La impunidad con la que Adolf Hitler obraba en el campo de las relaciones internacionales halló en el pacto de Munich de 1938 su trágica culminación. Hitler, una vez que Austria había sido anexionada al Reich alemán en marzo de ese mismo año, había puesto sus ojos en los Sudetes, una región de Checoslovaquia donde vivía una mayoría de población alemana que el régimen nazi consideraba "irredenta". En realidad, la decisión de apoderarse no sólo de este territorio, sino de toda Checoslovaquia, había sido tomada por el Führer un año antes, en una reunión secreta mantenida con sus jefes militares.
Ante la latente amenaza, ¿qué garantías recibiría el pequeño país centro-europeo de que su integridad territorial no se vería amenazada por la voracidad alemana?. La historia demostró que ninguna.
Francia y Gran Bretaña, sus dos teóricos aliados, democracias débiles y vacilantes en medio de la vorágine totalitaria que marcaba el signo de los tiempos en la Europa de los años 30, cedieron Checoslovaquia a Hitler a cambio de la paz. El artículo cuarto del pacto decía: "La ocupación gradual del territorio predominantemente alemán por parte de las tropas germánicas comenzará el 1 de octubre". Con el pacto, Francia disolvió su alianza con Checoslovaquia, y Gran Bretaña, en un gesto de gran cinismo político, se comprometió a garantizar la "independencia" de ese país una vez que había contribuido a amputarla. La presencia de Edvard Benes en la reunión, presidente legítimo de Checoslovaquia, fue vetada por Hitler.
Política de apaciguamiento
Al término de la conferencia, Neville Chamberlain, primer ministro de Gran Bretaña y uno de los firmantes del pacto, proclamó en Londres: "Paz para nuestro tiempo"; el diario parisino Le Figaro tituló en su primera plana del 30 de septiembre de 1938: "La paz se ha salvado. El acuerdo de Munich ha sido firmado esta mañana a las 1.35". Winston Churchill, futuro primer ministro de Gran Bretaña, fue uno de los pocos que advirtió sobre esta errónea percepción de los acontecimientos: "Hemos sufrido una derrota absoluta y total".
Un año después, los hechos avalarían su lúcido y profético razonamiento: el 1 de septiembre de 1939, una Alemania ávida de nuevos territorios invadía Polonia. Dos días después, Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Hitler.
Información extra
Los protagonistas de Munich
En la imagen: Daladier y Mussolini se estrechan la mano en presencia de Hitler y del primer ministro británico Neville Chamberlain.
Los extremos se ponen de acuerdo
Lo inconcebible tomó carta de naturaleza el 27 de agosto de 1939. Ese día, la Alemania nazi, furibundamente anticomunista, y la URSS de Stalin, patria del socialismo antifascista, firmaron un pacto de no agresión que sembró la estupefacción en el mundo. La firma de este acuerdo contra natura significó la victoria de la razón del Estado sobre las ideologías. El objetivo secreto era el reparto "ordenado" de Polonia entre los dos gigantes totalitarios y antagónicos. La URSS a cambio de dejar las manos libres a Hitler en Polonia, invadió en 1939 la parte oriental de ese país y el sur de Finlandia, ocupando además los países bálticos: Estonia, Lituania y Letonia.
Reflexiones
"El abandono de Checoslovaquia no es sólo es un acto sin honor y sin provecho, sino un gesto que salva tres semanas del presente para perder todo el futuro".
Georges Bidault (1833-1983). Periodista y político francés.
Fuentes
Texto: Libro "Historia Universal" Tomo 16
Autor: Editorial Sol 90
ISBN: 950-782-600-9
Imágenes:
http://www.ww2diario.blogspot.com
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