La Segunda Guerra Mundial

Los verdaderos héroes son los que no recibieron grandes reconocimientos, más allá de exiguas Órdenes de la Gloria de bajo grado o insignificantes Medallas a la Defensa de una cierta área de importancia… Reconozcámosles nosotros con la lectura de estas líneas.

Estamos en el invierno ruso del año 1941, de hecho, a finales de diciembre, cuando el almirante soviético Nikolái Gerásimovich Kuznetsov acaba de vencer a los invasores alemanes en la Península de Kerch, tras un desembarco que logró frenar el avance, hasta entonces imparable, del general Alemán Erich von Manstein en su marcha hacia Sebastopol.

Lejos de los grandes y épicos enfrentamientos y duelos entre miles de soldados que se daban a menos de cien kilómetros, en Sebastopol, una pequeña guarnición soviética, de 75 hombres, situada en las cercanías de Crimea, protegía una diminuta Isla, Ostriv, con un faro, que servía de almacén de comida, y una minúscula granja, que hacía las veces de depósito de municiones.

A día de hoy, la islita escenario de nuestra narración, tras la construcción de una serie de islas artificiales alrededor de ella en 1968, y de un dique en 1971, y el consecuente aumento del nivel del mar, se encuentra parcialmente hundida bajo las aguas del Mar Negro.

Ciertamente, esta historia que voy a relatarles, con la inefable e imprescindible ayuda de Nicolás Facundo, que me acercó, narró y aclaró, con gran paciencia, la mayoría de estas historias que me propongo mostrarles, me recuerda poderosamente a las escenas del mítico “Robinson Crusoe”, de Daniel Defoe, en el que el denodadamente afable y bondadoso Robinson, que aún se encuentra en la Isla que le hizo de cárcel incorrupta durante 27 años, acompañado ya no sólo de su querido loro, su perro y su igualmente famoso esclavo indígena viernes, sino de una buena pero reducida cuadrilla de españoles, ingleses e indios fieles, debe hacer frente a interminables partidas de caníbales que arriban a su Isla en canoa para intentarles destruir.

Se me asemeja no únicamente por lo reducido de sus dimensiones, tanto terrenas como humanas, sino por la denodada defensa soviética que, al igual que los hombres subordinados a Robinson, combaten dura y largamente contra un enemigo mucho más amplio tanto en número como en medios (en la novela, los caníbales, en nuestra historia, real, los alemanes), haciendo uso de lo poco que tienen. Sin embargo, no deseo prolongar más su espera, ahora sí, comencemos:

Los defensores del lugar estaban equipados con algunos fusiles de cerrojo rusos Mosin Nagant, una ametralladora Degtyareva, algunos subfusiles PPSH-34, unos pocos morteros y un cañón de 37 milímetros.

Una mañana, desembarcaron 120 soldados alemanes, armados con armas pesadas, un destructor y 12 cañoneras búlgaras.

Para intentar frenarlos, los rusos, obviamente desesperados, enviaron a 4 de sus hombres, armados con la Degtyareva, dos de los Mosin Nagant´s y una de las pocas Ppsh-34.

La dotación soviética de la batería de 37 milímetros, disparaban a ciegas sus proyectiles contra la playa. Ante la falta de blancos certeros, deciden cesar el fuego y enviar un equipo de morteros.

Aunque ya caía la noche, los alemanes desembarcados seguían combatiendo contra los 4 soldados rusos enviados por la mañana. Ante el sonado fracaso, los infantes germanos deciden retirar a sus 40 heridos de la playa y refugiarse en los barcos.

En la oscuridad de la noche, los cuatro soldados rusos de la playa minan la arena y esperan en una especie de búnker, que más bien pudiera ser un llamado pozo de tirador alargado y cubierto por algunas rocas y sacos de arena… Entre ellos estaba el soldado Yuri Bogdanov.

En esa precaria estructura de dudable consistencia y fiabilidad, instalaron su ametralladora Degtyareva y esperaron al inevitable fuego naval alemán. Alrededor de las 02.00 de la madrugada, comienza a llover intensamente.

En medio de la absoluta oscuridad, se unen a la defensa de la playa dos granjeros, armados únicamente con algunas granadas de mano.

Aproximadamente una hora más tarde, a las 03:00, un cañoneo naval incesante daña el cañón de 37 milímetros.

Es entonces cuando, quizá a causa de las bombas, el soldado Bogdanov se despierta en el “búnker”, entre cuatro y ocho horas después del primer ataque artillero… y oye algunas voces en la playa. Inmediatamente, corre y despierta a su capitán.

Los propietarios de las voces que se escuchaban en la playa lanzaron entonces una bengala al aire, para señalar la posición de bombardeo a los barcos. Se trataba de una fuerza de, ni más ni menos, 32 soldados búlgaros.

Sin pensarlo dos veces, el soldado que permanecía al lado de Yuri, contemplando la escena, dispara con la ametralladora Degtyareva que protegía el “búnker”, en donde se encontraban los cuatro soldados y los dos granjeros locales. Logran expulsarles de la arena.

Ya casi era Navidad, cuando los reiterados ataques aeronavales, protagonizados por más de 40 Junkers Ju 88 y los cañones de los barcos de desembarque, destruyen una casa que hacía de estación de radio.

Por desgracia para los defensores rusos, dentro se encontraban 3 soldados, borrachos como cubas, que fallecieron en el derrumbe de la estructura.

En Navidad, los soldados abandonaron su “búnker”, y se dedicaron a poner alambres de púas a través de la playa, para evitar que se produzca nuevamente el desembarco de tropas alemanas. Era Año Nuevo de 1942, cuando los alemanes conquistaron parte de la Isla de Ostriv.

La soldado soviética Natasha Smirnov, junto a los 19 soldados rusos que no estaban heridos por los bombardeos (40 hombres en total), ni habían muerto bajo los proyectiles y las bombas alemanas (15 infantes), posicionó defensas en torno a la sección soviética de la Isla:

El cañón de 37 milímetros es colocado en las cercanías del faro y los demás infantes son situados en pozos de tirador, donde resisten los repetidos ataques alemanes, efectuados desde la parte alemana de la isla.

El día 3 de febrero de 1942, las fuerzas alemanas comienzan a notar la escasez de municiones, que afecta, incluso, a los barcos.

Entretanto, los rusos enviaron un hidroavión desde un precario aeropuerto provisional en la Isla, a recoger suministros y provisiones. Luego de dos días de incertidumbre y ausencia, el hidroavión llega, y deja caer desde el cielo varios fusiles.

Después de más de dos meses de tranquilidad, a principios de julio de 1942, las cañoneras búlgaras vuelven a bombardear, esta vez desde Sebastopol, tomada por los alemanes del XIº de Erich von Manstein el día 4 de ese mes.

Aproximadamente se mantuvieron un total de dos meses, combatiendo en trincheras, en encarnizados combates cuerpo a cuerpo entre alemanes y rusos, ambos bandos habitantes temporales, y forzados, de Ostriv.

De nuevo, la falta, alarmante, de municiones y suministros, obliga a los alemanes a hacer un cese del fuego y los hostilidades con los rusos.

De esta forma, las tropas alemanas quedaron sin apoyo aeronaval, por lo que se cesó completamente la batalla.

El soldado Yuri Bogdanov volvió a su posición en Ostriv en septiembre de 1942, tras recuperarse de sus heridas.