Las ruinas de Dresde, retratadas en 1995. (Cordon Press)
Entre todos los episodios de destrucción, quizá Dresde sea el ejemplo más conocido. No se trata del único, ni mucho menos. El principal objetivo de estos ataques eran los núcleos urbanos, y de esa forma desaparecieron bajo el fuego de la RAF las calles de urbes como Colonia, Düsseldorf, Duisburg, Essen, Lübeck, Fráncfort o Hamburgo, donde se calcula que en la Operación Gomorra murieron alrededor de 42.600 civiles y otras 37.000 personas quedaron heridas.
Entre los artífices de la esta campaña de bombardeo de área se encontraba el propio Portal, pero sobre todo, Arthur “Bombardero” Harris, mariscal de la Royal Air Force y un firme defensor de la estrategia de “ataque total”, especialmente durante los muy discutibles ocho últimos meses. Winston Churchill observaba desde las bambalinas.
Lo pone de manifiesto una investigación realizada por Paul Sanders de la francesa Escuela de Negocios NOEMA y Keith Grint de la Escuela de Negocios de Warwick que analiza estos bombardeos desde la perspectiva de la ética del liderazgo. Si bien los ataques aéreos de entre 1942 y 1944 podían resultar “éticamente discutibles pero necesarios políticamente”, los que tuvieron lugar entre septiembre de 1944 y abril de 1945, ese “crescendo final” en palabras de los autores, tiene mucha menos justificación, ni siquiera desde una perspectiva utilitarista. Fue un ataque a gran escala, con dos tercios de los bombarderos ingleses destinados a bombardear las ciudades alemanas. En algunos casos, como ocurría con el Escuadrón de Bombarderos nº5, capaces de destruir un centro urbano completo en apenas media hora.
No es que en esos primeros compases de la guerra no se planteasen reservas. Es conocido que Winston Churchill se preguntó “¿somos unos monstruos?” después de ver imágenes de las ruinas de ciudades alemanas en 1943. No obstante, parecía estratégicamente necesario. El procedimiento empleado por la Fuerza Área liderada por Harris era el siguiente: una primera incursión de bombas de demolición que propiciase el pánico entre la población, limitaba el margen de maniobra de los servicios de emergencia y allanaba el terreno para la propagación del fuego. A continuación, se lanzaban bombas incendiarias, cuyos pequeños incendios terminaban resultando difíciles de eliminar. Las primeras ciudades en experimentar este ataque fueron Lübeck y Rostock, y a lo largo de los dos años siguientes, el procedimiento se fue perfeccionando mientras caía una ciudad tan otra.
Fue la medieval ciudad de Colonia la primera gran víctima de este bombardeo mixto, durante la noche del 30 de mayo de 1942. Murieron alrededor de 500 personas, pero otras 45.000 quedaron sin hogar. No hay muchos testimonios de los supervivientes, como recordaba W.G. Sebald en 'Sobre la historia natural de la destrucción: “A causa de un acuerdo tácito no había que describir el verdadero estado de ruina material y moral en que se encontraba el país”. Después de Colonia, llegaron Hamburgo y la Operación Gomorra, Kassel (10.000 muertos), Darmstadt (12.500), Swinemünde (23.000) o la ya citada Dresde. Los constantes bombardeos sobre Berlín serían el objetivo final.
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