Últimos días (Testamento de Hitler)

Descripción: Hitler ordena al personal subalterno que salgan de su despacho. Sólo quedan con él Keitel, Jodl, Krebs, Burgdorf.

Estudios de la Segunda Guerra Mundial

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LARRY
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Últimos días (Testamento de Hitler)

Mensaje por LARRY » 06 08 2008 17:02

El primer texto relata los últimos días de Hitler y el segundo no es más que el Testamento De Adolf Hitler. Ambos están extraídos de mi Blog http://moscu-berlin.blogspot.com/ y las imágenes de Exordio.


ÚLTIMOS DÍAS
Adolf Hitler en la puerta del BunkerAdolf Hitler en la puerta del Bunker
Hitler ordena al personal subalterno que salgan de su despacho. Sólo quedan con él Keitel, Jodl, Krebs, Burgdorf (general, ayudante jefe de la Wehrmacht ante Hitler y jefe de personal del Wehrmacht) y Bormann.

Y entonces rompe en un estruendoso y apenas inteligible acceso de cólera.

Los que están fuera, tras la puerta, e incluso los cinco hombres que están ante él apenas pueden comprender el diluvio de voces.

Sólo sobresalen las palabras: "Traición, mentira, hipocresía, no se puede creer en nadie, nadie me comprende, todos son muy poco para mi, para mis metas, el pueblo, los generales, las SS, todos..." Hitler se desploma sobre el escritorio con una crisis de llanto. Keitel, Jodl, Krebs, Burgdorf y Bormann quedaron mudos de estupor.

Pero antes de que los presentes pudieran salir de su asombro, Hitler levantó la cabeza, sacudido todavía por el llanto, dijo "No hay ninguna razón más para seguir, todo se acabó, la guerra está perdida, el nacionalsocialismo y yo personalmente, hemos fracasado."

Luego de una pausa continuó: "Quien quiera abandonar Berlín, puede hacerlo."

Hitler tomó la determinación de quedarse allí y, ya que por motivos de salud no podía luchar, decidió que pondría fin a su vida.

Jodl, Keitel y Bormann le dijeron a Hitler que fuera al sur, donde había unidades intactas, pero se negó.

Le dijeron que había que resistir hasta que los Aliados anglo-americanos disputaran con los rusos y entonces ganarían la guerra.

A altas horas de la noche del día 22 y en la madrugada del 23 de abril, Hitler, toma algunas decisiones: reparte el mando, a la vista de que en pocos días el territorio del Reich sería dividido, de la manera siguiente:

- En la mitad septentrional, el Gran Almirante Dönitz.

- En la mitad meridional, el mariscal Kesselring.

Envía a sus más íntimos consejeros militares, el Mariscal Keitel y el General Jodl, a poner en acción las órdenes de ataque que Steiner y Wenck habían recibido.

Despoja a Göring de todos sus títulos y cargos- éste se encontraba entonces en Berchtesgaden sin preocuparse de la situación- y nombra al General Ritter von Greim como nuevo comandante en jefe de la Luftwaffe, que no existía ya prácticamente, al tiempo que lo asciende a Mariscal.

Le ordena asimismo apersonarse en el búnker (lo que obligó a Hanna Reitsch a traer y llevar al comandante en pleno combate).

Como colofón, Hitler nombra de improviso comandante de Berlín al General de Artillería Weidling, jefe del 56° Panzerkorps, a quien había citado en el búnker para comunicarle su sentencia de muerte por cobardía.

El 56° Panzerkorps de Weidling se repliega a la ciudad y comienza con terrible dureza lo que Heinrici y otros habían esperado evitar: la lucha casa por casa en la capital.

Militarmente, Berlín no estaba preparada para defenderse.

La última línea de defensa estaba en el Oder.

Las defensas anticarro y otras similares que habían sido preparadas a la ligera en los barrios periféricos son deficientes y poco aprovechables.

La distribución de la ciudad y sus alrededores en ocho zonas de defensa en forma de cuña, con el vértice convergiendo en el centro de la ciudad (mandos A-H), y cuatro círculos concéntricos de barricadas (el más amplio, en las afueras de la ciudad; el "círculo verde" en los barrios extremos a lo largo de canales e impedimentos semejantes; el "círculo interior" a lo largo de las líneas del tranvía; y el "círculo de la ciudadela", llamado "núcleo", en la zona de residencia del Gobierno), no era más que un esquema teórico.

Nunca existió un frente coordinado, como tampoco un servicio militar de información.

Los oficiales de Weidling consiguieron informarse de la marcha de los sucesos por medio del servicio público de teléfonos, que funcionó hasta casi el final: llamaban a conocidos o a cualquier número telefónico y preguntaban si los rusos habían llegado, y, si así era, las fuerzas de que disponían.

Estas facetas no deben hacer olvidar que los pocos defensores, alrededor de 45.000 soldados (los restantes del 56° Panzerkorps de Weidling, unidades de apoyo, etc.), 40.000 hombres de las Volkssturm y algo más de 4.000 de las Juventudes Hitlerianas, lucharon con un encono sin igual.

Las ruinas de las casas bombardeadas favorecían a los defensores.

La avanzada rusa, que atacó con sorprendente efectividad y rapidez por todos lados de la periferia, se componía esencialmente de carros de combate, y éstos no valían para la lucha callejera, puesto que los carros tienen su punto ciego en la parte superior y desde los huecos de las ventanas se les podía combatir con facilidad.

Solos, estaban indefensos.

Además de esto, Berlín era una ciudad antigua; los muros que habían quedado de las casas destruidas eran macizos, la mayoría de hasta un metro de espesor, y prestaban un refugio seguro contra las armas de la infantería.

Los rusos tuvieron que entrar peleando calle por calle en el mar de edificios, tributando así numerosas bajas, al igual que le había sucedido a Friedrich Paulus en Stalingrado, hacía ya tres años.

Frenarles, sin embargo, resultaba imposible: su superioridad en material era demasiado grande y, por el contrario, el abastecimiento de armas y municiones de los defensores era muy deficiente.

El cerco de la ciudad iba estrechándose cada día más y más.

El 24 de abril se oía ya el fragor de la lucha callejera en Zehlendorf, Tempelhof y Neukölln; al día siguiente los rusos barrían el interior de la ciudad con fuego graneado y se preparaban para ocupar el centro.

Por doquier, rusos, blancos, mongoles y siberianos asaltan las casas, matando a todo aquel que se oponía a un robo o violación.

Muchos, hartos ya de violar y robar, le disparan a todo lo que se mueve.

En las trincheras y barricadas se agazapan los niños y ancianos de las Volkssturm, todos ruegan que primero aparezca un tanque, antes que un ruso.

Los Panzerfaust están listos: un solo disparo, un tanque menos.

En las ventanas, las botellas con gasolina esperan.

La sed y el hambre ya no se sienten, no importa, porque nadie pretende sobrevivir, sólo destruir un tanque antes que llegue la muerte.

El ambiente en el búnker se hizo tenso e irreal.

Los hijos de Goebbels (Helga de 12 años, Hilde de 11, Helmut de 9, Holde de 8, Hedda de 6 y Heide de 4, jugaban despreocupada y alegremente, sin sospechar que estaban sentenciados a muerte.

Magda Goebbels, esposa del Ministro de Propaganda, había decidido la suerte de ella y sus hijos.

Ni su marido ni Hitler había podido persuadirla de que fueran a Berchtesgaden.

Hitler, después de haber reprimido su primer impulso de abandonarlo todo, seguía jugando su papel de Führer: se ocupaba, por una parte, en catalogar documentos para su destrucción, por otra requería urgentemente información por radio sobre los movimientos de las tropas del Grupo Steiner, del Ejército de Wenck y del 9º Ejército.

Todas estas unidades combatían aún.

El sitiado 9º Ejército de Busse se desplazaba lentamente hacia el oeste.

Las débiles fuerzas de Steiner trataban, bajo la influencia de Jodl, en romper el cerco hacia Berlín, pero quedaron detenidas, como Steiner había predicho.

Wenck consiguió dirigir su flamante y bisoño 12º Ejército desde el frente del Oeste hacia el Este.

Sin embargo, no pudo lanzar un ataque efectivo contra el cerco de Berlín.

El general sabe que no hay solución, pero entrevé otra posibilidad más lógica: avanzar hacia la parte sur de Berlín en dirección este, lo bastante para alcanzar al 9º Ejército y tratar de romper el bloqueo para liberar a las fuerzas supervivientes y a la población civil.

El Ejército de Wenck lo consigue.

Se producen combates en las cercanías de Ferch y allí están los camaradas del 9º Ejército.

Por un corto espacio de tiempo se ha abierto una brecha en las líneas enemigas por la que los supervivientes (con y sin uniforme) salen en dirección oeste.

A 16 metros bajo tierra, en el búnker, Hitler no acepta la derrota, le quita el mando del Grupo de Ejércitos Vístula al General Heinrici y lo sustituye por el general Student.

El Gruppenführer-SS Otto Fegelein, adjunto de Himmler en el búnker, informa a Hitler sobre las negociaciones de su jefe con Occidente.

Hitler, estalla en furia, destituye a Himmler de todos sus cargos y envía al jefe de la Aviación, Greim, con Hanna Reitsch como piloto, para ponerlo bajo arresto.

Fegelein, que es cuñado de Eva Braun, es fusilado por traición.

En las reuniones del búnker había aparecido entretanto un nuevo personaje, el Brigadeführer SS General Wilhelm Mohnke.

El 20 de abril, el aguerrido y leal Mohnke, con 1.000 hombres de la Panzerdivision "Hitlerjugend" de las Waffen-SS, se encarga de la defensa de la Cancillería del Reich; él es el comandante de la "ciudadela", de la zona de la residencia del Gobierno.

Se halla bajo las órdenes directas de Hitler y está decidido a luchar hasta el final.

Mohnke ordena reponer las reservas de víveres y las existencias de armas y munición conseguidas de los depósitos y vagones que todavía no habían caído en manos del enemigo.

Instala su puesto de mando en uno de los sótanos bajo la nueva Cancillería del Reich, justo al lado del dispensario médico de urgencia.

Desde que la lucha se desenvuelve en los barrios más céntricos, se suceden escenas dantescas en este dispensario.

Heridos graves llegan sin cesar con miembros destrozados, heridas de bala en el vientre.

El profesor Haase, gravemente enfermo, opera y amputa sin descanso hasta caer extenuado, pero por suerte para los heridos, se ha encontrado casualmente a otro médico, el profesor Schenck.

Es internista, pero en la necesidad, actúa como cirujano.

Haase, sentado a su lado, le va dirigiendo con voz débil.

En la madrugada del 30 de abril, Hitler invita al extenuado Haase a visitarle para informarse con él los métodos más seguros de suicidio.

A las 6:00, tras la conversación con Haase, hace llamar a Mohnke.

La Cancillería está sitiada a esas horas.

Se lucha aún con una enconada dureza en el Tiergarten, en Potsdamer Platz, en el Ministerio del Aire, en el Lustgarten, a no más de 300 o 400 metros del refugio de Hitler.

Mohnke, le comunica a Hitler que sólo puede resistir 24 horas a lo más.

"Entonces ha llegado la hora", dice Hitler.

Palabras que Mohnke no comprende.

Lo que significan se lo aclara después el jefe de batallón de las SS Otto Günsche, ayudante de Hitler.

El Führer le ha encomendado que se preocupe por todos los medios de la destrucción completa de su cadáver.

Poco después de las 15:00 horas, Hitler y su esposa se despiden de todo el personal: Goebbels, Bormann, Krebs, el embajador Hewel (representante del Ministerio de Asuntos Exteriores), el vicealmirante Voss (Agregado de Marina), el Brigadeführer SS Ratenhuber (jefe de la escolta), secretarias, servidoras y cocinera, se retiran a sus habitaciones.

El Sturmbannfuehrer-SS Otto Günsche, ayudante personal de Hitler, monta guardia ante la puerta.

Magda Goebbels, al ver la vigilancia de Günsche, se precipita en la habitación de Hitler y le pide que abandone Berlín.

Hitler le pide a Günsche que la saque.

Algunos creyeron haber oído un disparo poco después de las 15:30 horas.

Según Günsche, que después de la guerra estuvo preso en Rusia por diez años, dijo que "el disparo no se oyó"; lo que puede ser verdad, pues la Cancillería del Reich estaba bajo el fuego de la artillería pesada y, eso sí que se oía incluso en el búnker, a 16 metros bajo la superficie.

Luego de 10 minutos de espera, Linge, el asistente de cámara de Hitler, entra con Bormann siguiendo las órdenes recibidas.

Hitler y su esposa yacen muertos en el pequeño sofá.

Hitler se ha disparado un tiro en la sien derecha y, al parecer, ha tomado al mismo tiempo una cápsula de ácido cianhídrico.

Su esposa ha utilizado sólo el veneno.

Günsche se dirige a la sala de reunión y anuncia: "El Führer he muerto".

Günsche, Linge, Bormann, Goebbels y Axmann observan los cadáveres.

Günsche y Linge sacan los cuerpos al patio y los incineran con gasolina.

Al amanecer del 1 de mayo, fuera de la Cancillería, se lucha todavía.

El nuevo Canciller del Reich envía a Krebs, con una carta para Stalin, a entrevistarse con Zhúkov.

Goebbels le comunica la muerte de Hitler y propone un alto el fuego en la zona de Berlín para que se constituya el nuevo Gobierno y se acuerden los próximos pasos a seguir.

Zhúkov envía por teléfono el mensaje de Goebbels a Moscú y recibe la respuesta: "Nada de negociaciones. Sólo rendición incondicional".

Krebs regresa a mediodía al búnker e informa.

En la noche del 1 de mayo, Magda Goebbels envenena a sus seis hijos.

El último Canciller del Reich y su esposa se despiden de los pocos que quedan en el búnker.

A las 21:00 horas están muertos.

Goebbels le ordenó a su ayudante el oficial de las SS Schwägermann, que su cadáver y el de su esposa fueran cremados.

Había dispuesto la gasolina y mandó transportar los cadáveres arriba; pero en ese momento el tiempo era escaso: el comandante Mohnke, siguiendo las últimas órdenes del Führer, había preparado para las 23:00 horas la evacuación del resto de los ocupantes de la Cancillería.

Así, los cadáveres del matrimonio Goebbels sólo quedaron ligeramente calcinados.

Los ocupantes del búnker comenzaron la evacuación.

Uno tras otro, en pequeños grupos, abandonaron la Cancillería del Reich.

Poco después de medianoche, el búnker del Führer estaba vacío. Pero no totalmente.

Quedaron allí ocho cadáveres: los seis hijos de Goebbels y los generales Burgdorf y Krebs, que se habían disparado un tiro, y dos supervivientes.

Uno era el soldado de las SS Rochus Misch de 28 años, que pertenecía al servicio de la central de comunicaciones del búnker y que en medio de la excitación general se había quedado dormido.

El otro era Johannes Hentschel, jefe de máquinas del búnker y el único civil.

Hentschel no dormía en la madrugada del 2 de mayo, se quedó en el búnker porque atendía el motor diesel que proporcionaba aire y agua a las instalaciones, lo hacía también para la enfermería, donde había enfermos y heridos.

Misch decide en la mañana del 2 de mayo, que lo mejor era irse del búnker.

Hentschel se queda completamente solo y sube al exterior, pero el fuego de la artillería pesada lo obliga a regresar. Poco después llegan los rusos.


TESTAMENTOS DE ADOLF HITLER

Mi Último Deseo y Testamento Político

Como consideré que no debía aceptar la responsabilidad, durante los años de conflicto, de contraer matrimonio, ahora he decidido, antes de concluir mi carrera en la tierra, tomar en matrimonio a la mujer, quien después de muchos años de fiel amistad, entró a la sitiada ciudad por su propia voluntad, con el propósito de compartir su destino conmigo.

Por su propio deseo, ella ira a la muerte como mi esposa.

Eso nos compensará, por lo que ambos perdimos por mi trabajo al servicio del pueblo.

Lo que poseo, pertenece en su debido grado al Partido. Si este ya no existe, al Estado; si el Estado también es destruido, no hace falta una última decisión mía.

Mis pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años, nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, sino como una extensión de la galería de mi casa en Linz a.d. Donau.

Es mi más sincero deseo que este legado sea debidamente ejecutado.

Designo como mi Albacea, a mi más fiel camarada del Partido, Martin Bormann.

A él le doy mi máxima autoridad legal, para que tome todo lo que tenga un valor sentimental o que les sea necesario para mantener una vida modesta y simple a mis hermanos y hermanas, sobretodo también para la madre de mi esposa y mis colaboradores que son bien conocidos por él, principalmente, mis secretarias sin igual, Frau Winter, etc. quienes por muchos años me ayudaron en mi trabajo.

Yo, personalmente, y mi esposa, para escapar a la deshonra de la deposición o capitulación, hemos escogido la muerte.

Es nuestro deseo que seamos incinerados inmediatamente, en el lugar donde he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario, en el curso de doce años al servicio de mi pueblo.

Dado en Berlín, el 29 de Abril de 1945 a las 4:00 AM.


Mi Testamento Político [Primera Parte]

Más de treinta años han pasado desde que en 1914 hice mi modesta contribución como voluntario en la Primera Guerra Mundial a la que fue forzado el Reich.

En esas tres décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones más difíciles que mortal alguno nunca confrontó. En ello he empleado mi vida, mi esfuerzo en el trabajo y mi salud, durante estas tres décadas.

No es cierto que yo, o alguien más en Alemania, quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses judíos.

He hecho muchas ofertas para el control y limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad, para que la responsabilidad del inicio de la guerra sea echada sobre mí.

Tampoco he deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada.

Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.

Tres días antes del inicio de la guerra entre Alemania y Polonia, le propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema germano-polaco, similar al del caso del Distrito del Sarre, bajo control internacional.

La existencia de esa oferta tampoco podrá ser negada.

Fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política británica que querían la guerra, en parte, por debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda organizada por el judaísmo internacional.

También he dejado bien en claro que, si las naciones de Europa fueron consideradas como meros bonos, que podían ser comprados y vendidos, en dinero e intereses financieros, por esos conspiradores internacionales, entonces esos competidores, los judíos, quienes son los verdaderos criminales en este conflicto asesino, deberán ser responsabilizados.

También quiero que nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo millones de niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido la muerte y no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e incinerados hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos.

Después de seis años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación- no puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich.

Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo.

Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.

Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Führer y la propia Chancillería, no pueda ser más defendida.

Muero con el corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, únicos en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.

A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz.

Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.

Muchos de los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía.

Hasta el ultimo momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar parte en la última batalla de la nación.

He rogado a los dirigentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista, con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o peor la capitulación.

Deberá, en un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe en su obligación hasta la muerte.


Mi Testamento Político [Segunda Parte]

Antes de mi muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Herman Goering del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichtag el 29 de Junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Doenitz, como Presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.

Antes de mi muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsfuehrer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfuehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.

Goering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.

Con el propósito de darle al pueblo alemán un gobierno compuesto por hombres honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos de continuar la guerra por todos los medios, designo a los siguientes miembros del nuevo gabinete de líderes de la nación:

- Presidente del Reich: Dönitz

- Canciller del Reich: Dr.Goebbels

- Ministro del Partido: Bormann

- Ministro del Exterior: Seyß-Inquart

- Ministro del Interior: Gauleiter Giesler

- Ministro de Guerra: Dönitz

- Comandante Supremo del Ejército de Tierra: Schörner

- Comandante Supremo de la Marina de Guerra: Dönitz

- Comandante Supremo de la Aviación: Greim

- Reichsführer-SS y Jefe de la Policía Alemana: Gauleiter Hanke

- Economa: Funk

- Agricultura: Backe

- Justicia: Thierack

- Cultura: Dr.Scheel

- Propaganda: Dr.Naumann

- Finanzas: Schwerin-Crossigk

- Trabajo: Dr.Hupfauer

- Armamento: Saur

- Director de la Organización Nacional del Frente del Trabajo y Miembro Asociado al Gabinete del Reich: Reichsminister Dr. Ley.

Como una cantidad de esos hombres, como Martin Borman, Dr. Goebbels, etc., conjuntamente con sus esposas, se unieron a mí por propia voluntad y no desean dejar la capital del Reich bajo cualquier circunstancia, pero desean perecer conmigo aquí, debo pedirles que obedezcan mi solicitud, y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la nación, por sobre todos sus sentimientos.

Por su trabajo leal como camaradas, ellos estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos.

Dejen que sean estrictos, pero nunca injustos, pero sobretodo, no les permitan que el temor guíe sus actos, y que pongan el honor de la nación por sobre todas las cosas del mundo.

Finalmente, permítanles que sean conscientes del hecho de que nuestra obligación, que es continuar la construcción del Estado Nacionalsocialista, signifique el trabajo de los siglos por venir, que colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin.

Demando que todos los alemanes, todos los Nacionalsocialistas, hombres, mujeres y a todos los hombres de las Fuerzas Armadas, sean fieles y obedientes, hasta la muerte, al nuevo gobierno y a su Presidente.

Por sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.

Dado en Berlín, este 29avo día, de Abril de 1945 a las 4:00 AM.

Saludos

LARRY



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