La familia Frank, desde la izquierda, Margot, Otto, Ana y Edith, en Ámsterdam en 1941
“Me veo obligado a emigrar y Estados Unidos es el único país al que podemos ir”, le escribió Otto el 30 de abril de 1941 a Nathan Strauss, un amigo suyo, residente en Nueva York. Entonces había ya miles de personas intentando cruzar el Atlántico en esa dirección, y los visados solo se concedían una vez al año.
La documentación exigida era abundante y difícil de obtener, porque incluía cartas de recomendación de amigos o familiares establecidos en suelo estadounidense. Incluso con todo el papeleo en orden se acumulaban los rechazos, sin olvidar otro factor. Como Estados Unidos carecía de una política de asilo concreta, “la tendencia era no aceptar a demasiados refugiados judíos (…) y si bien no fueron repelidos por las autoridades, la barrera de la burocracia desbarató sus planes”, señala Annemarie Bekker, portavoz de la Casa de Ana Frank.
En 1941, Washington cerró todos sus consulados en Alemania, y esta hizo otro tanto con los americanos. Los investigadores han descubierto que Otto Frank nunca pidió un certificado de buena conducta, uno de los documentos clave para obtener el visado. Por eso concluyen que su solicitud nunca fue estudiada, y no hubo rechazo sino mala suerte. Otro intento de la familia de Ana era llegar a través de Cuba, pidiendo permiso a sus diplomáticos, pero se frustró ese mismo año tras el bombardeo japonés de Pearl Harbour, y la entrada de EE UU en la II Guerra Mundial.
Caso abierto
A la vista de la situación, cuando Margot Frank, la hermana de Ana, recibió el 5 de julio de 1942 una orden de deportación firmada por la Gestapo, la familia decidió ocultarse. Lo hicieron al día siguiente, luego les acompañó un matrimonio amigo con su hijo y otro escapado. Estuvieron escondidos durante dos años en la parte de atrás de las oficinas del padre en los canales de Ámsterdam. Allí, Ana escribió su diario de tapas de cuadros rojos donde relató sus vivencias de adolescente. Tenía 13 años cuando desapareció intentando sobrevivir y 15 cuando falleció, junto con Margot, en el campo de concentración de Bergen-Belsen, en Alemania. Su madre pereció en Auschwitz.
A pesar de que la vida de Ana Frank sigue dando sorpresas, la identidad del posible delator que los descubrió, o las circunstancias que llevaron a los nazis a encontrarles no están aún claras. El suyo es un caso abierto: con un vecino holandés necesitado de dinero o una mujer, Ans van Dijk, ejecutada por otras delaciones en 1948, entre los candidatos. Su diario sigue siendo objeto de estudio y de dudas sobre la verdadera autoría. Desde la muerte de Otto Frank, en 1980, a los 90 años, la Casa de Ana Frank tomó el testigo ante los que niegan su autenticidad.
Fuente: EL PAÍS