La mujer que “destruyó” a cientos de bebés para salvar a sus madres de los nazis

Descripción: Gisella Perl, prisionera en Auschwitz, interrumpió los embarazos de sus compañeras que esperaban un hijo al descubrir que eran lanzadas vivas al crematorio.

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La mujer que “destruyó” a cientos de bebés para salvar a sus madres de los nazis

Mensaje por Bertram » 23 08 2018 19:12

Gisella Perl, prisionera en Auschwitz, interrumpió los embarazos de todas sus compañeras que esperaban un hijo al descubrir que eran lanzadas vivas al crematorio

Cinco mujeres judías posan con sus bebés tras la liberación del campo de Dachau, en 1945Cinco mujeres judías posan con sus bebés tras la liberación del campo de Dachau (Alemania), en 1945
Es una escena casi inconcebible. En los barracones sin agua que servían para defecar en el mayor centro de exterminio nazi, los judíos se citaban para tener sexo, rodeados de excrementos y del olor a carne quemada que salía por las chimeneas de los crematorios. “La letrina funcionaba como un picadero. Allí era donde las prisioneras y los prisioneros se encontraban para tener relaciones sexuales furtivas y sin alegría, en las que el cuerpo se utilizaba como una mercancía con la que pagar los productos que tanto se necesitaban y que los hombres eran capaces de robar de los almacenes”, recordó la ginecóloga rumana Gisella Perl en su libro Yo fui una doctora en Auschwitz, publicado en 1948.

No solo era una forma de prostitución desesperada. También existía una lujuria inaplacable en el lugar menos imaginable. “El nitrato de potasio que echaban a nuestra comida no era suficiente como para matar el deseo sexual", escribió Perl. "No teníamos menstruación, pero esto era más una consecuencia del trauma psicológico provocado por las circunstancias en las que vivíamos que por el nitrato de potasio. El deseo sexual todavía era uno de los instintos más fuertes”, explicaba. Era el peor sitio para hacerlo, pero algunas mujeres se quedaron embarazadas en Auschwitz y otras muchas llegaron ya preñadas de los guetos.

Dos historiadores del Holocausto rescatan ahora la “dramática” historia de Gisella Perl en un artículo publicado en la revista médica israelí Rambam Maimonides Medical Journal. Perl, que había nacido en 1907 en Sighetu Marmatiei, en Transilvania, trabajaba como ginecóloga cuando las tropas de Adolf Hitler invadieron el norte de Rumanía en 1944. En apenas cinco días de mayo, los nazis deportaron a Auschwitz, en la actual Polonia, a los 14.000 judíos que vivían en el pueblo y sus alrededores. La mayoría de ellos fueron gaseados al llegar. La propia Perl, capturada junto a su marido y su hijo, no volvió a ver a su familia.

La ginecóloga superó esa primera criba letal. En el campo, su profesión le ayudaría a salvar su vida, al recibir el encargo del médico nazi Josef Mengele de reanimar a las mujeres judías a las que se extraía sangre a la fuerza para los soldados heridos en el frente. "La rassenschande, la contaminación con sangre judía inferior, fue olvidada. Éramos demasiado inferiores como para vivir, pero sí servíamos para mantener al Ejército alemán vivo con nuestra sangre", anotó en 1948. Perl salvó su vida y, posiblemente, la de cientos de mujeres, como recuerdan los dos historiadores, el israelí George M. Weisz, de la Universidad de Nueva Inglaterra, y el alemán Konrad Kwiet, del Museo Judío de Sídney, ambos en Australia.

El 6 de octubre de 1943, el dirigente nazi Heinrich Himmler había informado del exterminio judío en marcha a una selecta audiencia de potentados y altos mandos militares en el Ayuntamiento de la ciudad polaca de Poznan. “No me parece justificable exterminar a los hombres [...] y dejar que sus niños crezcan y se venguen de nuestros hijos y nietos”, proclamó Himmler. Los nazis asesinaron a seis millones de judíos. Un millón y medio de ellos eran niños.

“Incluso si eran capaces de trabajar, las mujeres embarazadas eran llevadas a las cámaras de gas nada más llegar [a los campos de concentración]. Si conseguían ocultar sus embarazos, sus bebés recién nacidos eran asesinados con una inyección letal o ahogándolos”, explican Weisz y Kwiet.
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