En el caso de Londres, hay muchísimo reconstruido. Es por eso que podemos disfrutar de edificios que fueron parcialmente dañados por el largo
blitz. Los ingleses tienen una tradición de reutilización y reconstrucción más intensa de la que tenemos en España: si un edificio queda parcialmente destruido, se reconstruye como si no hubiese pasado nada y fin del problema. Dicho de otro modo: hay muy pocos edificios históricos en Londres que sean totalmente originales, por no decir prácticamente ninguno. Todos han sufrido sus reformas y reconstrucciones, aunque no sean evidentes o visibles.
En cuanto a Madrid, la verdad es que la historia es muy diferente y hubo mucha suerte en cuanto a algunos edificios.
El plan de protección de obras de arte del Gobierno republicano, aunque caótico, fue modélico (luego se copió durante la 2GM en otros países como Italia) e incluso hubo gente que arriesgó su vida para salvar algunas de las más importantes obras de arte. Hay que recordar que los monumentos y, en especial, el Museo del Prado, habían sido designados como objetivo de los bombardeos nacionales, lo que supone uno de los capítulos más lamentables de nuestra GCE.
El Prado tuvo que ser evacuado, como digo, con riesgo para las vidas de muchas personas que se llevaron algunos de los cuadros más importantes para evitar que los nacionales los destruyesen.
El famoso retrato de
Carlos V a caballo en Mühlberg, quizás una de las obras más famosas del arte universal, estuvo de peregrinación por Levante montado en una furgoneta. Recuerdo haber visto fotografías de ello. Se evacuaron la mayor parte de las obras, primero a otros edificios de Madrid como San Francisco el Grande, luego a Valencia y finalmente a Cataluña. Y lo que no pudo ser trasladado se protegió con sacos terreros, como el propio edificio que fue protegido para intentar minimizar sus daños.
La cosa no estuvo exenta de jaleo, pues el Gobierno republicano quería llevarse una serie de obras (las más representativas) para tener control directo sobre ellas, algo que no gustaba a Sánchez Cantón, director del Museo, que pensaba, con buen criterio, que mover las obras de sitio era tan peligroso como someterlas al bombardeo. En total fueron trasladados más de dos mil cuadros, la casi totalidad de la colección real de tapices y miles de libros, documentos y objetos histórico-artísticos.
Al final el propio Sánchez Cantón se alarmó cuando el 16 de noviembre de 1936 la aviación nacional atacó específicamente el Museo del Prado con la intención de destruirlo con bombas incendiarias. Tal como se recoge en la web del Museo del Prado: "Nueve bombas incendiarias caen sobre los tejados del edificio y otras tres de gran potencia en sus inmediaciones, provocando la rotura de cristales en ventanas, galerías y lucernarios". Gracias a la evacuación, sólo una obra resultó dañada, un altorrelieve de Benedetto Cervi Pavese que salió despedido de la pared en que estaba fijado.
Ubicación de las bombas caídas sobre el Museo del Prado
A raíz de este bombardeo, que había sido evidentemente destinado a dañar el Museo, Sánchez Cantón comunica con la Oficina Internacional de Museos para intentar que intercedan con el fin de intentar que los monumentos no se declaren objetivos militares y así evitar que el Museo vuelva a ser bombardeado. Mientras tanto, se empezó la evacuación del Museo de Arte Moderno, a la vista de que proteger las obras dentro de los propios edificios no resultaba tan seguro como se había pensado en un principio.
El 9 de diciembre
Las Meninas y el
Carlos V a caballo salen del Prado con un embalaje específico, junto a decenas de otros cuadros sin embalar. El traslado fue meritorio, casi heroico, pero chapucero, por lo que la mujer responsable del mismo por el gobierno, María Teresa León, acabó siendo destituida. La segunda fase de la evacuación, que se extenderá hasta la primavera de 1938, fue mucho más rigurosa, trasladándose solamente aquellos cuadros cuyas condiciones de conservación lo permitiesen.
Desde el bando nacional se levantaron protestas, acusando al Gobierno republicano de pretender vender las obras del Prado para comprar armas. La idea no parecía descabellada, ya que el Gobierno recibió presiones de algunas facciones para deshacerse de las obras y conseguir liquidez que permitiese paliar la escasez de armas. Sin embargo el Gobierno se limitó a proteger el Patrimonio Nacional, trasladándolo a Valencia y luego a Cataluña. La Sociedad de Naciones y la Oficina Internacional de los Museos, a quienes el Gobierno de la República no quería dejar participar en asuntos que consideraba estrictamente nacionales, se limitó a consejos e inspecciones, dando fe de la buena gestión del Gobierno.
Pasados unos meses, el bando nacional decidió también crear las Juntas de Cultura Histórica y del Tesoro Artístico, cuya misión era la conservación del patrimonio en su parte del territorio, aunque su funcionamiento tuvo abundantes lagunas, comprobándose décadas después que dieron lugar a cierto mercado clandestino de obras de arte.
La situación era cada vez más angustiosa para las obras de arte y los medios para cuidarlas eran cada vez menores. A medida que avanzaban las tropas nacionales se decidió llevar las obras desde Valencia a Cataluña, traslado muy apurado en el que algunas obras sufrieron daños importantes: los famosos
2 de mayo y
3 de mayo de Goya sufrieron un accidente cuando camión en el que viajaban chocó contra una casa bombardeada, desprendiéndose un balcón que caería sobre los lienzos. En Cataluña las obras se agruparon en tres depósitos: el Castillo de Peralada, el Castillo de San Fernando y la mina de La Vajol, cerca de Francia. Ambos castillos eran objetivos militares, por lo que el depósito era muy inseguro.
La derrota republicana en la batalla del Ebro precipitó los acontecimientos. El 26 de enero de 1939 el bando nacional entra en Barcelona. Ante el peligro que corría el Tesoro Artístico Español, Azaña decide permitir la intervención extranjera para garantizar la integridad de los bienes. A partir de este punto las peripecias se multiplicaron y muchas de las obras tardarían incluso meses en volver al Museo del Prado.
Y así llegaron a nosotros. Desde luego, no en todo momento hubo buena fe para que se conservasen esas obras.
En la Posguerra el Gobierno del General Franco se preocupó de recuperar las obras, así como de disimular, en la medida de lo posible, el hecho de que en los primeros bombardeos sobre Madrid habían dado orden de destruir el Museo con sus obras dentro, algo bastante difícil de explicar. Con el paso de los años la documentación ha permitido conocer hasta qué punto la destrucción del Patrimonio Nacional había estado en los planes del bando nacional pues, si bien no se emprendieron bombardeos específicos para ello dada la situación de la guerra, sí que se marcaron como objetivos abundantes monumentos y museos. Todo un ejemplo de la mezquindad de la guerra.
Recomiendo la lectura del catálogo de la exposición
Arte protegido: Memoria de la Junta del Tesoro Artístico durante la Guerra Civil que tuvo lugar en el Museo del Prado del 27 de junio al 14 de septiembre de 2003. También el libro del
Éxodo y exilio del Arte. La odisea del Museo del Prado durante la Guerra Civil. Madrid, Cátedra, 2008.
Fuentes
http://www.museodelprado.es
http://cromacultura.com
http://susa-martin.blogspot.com.es