(Polonia, del 1 al 7 de septiembre de 1939)
- La guerra en ciernes
- Empieza la Segunda Guerra Mundial
- La sorprendente resistencia polaca
- El anunciado desenlace
- Conclusiones
- Galería de imágenes
- Fotografías actuales
Tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, Alemania fue obligada a olvidarse de todas sus pretensiones sobre territorios polacos. Esto, en la práctica, tenía especiales implicaciones en el caso de la anhelada ciudad de Danzig, ciudad natal del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, que tras la Gran Guerra quedó establecida como "ciudad libre" bajo protección de la Sociedad de Naciones. La llegada de los nazis al poder supuso el principio de una larga preparación para "recuperar" esos deseados territorios, como parte del famoso argumento del Lebensraum (espacio vital) del pueblo alemán.
La invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939 fue el pistoletazo de salida de la Segunda Guerra Mundial. La Operación Fall Weiß (Caso Blanco) preveía un fugaz inicio de hostilidades, antes de la declaración formal de guerra, de manera que la Wehrmacht pudiese exhibir su nuevo concepto militar, la blitzkrieg, haciendo caer Polonia en el menor tiempo posible gracias al factor sorpresa y a su concepto táctico. La perla de esa conquista de suelo polaco, como no podía ser de otra manera, era la propia ciudad de Danzig. Por ello, de forma simbólica, el primer ataque de la guerra tuvo lugar en esta ciudad portuaria, a cargo de un buque veterano de la Primera Guerra Mundial, el acorazado Schleswig-Holstein que había tomado parte en la Batalla de Jutlandia.
La historia sorprendería a Hitler y a los alemanes, pues Danzig no cayó por completo tan rápidamente como se preveía, ya que la guarnición de Westerplatte resistió tenazmente el primer ataque de la Guerra durante toda un semana.
2. Empieza la Segunda Guerra Mundial
Según lo planeado, la Segunda Guerra Mundial debería haber comenzado a las 04:45 horas del 1 de septiembre, pero en realidad la guerra empezó un poco antes, hacia las 04:00. A esa hora el vetusto buque escuela Schleswig-Holstein dejó el puerto de Danzig para aproximarse lo más posible a Westerplatte. Desde el centro del canal de Danzig, en el último meandro del mismo, abrió fuego contra la cercana estación de tránsito polaca edificada en la península que cierra el canal, un espacio de una extensión aproximada de medio kilómetro cuadrado. Hay que tener en cuenta que el buque alemán disparaba al objetivo desde poco más de doscientos metros, prácticamente a bocajarro, como se ve en la imagen siguiente.
Alemania estaba muy segura de su fuerza cuando preparó el golpe de mano que les permitiría tomar Westerplatte. Se puso al frente de la operación al capitán del Schleswig-Holstein, Gustav Kleikamp, que contaba además con la colaboración del acorazado Schlesien y las torpederas de escolta T-192 y T-963. Esta pequeña flotilla había llegado a Danzig en visita de cortesía, como camuflaje de sus verdaderas intenciones. El general de la policía Friedrich Eberhardt mandaba el grueso de las tropas encargadas de asaltar la península, una fuerza de 1.500 hombres del Heimwehr de la SS que, en teoría, eran tropas de élite. Además se reforzó la dotación con 225 infantes de Marina al mando del teniente Wilhelm Henningsen y un pelotón de zapadores procedente de Dessau-Roßlau. Con los cálculos alemanes, suponiendo una guarnición de 88 soldados polacos pobremente armados y aislados, la fuerza alemana era abrumadoramente superior. La garantía de triunfo era tal que el Ministerio de Propaganda desplazó a un equipo de cine para que filmase la heroica victoria que debería ser la toma de Westerplatte.
Frente a la inocencia de los mandos alemanes, Sucharski, el comandante polaco, no fue en absoluto temerario. En cuanto el Schleswig-Holstein y su flotilla “de buena voluntad” llegaron a Danzig la guarnición de Westerplatte se puso a trabajar intensamente en prepararse para un posible ataque. Los preparativos se hicieron de noche, para no alertar a los alemanes, que tenían buenos puestos de visión desde la ciudad hacia la península. Valorando a la perfección el riesgo que se cernía sobre ellos, se dedicaron a reforzar con hormigón el estrecho istmo que une Westerplatte con el continente, conscientes de que toda tropa que tratase de invadir la península debería controlar este paso. Prepararon la munición en sus trincheras y puestos de tiro bien escogidos, pusieron al día las barricadas y rodearon con alambre de púas todo el perímetro. Poco más podían hacer, pero resultó suficiente para frenar la prepotencia alemana.
Después de cruzar el muro se enfrentaron a la dura realidad de la guerra, muy diferente de los adiestramientos de la Wehrmacht a que estaban acostumbrados aquellos infantes de tiempos de paz. La fuerte resistencia polaca puso a los alemanes en medio de un intenso fuego cruzado, peinando con su fuego un terreno que conocían mucho mejor que los invasores. Gracias al minucioso posicionamiento de los defensores la guarnición de Westerplatte abrió fuego de obús sobre el avance de los alemanes, frenándolos en el intento de tomar las instalaciones.
Los supuestos 88 soldados de la guarnición resultaban demasiado feroces según lo previsto por los alemanes, tanto que pensaron que había francotiradores bien camuflados en las instalaciones polacas. Además, el alambre de púas impedía los movimientos rápidos y, si lograban perforar las barricadas, los morteros polacos, bien posicionados, los inmovilizaba una vez más. Gracias a la bien planificada defensa de Sucharski, el primer asalto fue detenido. Los polacos lograron lanzar un contraataque y, a cambio de pocas bajas, dejaron fuera de combate un nido de ametralladoras ubicado en el puesto de la policía de seguridad alemana (Schupo). Por orden de Sucharski, la batería defensora se centró en dejar fuera de combate los nidos de ametralladoras apostados en lo alto de los almacenes al otro lado del canal. Una vez llevada a cabo esa tarea, se volvió contra el Schleswig-Holstein, estando a punto de alcanzar su puente de mando antes de ser puesta fuera de combate por el fuego procedente del buque.
Los polacos rechazaban el ataque y se defendían con preocupante éxito. A las 06:22 los infantes de Marina se retiraban, acosados por la resistencia polaca, y las noticias procedentes de Danzig no eran mejores, ya que la toma del puerto estaba costando también más de lo previsto. Es fácil imaginar la tensión a que debía estar sometido Kleikamp, quien debía sospechar que la caída de Westerplatte, aunque muy probable, se había vuelto impredecible. No sería un trabajo rápido.
El primer día de combates, que los alemanes esperaban que les diese una flamante victoria simbólica, se saldaba con 82 bajas alemanas. Aunque Danzig empezaba a ser doblegada, Westerplatte seguía resistiendo.
4. El anunciado desenlace
Tanto los defensores polacos como los atacantes alemanes sabían que Westerplatte caería. El problema para los alemanes era que la toma habría debido ser una exhibición de ataque relámpago y, por contra, se había convertido en un incierto asedio contra una guarnición bien preparada. Un asedio donde defensores y atacantes se pertrechaban tras sus defensas y disparaban a la menor señal de movimiento del enemigo. Seguramente Hitler no estaría muy contento de las noticias que llegaban desde Danzig.
El 3 septiembre, domingo, el asedio se mantuvo sin variantes significativas. Los alemanes atacaban con artillería al menor movimiento polaco. Trataron de tomar dos puestos de guardia, pero nuevamente los polacos los rechazaron. El día 4 el bombardeo comenzó a las 12:30 y se mantuvo hasta las 21:45, como si fuera un castigo a los polacos por seguir resistiendo. Además, ese mismo día la torpedera T-196 atacó la península desde el lado del mar. La comida caliente se terminó en las barracas polacas, que sólo contaban a partir de entonces con enlatados y galletas. Además, los polacos abandonaron el puesto de campo de Wal, al norte de la península, lo que parecía invitar al ataque desde la costa. El día 5 se repitió el guión, iniciando el bombardeo a las 09:00 y terminando a las 10:45. A las 22:00, juzgando también las preocupantes noticias que llegaban del resto de Polonia, el mayor Sucharski estaba ya dispuesto a rendir Westerplatte pero el capitán Dabrowski se opuso.
El 7 de septiembre, a las 04:30, los alemanes abren nuevamente intenso fuego contra Westerplatte hasta las 07:00. Pese al uso de lanzallamas, los polacos fueron capaces una vez más de rechazar el ataque. A las 09:45 se mostró la bandera blanca y a las 11:00 Sucharski rindió Westerplatte, que había soportado una semana de asedio e intenso fuego de artillería sin doblegarse. Los soldados alemanes se cuadraron ante la guarnición polaca en señal de respeto por su hazaña que, sin embargo, no había servido para nada, pues la suerte de Polonia ya estaba prácticamente decantada.
Hay victorias amargas y derrotas dulces. Para los oficiales alemanes encargados de tomar Westerplatte seguramente la rendición final supuso un golpe importante. En una semana, mientras el resto de la Wehrmacht borraba un país como Polonia del mapa, ellos no habían sido capaces de asaltar una diminuta península arenosa pese a la masiva superioridad con que contaban. Hitler y Goebbels se quedaron sin las imágenes de una rápida conquista de Danzig para mostrar en los noticieros y enardecer a los seguidores del nazismo.
Sucharski y sus hombres salían con la cabeza alta, como héroes, pero para ellos también había mucha amargura. Por un lado, porque sabían que podrían haber resistido más. El ataque alemán del día 1 de septiembre les había pillado en pleno rearme de la península. Los polacos tenían previsto aumentar todavía más el contingente militar en Westerplatte puesto que, al finalizar la lucha, se contaron medio centenar de ametralladoras ligeras y pesadas, un número desproporcionado para el total de efectivos existentes durante la batalla. Además, se iban a un cautiverio incierto, pues las noticias hacían presagiar la caída de su país.
La Batalla de Westerplatte, simbólicamente, se puede ver como un resumen de toda la Segunda Guerra Mundial en cuanto al ejército alemán se refiere. Los mismos errores cometidos en esta pequeña península del Báltico serían los que, paso a paso, cavarían la tumba del la Wehrmacht. En primer lugar, una deficiente inteligencia, que no les permitió valorar las defensas del enemigo en su justa medida. En segundo lugar, un exceso de confianza, llevando a cabo un primer ataque más teatral que efectivo. En tercer lugar, la prisa de Hitler por obtener victorias rápidas que exhibir ante sus fanáticos y que alimentasen la voracidad de los oficiales.
Los mandos alemanes podrían haber aprendido de esos errores, pero la victoriosa campaña polaca los embriagó de éxito, como también haría la invasión de Francia en 1940. Incluso podrían haber recogido de Westerplatte una última lección adicional: la violencia artillera, cuando se convierte en pura devastación del medio, no ayuda al atacante, sino que siembra el territorio de un caos informe que acaba por ser un obstáculo más para el invasor que para el defensor. La costumbre prusiana de ahogar en artillería al rival dificultó la toma de Westerplatte, como luego haría en muchas otras plazas y, sobre todo, sería un punto clave que impediría a la Wehrmacht tomar por completo Stalingrado, años después de la heroica resistencia polaca.
6. Galería de imágenes
7. Fotografías actuales
Fuentes
Bibliografía
Steven Zaloga, La invasión de Polonia: Blitzkrieg
Chris Mann, Grandes Batallas de la Segunda Guerra Mundial
Internet
http://www.exordio.com
http://commons.wikimedia.org
http://www.forosegundaguerra.com
http://en.valka.cz
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