WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Descripción: En el ocaso de la guerra corrió el rumor de que los alemanes disponían de una mortífera arma que cambiaría el signo de la contienda.

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Investigación tecnológica y científica durante la guerra
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LARRY
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WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por LARRY » 05 02 2008 14:02

En el ocaso de la guerra corrió el rumor de que los alemanes disponían de una mortífera arma que cambiaría el signo de la contienda.

¿A qué arma se referían?

Cada día, un mayor número de estudiosos consideran que el arma letal a la que se referían era nada menos que la bomba atómica.

¿Llegaron a construirla?

Os descubro aquí, camaradas foristas, algunas claves.



Parte I


La historia oficial

En su caída, el III Reich mantuvo el ánimo combativo de millones de alemanes con una promesa: la existencia de WuWa, la WunderWaffen, un "arma maravillosa" definitiva que cambiará para siempre el rumbo desfavorable de la guerra.

Simultáneamente, desde 1942, se desarrolla en Estados Unidos un esfuerzo industrial y científico sin precedentes: el llamado "proyecto Manhattan", destinado a crear la bomba atómica.

Estados Unidos sabe que Alemania tiene los técnicos, los científicos y el poder industrial necesario para abordar la fabricación de la bomba atómica, pero aparentemente desconoce el grado de desarrollo atómico del régimen nazi.

La guerra transcurre y, a excepción de los ataques efectuados por los cohetes V-1 y V-2 y de los aviones a reacción Me-262, no hay rastro de las anunciadas armas definitivas alemanas. A principios de 1945, el colapso del Ejército Alemán es inminente, sus comunicaciones y suministros han quedado destruidos y en mayo el fin llega tras el suicidio de Adolf Hitler.

Un comando especial del servicio de inteligencia americano, al que se conoce como "ALSOS", se encarga de investigar y recopilar cualquier información referente al programa de la hipotética bomba atómica nazi.

Finalmente, el comando encuentra, escondido en una gruta excavada bajo una iglesia de Haigerloch, el reactor experimental B-VIII, un tosco recipiente de agua pesada, con un par de inservibles reactores sumergidos en su interior.

Samuel Gouldsmit, jefe de la operación "ALSOS", es tajante en sus conclusiones: el proyecto de la bomba atómica de Hitler fue un mito creado para someter la voluntad de millones de alemanes a una resistencia sin esperanza en una guerra suicida.

La prometida WuWa no existió jamás.


Farm Hall: los científicos alemanes hablan

Uno de los objetivos principales de la Operación ALSOS era capturar a aquellos científicos alemanes que podían haber jugado un papel considerable en el desarrollo del hipotético programa atómico nazi.

Sin demasiado esfuerzo, son encontrados Heisenberg, creador del principio de incertidumbre y premio Nóbel de Física, y Otto Hahn, descubridor, en 1938, de la fisión nuclear, clave para el futuro desarrollo de la bomba atómica. También son detenidos Kurt Diebner y Walter Gerlach, principales responsables políticos del "uraniorum", el "Programa Oficial de Energía Nuclear Alemán", con sede en la llamada "Virus House" de Berlín.

Poco después de la guerra, el puñado de científicos capturados son internados en una casa de campo equipada con micrófonos, a la que se conoce como "Farm Hall".

Allí se observan atentamente las reacciones y conversaciones de los sabios, con objeto de conocer en profundidad el estado de las investigaciones nucleares durante el III Reich.

Se obtienen algunos datos:

En 1942, se reúnen en Berlín Heisenberg y Albert Speer, entonces flamante ministro de armamento del Reich, en sustitución del recientemente fallecido Dr. Todt.

Heisenberg le comunica a Speer que no es posible técnicamente una bomba atómica en un plazo inferior a tres o cuatro años, y que sólo es interesante y práctico un esfuerzo orientado al desarrollo de un reactor nuclear que permita la propulsión de submarinos.

En consecuencia, Albert Speer otorga al grupo de Heisenberg la escasa cantidad de dos millones de marcos, cifra veinte veces superior al ridículo presupuesto inicial solicitado por el propio Heisenberg.

Después de tres años, los resultados de dicha investigación nuclear son prácticamente nulos: no hay reactor, no hay bomba.

Tan solo un ciclotrón que es rápidamente incautado por los rusos en su avance hacia Berlín, y un reactor no operativo en el pequeño pueblo de Haigerloch. Cuando el 6 de agosto de 1945 les es comunicada la explosión de la bomba atómica de Hiroshima a los retenidos en Farm Hall, la incredulidad y sorpresa de los alemanes es absoluta. Todo quedara reflejado finalmente en un libro escrito por el propio Samuel Goudsmit: "Myths Around the German Atomic Bomb" ("Mitos Acerca del Proyecto Atómico Alemán"), en el que se concluye que la investigación científica y tecnológica era inviable en la tiránica Alemania nazi, y que dicho avance solo es posible en los países que se ajustan a los esquemas de la democracia liberal angloamericana.


Los recortados poderes de Speer

Para comprender la complejidad y misterio de la existencia de un posible programa atómico nazi, es necesario entender primeramente los mecanismos de poder que se establecían en el III Reich:

Adolf Hitler era el jefe supremo e indiscutible de Alemania, y era extremadamente difícil determinar quien podía ser, algún día, su sucesor en el cargo.

En la Alemania nazi no había segundo de a bordo, no había un verdadero paladín.

Desde antes de la ascensión de Hitler al poder hubo violentas luchas internas en el partido nacional socialista, con objeto de acaparar el control no solo de los mecanismos para el beneficio propio de cada contendiente, sino para una posible futura herencia del poder total en la cabeza del Reich.

Mucho se ha criticado la ineficacia de la investigación de guerra nazi, al provocar que muchos proyectos con un objetivo aparentemente común se desarrollaran en paralelo y sin ninguna colaboración mutua. La inmensa variedad de tipos de armas, aviones, tanques e incluso ejércitos y uniformes, produjo una fértil competencia entre las diferentes partes de la maquinaria de guerra nazi, dando lugar a un increíble avance tecnológico en todos los órdenes y actividades, sobre todo si los comparamos con las pobres y conservadoras innovaciones realizadas por los Aliados, siempre preocupados en copiar, mediante el masivo uso de organizaciones de espionaje, las invenciones realizadas en la Alemania nazi, aunque a la postre dicha variedad técnica fuera finalmente uno de los factores de más peso en la derrota final del Reich, provocando un derroche prohibitivamente caro de los recursos disponibles.

Albert Speer no se libró de la mecánica de funcionamiento del régimen y, en su labor como ministro de armamento, sus atribuciones se encontraban fuertemente limitadas a garantizar a la industria de guerra alemana las materias primas, la energía y la mano de obra necesarias para que el motor siguiera en marcha. Speer permaneció desde 1943 totalmente ajeno a la verdadera naturaleza del programa de cohetes, que dependía desde ese año de la estructura de las SS de Himmler, con quien Speer mantenía una mutua y profunda enemistad personal.

Jamás hubo intercambio alguno de información entre ambas partes, a excepción de los requerimientos imprescindibles para la entrega de materias primas.

En sus memorias, Speer consideraba que el programa de cohetes V-2 era una total estupidez, un capricho más de la compleja fantasía geopolítica de Hitler, aunque el propio Speer lo había apoyado mientras estaban las V-2 bajo el control del ejército. Como resultado del escepticismo de Speer, Hitler desde 1943, no le comentaba a éste nada sobre el programa de investigación sobre cohetes, ya que el führer conocía por anticipado la respuesta de Speer. Igual ocurrió con el programa de aviones secretos a reacción, dependientes por entero de la Luftwaffe de Göring, con quien Speer mantenía a su vez una relación tensa.

Speer llegó a presenciar el despegue de una V-2 pero, aun después de la guerra, Speer permaneció absolutamente ignorante respecto a los proyectos de bombarderos intercontinentales a reacción, como los Horten XVIII o el Arado E 555, así como desconocía la mera existencia de los aviones caza de despegue vertical como el Focke-Wulf Triebflugel o el Natter. Incluso las V-1, construidas por la Luftwaffe de Göring, y las V-2, dependientes del ejército y luego de las SS, crecieron y se desarrollaron de forma separada y en competencia.

Quién piense en una estructura de mando estratificada y unitaria en la dirección de armamentos al estilo de lo que ocurría entonces en los Estados Unidos, en Inglaterra o en Rusia, una estructura que estuviera bajo el control total de Albert Speer, se equivoca: sólo Hitler estaba en conocimiento de la totalidad de las acciones y proyectos que se realizaban en su Reich, información valiosísima que el führer no dudaba en usar y administrar para fomentar una dura competencia entre los diferentes grupos y reforzar su poder personal. Por eso, la muerte de Hitler significó la desaparición instantánea de la estructura política del nazismo, a pesar de que el apoyo social a dicha ideología era extremadamente fuerte entre la población alemana, aún muchos meses después de la derrota militar.

Por ultimo, el atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler supuso otro duro revés para el poder de Speer: aunque nunca se demostró su participación directa en el complot, su nombre figuraba en el futuro gobierno de los golpistas.

Sólo la intervención personal de Hitler evitó su encarcelamiento y juicio por alta traición.


Heisenberg, el "judío blanco"

Tal y como puede leerse en el libro de Samuel Goudsmit, en las memorias de Heisenberg y en numerosas declaraciones hechas tras la guerra, Heisenberg nunca trabajó en el proyecto de una bomba atómica alemana.

Tal circunstancia era un imposible en la Alemania nazi.

El prestigio del premio Nobel era grande en Alemania, pero todos sabían que el famoso científico era también el antiguo amigo y compañero de Einstein, de Niels Bohr, o de Lise Meitner, todos ellos embarcados en el ambicioso proyecto Manhattan americano. El régimen nacional-socialista desconfiaba de Heisenberg, a quién los dirigentes nazis llamaban "el judío blanco", como también desconfiaban de los físicos teóricos en general, por considerar que la física atómica se había convertido en un asunto de "ciencia especulativa", "ciencia judía", inútil al desarrollo práctico de soluciones militares de uso inmediato.

El III Reich era esencialmente un régimen pragmático, basado en la ingeniería y la tecnología, y la totalidad de sus desarrollos críticos estaban en manos de ingenieros, no de científicos. El descubridor de la fisión nuclear en 1938, Otto Hahn, también estaba descartado para encabezar el programa de un arma nuclear para Alemania.

Hahn era un pacifista radical, que mostraba una fuerte oposición al desarrollo de cualquier tipo de armas, tras haber colaborado durante la Primera Guerra Mundial en la producción de armas químicas y gases, circunstancia que le dejo profundamente marcado para el resto de su vida.

Tanto el ejército como las SS consideraron que era peligroso forzar a Hahn a construir la bomba atómica, ya que temían que este falsificara o boicoteara íntimamente el desarrollo del programa nuclear militar.

Werner HeisenbergWerner Heisenberg

Trabajo en paralelo: tres proyectos atómicos nazis

Al menos tres grupos de trabajo sobre el proyecto atómico se estaban desarrollando simultáneamente en la Alemania nazi:

1º. El oficial, financiado por el propio ministro Albert Speer, y que bajo la dirección de Walter Gerlach y Kurt Diebner incluía también a Werner Heisenberg y a Otto Hahn . Su trabajo estaba orientado a la física teórica pura, sin conexión directa con el esfuerzo militar alemán, salvo para la creación a largo plazo de un reactor para motores submarinos.

2º. Constituido por el ministro de Telecomunicaciones, el Dr. Ingeniero Wilhem Ohnesorge, en colaboración con la Wehrmacht y posteriormente con las SS, tutelando el trabajo del famoso físico Baron Von Ardenne, quién desarrollaría la separación del uranio enriquecido 235 mediante una técnica de centrifugación del hexafluoruro de uranio en sus laboratorios subterráneos de Berlín. Este grupo firmaría un contrato con la compañía Auer, en donde otro ingeniero llamado Nikolaus Riehl inventaría un sistema de refinado rápido del oxido de uranio.

3º. Comandado por el eficaz general Kammler y controlado por las SS, colaboraba con la Luftwaffe en la creación de un programa nuclear independiente, en el que obtendrían resultados operativos a mediados de 1943. Dicho grupo trabajaba con un grado extremo de secretismo, y a partir de 1943, se fusionaría con el proyecto nuclear del Reichpost de Ohnesorge. Ese mismo año las SS se harían con el emporio industrial húngaro "Arden-Weiss", donde se montarían todas las bombas atómicas nazis.


General Kammler: las SS se quedan con los proyectos Wunderwaffe

A raíz del atentado del 19 de julio de 1944 contra Adolf Hitler, la totalidad de los proyectos considerados como alto secreto son absorbidos por las SS, en un proyecto finalmente unificado bajo el mando del general Kammler.

Sería este general el que arrebataría al ejército no solo el proyecto nuclear WuWa, sino también el control del programa de cohetes V-2 y los futuros A-9 y A-10 de misiles intercontinentales.

Poco se sabe del General-Ingeniero Hans Kammler, salvo que vivía en el mismo edificio que el Baron Manfred Von Ardenne y que visitaba frecuentemente los laboratorios subterráneos de Von Ardenne situados en los sótanos antiaéreos de ese mismo edificio.

Kammler sustituiría a Speer en muchas áreas de la Organización de Trabajo Todt, y desarrollaría un sistema administrativo paralelo al estado, totalmente computerizado.

Construiría, a espaldas del ejército y del ministerio de armamento, las fabulosas instalaciones subterráneas de Turingia, en donde también se localizaban el grueso de las minas de uranio de Alemania y Checoslovaquia. Tras la guerra, el General Dr. Hans Kammler desapareció sin dejar rastro.

Aunque según informes de la CIA desclasificados recientemente existen indicios suficientes de su supervivencia tras la guerra y de su participación, con otra identidad, en el programa nuclear ruso a partir de 1945.


El brillante Baron von Ardenne

Es inútil buscar en una enciclopedia occidental alguna información sobre el Baron von Ardenne.

Sin embargo, en la extinta Alemania Oriental era una especie de Edison a la alemana.

Cientos de calles, colegios y edificios públicos llevan aun hoy su nombre. Von Ardenne, prolífico inventor alemán, adquiriría fama mundial antes de la guerra gracias a sus descubrimientos en el terreno de la emisión televisiva, desarrollando el sistema de transmisión de las olimpiadas de Berlín de 1936. Durante la guerra, inventaría el microscopio electrónico y los visores nocturnos de infrarrojos, así como los fusibles infrarrojos para explosivos que fueron finalmente usados para implosionar bombas como la de plutonio lanzada en Nagasaki. Von Ardenne fue clave para el desarrollo del sistema de separación de los isótopos U238 y U235 mediante súper centrifugadoras.

Tras la guerra fue entregado a los rusos por el general Kammler, desarrollando el programa nuclear soviético dentro de la empresa ruso-germano-oriental WISMUT, localizada en Turingia.

Más tarde, trabajó en el Instituto para la separación industrial de isótopos (SUCHUMI) en la Unión Soviética.

Desde 1955, fue fundador y director del instituto de investigación germano oriental de Dresde de lucha contra el cáncer, donde desarrolló un sistema de tratamiento de tumores por radiación atómica.

Von Ardenne murió el 26 de mayo de 1997. Su compañía aún existe y es clave para la economía de la antigua Alemania Oriental.



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Parte II

Mensaje por LARRY » 05 02 2008 14:41

Uranio enriquecido U-235: ¿quien llegó antes?

El uranio que puede encontrarse en la naturaleza esta compuesto en un 99% de uranio 238, no fisionable y por tanto no apto para hacer bombas atómicas, y un 1% de uranio 235, fácilmente fisionable.

Una excepción son las minas de Oklo, en el país centroafricano de Gabón, en donde en 1972 se encontró uranio natural con un 70% de isótopo U235 y vetas de mineral que generaban reacciones sostenidas espontáneas, así como cantidades significativas de plutonio 239 en estado natural.

El proceso de separación de los isótopos de uranio es muy complejo, ya que no puede hacerse por vía química, solo mecánicamente.

Los norteamericanos del "Proyecto Manhattan" usaron un sistema de confinamiento electromagnético de separación de isótopos, llamado calutrón, que tras dos años de arduos trabajos y un gasto cercano al billón de dólares, solo había producido dos gramos de U235, a finales de 1944.

Posteriormente, en enero de 1945, los americanos iniciaron otro procedimiento de separación basado en un costoso sistema de filtrado mediante membranas de polvo de níquel comprimido del gas hexafluoruro de Uranio que, aún siendo más eficaz, apenas permitió tener disponibles dos kilogramos de U235 en julio de 1945.

El tercer sistema basado en un sistema súper-centrífugo, inventado por el alemán Von Ardenne para la producción masiva de U235 fue un éxito, pero dicho sistema solo fue conocido por los americanos desde 1958 y usado por los rusos desde 1946, después de la guerra.

El sistema consiste en una cadena de tubos en cascada de unos 10 a 15 centímetros de diámetro que se hacen girar a una 30.000 revoluciones por segundo.

El hexafluoruro de uranio con U235, más ligero que el que contiene U238, permanece en el centro del cilindro, de donde es absorbido e inyectado en un nuevo cilindro centrífugo, y así sucesivamente hasta conseguir una pureza de U235 del 95%.

Otro ingeniero austriaco llamado Gernot Zippe que colaboró con Von Ardenne y que fue capturado también por los rusos, consiguió emigrar a los estados unidos en 1958, atribuyéndose la invención del sistema centrífugo y patentándolo en occidente en 1960, en donde se conoce como "Método Zippe de Enriquecimiento de Uranio".

Desde 1960 hasta 1985, el sistema centrífugo fue usado también en Estados Unidos.

Es diez veces más eficaz y de mucho menor consumo eléctrico que el sistema de filtrado americano.

Aún hoy los rusos siguen usando el sistema centrífugo, y de hecho son los mayores productores del mundo de U235.

El sistema de enriquecimiento mediante cascada de súper-centrifugadoras es usado además en Holanda, Corea del Norte, China, Irán, Irak e Israel.

Como resultado de lo anterior, y ante la imposibilidad del proyecto americano de realizar una bomba de uranio 235, enfocaron todos sus esfuerzos en la fabricación de una bomba de plutonio 239, elemento artificial también fisionable apto para la fabricación de bombas.

En 1942, el físico italiano del Proyecto Manhattan, Enrico Fermi, consiguió poner en funcionamiento sostenido un reactor nuclear que permitía la fabricación de plutonio PU239, mediante la radiación intensiva del uranio 238.

A pesar de todo, los Estados Unidos solo disponían de 6 kilogramos de plutonio a mediados de julio de 1945.


Una prueba antes de la ofensiva de Kursk

En las vísperas de la batalla de Kursk, un teletipo por valija diplomática fue enviado a todas las embajadas alemanas en Europa.

En dicho comunicado se informaba de que había sido realizada con éxito la prueba de una bomba nueva, de poco tamaño y formidable potencia.

Se trataba de una bomba mixta de explosivo convencional y una pequeña cantidad de material fisionable que habría hecho las veces de fulminante de alto poder sobre la carga de explosivo convencional.

Pero los alemanes ya tenían una prueba de la eficacia de sus métodos en el manejo de material nuclear.

Y lo que es más importante: ya en 1943, los alemanes hicieron acertadas estimaciones de la potencia de una bomba atómica de uranio.

De 1943 son los detallados planes nazis de ataque nuclear contra Nueva York, ideados por la OKL, la oficina de la Luftwaffe de Hermann Göring, en donde se especificaban exactamente los valores en kilocalorías por kilómetro cúbico del efecto de una explosión nuclear en Manhattan, y que coincidían por completo con la cantidad de kilotones de la bomba que sería usada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima.


Zielvorschlag New York" (Objetivo Nueva York)

En 1987 se publicó una obra que hoy es ya un clásico: "Waffen und Geheimwaffen des deutschen Heeres. 1933-1945."

El autor es el historiador Fritz Hahn, que pertenece sin la más mínima duda al campo de la historiografía más académica y oficial.

En la página 168 del tomo II se encuentra reproducido el siguiente documento:

"Nos encontramos pues, ante un documento perfectamente conocido y aceptado como auténtico, por la más rigurosa historiografía oficial.

Este plano se realizó en Alemania en 1944 y se le relaciona en todo momento con los proyectos que surgieron aquel año para bombardear Nueva York con cohete como el A-9/A-10 o con aviones espaciales como los concebidos por Eugen Sänger. Según los historiadores oficiales, estos ingenios habrían transportado cargas explosivas convencionales de una o dos toneladas.

Pero para lanzar esas dos toneladas sobre América se requería un costoso cohete de 100 toneladas de peso. Un arma tan antieconómica sólo podría haberse usado a muy pequeña escala y con un impacto más psicológico que militar. He aquí el motivo de que todos estos proyectos fuesen cancelados, concluyen los historiadores ortodoxos.

Pero si se fijan con atención en el documento, verán que éste nos cuenta una historia MUY DIFERENTE.

Como se puede ver nos encontramos ante un mapa que indica la densidad de distribución calorífica (en kilocalorías por kilómetro cuadrado) que generaría cierto bombardeo de la ciudad de Nueva York."


Se indica:

"La zona circular de daño máximo, que llega hasta los 1,35 km de distancia del centro de impacto.

La zona de daño secundario que alcanza hasta un radio de 4,35 km del centro teórico de impacto.

Un círculo punteado de 2 km de radio, que indica la zona de dispersión probable del impacto, es decir, la zona alrededor del centro teórico de impacto donde el misil caerá probablemente de modo efectivo.

Lo importante es fijarse ahora en las cifras indicadas. La densidad de cobertura calorífica media en la zona de daño máximo es de 1,4 por 10E8 kcal/kmE2 y en la zona de daño secundario de 7 x 10E6 kcal/kmE2.

Es decir, que en un círculo de 1,35 km se depositarían 140.000.000 kcal por cada kilómetro cuadrado; o lo que es lo mismo 140.000.000.000 calorías por kilómetro cuadrado (140 mil millones).


Con ayuda del gráfico es fácil calcular la energía calorífica total que se habría depositado:
  • Zona de daño máximo 7,435 x 10E8 kcal.
  • Zona de daño secundario 3,695 x 10E8 kcal.
  • Energía calorífica total depositada 11,130 x 10E8 kcal.
En una explosión nuclear típica, aproximadamente entre el 6% y el 8% de la energía desprendida se irradia sobre las superficies adyacentes.

Sabido esto, y conociendo la equivalencia en calorías de un kilotón (un kilotón o kt equivale a la fuerza explosiva de 1.000 toneladas de TNT, que equivalen a su vez aproximadamente a 1,12 x 10E12 colorías), es fácil estimar la potencia de la bomba que habría generado la onda de choque térmica del mapa.

Los valores que se obtienen están entre los 14 y los 18,8 kt.

Algunas consideraciones:

a) Es, por supuesto, completamente imposible producir los estragos que muestra el plano usando cohetes con cabezas convencionales de una o dos toneladas, a no ser que se usen muchos miles simultáneamente.

b) Toda explosión atómica produce tres efectos principales:
  1. Onda de choque
  2. Efecto térmico
  3. Radiaciones
Pero es el calor el que causa el 60% de las muertes en toda explosión mayor de 10 kt.

Este es el motivo por el que los científicos alemanes se limitaron a indicar el alcance letal de los efectos térmicos.

En la zona de daño máximo se depositan 14 calorías por centímetro cuadrado (14 cal/cmE2).

Dado que con 10 cal/cmE2 ya se producen quemaduras mortales de tercer grado, se comprende que lo que el mapa nos indica es el área en el que la tasa de mortalidad habría sido prácticamente del 100% (toda la parte central y sur de la isla de Manhattan).

c) Los parámetros de este artefacto se parecen a los de la bomba de Hiroshima de modo "asombroso":

La mayoría de autores estiman la potencia de Little Boy entre 15 y 20 kt.

En Hiroshima se depositaron 10 cal/cmE2 hasta un radio de 1,6 km (Encyclopedia of Sciencie & Technology. Volumen 12, página 130. Editorial Mc Graw Hill).

Haciendo una breve extrapolación lineal vemos que este artefacto habría liberado unos 11 cal/cmE2 en ese mismo radio.

d) En definitiva podemos ver que los autores del documento que nos ocupa tenían un conocimiento preciso de los efectos del artefacto que habían planeado lanzar.

Pero la bomba atómica era un arma completamente nueva y revolucionaria cuyos efectos exactos no se podían prever con tanta precisión.

Hitler tranquiliza a Mussolini

En abril de 1944 tuvo lugar una importante reunión en el castillo de Klessheim de Salzburgo, a la que asistieron Benito Mussolini, Adolf Hitler, el mariscal Rodolfo Graziani, Von Ribbentrop, Keitel, Dollman y el embajador de Alemania en Italia, Rhan.

Con objeto de tranquilizar a su aliado, Hitler le transmitió una información extraordinaria, corroborada por varios testigos en declaraciones hechas tras la guerra.

Hitler dijo: "...tenemos aeroplanos a reacción, tenemos submarinos no interceptables, artillería y carros colosales, sistemas de visión nocturna, cohetes de potencia excepcional y una bomba cuyo efecto asombrara al mundo. Todo esto se acumula en nuestros talleres subterráneos con rapidez sorprendente. El enemigo lo sabe, nos golpea, nos destruye, pero a su destrucción responderemos con el huracán y sin necesidad de recurrir a la guerra bacteriológica para la cual nos encontramos igualmente a punto. No hay una sola de mis palabras que no tenga el sufragio de la verdad. ¡Veréis!..".

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Parte III

Mensaje por LARRY » 05 02 2008 14:56

Test atómico en la Isla de Rügen

A principios de Octubre de 1944, el periodista italiano Luigi Romersa, ya famoso por su reportaje sobre la liberación de Mussolini efectuada un año antes por tropas especiales alemanas en el Hotel Gran Sasso, recibía del Duce una misión extremadamente importante: viajar a Alemania con objeto de informarle de los avances realizados en el III Reich en el campo de las armas secretas.

El periodista fue llevado a visitar las instalaciones subterráneas de Turingia, las rampas de lanzamiento de las todavía desconocidas V-2, y lo que seria más importante: una prueba de la bomba atómica alemana totalmente operativa.

En varios artículos escritos desde 1947 en prestigiosas revistas militares europeas, el periodista Luigi Romersa declaró ser testigo de una prueba nuclear alemana el 12 de octubre de 1944 a las 11:45am. en la isla de Rügen, en el mar báltico y próxima a la base de Peenemunde, donde se realizaron la mayor parte de las investigaciones sobre cohetes.

La magnitud de la explosión atómica fue captada fotográficamente desde varios lugares de la costa báltica, y la onda sísmica provocada por la detonación fue detectada en la distante Estocolmo.

Dos meses después, el 16 de diciembre de 1944 un entusiasmado Mussolini pronunciaría su último discurso público ante miles de fascistas en el teatro lírico de Milán, anunciándoles el inminente ataque germano contra las principales ciudades aliadas, un ataque definitivo con bombas y cohetes de potencia extraordinaria, bombas con capacidad de destruir ciudades enteras en un instante.

El 20 de abril de 1945, Mussolini volvería a hablar de las bombas atómicas alemanas.

Llamó al periodista G.G. Cabella, antiguo amigo y director del periódico "Il Popolo d´Alessandria", y le dicta el que seria después considerado como "testamento político" del Duce.

Mussolini afirma con rotundidad en la entrevista que los alemanes tenían ya tres bombas terminadas, y que su uso puede suponer un vuelco de la situación.

Al menos un documento oficial desclasificado hace referencia a la prueba de Rügen:

El 24 de enero de 1946, un piloto de la Flak antiaérea alemana llamado Ziesser es interrogado por el capitán Helenes T. Freiberger de la inteligencia americana.

Dicho piloto hace una descripción detallada del lugar y momento del test nuclear, que coincide exactamente con el informe de Romersa.

Nota: Si quieren saber más acerca del Test atómico en Rügen, os recomiendo que leáis el siguiente artículo: Las “ARMAS SECRETAS” de Hitler, algo más que fantasía, que fue extraído de la revista española "Defensa",en el número de agosto-septiembre de 1984, un artículo donde relata la gira que realizó Luigi Romersa en el otoño de 1944 por los principales centros alemanes productores de armas secretas, como enviado especial del propio Benito Mussolini.


Las “ARMAS SECRETAS” de Hitler, algo más que fantasía

De Luigi Romersa.

La Historia que me dispongo a contar parte de ciertas experiencias a las cuales asistí hace 40 años y que tuvieron lugar -aún se encontraba en curso la guerra mundial- fueron definidas por muchos, apresuradamente, de fantasías. En un primer momento las consideraron fantasías, a decir verdad, también los servicios secretos estadounidenses, ingleses y franceses los cuales, sin embargo, debieron volver sobre sus pasos y tratar con todos los medios a su disposición, de colocarse a buen recaudo.

Estoy hablando de las armas secretas alemanas a las cuales se encuentra estrechamente ligado el nombre, o mejor dicho, el genio de Wernher von Braun, al cual me ligó, durante años, una amistad fraterna.

En concreto, desde 1944 hasta su muerte.

Que Alemania hacia el final del conflicto, dispusiese de un arsenal de armas que, con relación a las que normalmente usaban sus enemigos por estructura y potencia desafiaban la fantasía, es un hecho reconocido fuera ya de toda discusión.

Con el fin de la guerra, el mito de estas armas terminó o, cuanto menos fue archivado especialmente por quienes ante el primer anuncio del empleo de medios capaces de revolucionar la técnica bélica, se mostraron incrédulos y atribuyeron la sensacional declaración al cerebro, siempre en fermento, de aquel brujo de la propaganda alemana que fue el ministro Goebbels. Pero la capitulación de Alemania, con la desaparición de las pesadillas que en los últimos meses habían empujado a los Estados Mayores aliados a forzar las defensas germánicas con un amplísimo empleo de hombre y de medios, abrió el camino a la verdad y la historia de las armas secretas se convirtió en una nueva rama de la ciencia militar al cual se aplicaron de inmediato, y con extremo interés estadounidenses, ingleses y rusos.

En 1945, al anunciar oficialmente la victoria, Churchill dijo: “Los descubrimientos recientemente llevados a cabo por nosotros en territorio alemán, francés y holandés, muestran como el derrumbe del enemigo libró a Gran Bretaña del peligro, gravísimo, no sólo de los torpedos volantes y de los proyectiles cohetes, sino también de las baterías múltiples de gran radio que estaban a punto de ser instaladas contra Londres. Los Ejércitos aliados aplastaron la víbora en su nido, justo a tiempo. Los alemanes estaban, además alistando una nueva flota de sumergibles a inmersión continua y estudiando una nueva táctica que, materializada, habría podido llevar la guerra submarina a un grado equiparable a los peores días de 1942”.

A esta autorizada voz se unieron otras muchas llegándose a la publicación de un verdadero y propio catálogo de aquello que los científicos alemanes estaban aprontando para la Wehrmacht, cuando ya había comenzado su agonía. El coronel D.L. Putt, del Mando de las Fuerzas Armadas estadounidenses destacadas en los territorios ocupados, no fue menos explícito que Churchill al comentar la conclusión de las operaciones. “Sólo unas pocas semanas más -dijo- y los alemanes habrían puesto en funcionamiento un arma resolutiva, acoplando la V-2 a la bomba atómica de la que poseían dos ejemplares”. Y después, el jefe supremo de las tropas de invasión, general Eisenhower, en su libro “Cruzada en Europa“, escribió: Si el enemigo hubiese podido ultimar la producción de sus nuevas armas seis meses antes y usarlas en masa, nuestro desembarco habría sido seriamente obstaculizado, sino convertido en imposible. Estoy convencido que con el empleo de tales medios, los alemanes habrían podido hacer fracasar nuestra operación “Overlord”.

Las palabras de Eisenhower encontraron eco en una publicación de la Universidad de Chicago titulada “El arma aérea de la SGM”, en la que se lee: Para los aliados la operación Overlord” se resolvió afortunadamente. Pero en los últimos meses los alemanes habrían podido cambiar el curso de la guerra.

Tras una primera oleada de revelaciones clamorosas, como he dicho, volvió el silencio. Fue la aparición de los primeros platillos volantes lo que reavivó el recuerdo de las armas secretas alemanas y relacionó el misterio de aquellas inalcanzables y velocísimas máquinas a lo que Alemania produjo cuando se encontraba en las últimas. ¿Había o no algo de verdad en todo esto? Lo veremos de inmediato.


LAS DUDAS DE MUSSOLINI

Sobre la existencia o no de nuevos destructores ingenios con los cuales el III Reich se aprestaba a revolucionar el arte bélico conocido hasta entonces, se hablaba mucho, pero sin datos precisos, dado que en la materia los alemanes eran muy avaros de información, incluso con sus aliados y en particular con los italianos. Mussolini estaba ansioso de saber pero cada vez que afrontaba el argumento se le respondía con un muro de circunspección. De las armas secretas, Hitler y Mussolini hablaron por vez primera durante un encuentro que celebraron en abril de 1944 en las cercanías de Salzburgo, en el castillo de Klessheim, construido por Hildebrand, padre del barroco austriaco, que había pertenecido al hermano del emperador Francisco José y que fue residencia estival de los obispos salzburgueses. El encuentro duró tres días. Con Mussolini se encontraba el mariscal Rodolfo Graziani, mientras que a Hitler le acompañaba Von Ribbentrop, Keitel, Dollman y el embajador Rhan.

Mussolini llegó de Italia en tren: Graziani en automóvil. El convoy especial que llevaba al duce se detuvo en vía muerta. El führer esperaba a su huésped en la estación. Utilizando automóviles, el grupo de personalidades alcanzó el castillo en el que se hospedaron sólo Mussolini y Graziani, mientras que los demás ocuparon un palacete en el parque, que fue residencia del archiduque Pedro Fernando. El primer coloquio, de alrededor de una hora, sirvió a Hitler para trazar un panorama de la situación general, política y militar. Fue un soliloquio en el curso del cual el jefe del III Reich vertió sobre los presentes un torrente de impresiones y de declaraciones, tocadas de un ligero optimismo. En aquella época, Hitler se encontraba fatigado, deciase que perdía la vista rápidamente y, desde luego, se notó que caminaba inseguro, seguido de continuo por su médico personal. Durante las discusiones estuvo, sin embargo, vivacísimo y agresivo. Afirmó que la conclusión de la guerra sería sin duda victoriosa porque el inmediato empleo de nuevas armas desharía los planes enemigos.

Paseando por la estancia, mientras Mussolini, sentado en un sillón lo miraba intensamente, ansioso de saber la verdad, dijo: “…tenemos aeroplanos a reacción, tenemos submarinos no interceptables, artillería y carros colosales, sistemas de visión nocturna, cohetes de potencia excepcional y una bomba cuyo efecto asombrara al mundo. Todo esto se acumula en nuestros talleres subterráneos con rapidez sorprendente. El enemigo lo sabe, nos golpea, nos destruye, pero a su destrucción responderemos con el huracán y sin necesidad de recurrir a la guerra bacteriológica para la cual nos encontramos igualmente a punto”. Con las manos a la espalda, la cabeza baja, medía en largo y ancho la sala que resonaba a sus pasos. En un momento dado se detuvo y, dirigiendo sus ojos enrojecidos sobre sus huéspedes, añadió: “No hay una sola de mis palabras que no tenga el sufragio de la verdad. ¡Veréis! ”.

Mussolini regresó a Gargnaro, sobre el lago de Garda, donde tenía su residencia algo más tranquilizado, pero con evidentes deseos de saber más.

En el otoño de 1944 fui llamado a la villa de Orsoline, que se encontraba poco distante de la villa Feltrinelli, en la cual el jefe de la República Social habitaba con su familia y allí el duce me dio el encargo de viajar a Alemania para ver, me dijo: ...más de cuanto se me ha dicho en Klessheim donde sólo obtuve informaciones genéricas. Comprendo las reservas del “führer” pero al menos yo debería disponer de informaciones más precisas. Le confío, pues, un encargo delicadísimo para el cual le he preparado algunas cartas credenciales. A su regreso venga a darme cuentas. Las cartas eran una para Goebbels y otra para Hitler.


RELATO DE UN TESTIGO

Viajé a Alemania en automóvil. En el cuartel general de Hitler en Rastenburg, en Prusia Oriental el jefe del III Reich en persona, después de haber leído la carta de Mussolini me autorizó a visitar las fábricas de armas secretas y a asistir a varios experimentos. Comencé con las fábricas subterráneas, concentradas sobre todo en Baviera y en la alta Silesia. Estaba a punto de ser lanzada la V-2, hablándose de ella como un perfeccionamiento de la V-1, que se había demostrado demasiado lenta y por eso mismo abatible por la caza británica. Vi una V-2 en su montaje y en el lanzamiento. Era un ingenio de más de 14 Tm., cargado de explosivo de gran potencia, previsto de un sistema de propulsión absolutamente nuevo. Tenía un alcance de varios centenares de kilómetros, viajaba por la estratosfera y caía sobre el blanco a velocidad supersónica. Ni los aviones, ni los medios normales de avistamiento podían impedir la caída o advertir la llegada.

Las fábricas subterráneas a las que he hecho referencia, eran pequeñas ciudades construidas en las vísceras de las montañas. Se bajaba con ascensores, como en las minas. Las entradas, oportunamente mimetizadas eran vigiladas por patrullas y defendidas por puestos de ametralladoras y artilleros. Inmensas galerías, iluminadas de continuo, se extendían a lo largo de kilómetros y kilómetros, enlazadas por trenecillos que servían para el transporte del material y de las personas.

Durante la visita, vi también algunas galerías de la Luftwaffe en las que se estaban concentrando los aviones de cohetes y a reacción para una gran ofensiva. En las cercanías de Kiel donde en los astilleros fortificados había varios sumergibles provistos de un ingenio, el schnorkel, que les permitiría permanecer inmersos durante un tiempo indeterminado, en un lugar observé a un gran torpedo. De especial el artefacto tenía solo la cabeza, bastante gruesa. Supe por uno de los ingenieros que se trataba de un torpedo acústico capaz de buscar el blanco. Lanzados por un submarino, estos torpedos que navegaban en inmersión, eran atraídos por las ondas producidas por las hélices de los barcos atacados. Dotados de una velocidad superior a la de los torpedos normales, estaban en condiciones de seguir y alcanzar cualquier buque. De todas formas el punto fuerte del arsenal bélico germánico era la bomba disgregadora, es decir la atómica, cuyo primer experimento tuvo lugar en una isla del Báltico, en Rügen.

En la noche entre el 11 y el 12 de octubre de 1944 me encontraba de nuevo en Berlín. Un automóvil militar vino a recogerme al hotel Adlon, en el que me alojaba. Uno de los Oficiales que se encontraba a bordo del vehículo me comunicó que al regreso del viaje sería recibido por el ministro Goebbels. Pregunté qué a dónde íbamos pero no contestaron. Partimos a las dos de la madrugada. Llovía con insistencia. Una lluvia continua y sutil, desde un cielo bajo, lleno de nubes hilachosas. Llegamos al destino hacia las diez. Sólo cuando descendí del automóvil supe que me encontraba en la costa báltica, en las cercanías de Stralsund, y que con una motora alcanzamos la isla de Rügen. Este era el centro de experiencias donde se alistaban las nuevas armas alemanas, un lugar secreto vigilado por unidades especiales y vedado a quien no se encontrase en posesión de un salvoconducto firmado por el jefe del Estado Mayor General de la Wehrmacht.

Nos dirigimos de inmediato a una zona protegida por árboles. En una vasta área del bosque habían sido preparadas construcciones en piedra y refugios de cemento armado. Entramos en una torre blindada, semienterrada, a través de una puerta metálica que fue cerrada de inmediato. Dentro estábamos cuatro: mis dos acompañantes, un hombre vestido de un mono y yo. "Asistiremos a una prueba de bomba disgregadora. Es el más potente explosivo descubierto hasta ahora.

Destruye todo. No se resiste nada", dijo uno. Casi no respiraba. Miraba el reloj y esperaba que fuese mediodía, hora fijada para el experimento. Nuestro observatorio se encontraba a algunos kilómetros de la zona del estallido. Hasta la tarde -intervino el hombre vestido con el mono- habrá que permanecer aquí dentro. Saldremos al anochecer. La bomba desprende radiaciones que pueden dañar seriamente. Su radio de acción es mucho más amplio que el de una potentísima bomba normal. Más o menos un kilómetro y medio. La lluvia se había hecho más violenta. De pronto, en el interior del refugio sonó el teléfono. Desde la central advirtieron que el experimento había sido anticipado a las 11:45.

Desde del refugio, a la altura de los ojos, tenía una aspillera protegida por una cristal ahumado. Veía sólo árboles y tierra baldía y oscura. El teléfono sonó de nuevo. Comunicaron la hora exacta con la cual sincronizamos nuestros relojes. De pronto un bramido tremendo sacudió las paredes de la torre; después de un resplandor cegador, una densa cortina de humo se extendió sobre el campo. Nadie hablaba. Con los ojos pegados a la aspillera miraba la nube que avanzaba compacta. Fuimos engullidos por ella. La sensación era que la torre se precipitaba en un abismo. Finalmente, el hombre vestido con el mono, que era un coronel del Heerswaffencunt, el servicio dedicado a la preparación de los armamentos, rompió el silencio y dijo:

“Lo que constataremos hoy es de importancia excepcional. Cuando podamos lanzar nuestra bomba sobre las tropas de invasión o sobre una gran ciudad enemiga, los angloamericanos se verán obligados a meditar si vale la pena continuar la guerra o concluirla razonablemente. Hace años que estudiamos. A través de experiencias largas y fatigosas hemos llegado finalmente a la realización del ingenio. Tenemos establecimientos por doquier. Algunos han sido alcanzados y dañados, especialmente en Noruega, pero en Peenemunde todo permanece intacto, si bien los aliados han tratado de arrasar aquella central. En seis o siete meses habremos construido las primeras bombas en serie y entonces las cosas cambiarán, si bien algunos se encuentran confusos ante el empleo de este terrible medio”.

Hacia las dieciséis horas, en la penumbra, aparecieron unas sombras.

Corrían hacia nuestro refugio. Eran soldados que endosaban extrañas escafandras. Entraron y cerraron tras de si apresuradamente la puerta.

Alles kaput!, digo uno, después de haberse quitado la protección. También a nosotros nos dieron una especie de albornoz blanquecino, rugoso y filamentoso. No podría decir de que estaba hecho, aunque al tacto parecía un compuesto de amianto. Ante los ojos el cubrecabezas tenía un pedazo de mica. Calzamos botas altas pero ligerísimas y metimos las manos en guantes del mismo tejido que el albornoz. Salimos en fila precedidos por los soldados. A medida que avanzábamos la tierra aparecía más revuelta. Hacía frío y la humedad llegaba hasta los huesos en aquel bosque por el que parecía que hubiera pasado una oleada de fuego. En un cierto momento, con el pie golpeé algo. Era la carroña de una cabra carbonizada. Las casitas que pocas horas antes había visto instaladas habían desaparecido, reducidas a montones de piedras. Más nos avecinábamos al lugar de la explosión y más la ruina tenía aspecto trágico. La hierba había tomado un extraño color de gamuza y los árboles que permanecían en pie estaban desprovistos de hojas.


LO QUE DIJO GOEBBELS

Por la noche regresé a Berlín. Hacia finales de octubre tuvo lugar mi encuentro con Goebbels, en su casa de la Unterden Linden. Era la primera vez que lo veía directamente. Vestía un traje gris con una camisa blanca y una corbata azul a rayas rojas. Era pequeño, con el rostro más bien oscuro y los ojos movilísimos y punzantes. Sé por el subsecretario Neumann -me dijo- que ha tenido una entrevista exhaustiva y que ha asistido a un experimento en Rügen. Con estos y otros medios que en algunos meses estaremos en condiciones de producir en gran número, podremos inferirle al enemigo un golpe decisivo. La bomba disgregadora, cuya fabricación en serie ha comenzado con un notable retraso sobre la fecha prevista, será la gran novedad de este siglo. Una contramedida, si tiene lugar, no será posible antes de un par de años, cuando la guerra será ya un recuerdo…

Hizo una pausa tras la cual añadió: De los sumergibles especiales, provistos de schnorkel y de motores de turbina; de las nuevas bombas V radiodirigidas, de las cuales la última será una sorpresa sin precedentes; de los aviones ultraveloces, de los cohetes A-4 y A-9 teledirigidos, dotados de una autonomía de varios millares de kilómetros y accionados por un ingenio propulsor alimentado por una mezcla de alcohol y de oxígeno líquido; de todo cuanto nuestra técnica ha venido creando a través de inmensos sacrificios y años de estudio, esperamos el milagro. Por algunos meses aún debemos apretar los dientes, encajar y reaccionar en los límites de lo posible. Necesitamos tiempo. Veinticuatro horas perdidas podrían ser determinantes.

A mi pregunta de que si los aliados estaban al corriente de estos secretos, respondió: Sin duda. Sus servicios de inteligencia trabajan sin descanso. Estos bombardeos continuos, conducidos por formaciones de centenares de aviones, son un índice del nerviosismo del enemigo.

Churchill, que es sin duda el más inteligente y sagaz de nuestros adversarios, no se hace ilusiones. Sabe que las posibilidades de nuestra técnica son infinitas. Ingleses y norteamericanos buscan las fábricas de las “Vergeltungswaffen”. Visan sobre todo a Peenemunde y a los depósitos de agua pesada, pero con escasos resultados. Para apoyar la obra de los bombarderos han pensado en enviar comandos a las costas de Alemania oriental y a Noruega. Muchos saboteadores han sido capturados: en Noruega, sin embargo, una central de óxido de deuterio ha sufrido daños bastante serios.

Goebbels se refería al golpe de mano cumplido por el noruego Knut Haukelind, quien junto con otros siete paracaidistas consiguió volar un buque cargado con al menos dos toneladas de agua pesada y dañar el establecimiento de Ryukan.

El agua pesada -dijo- es el elemento esencial para la fabricación de la bomba disgregadora. Ya antes de la guerra habíamos avanzado por ese camino pero las investigaciones se suspendieron, a causa del desarrollo favorable de las operaciones militares. El “führer” estaba convencido, como por otra parte lo estaban muchos de sus colaboradores, que el conflicto se resolvería victoriosamente sin necesidad de recurrir a armas del género. El profesor Otto Hahn, director del Instituto Kaiser Wilhelm, junto con Strassman, dio a Alemania el prodigioso descubrimiento de la fisión nuclear.

El 6 de junio de 1942 yo estuve presente en una reunión decisiva sobre los estudios atómicos. El “führer” les preguntó a los científicos cuánto tiempo sería necesario para alcanzar resultados positivos. Le contestaron que al menos dos años. Hitler dijo que era demasiado, pero pidió que continuasen los experimentos sin fijar una fecha precisa. Sólo en 1943 cambió de idea y ahora se trabaja a toda marcha, pero entre enormes dificultades.

Preguntando sobre si la bomba disgregadora podría resolver por si sola la suerte de la guerra, me contestó: No completamente. Si junto con la bomba hay buena infantería y carros la cosa cambia. A esta infantería y a estos carros les estamos dando un armamento que el enemigo ni imagina. Tenemos cañones de nuevo tipo, cohetes e instrumentos que nos permiten mirar y tirar en la oscuridad con toda precisión. Esta especie de lámpara invisible es un objeto no más grande que una mano. Con él los vehículos pueden moverse como en pleno día, los artilleros apuntar sin preocuparse de la falta de luz y los carros atacar. Tenemos una decena de cohetes teleguiados cuya potencia es sorprendente y la precisión desconcertante. Cuando el enemigo vea caerle encima una lluvia de A-4 y A-9, el uno con 10 y el otro con 15 Tm. de cargas atómicas, no sé si juzgará útil seguir combatiendo…

Goebbels añadiendo: Para nosotros, ahora, en único problema es resistir.

Cualquiera en nuestras condiciones, se hubiera rendido hace ya tiempo.

Día y noche la aviación enemiga descarga sobre nosotros toneladas de bombas en la esperanza de que cedamos. Hoy los aviadores norteamericanos se pasean por los cielos alemanes. Dentro de algunos meses, con la presencia de nuestros nuevos aviones, ya no ocurrirá así.

Nos bastan seis, siete meses al máximo. Son muchos, lo sé, pero la apuesta es enorme, decisiva. La salvación de Alemania ha sido confiada a sus genios.

Fueron sus últimas palabras antes de despedirme. Por la calle la gente reentraba de los refugios. Sobre Berlín había una claridad neblinosa. En el horizonte se reflejaban unos incendios.

Los meses indicados por Goebbels transcurrieron y la guerra acabó con la derrota de Alemania. Muy pocos de los medios prodigiosos mencionados entraron en acción, y por tanto quienes sostuvieron que las armas secretas eran solo un expediente propagandístico creyeron haber tenido razón. Sin embargo, como he dicho al principio, ni Churchill ni los Estados Mayores, ni los servicios secretos aliados, incluido el de los rusos, eran de ese parecer y sus preocupaciones como observaron una vez finalizadas las hostilidades, eran más que fundadas. El capítulo de las armas secretas era una realidad pasmosa de la guerra. Los prodigios de hoy, que duda cabe, nacieron entonces.


Jonastal III C: La fortaleza subterránea de Turingia

La sospecha de que los alemanes estaban consiguiendo resultados en la investigación nuclear provocó, a finales de 1944, un incremento exponencial de los ataques de la aviación aliada, con objeto de desbaratar la maquinaria bélica alemana.

Pero los aliados desconocían donde estaban las famosa factorías secretas, así que procedieron a un bombardeo sistemático de todo el territorio alemán, incluyendo cualquier objetivo militar y también civil.

Pero la industria secreta nazi estaba fuera del alcance de las bombas aliadas: se encontraba a muchos metros de profundidad en la montañosa región de Turingia donde interminables túneles alimentaban el trabajo de cientos de miles de obreros encargados de dar forma a los sueños más arriesgados de Hitler.

SÓlo en la gigantesca instalación Jonastal S III trabajaban y malvivían más de treinta mil obreros en una ciudad subterránea de veinticinco kilómetros de longitud.

Más tarde, los rusos ocuparían esas ciudades subterráneas, ubicadas precisamente sobre los ricos yacimientos de uranio del sudeste de Alemania, y crearían, desde 1946, la compañía rusa WISMUT, que durante los 40 años siguientes llegaría a fabricar más de 200.000 kilos de uranio enriquecido U235 destinados a equipar el arsenal soviético de bombas atómicas.

Posteriormente, las minas y ciudades subterráneas serian dinamitadas, y aún hoy el acceso a la zona sigue estando terminantemente prohibido por las autoridades de la reunificada Alemania.


Un He177 preparado para la guerra atómica

En las factorías Skoda en Praga, Checoslovaquia, se preparó oficialmente un misterioso avión, el Heinkel He 177-A5 Greif prototipo V38 dotado de un sistema de bombardeo a gran altitud, inusual en la Luftwaffe y equipado también con un complejo sistema externo de enganche de bombas, protección anti-radiación, un sofisticado equipamiento electrónico y una estructura de operación muy similar a la que equipaba al americano B-29 Enola Gay que lanzó la bomba atómica de Hiroshima.

Dicho "He177" modificado ha levantado siempre dudas respecto al alcance del programa nuclear alemán entre los historiadores y los aficionados a la historia de la aviación.

El alcance de vuelo de dicha versión modificada del He 177 era superior a los 6500 kilómetros, con una carga útil de cinco toneladas en bombas.

Suficientes prestaciones para llegar a Nueva York, ciudad situada a una distancia prácticamente igual que desde el centro de Europa a la remota y deshabitada región siberiana de Tunguska.

En el último plan de vuelo de aquel He177 figuraba un viaje al aeropuerto militar de Kristiansand, Noruega.


"La Hiroshima Siberiana"

Hiroshima, 6 de agosto de 1945, a setecientos metros de altura (el llamado "Ground Zero Point"), estalla un ingenio capaz de destruir toda una ciudad.

Con la luminosidad de mil soles, la deflagración arrasa y volatiliza todo en un radio de un kilómetro y medio.

Su onda de choque destroza en segundos cualquier ser o cosa, incluido en el interior de un círculo de ocho kilómetros de diámetro. Bajo el epicentro de la explosión, los árboles permanecen milagrosamente de pie, al llegarles verticalmente la onda de choque. Igual que en Tunguska, donde los árboles del epicentro permanecen aún alzados a pesar de las décadas pasadas.

La explosión de Tunguska es también parecida a la de Hiroshima en la cota de explosión: la topología de la zona y el mapa del efecto muestran que la catástrofe es parada por un monte con una altura de apenas seiscientos metros sobre el fondo del valle: el hipotético "meteorito" o el "ovni" de Tunguska explotó a unos 600 metros de altitud. La de Hiroshima explotó a 565 metros.

El radio de destrucción total es de un kilómetro y medio, aunque aún es posible rastrear los efectos de la onda de choque a más de diez kilómetros de distancia.

El incendio posterior al fenómeno multiplicó por treinta el área destruida, lo que a la postre provocará que muchos especialistas imaginen una explosión miles de veces más fuerte que la de Hiroshima, similar a una "Bomba de Hidrógeno".

Es una exageración: una explosión así habría volatilizado los árboles del epicentro, no habría quedado rastro alguno de ellos.

Se trataba pues, de una explosión de unos 20 kilotones, como en Hiroshima. Todas las investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años apuntan a una hipótesis imposible en 1908: una explosión nuclear.

Pero en 1908 no había bombas atómicas, aunque sí hubo una notable actividad de meteoritos y cometas en la zona, acribillada durante siglos por cráteres de impactos reconocibles, distintos a Tunguska en todos los aspectos.

De ahí que haya que recurrir a estrambóticas explicaciones sobre naves extraterrestres o desintegración de cometas.

Todos los especialistas discuten el origen de la explosión, pero nadie pone en duda el hecho de que la explosión de Tunguska ocurriera realmente en 1908.

Es muy probable que el poco fiable pero inteligente Stalin nos haya engañado una vez más con la fecha de nacimiento del fenómeno Tunguska, falsificándolo en más de 40 años.

No hay documento alguno publicado, anterior a 1945, que hable o se refiera a dicha explosión, en ningún idioma, incluido el ruso.

Los supuestos estudios de 1930 atribuidos a F. J. W. Whipple , de la Royal Meteorological Society de Londres, hacen referencia a grandes meteoritos caídos en Siberia a principios de siglo, que nada tienen que ver con Tunguska.


La explosión de Tunguska

El 30 de junio de 1908, un gran meteorito cruzó los cielos de Siberia Central.

Su impacto fue visible en muchos kilómetros a la redonda y, aparentemente, sus efectos provocaron extraños sucesos luminosos en todos los cielos del mundo y quedó también registrado en los sismógrafos de Londres.

(Aunque hay quien asigna el fenómeno de la luminosidad a la explosión del volcán "Peleano de Colima" en México, ocurrida también en 1908).

Ese año fue especialmente activo, con numerosas erupciones volcánicas y grandes terremotos como el de Messina en Italia.

También parecen existir errores graves de datación de todos esos registros, que no tienen en cuenta la diferencia de varias semanas entre el calendario gregoriano occidental y el usado entonces por los rusos.

Casi veinte años después, un misterioso explorador ruso con aspecto digno de un "casting de Hollywood", Leonid Kulik, organizó, en 1927, una expedición en busca del meteorito siberiano, cuyo lugar de impacto nadie había visto ni localizado hasta entonces.

1927 es también el año en que Stalin asumió la totalidad del poder soviético.

Es un mal año para hacer ciencia: tras una dura y larga guerra civil, nadie puede moverse libremente en la Unión Soviética, a riesgo de terminar pereciendo en algún lugar.

Pero finalmente, Kulik, montado en su trineo y atravesando la impracticable y densa tundra boscosa siberiana (aun hoy solo es posible ir en helicóptero), encuentra milagrosamente un remoto valle arrasado por el efecto de una gigantesca explosión.

Kulik es el primer ser humano en ver aquel espectáculo.

No hay cráter de meteorito, pero en un radio de varios kilómetros solo hay los restos de miles de árboles derribados por una fuerza brutal.

Posteriores expediciones en los años treinta y cuarenta realizaron algunos reportajes fotográficos aéreos del emplazamiento, y en 1946, un científico ruso, Alexander Kazantsev, escribió un libro contando por primera vez la historia del explorador Kulik y atribuyendo la causa del fenómeno a "la explosión atómica de una nave extraterrestre" .

No existe documentación publicada anterior al año 1946 referente al fenómeno de Tunguska ni dentro ni fuera de Rusia.

Sólo algunas notas de los diarios de 1904 a 1910 reportando la visión de la caída de varios meteoritos perdidos en aquella remota y despoblada región de Siberia.

Hasta aquí la historia oficial, que durante las últimas cinco décadas ha traído en jaque a astrónomos, geólogos y un descomunal ejercito de ufólogos y parapsicólogos con la misión de explicar lo inexplicable.

Pero la realidad pudo fácilmente ser otra: En 1946, Stalin se encuentra en el máximo apogeo de su poder: ha ganado una guerra, ha eliminado a todos sus enemigos, como León Trotsky, borrando toda huella de su existencia, falsificando incluso las fotografías que construyen la historia soviética.

1945-1946 son también los años en que los americanos empezaron a enviar sus aviones espía sobre el territorio de su antiguo y ahora preocupante aliado comunista.

En 1945, a Stalin le apetece muy poco que los americanos descubran Tunguska, una enorme muestra de la vulnerabilidad de su imperio soviético: la huella del ataque con una bomba atómica realizado por los alemanes el 23 de febrero de 1945.


Stalin y la fabricación del mito de Tunguska

Todas las fotografías existentes de Tunguska muestran un espectáculo idéntico: la devastación sin precedentes de una gigantesca masa forestal.

Dichas fotografías son al menos de 1927, según las propias fuentes soviéticas , año en el que, según se dice, Leonid Kulik descubrió el sitio tras realizar su prosaica y afortunada expedición en trineo, atravesando miles de kilómetros de bosque impenetrable.

Las fotografías aéreas son, según las fuentes, algo más tardías: de finales de los años treinta.

Sin embargo ofrecen el mismo espectáculo: desolación total y ninguna recuperación forestal (a pesar de haber transcurrido más de treinta años del suceso).

A partir de 1946, la recuperación del bosque de Tunguska parece casi instantánea, al igual que ocurrió en los años siguientes al bombardeo de Hiroshima, por efecto de la radiación.

¿Una milagrosa respuesta retardada de la naturaleza?

Pero tenemos un buen ejemplo cercano: En 1980 se produjo la explosión volcánica del monte St. Helen, situado en el estado de Washington, en el extremo noroeste de los estados unidos.

Una fuerza un millón de veces mayor que la del fenómeno de Tunguska hace desaparecer media montaña, y destruye y derriba millones de árboles en un radio de decenas de kilómetros.

Pero la secuencia de fotografías realizadas con posterioridad nos revelan la casi total y espectacular recuperación de los bosques vecinos al volcán en solo quince años.

Sin embargo, casi cuarenta años después de la misteriosa explosión de Tunguska, en 1946, el aspecto del devastado panorama forestal es aún idéntico al de los bosques de St. Helen en 1981, solo un año después de la catástrofe americana.

Algo parecido ocurre en Hiroshima, pero por efecto de la radiación, se produce un crecimiento vegetal acelerado en el área previamente destruida por la bomba atómica.

De ser cierta la hipótesis soviética de la historia de Kulik, en 1927 la recuperación del bosque de Tunguska tendría que haber sido casi completa.

Todo parece indicar que la explosión de Tunguska no pudo ocurrir en 1908: se trata de una sofisticada falsificación de los Servicios Secretos de Stalin, que ocultaron las huellas de la misteriosa deflagración tras la cortina de humo de la caída de varios meteoritos ocurrida a principios de siglo en un área indeterminada de Siberia y tras una fantástica historia de una supuesta expedición de búsqueda que parte justamente al comenzar el estalinismo, y que termina en 1942, al morir Leonid A. Kulik a los sesenta años de edad, en el frente del este luchando contra los alemanes... y al ser detenido, exterminado por el tifus y desintegrado en un campo de concentración alemán.

(Conviene señalar que los rusos nunca enviaron al frente a nadie que supiera algo más que leer y escribir: todos los hombres y mujeres de formación superior quedaron desde el primer día exentos del combate y eran usados en las industrias soviéticas de retaguardia. Mucho menos eran enviados al frente científicos de sesenta años de edad que podrían ser útiles en retaguardia, tras las líneas de combate).

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LARRY
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Parte IV

Mensaje por LARRY » 06 02 2008 18:01

"¿Porque atacar Tunguska?"

Cuando, en 1943, le fue mostrado a Adolf Hitler el funcionamiento del nuevo y revolucionario caza a reacción Me262, el dictador nazi reaccionó de una forma aparentemente ilógica: decidió convertir el nuevo caza en un bombardero táctico, ante la sorpresa y consternación de los militares presentes.

Hitler veía en aquel caza la posibilidad de mostrar a sus enemigos que aún podía atacarles y bombardearles con total impunidad, al igual que hacían los Aliados usando los gigantescos "Raids de Bombarderos", que azotaban Alemania.

Lo mismo ocurrió con el misil V-2: aún siendo una maravilla técnica, militarmente la V-2 fue un fracaso absoluto. Provocó más muertos entre las tropas encargadas de su manejo y construcción que como resultado de su impacto en territorio enemigo.

Muchos, entre ellos el propio ministro de armamento Albert Speer, sabían que en aquellos momentos el programa de cohetes era un inmenso gasto superfluo para el Reich, pero Hitler lo veía de otra manera.

La V-2 era para él un "arma diplomática", un instrumento que podía forzar a los Aliados a una tregua o a firmar una paz provocada por el miedo.

Hitler nunca envió las V-2 contra los soviéticos, ya que simplemente no consideraba que esa fuera una medida de presión contra Stalin y su ejército, disperso y casi indiferente a la destrucción y las perdidas humanas.


El Führer era un obseso de la geopolítica

Para él, cualquier acción podía tener consecuencias políticas indirectas, tan barrocas e imprevisibles que pocos en su entorno eran capaces de detectar o adivinar.

Este mismo criterio le empujó a firmar el pacto de no agresión con Rusia en 1939, a declarar la guerra a los americanos en 1941 para así presionar a los japoneses a un ataque contra la retaguardia Rusa, o a retirar las mejores tropas SS de la batalla de Kursk en su punto álgido y enviarlas a Italia, con objeto de reforzar la moral de los italianos aún leales a Mussolini tras su derrocamiento de 1943.


Así era Hitler

Para Hitler, la bomba atómica era en esencia otra "arma diplomática" para cambiar de raíz el curso de los acontecimientos y descubriendo por primera vez una forma de hacer política que más adelante todo el mundo llamaría "política de disuasión nuclear".

Bombardear una remota y deshabitada región de Siberia ofrecía varias ventajas, seguramente inexplicables para cualquiera que no estuviese familiarizado con la psicología del jefe del Reich.

No había forma de dañar seriamente a los soviéticos con una sola bomba atómica, ya que su industria y su ejército estaban dispersos por la inmensidad soviética.

Otra cosa habría sido que Hitler hubiera dispuesto de varios cientos de bombas como la de Hiroshima que, bien empleadas en el frente del este podían haber desintegrado buena parte del Ejército Ruso.

El riesgo que corrían los alemanes era mínimo en caso de que la bomba no explotara al ser lanzada sobre Tunguska .

El artefacto atómico quedaría perdido en el denso y desierto bosque siberiano, sin posibilidad de ser recuperado y reutilizado de forma inmediata por los soviéticos.

Bombardeando intencionadamente una zona desértica de Siberia, Hitler evitaba incrementar el odio y la represalia que las tropas rusas, ya en territorio alemán, estaban mostrando contra la población y el ejército germano conquistados.

Con la explosión en Tunguska, advertían a Stalin y sus Aliados de la existencia del arma atómica.

El objetivo de Hitler era esencialmente otro: persuadir a los anglo-americanos de que era mejor firmar un acuerdo, o de lo contrario podía bombardear Nueva York, Washington (objetivos aéreos equidistantes a la lejana Tunguska si tomamos como punto de referencia el centro de Europa).

Hitler confiaba en que los rusos hablaran inmediatamente a los americanos de la explosión de Tunguska y que después ellos sacaran conclusiones al medir las distancias, y descubrieran que podían ser susceptibles a un ataque atómico nazi.

En la mente de Hitler, Tunguska era por tanto el sitio ideal para dejar caer la primera bomba atómica operativa de la historia, una bomba idéntica a la de Hiroshima.

Pero una vez más, sus sofisticadas expectativas geopolíticas chocarían con el pragmatismo elemental de sus enemigos angloamericanos y rusos, que rara vez cedieron o entendieron las complejas maquinaciones políticas de Hitler.

El Jefe del "Reich de los Mil Años" aún tendría fuerzas para organizar su ultima "gran jugada geopolítica", quizá la más exitosa, a la vista de las fuertes polémicas, la represión y censura que aún suscita lo nazi, y los millones de admiradores del nacional-socialismo que hay en el mundo casi sesenta años después: la creación del mito histórico de la resistencia del régimen nazi en Berlín hasta la aniquilación total.


Hitler promete la victoria final

En su última alocución radiada del día 23 de febrero de 1945, el propio Adolf Hitler promete la victoria final, mientras declara, en boca de un dramático Joseph Goebbels, que pide a Dios que le perdone por hacer uso de un arma demoledora y definitiva.

Esa misma mañana ha tenido conocimiento de la misión exitosa del Heinkel He 177 que había despegado doce horas antes desde un aeropuerto en Checoslovaquia.

Optimista por la prueba atómica, se atreve incluso a visitar personalmente a sus tropas, que se baten en el frente del Oder.

El ambicioso plan pretende mostrar a los Aliados el poder de la nueva arma, así como el radio de bombardeo aun posible de la aviación nazi, con objeto de forzar una tregua en ambos frentes del conflicto.

Hitler pensaba que la práctica equidistancia de Tunguska a Turingia y de Nueva York a Kristiansand (el punto de Europa bajo control alemán más cercano a la costa este americana), forzaría a los americanos a pensar en la posibilidad de una ataque alemán contra alguna superpoblada ciudad de la costa este estadounidense.

Simultáneamente, se comunica al neutral gobierno español del peligro colateral y no intencionado que pueden sufrir algunas ciudades fronterizas españolas con Francia, a consecuencia del uso de las nuevas armas.

En aquellas fechas, los puertos franceses de Burdeos, Niza, Tolón y Marsella, próximos todos ellos a España, estaban siendo usados masivamente por la flota angloamericana, y por tanto se convertían en objetivos prioritarios de un posible bombardeo atómico alemán.

Pero Stalin calla, y no comunica el ataque nuclear sufrido en Tunguska a sus aliados angloamericanos.

Sus tropas se encuentran ya muy cerca de Berlín, y sabe que incluso un ataque generalizado alemán contra Rusia tendrá poco efecto sobre la maquinaria bélica soviética: sus principales ciudades están ya destruidas, ha perdido veinte millones de rusos a manos alemanas y su industria esta dispersa por las inmensidades de Siberia.

No hay posibilidad de un ataque concentrado contra los soviéticos para ese tipo de armas, a no ser que la Alemania nazi dispusiera de cientos de bombas como la de Tunguska.

A los pocos días, Stalin comprueba que no hay ataque atómico masivo alemán, y ordena al Ejército Rojo el asalto definitivo a la capital del Reich.


Hitler no usa la bomba

Tras el fracaso de las posibles negociaciones con Stalin y ante la inexistencia de una respuesta angloamericana, Hitler se encuentra en la peor de las situaciones posibles.

Su ejército se bate en retirada en el oeste, retrocede sangrientamente en el este y su sistema industrial, que permanece intacto en un 80% en el subsuelo alemán, se ahoga por la falta de suministros.

Un bombardeo de aviso como el de Tunguska contra los americanos era extremadamente difícil para los nazis: toda la Europa ocupada por los Aliados, así como toda la costa este americana, única zona al alcance de un bombardeo alemán, estaba densamente poblada y podría entenderse el bombardeo como un ataque directo contra la población.

Un impacto en el Atlántico podría provocar efectos imprevisibles , quizás un maremoto, al no haber sido probada la bomba en el mar.

Adicionalmente, podía ser malinterpretado como un error técnico alemán o deberse a un fenómeno natural, como la caída de un meteorito.

Una demostración en el desierto del norte de África o en Groenlandia podría dar una imagen equivocada de la potencia destructiva de la bomba, como ocurriera en el test de Trinity de Alamogordo: la explosión tan solo destruyó la torre que sostenía la bomba y vitrificó una delgada capa del suelo, dando lugar a un nuevo mineral, la trinitrina.

Sólo le quedaba a Hitler la posibilidad de un ataque directo contra Nueva York u otra gran ciudad de la costa este americana, para forzar una posible paz con occidente, aun cuando las V-2 que ya se lanzaban sobre Londres no conseguían obligar a los ingleses a una negociación.

Hitler se mostraba inseguro: la muerte repentina de quizás millones de personas a consecuencia de un ataque nuclear puede provocar una respuesta indeseada por parte americana.

Ante la aplastante superioridad aérea Aliada, Hitler teme que los Aliados se atrevan por fin a un bombardeo masivo con gases o con armas bacteriológicas, mucho más letal que los bombardeos convencionales que ya sufrían los alemanes en toda su intensidad.

Además, persiste el temor fundado de que los americanos dispongan ya de un arma atómica de características similares, que no haya sido usada aún, por las mismas razones que no se usaban los agentes químicos o bacteriológicos.

Los norteamericanos no tendrían tantas consideraciones a la hora del bombardeo atómico de ciudades japonesas.

Sabían, gracias a la captura del submarino U-234, que los japoneses no disponían ni de bombas atómicas, ni de cohetes, ni de capacidad para una posible respuesta de represalia contra los Estados Unidos, así que podían efectuar el ataque nuclear con total impunidad.

Sin embargo, ese miedo a la represalia asegurada si funcionó durante los cincuenta años de Guerra Fría posteriores, en los que se evitó el uso de armamento atómico gracias a la estrategia mutua de "disuasión nuclear".

Si Alemania hubiera conseguido terminar la producción de los misiles intercontinentales A-9/A-10 o los bombarderos a reacción de largo alcance Horten XVIII o Junkers E-555, o el bombardero antipodal Sänger, Hitler hubiera podido atacar con alguna garantía a los Aliados desde sus bases subterráneas en Turingia, mientras él permanecía atrincherado en su reducto alpino, hasta forzar la deseada tregua.

También hubiera necesitado el dictador alemán que la producción en serie de bombas atómicas fuera al menos diez veces superior a lo conseguido hasta entonces, apenas dos bombas operativas de plutonio y una de uranio, y material fisionable para otras veinte bombas más.

El 20 de marzo cae definitivamente Budapest, y con Hungría caen también las gigantescas factorías Manfred-Weiss, pertenecientes al emporio económico de las SS y lugar donde se ensamblaban las bombas atómicas alemanas.

Era tal la importancia de dicha factoría que las cinco mejores divisiones de las SS, más de 70.000 hombres, fueron desplazados desde el sur de Alemania y desde Austria, provocando un rápido avance enemigo en ambos frentes.

A pesar de que solo 1.000 hombres de las Waffen SS sobrevivieron a la terrible lucha en defensa de la Manfred-Weiss, Hitler, en un arrebato de ira, ordena que los soldados de las SS se arranquen las bandas-insignia de los brazos con el nombre del Führer, y desautoriza de su poder a Heinrich Himmler.

A partir de entonces, será también el General Kammler el jefe de facto de las Waffen SS.

El 3 de abril los americanos y los rusos invaden Turingia ocupando las bases y fabricas secretas alemanas.

Hitler se reúne urgentemente con Kammler y le hace llegar nuevas órdenes: aún quedaba una posibilidad de un ataque aéreo contra una ciudad americana desde la base de Kristiansand, en Noruega, enviando un bombardero de largo alcance He177 a recoger un ingenio nuclear llevado allí por el submarino U-234.

A raíz de la muerte de Roosevelt, Hitler volverá a creer en un cambio radical de la situación, esperando como Federico el Grande el milagro de un posible enfrentamiento inminente entre los Aliados occidentales y sus cada vez menos fiables compañeros de armas soviéticos.

El enfrentamiento deseado por Hitler solo llegaría tras la melodramática muerte del Führer, y se extendería durante los 50 años siguientes, los años de la "Guerra Fría".

El día 15 de abril, tras comprobar que el nuevo presidente americano (Truman), continuará las hostilidades, y temiendo una brutal represalia angloamericana, Hitler decide no ejecutar el ataque aéreo contra Nueva York desde Kristiansand.

Ese mismo día, el submarino U-234 parte del puerto noruego con rumbo a Japón, pero su destino final es incierto, dado el desarrollo que estaban tomando los acontecimientos.

La decisión de Hitler de no emplear la bomba atómica provoca una desbandada general entre los altos mandos de las SS y de la Luftwaffe, partidarios ambos del uso del arma nuclear como única alternativa para forzar un pacto a la desesperada con los Aliados.

Hermann Göring anunció su deseo de negociar con los americanos el día 23 de abril, lo que provocará su detención por orden de Hitler.

Al mismo tiempo, Heinrich Himmler se puso en contacto con el Conde Bernardotte para negociar una rendición por separado, sin contar con el Führer.

Hitler centró sus últimos recursos en un final "heroico" para su régimen, con la idea de marcar en la historia universal una resistencia épica sin precedentes, sacrificando hasta el último hombre en la capital del Reich, Berlín.

Pocos días después del suicidio de Hitler, el conde Schwerin von Krosigk, recién nombrado ministro de asuntos exteriores del efímero gobierno del almirante Dönitz, comunica a la agencia de noticias Reuters que "...Hitler no había echado mano de la última arma terrible que el Reich tenía a su disposición..."

El día 10 de mayo, el Almirante Dönitz firma la rendición incondicional de Alemania. La guerra en Europa había terminado.

Aún le quedaba a Hitler, ya muerto, una última baza que jugar contra sus enemigos, en la lejana guerra del Pacífico.

Siempre preocupado por sus complejas maquinaciones de estética política, el Führer prefirió pasar a la Historia sin quedar como el Padre del primer ataque atómico, dejando la responsabilidad de ese crimen final en manos de los japoneses.

Poco imaginaba Hitler que el 6 de Agosto de 1945 los norteamericanos, en nombre de la democracia y la libertad, se mancharían finalmente las manos con WuWa, la bomba nazi, provocando el asesinato instantáneo de 150.000 personas en un segundo. Un récord de velocidad aún no igualado en la eliminación de seres humanos.

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Parte V

Mensaje por LARRY » 07 02 2008 17:25

El Submarino U-234

El día del 49º aniversario del ataque nuclear a Hiroshima, el canal de televisión Canal+ estrenó una desconocida película que el crítico de "El País" (Periódico español) consideró perteneciente al género de la "política ficción": "El Último Submarino".

En esta coproducción de escaso presupuesto, se desarrolla un curioso argumento:

Un submarino alemán zarpa a mediados de abril de 1945 desde Kristiansand ,Noruega, llevando a bordo un cargamento de armas secretas: cohetes, radares, aviones y, sobre todo, óxido de uranio.

El objetivo es alcanzar el Japón y construir allí el arma final para derrotar a los aliados.

Esta arma es, evidentemente, la bomba atómica, que eventualmente instalada en un cohete, sería capaz de evitar la derrota del Eje en el último momento.

Este entretenido, pero aparentemente fantasioso, argumento produjo una película algo monótona que pasó, por cierto, completamente desapercibida.

Incluso el crítico de "El País" (propietario de Canal+) fue poco entusiasta. Parece pues que la mejor alternativa sería olvidar esta insípida película. Pero no es esto lo que deben hacer ustedes, camaradas foristas, puesto que la película se basa (malamente) en hechos rigurosamente históricos. Es más, si la película tiene un defecto grave es el de no saber reflejar todo lo que realmente sucedió.


Los Hechos históricamente comprobados

Desde la posguerra fueron ya conocidos por los especialistas los siguientes hechos:

1) El 15 de abril de 1945 partió desde el puerto noruego de Kristiansand el submarino alemán de transporte U-234, de la clase XB, rumbo a Japón, bajo ordenes expresas del Jefe de la Gestapo, Heinrich Müller y del propio Adolf Hitler.

El 13 de mayo del mismo año, el submarino alemán decidió rendirse.

Por la zona del Atlántico en que se encontraba debía entregarse a los canadienses.

2) Inexplicablemente, sin embargo, el capitán del navío decidió engañar a los canadienses dando sucesivas falsas posiciones, mientras se acercaba al puerto de Portsmouth (USA).

El 16 de mayo de 1945, el destructor americano "USS Sutton" tomó el control del U-234, que sería entregado a las autoridades de Portsmouth el 19 de mayo de 1945.

3) La noticia recibió amplio eco en la prensa tanto local (Portsmouth Herald) como nacional e internacional.

4) Desde el principio se reconoció que el submarino transportaba sistemas de armas secretas muy importantes hasta Japón.

Entre sus pasajeros figuraban incluso dos oficiales del ejército nipón y un general alemán.

Los japoneses se suicidaron tan pronto como el capitán de U-234 les comunicó su deseo de rendirse.

5) A bordo iban los últimos y más sofisticados avances de la ciencia y tecnología alemanas: un Messerchsmitt 262 desmontado pieza por pieza, componentes vitales de misiles y cohetes, equipos electrónicos de comunicación, radares, las últimas espoletas de proximidad, revolucionarias granadas anticarro, medicamentos contra la malaria... y un sinfín de planos detallados de otros tantos sistemas y equipos de la más reciente tecnología bélica germana.

6) Pero lo más importante es que circulaban intensos rumores de que entre las 240 toneladas de carga había óxido de uranio o como mínimo algo conectado con la energía atómica.

Estos rumores no llegaron a la prensa nacional americana ni a la internacional, pero sí aparecieron en los periódicos locales de Portsmouth.


La pista nuclear se confirma

En 1983, un equipo de investigadores de la "CNN" se puso a trabajar en este asunto, ya lejano pero no olvidado.

Tras un largo tira y afloja, consiguieron que el United States Naval Archive desclasificase la lista de descarga del U-234.

La lista es ambigua en su redacción:

A) ¿Qué cantidad de óxido de uranio transportaba el submarino?

¿Diez contenedores con un total de 56 kg o 10 contenedores con 56 kg cada uno, es decir, un total de 560 kg?

B) ¿A qué tipo de óxido de uranio se refería la lista?

La pregunta "B" es absolutamente decisiva.

El mineral de uranio es rico en el óxido U3O8.

Es preciso entender que el U3O8 que se refina a partir del mineral uranífero natural es una sustancia relativamente inofensiva, especialmente en cantidades tan pequeñas como 560 kg.

Media tonelada de U3O8 sólo contienen apenas 4 kg del isótopo explosivo del uranio de peso atómico 235, conocido generalmente como U235.

Se necesitan de 50 a 60 kg de este isótopo para una bomba como la que destruyó Hiroshima.

Extraer el isótopo explosivo U235 a partir del óxido natural U3O8 es un proceso muy complejo conocido como "enriquecimiento de uranio".

El producto final del enriquecimiento es el UO2, un polvo metálico pardusco con una proporción de U235 que varía entre el 3% para los reactores nucleares a más del 90% para las bombas atómicas.

560 kg de UO2 enriquecidos al 90% contendrían unos 450 kg de U235, es decir, suficiente material fisible para nueve o diez bombas nucleares.

El equipo de la "CNN", que era totalmente consciente de la necesidad de aclarar estas cuestiones, solicitó más información sobre el óxido de uranio que transportaba el submarino.

Pero el Gobierno estadounidense invocó su legislación sobre secretos nucleares y se negó a facilitar ningún detalle más.

Los alemanes tuvieron durante la guerra cantidades ingentes de mineral rico en U3O8 a su disposición (más de 1.200 toneladas), algo que por otra parte nunca se ocultó después de 1945.


Wolfgang Hirschfeld

El que fue jefe de radiocomunicaciones del submarino alemán U-234, Wolfgang Hirschfeld, es el autor de dos libros donde narra sus vivencias durante la guerra: “Feindfahrten” y “Das Letzte Boot”.

"Das Letzte Boot" significa "El último submarino".

Esto no es casual, obviamente, pues es precisamente esta la obra en la que se ha inspirado el guionista de la película que se mencionó al principio y que el crítico de "El País" tomó por pura ficción.

Es interesante destacar que el gobierno de los Estados Unidos no se ha pronunciado oficialmente sobre la naturaleza exacta del uranio que transportaba el submarino U-234.

Pero esto no ha impedido que ciertos medios de comunicación hayan puesto en circulación una versión oficiosa según la cual el submarino sólo transportaba óxido de uranio U3O8 no enriquecido y nada más.

La verdadera cargaLa verdadera carga
En esta carta, así como en los dos libros citados, el ex oficial de comunicaciones del U-234, Herr Hirschfeld, explica lo siguiente:

a) La misión del U-234 era ultrasecreta, pero en la base de Kiel (que es donde el submarino recibió originalmente su carga) todo el mundo sabía al menos una cosa: el destino del navío era Japón.

El motivo de esto era sencillo, pues existían dos oficiales japoneses pateando la base a sus anchas, que siempre estaban atentos junto al submarino cuando una nueva carga era introducida en éste.

b) Un día de enero de 1945, Herr Hirschfeld observó como se habían depositado un montón de pequeños paquetes sobre la proa del buque.

Los paquetes eran como cubos de unos 25 cm de arista.

Estaban envueltos en algo que parecía papel y era de color marrón.

c) Junto a los paquetes, se encontraban los dos oficiales japoneses.

Uno de ellos escribía sobre cada paquete "U235" en gruesa tinta negra y a continuación dos marinos alemanes introducían el paquete con visible esfuerzo en un departamento de carga delantero del submarino.

d) Hirschfeld, extrañado por la escena y por el aparentemente estúpido error de los japoneses (¿Por qué poner "U235" en unos paquetes que transportaba el submarino U-234?) les preguntó el motivo que tenían para escribir aquello.

Uno de los japoneses le contestó que era una carga que debía haber ido al Japón con el submarino U-235, pero que éste ya no haría semejante viaje.

El oficial de comunicaciones creía recordar que el U-235 era un submarino de la clase VIIC incapaz de alcanzar el Japón.

Aún así, lo comprobó en la 5ª Flotilla y en efecto, el U-235 jamás tuvo nada que ver con la isla nipona.

e) Extrañado, le comentó todo el incidente al comandante del navío, el cual le dijo:

"¡Por el amor de Dios oficial de comunicaciones, le tengo que ordenar que mantenga usted el más absoluto silencio sobre este incidente y que tampoco vuelva a comentar nada sobre él con los japoneses. Ya se lo aclararé todo en Tokio!".

f) Los marinos del U-234 que ayudaron a cargar los paquetes comentaron que estos eran muy pesados.

Su expresión exacta fue: "Eran pesados como el plomo".

Se le preguntó a Hirschfeld personalmente por teléfono su opinión sobre la lista oficial de descarga que han desclasificado los americanos.

Dijo lo siguiente:

"Hablar de cajas ("cases") era absurdo".

Los cubos que el vio eran pequeños y sólo se pueden calificar de paquetes.

Tampoco la cifra del número de paquetes era correcta.

El no los contó, pero había patentemente más de diez.

No supo, ni sabe ahora, que contenían los paquetes.

Sólo sabe que eran pesados como el plomo y que los japoneses escribieron sobre ellos "U235".

A los pocos días de llegar a Portsmouth aún no se habían abierto los departamentos de carga delanteros, porque los americanos temían que hubiese "bombas-trampa" escondidas en ellos.

Poco después, llegaron unos norteamericanos con unos aparatos.

Los aparatos parecían dar lecturas positivas al enfocarlos hacia la parte delantera del submarino.

Como todo el mundo estaba muy excitado, Hirschfeld preguntó lo que pasaba.

Un oficial de Inteligencia americano le dijo que los individuos con los aparatos eran científicos con contadores Geiger, que estos contadores indicaban radiación cuando estaban cerca de los departamentos de carga delanteros y que el submarino transportaba uranio.

El oficial americano no dio más explicaciones y pidió la cooperación del personal competente alemán para abrir los tubos que contenían el uranio.

Esta fue la primera vez que Hirschfeld oyó la palabra "uranio" en conexión con la carga del U-234.

El oficial alemán que ayudó a sacar los paquetes fue premiado con su liberación y su inmediata vuelta a Alemania.

560 kilos de uranio 235: "El caso Carter Hydrick"

En el año 1998, un ejecutivo de la multinacional informática "Compaq", llamado Carter Hydrick, decidió hacer público un interesante libro que, al parecer, aún seguía escribiendo entonces titulado "Critical Mass".

Lo publicó parcialmente en Internet en un dominio de su propiedad, con la dirección "www.u234.com"

Carter Hydrick no es un historiador profesional, pero desde siempre estuvo intrigado con la historia del submarino U234.

Tras varios años investigando por su cuenta y 20.000 dólares gastados, Carter Hydrick encuentra numerosa documentación, aparentemente intrascendente, desclasificada por el Gobierno de los Estados Unidos, relativa al asunto del misterioso submarino alemán.

En dicha documentación encuentra referencias a que el uranio transportado por los nazis no era el prácticamente inofensivo oxido de uranio 238, tal y como rezaban los comunicados oficiales americanos sobre el caso del submarino atrapado, sino que se trataba de 560 kilos puros del isótopo fisionable U235, suficientes para construir de forma inmediata 10 bombas atómicas idénticas a la lanzada sobre Hiroshima.

El uranio se encontraba celosamente envasado en 70 tubos cilíndricos con el interior de los mismos chapado en oro, con objeto de evitar la oxidación de un material tan valioso como el U235. Pero el fabuloso libro de Carter Hydrick nunca salió de imprenta.

Su página web no es accesible desde el 25 de noviembre de 1999 y, aunque parece seguir ejerciendo su cargo ejecutivo en una filial de "Compaq" en Houston, Texas, cualquier rastro de sus investigaciones y apariciones públicas ha desaparecido por completo.

Carter Hydrick tan solo es mencionado en una nota de prensa del diario local de Lake Tahoe, con fecha 23 de mayo del 2000, relativa a los actos funerales en memoria de John Gabriel Hydrick, hermano de Carter. También figura en dicha nota de prensa una breve biografía del fallecido: un eficaz agente que trabajó durante años procesando información secreta al servicio de la CIA, el FBI y la NSA.

Al parecer Carter Hydrick, en sus investigaciones, pudo tener acceso a documentación de primera mano gracias a su hermano.

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Parte VI

Mensaje por LARRY » 07 02 2008 17:57

Proyecto Manhattan, mayo de 1945: "No hay bomba"

El 3 de marzo de 1945, el senador estadounidense James F. Byrnes escribió un memorandum dirigido al presidente de los Estados Unidos en el que le detallaba los resultados del proyecto Manhattan, así como el abusivo coste de dos billones de dólares gastados en el proyecto.

Además, solicitaba la suspensión de las investigaciones, dado el rumbo de la guerra y del éxito de los bombardeos convencionales.

En mayo, la desesperación en el proyecto Manhattan es total: Hace tiempo que se ha renunciado a la construcción de una bomba operativa de uranio 235, y aunque se ha producido cantidad suficiente de plutonio 239 (unos 15 kilogramos) no se ha encontrado aún el método de hacer implotar la bomba de plutonio.

Como resultado, en junio de 1945, son muchos los políticos americanos que claman por una finalización inmediata de los gastos disparatados de la investigación atómica, ya que estimaban que la guerra estaba prácticamente ganada y que los brutales bombardeos de los B-29 contra Japón eran presión suficiente para terminar la guerra.

Pero, al parecer, la bomba atómica se había convertido también en un "arma diplomática" para el presidente Truman: su uso impune forzaría una rendición instantánea del Japón y sería un serio aviso contra el peligroso expansionismo soviético.


Los fusibles infrarrojos de Von Ardenne y la bomba de plutonio

Cuando el submarino U-234 se rinde en el puerto de Portsmouth, un supuesto comandante del ejercito americano llamado Álvarez, habla con la tripulación alemana del navío, y posteriormente se hace acompañar por el oficial Schlike, al parecer un experto en sistemas de detonación por infrarrojos que también viajaba en el enorme submarino.

Además el "comandante" Álvarez se lleva del buque unos 1200 fusibles de infrarrojos inventados por el científico alemán Von Ardenne, listos para ser usados.

El destino de ambos, Álvarez y Schlike, es el laboratorio de "Los Álamos", en Nuevo México, donde se desarrolla el grueso de los trabajos del ultrasecreto proyecto Manhattan.

El equipo de investigadores de "Los Álamos" tiene un serio problema: Aparentemente han conseguido fabricar suficiente plutonio para terminar una bomba atómica, pero no consiguen hacerla explotar.

Para ello necesitan que una pequeña esfera formada por 32 porciones de explosivo juntadas de una forma similar a un balón de fútbol exploten simultáneamente en una fracción de segundo.

Dicha explosión provocaría la implosión de una bola de plutonio, forzándola a alcanzar la densidad y masa crítica necesarias para provocar la deflagración atómica.

Durante mucho tiempo han estado ensayando métodos electrónicos de detonación, pero leves diferencias de velocidad en la activación de los fusibles de detonación hacen que los explosivos no exploten simultáneamente, y por tanto la implosión del plutonio no tiene lugar. El oficial alemán capturado, Schlike, les da la solución:

Usando los fusibles infrarrojos inventados por Manfred Baron von Ardenne para el régimen nazi, se consigue que los 64 fusibles que envuelven a los 32 segmentos de explosivo convencional detonen a la velocidad de la luz, simultáneamente y provocando la implosión necesaria del plutonio.

Es el propio Schlike quien instala los fusibles de la bomba de la prueba de Trinity, que se hace estallar el 16 de julio de 1945 en el desierto de Nuevo México.

Es, según la versión oficial de los vencedores, la primera explosión nuclear de la historia.

Cuando el artefacto explota a la primera, todos se sorprenden de la potencia de la deflagración.

Todos menos Schlinke.

Tras la guerra, el oficial alemán seguiría trabajando en el proyecto nuclear americano, beneficiado por el programa Paperclip de reclutamiento masivo de científicos e ingenieros nazis.

¿Y el comandante Álvarez?

No existió nunca tal comandante.

El responsable del sistema de detonación del plutonio del proyecto Manhattan, el Dr. Álvarez, se había disfrazado de militar americano con objeto de ganarse más fácilmente la confianza de los militares nazis.

Más tarde, Álvarez pasaría a la historia como el hombre que había resuelto el problema de la implosión del plutonio en el último minuto.

También se haría famoso por su teoría de la desaparición de los dinosaurios a consecuencia del impacto de un meteorito y ganaría finalmente el Nobel de Física por sus descubrimientos en el campo de la tecnología de infrarrojos.


60 kilos de U235 sobre Japón

El 16 de julio de 1945, los científicos del Proyecto Manhattan hacen explotar su primera bomba en Alamogordo, una bomba de plutonio.

No hubo más pruebas, la bomba de plutonio funcionaba.

Sin embargo, lo que cayó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 no fue una segunda bomba de plutonio.

Era una bomba que contenía 60 kilos de uranio 235.

Una bomba que jamás había sido probada y de la que se desconocían los efectos de su explosión.

Más tarde, ante las sospechas que provocó la falta de pruebas previas realizadas con la bomba de uranio, los responsables del Proyecto Manhattan argumentaron que se trataba de una bomba mucho más simple que la de plutonio, que al igual que en un fusible se activaba disparando una carga subcrítica de uranio sobre otra masa subcrítica.

Afirmaban que estaban tan seguros de la explosión que estimaban que no era necesaria una prueba previa.

Se desconocía si la bomba de 60 kilos de uranio era más potente que la bomba de 15 kilos de plutonio probada el 16 de julio de 1945.

No se sabía tampoco si podía provocar la temida reacción en cadena atmosférica, extendiendo su efecto a todo el planeta.

A pesar de todas estas importantísimas cuestiones, la bomba es dejada caer sobre la ciudad japonesa de Hiroshima antes que la ya probada de plutonio.

Existía otro grave riesgo:

Para provocar el máximo daño con la explosión, el mecanismo de disparo de la bomba debía detonar a unos 600 metros del suelo, lo que se conoce como "Ground Zero".

Para ello, la bomba llevaba un delicado sistema de presión atmosférica controlado por un circuito electrónico muy sensible.

La bomba debía ser montada y armada en vuelo, pocos minutos antes de ser lanzada, con objeto de que la radiación emitida por el hiper-activo uranio 235 no dañara los circuitos de disparo y provocara que el ingenio no explotase en el momento adecuado, o lo que es aún peor, que diera lugar a una explosión precipitada en vuelo.

A eso hay que añadir el riesgo estadístico:

Casi un 10% de las bombas convencionales lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial no explotaron.

Además, la bomba llevaba un pequeño paracaídas que frenaba su descenso, con objeto de evitar que una variación de presión por la velocidad de caída la hiciera explotar en una cota inadecuada.

Eso significaba también que la bomba, de no explotar, caería intacta en el bando japonés.

El hecho de que la bomba de uranio pudiera caer sin explotar en manos enemigas podría acarrear consecuencias gravísimas e imprevisibles:

Los japoneses tendrían a su disposición 60 kilos de uranio 235 puro, que podrían usar rápidamente en un ataque de respuesta contra los Estados Unidos.

El grado de avance del programa nuclear japonés estaba lo suficientemente desarrollado como para entender la mecánica de la bomba de Hiroshima.

De hecho, al finalizar la guerra, fueron incautados a los japoneses dos ciclotrones y al menos cinco reactores nucleares en construcción en Japón y Corea, aunque el estado de desarrollo de dichos reactores es todavía un misterio no desclasificado por el gobierno de los Estados Unidos.

También se requisaron a los japoneses varios cazas y cohetes operativos idénticos a los usados por los alemanes.

Es fácil encontrar documentación sobre el proyecto de la bomba de plutonio.

Cada una de las fases de su desarrollo esta suficientemente explicada en miles de artículos y declaraciones efectuadas por los artífices del Proyecto Manhattan.

Sin embargo, es mucho más difícil encontrar documentación desclasificada de la bomba de uranio lanzada sobre Hiroshima. Dicha bomba y su uso sigue provocando entre historiadores y expertos agrias discusiones acerca de su verdadera naturaleza.

Pero la contestación definitiva a todas las cuestiones suscitadas puede ser resuelta con una sencilla explicación:

La bomba de uranio de Hiroshima ya había sido probada con anterioridad por los alemanes en un remoto bosque siberiano.


Oppenheimer, Churchill y el General Putt, hablan

9 de agosto de 1945. Los japoneses se rinden, la Segunda Guerra Mundial ha acabado y el estado de euforia general entre los Aliados hace que se baje la guardia ante la prensa, desapareciendo temporalmente el severo secretismo practicado en el bando vencedor.

Incluso los científicos implicados en el Proyecto Manhattan hacen declaraciones a la prensa, entre ellos uno de los principales responsables del mismo:

Oppenheimer afirma en una inocente entrevista sobre los apuros y prisas que la bomba de plutonio había ocasionado a su equipo de trabajo.

Al ser preguntado por la bomba de Hiroshima la respuesta rápida:

Era una bomba que lo alemanes ya habían probado, no había nada que investigar, sólo usarla.

Pero Oppenheimer no fue el único en ser generoso con sus respuestas.

El día 26 de agosto de 1945 apareció en todos los diarios del mundo, incluido "The Times" y el "New York Times", una intrigante nota de prensa emitida simultáneamente por el Gobierno inglés y por el Ejército Norteamericano, en base a los resultados de la investigaciones efectuadas por el grupo CIOS de inteligencia aliada:

El comunicado habla del avanzado estado de la investigación nuclear alemana, de la importancia del material incautado a los nazis y de sus repercusiones en la victoria sobre Japón.

También se hacia mención a los cohetes intercontinentales alemanes ya desarrollados y a los sistemas de antirradar implementados en los aviones y submarinos nazis al final de la guerra.

Son dignas de señalar las declaraciones efectuadas por el teniente coronel John A. Keck, Jefe de Inteligencia e investigación de armas enemigas del "SHAEF", le comunicó a Clark Kinnaird:

"...los alemanes no estaban satisfechos con los horribles efectos devastadores de las V-2. Sin embargo ellos desarrollaron un sistema para lanzar las V-2 desde submarinos inmersos y estuvieron trabajando en un cohete llamado A-10 con una alcance de 3000 millas, cuando llego el día de la victoria en Europa. Tenían planes para un "ingenio de la muerte", que mataba cualquier cosa en su enorme radio de acción: cualquier cuerpo con agua era convertido al instante en vapor, cualquier bosque arrasado por el fuego, cualquier ciudad desintegrada".

Clark Kinnaird publicaría dicha información en la página 78 de su libro "The Black Book Of Fascist Horror" publicado por Pilot Press en junio de 1945.

De dicho libro se distribuyeron sólo dos mil ejemplares antes de su retirada por el Gobierno Americano.

La bomba atómica era secreto:

Aún no había sido lanzada sobre Hiroshima.

La primera frase pronunciada por un autocomplaciente Reichmarshall y Jefe de la Luftwaffe Herman Göring al ser detenido fue:

"...han tenido mucha, mucha suerte de que la guerra no haya durado unos meses más..".

Tras cincuenta años de sequía informativa provocada por los vencedores, hemos ido conociendo paulatinamente la realidad de los programas de cohetes y de aviones a reacción nazis, los planes sobre armas químicas y bacteriológicas o los nuevos submarinos y su influencia capital en el desarrollo de todo tipo de armas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y en el programa espacial de ambas superpotencias.

Sin embargo, no es pública todavía la documentación incautada referente al sofisticado programa atómico alemán.

El primer ministro Winston Churchill y el general Putt, al mando del Grupo de Ejércitos Americanos en Europa, declararon públicamente y sin ambigüedades en agosto de 1945, ya terminada la guerra contra Japón, que los alemanes disponían de dos bombas atómicas totalmente operativas al finalizar el conflicto, así como ingentes cantidades de armas nuevas a punto de entrar en combate.


Gracias en gran parte a la caída del Muro de Berlín y a la reunificación alemana, que ha traído aparejada la liberación de muchos documentos que estaban en manos de los países que se alineaban hasta hace poco con el bloque soviético, hemos podido certificar la realidad de las afirmaciones expresadas en el "New York Times" y el ingles "Times" del día 26 de agosto de 1945.

Uno de los aspectos más llamativos de dicho comunicado era la supuesta existencia de cohetes intercontinentales, capaces de bombardear objetivos situados al otro lado del atlántico y alcanzarlos en apenas un cuarto de hora.

Ya no es ningún secreto los planos, diseños e incluso fotografías mostrando misiles operativos nazis, como el Rheinbote de cuatro fases, la espectacular lanzadera espacial tripulada A-4b, el Wasserfall anti-aéreo o el descomunal A-9/A-10 de dos fases, en sus versiones de bombardeo tripulado y misil balístico.

Pero aún más intrigante es el proyecto de bombardero antipodal Sänger que, lanzado desde una plataforma de tres kilómetros de longitud, era capaz de bombardear desde el espacio cualquier objetivo terrestre en menos de media hora, volviendo a continuación a su base de origen, mediante un ingenioso sistema de reentrada por rebotes en la atmósfera.

Un buen ejemplo de la importancia dada a dichos descubrimientos nazis estriba en un suceso ocurrido en París en el año 1956:

Un comando ruso secuestró al matrimonio Singer en Francia, con objeto de que estos desarrollaran para Stalin el proyecto de bombardero antipodal "Silverbird" .

Existen indicios suficientes para demostrar que todos estos proyectos fantásticos estaban siendo desarrollados en las profundidades de las factorías subterráneas de Turingia, y la abundante documentación fotográfica muestra que muchos de esos ingenios fueron algo más que prototipos experimentales.


Preguntas sin contestar

Según se relata en las memorias de Winston Churchill, durante la conferencia de Postdam, a finales de Julio de 1945, él y Truman decidieron contarle a Stalin que habían probado con éxito una bomba de gran poder destructivo en Nuevo México.

Para sorpresa de ambos, el dictador ruso contestó con total indiferencia:

"¿...también han conseguido una bomba atómica?..que suerte!. Esa bomba es tremenda. Tírensela a los Japoneses."

No hubo más preguntas por parte de Stalin.

En mayo de 1945, Heinrich Himmler mostrabA una inaudita autoconfianza en su futuro inmediato.

Según se puede leer en la autobiografía de Speer, el Reichsführer Himmler tenia cartas que jugar con los vencedores, cartas que le permitirían ayudar a vencer a los japoneses en el Pacífico y a los rusos en el inminente conflicto mundial que muchos creían inevitable entre occidente y el bloque soviético.

Pero se adelantaron sus dos hombres de confianza, el Jefe de la Gestapo Müller, entregando el submarino U-234 a los americanos a cambio de una nueva vida, y también el General Kammler, poniendo a disposición de los soviéticos los ingenieros y los secretos de los programas espacial y nuclear nazis.

Al comprobar Himmler que su jugada ya no era útil a ninguno de los dos bandos Aliados, cometió suicidio mediante la ingestión de una cápsula de cianuro el 23 de mayo de 1945.

El 21 de junio de 1946, durante el juicio de Nuremberg, el fiscal Jackson preguntó a Speer acerca de la explosión de un artefacto nuclear en las cercanías de Auschwitz, explosión aparentemente realizada con objeto de desintegrar a 20.000 judíos atrapados en el interior de una pequeña aldea construida para el evento.

Speer negó tal posibilidad, argumentando que, por lo que él conocía, no había programa atómico alemán alguno para fabricar una bomba.

Esta misma pregunta le fue realizada a otros jefes del III Reich, pero sus contestaciones, así como muchas otras declaraciones efectuadas en el juicio, permanecen clasificadas y desconocidas para el público.

El 26 de febrero del año 2001, la "Organización Simón Wiesenthal" reclamó a la CIA un esclarecimiento del destino sufrido por el Jefe supremo de la Gestapo, Heinrich Müller.

Al parecer es detectable su presencia no solo en algunos documentos desclasificados relativos a campos de concentración americanos en 1945, sino en fotografías de la época que le muestran en el puerto de Portsmouth el 19 de mayo de 1945, recibiendo al submarino U-234.

Oficialmente, Heinrich Müller cometió suicido el 28 de abril de 1945, pero en 1973, el gobierno alemán, a petición de la familia de Müller, autorizó la exhumación de sus restos.

Lo que se encontró en la tumba eran los cadáveres de tres soldados anónimos. Ninguno correspondía a Müller.

Como Jefe de la Gestapo, fue el propio Heinrich Müller quien controló y planificó la carga y salida del U-234, según las órdenes recibidas por Hitler.

Existe la sospecha fundada de que la CIA dio una nueva identidad al Jefe de la Gestapo a cambio de la captura del submarino U-234 y los secretos atómicos nazis que transportaba.

Ya comenzado el siglo XXI, más de 300000000 de documentos sobre la Alemania Nazi permanecen retenidos en los archivos secretos de los Estados Unidos.

En base al Acta de Libertad de Información, todo documento secreto debe ser hecho público antes de transcurrir treinta años desde su clasificación.

El 16 de febrero de 1999, el Departamento de Defensa americano declaraba en una carta publica, en su sección 13 -A2, que la desclasificación de todos esos documentos "sería causa de un grave daño a la seguridad nacional".

Casi sesenta años después de los hechos, muchos se preguntan cual es el contenido tan secreto y dañino de los papeles concernientes al III Reich, cuál es el peligro y por qué siguen clasificados y negados a la opinión pública y a la Historia de la Humanidad.

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Bertram
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Mensaje por Bertram » 07 02 2008 19:02

Excelente larry ... muy completo y muy interesante
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Mensaje por omahautah » 11 06 2008 23:56

Es cierto, se dice que los Nazis contaban con un arma atomica, pero suerte que no haya funcionado. Tambien se dice que Estados Unidos logro obtener todas las armas nucleares que posee ahora, luego de robar los modelos de misiles alemanes. Salu2.-

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Mensaje por LARRY » 12 06 2008 16:20

Efectivamente, sólo hay que ver el hecho de que von Braun, uno de los directores del proyecto V2 alemán acabó trabajando para los estadounidenses como asesor en materio de cohetes espaciales.

Además, los misiles balísticos intercontinentales con ovijas nucleares están basados, en parte, en estos proyectos de cohetes nazis. Sin olvidar el caso ya expuesto en el artículo de los detonadores alemanes sin los cuales las bombas americanas de Hiroshima y Nagasaki abrían sido inviables.

Saludos

LARRY

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Mensaje por albertoa » 12 06 2008 20:11

Estimado Larry, no había leído hasta ahora el trabajo que has realizado sobre este tema.
Excelente aporte. El artículo es perfecto.

De verdad, muy bueno!

Saludos.
"Aunque el engaño sea detestable en otras actividades, su empleo en la guerra es laudable y glorioso, y el que vence a un enemigo por medio del engaño merece tantas alabanzas como el que lo logra por la fuerza."
Nicolás Maquiavelo.
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Re: WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por ulyses62 » 28 12 2008 23:56

Excelente artículo de cátedra!! En mi opinión Alemania nunca tuvo los recursos necesarios para poder fabricar una bomba atómica, su arma secreta era el desarrollo de los V-1 y sobretodo V-2, que luego serán la base de los misiles y de los proyectos espaciales.
Os dejo el nombre de un libro que leí hace tiempo y que me pareció muy aclaratorio.

LOS CIENTIFICOS DE HITLER: CIENCIA, GUERRA Y EL PACTO CON EL DIABLO
de CORNWELL, JOHN
EDICIONES PAIDOS IBERICA, S.A.

Un saludo!!

nicolas93_

Re: WuWa ( WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por nicolas93_ » 29 06 2009 01:13

imprecionante articulo larry...la verdad extraordinario...

lo leei y me encanto....gran aporteee..

saludo camarada... :salute:

Paul Hausser
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Re: WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por Paul Hausser » 29 06 2009 01:50

Si muy buen aporte Kamerad Larry, y con respecto a lo del libro, me lo apuntaré , no creo que me de tiempo a leer tantos libros en el verano.. :risa: :risa:

Un Saludo! :salute:

Panzerwaffe Hausser.

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Re: WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por Otto Heinkel » 01 07 2009 09:34

buena info larry..digna de ser una buea fuente de info....
personalmente creo que la bomba alemana jamas se llego a construir pero si se tenia una idea de esto,si se hubiera alargado la guerra y hubieran tomado prisionero a einstein,seguramente la bomba atomica era alemana...

saludos :salute:
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Re: WuWa (WunderWaffen): El Proyecto Atómico Nazi

Mensaje por jomatux » 23 02 2013 01:41

Es grande el temor de pensar que hubiese pasado si la guerra dura un poco mas y Alemania logra dominar completamente esto de la bomba atomica
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