A las afueras de Almazán, en medio del silencio de la meseta castellana, resiste al olvido de muchos este coche-salón que, mientras estuvo en circulación, recibió el nombre de SS-3. El interior se conserva de forma digna gracias a la rehabilitación inacabada de 2006, aunque la ausencia de mobiliario le resta lustre. El exterior, sin embargo, perdió hace tiempo la carrocería metálica verde oliva con franjas amarillas y en su lugar empiezan a acumularse las telarañas.
Su jubilación ha resultado de todo menos tranquila. Tras ser subastado en 1975 por un millón de pesetas y terminar en la finca de un anticuario de Ciudad Real como lugar de reunión de cazadores, el Estado lo recompró nueve años después por 150 toneladas de chatarra, valoradas en 375.000 pesetas. Su intención era exponerlo en el Museo del Ferrocarril de Madrid, pero antes necesitaba una restauración íntegra que no se ha producido en estas tres décadas ni parece que vaya a ocurrir próximamente. En este tiempo, una filial de Renfe empezó la reforma en Soria y tuvo que abandonarla ante la falta de liquidez. El tren acabó de nuevo a la intemperie, en la vía 14 de la estación, donde llegó a convertirse en el refugio de un mendigo. Luego fue trasladado 30 kilómetros más al sur, a Almazán, localidad en la que lleva dos décadas. Aquí se puso a cubierto y se inició otra rehabilitación que tampoco concluyó por motivos económicos. La última vez que un obrero trabajó en él fue hace ya 11 años.
Ahora mismo, nadie tiene previsto finalizar las tareas pendientes pese a que todas las partes coinciden en que no haría falta mucha inversión. El propietario del vagón, la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, responde por correo electrónico con un lacónico: “No hay plazos, se espera oportunidad”. La asociación que lo recibió en custodia en 1997 y que organizó la última reforma a través de una escuela-taller, entre 2004 y 2006, asegura que es una entidad sin ánimo de lucro que se financia con subvenciones y que en estos momentos no dispone de fondos. “Hace 13 años la Junta de Castilla y León nos concedió 282.681 euros, y nosotros pusimos de nuestro presupuesto otros 23.000. Arreglamos sobre todo el interior. Además, construimos una nave para protegerlo”, detalla Marisa Muñoz, la gerente de Adema, una asociación que trabaja para el desarrollo de Almazán y su zona. Y el alcalde de la población, José Antonio de Miguel, que le gustaría construir “un parque temático del tren con este coche como principal atractivo”, dice que no se pone de acuerdo con Adif en el precio de los terrenos.
El líder nazi esperaba en el andén, pero no subió al tren español. Todas las reuniones se celebraron en el alemán. “El tono de la entrevista sería amable, no me imagino uno agrio. Era el principio de la guerra y Hitler había llegado hasta allí paseándose por toda Francia”, explica el historiador Julián Casanova. Desde principio de la tarde hasta la medianoche se sucedieron las conversaciones para un acuerdo que nunca llegó. “Hitler no aceptó las condiciones de Franco y este salió convencido de que era mejor no participar en la contienda. En realidad, España no entró por su situación económica y militar”, apunta.
Y en la despedida, otro susto. El dictador español, en lugar de saludar desde la ventanilla, lo hizo desde la puerta. Entonces, la máquina dio un tirón que a punto estuvo de tirarlo al suelo si no llega a ser porque el general Moscardó y el comandante Maza estuvieron rápidos en sujetarlo.
Forjado en Sestao (Vizcaya) en 1929, antes que por el régimen franquista este coche-salón fue usado por Alfonso XIII en sus viajes públicos y privados. Sus 20 metros de largo por tres de ancho todavía mantienen la división original: una cocina, un amplio salón de reuniones, un pasillo con tres habitaciones (una con aseo, la que ocupó Franco, y las otras dos solo con lavabo) y un cuarto de baño común. Salvo las maderas nobles, los armarios de la cocina y tres cañerías que funcionaban a modo de calefacción bajo la cama del dictador, poco más queda de la decoración de hace 75 años.
Fuente EL PAÍS