Refugiados polacos en África
Como joven estudiante de historia, se sorprendió de que apenas podía encontrar información sobre la historia de sus antepasados. Hasta su profesor nunca había oído hablar de los campos de refugiados polacos en África. "Fue entonces cuando empecé a investigar", recuerda Durand. Los testimonios de su abuela sobre la vida en la pequeña ciudad de Tengeru, en el norte de Tanzania, motivaron al cineasta a embarcarse en un viaje cargado de emociones. Fue a la búsqueda de su historia familiar, que Durand terminó plasmando en su documental Memory is our Homeland (La memoria es nuestra patria). El documental, quel ganó el Premio del Público en el Festival de Cine RDIM en Montreal en 2018, es el resultado de nueve años de viajes de investigación a través de Europa del Este, Oriente Medio y África.
Una compleja historia de migración
La abuela de Durand, Kazia Gerech, vivió con sus hermanos y padres desde 1942 hasta 1949 en simples chozas de paja en Tanganyika, que luego fue administrada como un mandato británico. La comunidad polaca en el pequeño pueblo de Tengeru cultivaba vegetales y hacía zapatos, colchonetas y objetos de sisal. En sus viajes a los antiguos lugares de los campamentos de refugiados en Sudáfrica, Tanzania y Zambia, Durand recopiló las impresiones de esa época de las personas mayores: "Tenían buenos recuerdos de los polacos, a menudo eran sus primeros contactos con los blancos". Y también por parte de los refugiados. Las relaciones con la población local tuvieron una memoria positiva, apunta Durand. "Eran jóvenes y estos encuentros interculturales han dado forma a su humanidad".
"Fue una convivencia amistosa", confirma la investigadora de migración Julia Devlin. Incluso a veces celebraban misas juntos. Devlin conoce los antecedentes de la odisea que atrajo a cerca de 19.000 personas desde Polonia a África. Todo comenzó con el protocolo secreto adicional del pacto de no agresión germano-soviético de agosto de 1939, en el que la Alemania nazi y la Unión Soviética dividieron de facto a Polonia y otras partes de Europa del Este entre ellas. Solo unos días después, ambas potencias invadieron Polonia.
Al igual que los nazis en el oeste de Polonia, la Unión Soviética en su parte del país ocupado comenzó a llevar a cabo una limpieza étnica. Cientos de miles de polacos, incluidos muchos judíos, fueron deportados en cuatro oleadas a Siberia y Kazajstán, donde trabajaron principalmente en granjas colectivas. Pero en 1941, el destino de los deportados volcó radicalmente.
A través de Irán hacia África
"Después del ataque alemán a la Unión Soviética, los aliados llevaron a los rusos a su círculo para luchar contra Hitler", explica Devlin. Polonia tomó contactos diplomáticos con la Unión Soviética y provocó la liberación de los deportados polacos. "La idea del Gobierno polaco era que estas personas formaran un ejército que luchara contra Hitler del lado de los aliados". Los voluntarios fueron llamados a reunirse en Busuluk, en el sur de la Unión Soviética, para formar el ejército allí. No obstante, no llegaron solo hombres sanos y aptos para luchar. Con la esperanza de abandonar finalmente la Unión Soviética, muchos otros deportados polacos de todas partes del país también se embarcaron en el arduo viaje.
Un cementerio polaco en Tanzania
La abuela en toma original
Después del fin de la guerra, los responsables de África instaron a deshacerse de los refugiados. "Los países africanos estaban en camino a la independencia y no querían vestigios que les recordaran el dominio colonial", explica Devlin. Gradualmente, los polacos abandonaron sus países anfitriones y emigraron a Gran Bretaña, Australia o Canadá. "No podían ir a su tierra natal, esa era la tierra soviética".
La abuela de Jonathan Durand vino a Inglaterra en 1949. Allí conoció a su esposo, un sobreviviente polaco del campo de concentración de Majdanek. Juntos emigraron a Canadá en 1954. Además de las muchas pequeñas piezas históricas que Durand descubrió durante su proyecto, una experiencia hacia el final de su investigación lo impresionó enormemente. En el Instituto Polaco y Museo Sikorski de Londres encontró la única película del campamento de refugiados en Tanzania, en la que vivía su abuela. "Reconocí el hospital allí y un grupo de chicas jóvenes caminando hacia la cámara. Y a la izquierda, sonriendo y con los brazos cruzados, había otra joven, esa era mi abuela", dice Durand. Todavía se le pone la piel de gallina cuando mira las imágenes: "Se siente como una recompensa".
Fuente: https://www.dw.com/es/segunda-guerra-mu ... a-49007529