Blanco, explica en una entrevista con EFE, que el proyecto nació en el año 2000, cuando conocieron que por esta aduana los nazis introdujeron oro robado a los judíos para pagar el wolframio español que necesitaban para su armamento, y apareció Robert le Lay.
El primer contacto que establecieron fue con su viuda, Lucienne, de 104 años, que recibió a Blanco "con una desconfianza total y absoluta", y aunque luego cambió su actitud, le dijo que nunca había hablado de las actividades de su marido y que tampoco lo iba a hacer ahora por respeto a él.
Esos recelos los encontró también en sus hijas, pero Víctor Fairén, uno de sus nietos, contribuyó al deshielo y finalmente decidieron colaborar.
Al partir de ahí se fue abriendo el camino para conocer al hombre de "espíritu marinero", al que no le gustaban "que le mandaran los jefes" y que optó por quedarse en la estación, en ese "Titanic" varado en la superficie que es ahora la estación ferroviaria.
"La valentía, la solidaridad y la humanidad eran los valores de esta persona que se jugó la vida a cambio de nada, con el apoyo de su mujer, teniendo la Gestapo sobre él una y otra vez", señala.
Le Lay contactó con la Resistencia y ayudó desde su puesto para que escaparan hacia Portugal del genocidio, mientras dejaba pasar el hiero y wolframio para el ejército alemán, manteniendo un complicado equilibrio hasta que fue descubierto y protagonizó una huida rocambolesca, con ingredientes de película, en septiembre de 1943.
Tras la guerra rechazó laureles, condecoraciones y notoriedad, lo que le convirtió en un héroe anónimo, una "persona admirable el ir conociéndolo y de la que todavía no sabemos cosas", señala Blanco.
"El rey de Canfranc" combina imágenes reales y testimonios con pequeñas recreaciones de ficción, con lo que han querido evitar "el archivo puro y duro"y hacer el documental " más entendible al espectador".
Foto y fuente: http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2013/ ... ra-mundial