª División de marines y solamente un frenético esfuerzo llevado a cabo por el comandante y el personal de la 77ª División de Infantería impidió un ataque aéreo y el fuego de la artillería estadounidense, que hubiera tenido el resultado de muchas bajas debido a fuego amigo. La retirada japonesa, aunque acosados por fuego de artillería, se llevó a cabo con gran habilidad durante la noche y ayudado por las tormentas. El 32º Ejército fue capaz de mover cerca de 30.000 hombres hacia su última línea de defensa en la Península de Kiyan, que en última instancia condujo a la mayor masacre en Okinawa en las últimas fases de la batalla, incluyendo la muerte de miles de civiles. Además, había 9.000 soldados de la Armada Imperial Japonesa apoyados por 1.100 milicianos atrincherados en el recinto fortificado de la Base Naval de Okinawa, en la Península de Oroku.
Ese mismo día, los estadounidenses lanzaron un asalto anfibio en la Península de Oroku con el fin de asegurar su flanco occidental. Después de varios días de una lucha encarnizada, los japoneses fueron empujados hacia el extremo sur de la isla. El 18 de junio, Buckner murió por fuego de artillería enemiga durante el seguimiento de los progresos de sus tropas. Buckner fue sustituido por Roy Geiger. Al asumir el mando, Geiger se convirtió en el único Marine en comandar un Grupo de ejército del Ejército de los Estados Unidos, en combate. Fue relevado del mando cinco días después por el General Joseph Stilwell. La isla cayó el 21 de junio de 1945, aunque algunos japoneses siguieron luchando. Los generales Ushijima y Cho se suicidaron haciéndose el Haraquiri en su cuartel general de la colina 89, en las últimas horas de la batalla. Al Coronel Yahara se le ordeno que tratara de llegar a Japón y presentara un informe al cuartel Imperial Japonés sobre la estrategia empleada en Okinawa. La misión fracasó cuando fue capturado por tropas estadounidenses mientras se hacía pasar por civil. Yahara fue el oficial de mayor rango de los que sobrevivieron a la batalla en la isla y más tarde escribió un libro titulado “La Batalla de Okinawa”.

Bajas militares
Las pérdidas de EE.UU. fueron más de 50.000 bajas, de los cuales más de 12.000 murieron o fueron dados por desaparecidos. Esto hizo que fuera la batalla más sangrienta de las fuerzas de EE.UU. en todo el frente del Pacífico. Una de las víctimas más famosas fue el corresponsal de guerra Ernie Pyle, que murió por heridas de bala en Shima. Las fuerzas de EE.UU. sufrieron a su vez, la más alta tasa de bajas por fatiga de combate durante toda la guerra, con unos 20.000 soldados retirados debido a la crisis nerviosa.
La decisión del General Buckner, de atacar las defensas japonesas, fue muy costosa en vidas estadounidenses, aunque finalmente se cumplió el objetivo. Cuatro días antes finalizar la campaña, el general Buckner murió por causa del fuego enemigo, alguna de la metralla que se encontró en su cuerpo eran astillas de coral, mientras inspeccionaba a sus tropas en la línea del frente. Fue el oficial de EE.UU. de más alto rango muerto en combate durante la guerra. Al día siguiente, un segundo general, el General de Brigada Claudio M. Easley, murió por arma de fuego. En el mar 368 barcos aliados (entre ellos 120 embarcaciones anfibias) fueron dañados, mientras que otros 28, incluyendo 15 buques anfibios y 12 destructores fueron hundidos durante la campaña de Okinawa. Las bajas de la Armada de EE.UU. fueron de 4.907 muertos y 4.874 heridos, principalmente provocado por los ataques kamikaze.
Por su parte, los japoneses perdieron 16 barcos, incluyendo el acorazado Yamato. En tierra las fuerzas de EE.UU. perdieron al menos 225 tanques y muchos LVTs (Landing Vehicle Tracked. Vehículos oruga anfibios de transporte) mientras que eliminaron 27 tanques japoneses y 743 piezas de artillería (incluidos los morteros, obuses y cañones antiaéreos), algunos de ellos destruidos por el bombardeo aéreo y naval, pero la mayoría de ellos destruidos por la artillería de las tropas estadounidenses.
Las bajas japonesas fueron de más de 107.000 muertos y se capturaron unos 7.400 combatientes. Algunos de los soldados se suicidaron siguiendo el ritual “seppuku”, o se inmolaron al estallar las granadas de mano que portaban. Se calcula que un número elevado de soldados japoneses pudieron perecer dentro de las cuevas, cuando los estadounidenses las sellaban. Esta fue también la primera batalla de la guerra en la que miles de japoneses se convirtieron en prisioneros de guerra. Muchos de los prisioneros japoneses de Okinawa eran indígenas que no estaban imbuidos en la doctrina del ejército japonés de luchar hasta morir y no rendirse.
Cuando las fuerzas estadounidenses ocuparon la isla, los japoneses cogieron la ropa de los civiles para evitar su captura y los habitantes de Okinawa ayudaron a los estadounidenses al ofrecer una forma sencilla de detectar japoneses en la clandestinidad. El idioma de Okinawa es muy diferente de la lengua japonesa y en presencia de los estadounidenses, los habitantes de Okinawa interrogaban a los prisioneros en el idioma local y los que no lo entendían se consideraron soldados japoneses.

En algunas batallas, como en la Batalla de Iwo Jima, no hubo bajas civiles, pero Okinawa tenía una elevada población civil indígena y, según diversas estimaciones, uno de cada diez, o uno de cada tres murió durante la batalla. Las pérdidas civiles en la campaña de Okinawa se estiman entre 42.000 y 150.000 muertos (más de 100.000 según la Prefectura de Okinawa). Las cifras que barajó el Ejército estadounidense fueron de 142.058 víctimas civiles, incluyendo a aquellos que murieron por fuego de artillería, ataques aéreos y en las filas del Ejército Imperial Japonés.
Durante la batalla, los soldados de EE.UU. encontraron que se hacía difícil distinguir a los civiles de los soldados. Se convirtió en rutina para los soldados de EE.UU. disparar contra las casas de Okinawa, como un soldado de infantería escribió: “nos disparaban desde un número pequeño de casas, pero las otras probablemente estaba ocupadas por los civiles y no nos importaba. Fue terrible lo de no distinguir entre el enemigo y las mujeres y los niños. Los americanos siempre hemos tenido gran compasión, especialmente por los niños. Ahora nosotros disparábamos de forma indiscriminada”. En su historia de la guerra, el Museo Conmemorativo de la Paz de la Prefectura de Okinawa Presenta a Okinawa como una isla que se vio atrapada en los enfrentamientos entre Estados Unidos y Japón.
Durante la batalla de 1945, el ejército japonés mostró indiferencia a la hora de la defensa y la seguridad de Okinawa, los soldados japoneses utilizaron a civiles como escudos humanos. Militares japoneses confiscaron la comida de los habitantes de Okinawa y ejecutaban a los la escondían, un hecho que conduce a la hambruna entre la población y que obligó a los civiles a salir de sus refugios. También los soldados japoneses mataron a unos 1.000 habitantes de Okinawa que todavía hablaban un dialecto local diferente con el fin de suprimir el espionaje. El museo escribe que muchos fueron destrozados por proyectiles, otros que se encontraban en una situación desesperada fueron conducidos al suicidio, algunos murieron de hambre o sucumbieron a la malaria, mientras que otros fueron víctimas de las tropas japonesas en retirada.

Durante la batalla no se mostró piedad alguna en ningún bando. Prácticamente todos los norteamericanos capturados por los japoneses fueron inmediatamente ejecutados. Por su parte, los estadounidenses emplearon lanzallamas para sacar de las cuevas al enemigo.
Se habla de violaciones en masa por ambos bandos. Más de 10.000 efectuadas por efectivos norteamericanos. Suicidios masivos de población civil ante el temor promulgado por la propaganda nipona del trato que dispensarían los aliados a los civiles. Una carnicería en toda regla que afectó de manera notable a la población civil.
Las pérdidas en el bando norteamericano durante los tres meses que duró la batalla fueron considerables. 12.500 muertos. Las bajas japonesas sencillamente escandalosas: casi 110.000 soldados y otros 75.000 civiles murieron en los constantes bombardeos o a consecuencia del fuego cruzado. En Okinawa se conoció otra dimensión más de la tragedia de la guerra: cientos de civiles japoneses se quitaron la vida saltando desde los acantilados antes de ser hechos prisioneros y muchos otros, como 85 estudiantes de enfermería que se escondían en una cueva, hoy conocida como la Cueva de las Vírgenes, cayeron abatidos al ser confundidos por soldados japoneses.

Los 10.000 supervivientes japonesas formaron unidades de guerrilla compuestas por 200 hombres cada una, que compartían su escaso equipo militar y provisiones. Pero en la noche del 14 de agosto, los japoneses pudieron contemplar desde sus escondites algo asombroso: los fuegos artificiales que lanzados desde la flota aliada representaban las letras de la palabra “victory”, marcando el final de la guerra. Al principio se negaron a creerlo, pero poco a poco fueron saliendo de sus escondites en los días siguientes. Estaban demacrados y agotados. Eran 7.400 hombres dispuestos a soportar, como dijo su emperador, lo insoportable: la derrota.

"...porque la defensa de Okinawa por parte de los japoneses, incluyendo a los propios nativos, fue feroz y porque las bajas estadounidenses eran elevadas, muchos estrategas estadounidenses buscaron una alternativa para lograr la rendición de los japoneses, que no fuera una invasión directa. Una de las alternativas era el lanzamiento de las bombas atómicas, se trabajo admirablemente para convencer a los japoneses a pedir la paz. Irónicamente, los estadounidenses estaban convencidos de que los bombardeos de las principales ciudades japonesas (que habían estado sucediendo meses antes de la invasión de Okinawa) eran mucho más eficaces a la hora de causar bajas en la población civil que las bombas atómicas y si continuaban y ampliaban los bombardeos, los japoneses se habrían rendido probablemente de todos modos. Sin embargo, las bombas fueron una potente exhibición simbólica del poder estadounidense, lo que llevo a cabo la capitulación de los japoneses, obviando la necesidad de una invasión".

En 1995, el gobierno de Okinawa erigió un monumento llamado Cornerstone of Peace en Mabuni, en el lugar de los últimos combates, al sureste de Okinawa. El monumento muestra todos los nombres conocidos de los que murieron en la batalla, tanto de civiles, como de militares, japoneses y aliados. En junio de 2008 había inscritos 240.734 nombres que habían perecido en el último infierno de arenas negras.

Filmografía más destacada:
"La Batalla de Okinawa", de Kihachi Okamoto (1971)
"The Pacific" (2010), episodio IX (Serie de TV)
"Hasta el último hombre", de Mel Gibson (2016)
Libro recomendado:
"Diario de un marine", Eugene.B. Sledge













Fuentes y referencias:
La II Guerra Mundial en Imágenes, de David Boyle
Okinawa: La última batalla, de Bill Sloan
Enciclopedia de la II Guerra Mundial, Editorial Codex
Diario de un marine, de Eugene.B. Sledge
Wikipedia
Artehistoria
Revista Life
http://www.historynet.com
http://historiaguerrasyarmas.blogspot.com.es/
http://www.virtusapparel.com
http://www.britannica.com
http://www.historyofwar.org/
http://www.okinawa.usmc.mil
http://www.armchairgeneral.com
http://www.navylog.org
http://www.americanveteransproject.com
http://www.mgar.net/var/pacifico3.htm
http://www.history.army.mil/BOOKS/WWII/OKINAWA/