La Gran Guerra en las Pitiusas

Descripción: La Gran Guerra podría parecer lejana, a miles de kilómetros de Eivissa, pero pese a la supuesta neutralidad de España los pitiusos olieron de cerca la pólvora.

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La Gran Guerra y su contexto

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La Gran Guerra en las Pitiusas

Mensaje por tobracamp » 29 09 2014 13:23

Alemanes, británicos y franceses se destrozaban a cañonazos en el Somme y en Verdún, se desangraban en las alambradas de la tierra de nadie, chapoteaban entre el detritus y las vísceras que se mezclaban con el lodo de las pestilentes trincheras. La Gran Guerra podría parecer lejana, a miles de kilómetros de Eivissa, pero pese a la supuesta neutralidad de España los pitiusos olieron de cerca la pólvora y fueron testigos de aquella brutal carnicería. Las Pitiüses fueron tierra de paso de espías y sus aguas fueron violadas, desde el primer día, desde aquel 28 de julio de 1914 en que fue declarada la guerra, por todos los contendientes, especialmente por los franceses, que controlaron el tráfico de buques mercantes y de pasajeros con excesivo celo.

Imagen del U-35Imagen del U-35
Pero fue entre agosto y septiembre de 1916 cuando la primera línea de combate se aproximó más a estas costas. En esa época, tres U-Boot (submarinos) alemanes hicieron estragos entre los mercantes y buques de guerra de sus enemigos, especialmente italianos. Como una "manada de lobos" (aunque esta táctica de ataque se bautizara así desde 1936, su comportamiento en la Primera Guerra Mundial fue muy similar) los históricos U-34, U-35 y U-38 se lanzaron a dentelladas contra cualquier barco, neutral o de la Triple Alianza, que se cruzara en sus sangrientas travesías por el Mediterráneo. Y eso que aún estaba por llegar (desde finales de enero de 1917) lo que los alemanes denominaron guerra submarina sin restricciones (Uneingeschränkten U-Boot-Krieg).


Al fondo sin contemplaciones

El primero que se acercó peligrosamente a estas aguas fue el U-38, uno de los tres submarinos alemanes (aunque por entonces llevaban pabellón austríaco) que más navíos ha echado a pique en la historia naval. Comandado por Max Valentiner, hundió el 26 de agosto al buque italiano "Atlántico", de 3.060 toneladas, al sureste de Formentera. Y no fue el único: cuatro días más tarde acabó con el velero italiano "Nostra Signora della Guardia", de 1.588 toneladas, cuando navegaba a 25 millas de Sant Antoni con un cargamento de carbón.

Trece de sus tripulantes llegaron dos días después al puerto de la bahía de Portmany en botes, mientras que el capitán y tres marineros acabaron en Cala Saona (Formentera) tras remar durante 30 horas. Allí les atendió el marinero Mariano Castelló, que les ofreció comida y agua. A los que llegaron a Sant Antoni se les atendió en un primer momento en Can Truy, una casa de comidas y café regentada entonces por Bartomeu Ribas, para luego ser acogidos en el hotel Marina de Josep Planells.


Volados con cargas explosivas

Con el "Nostra Signora della Guardia" se repitió el procedimiento habitual en estos casos: primero un aviso con el cañón de 105 mm para que pararan el navío y lo desalojaran; luego, voladura, la mayoría de las veces con cargas explosivas, ya que los torpedos (solo podían cargar seis y había que ahorrar) los reservaban para enfrentarse a las grandes embarcaciones de guerra con las que se toparan en el mar. Para el "Nostra Signora della Guardia" bastaron siete cargas. «Era el método más económico», recuerda Fernando García Sanz en "España en la Gran Guerra", donde detalla estos procedimientos y cómo Eivissa estuvo más cerca del fragor de la batalla de lo que imaginamos.


Tres en un día

Un día más tarde, el 31 de agosto de 1916, el U-34, que merodeaba por estas costas desde hacía una semana, hundía en una sola jornada los veleros italianos "Santa María", de 947 toneladas, "Quinto", de 836 toneladas, y "Nostra Signora Assunta", de 1.256 toneladas, que cubrían el tramo entre las Pitiüses y Alicante. Su comandante era entonces Claus Rücker, aunque un par de años más tarde su timón pasó a manos de Wilhem Canaris, una de las figuras clave de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

Los tres mercantes fueron, como en el caso del "Nostra Signora della Guardia", destruidos con cargas explosivas después de hacerse con su documentación y de conminar a sus tripulantes a abandonar sus respectivos barcos. Tanto los 14 tripulantes del "Santa María" como los 16 del "Nostra Signora Assunta" alcanzaron el litoral de Sant Antoni a remo.

El U-34 ya había comenzado su escabechina en abril, cuando se cargó al "Orlock Head" británico, de 3.200 toneladas, mientras navegaba entre Ibiza y Valencia, y posteriormente en mayo, cuando en pocos días se cepilló unos 15 navíos, entre ellos el "Cornigliano" italiano, de 2.862 toneladas, que acabó sus días a medio camino de las Pitiusas y las Columbretes.


El macho alfa de la manada

Pero el que más estragos causó fue el U-35, el submarino alemán que ostenta el mayor número de buques hundidos de la historia naval: más de dos centenares. A su mando se hallaba entonces Lothar von Arnauld de la Perière, as de la guerra submarina, el macho alfa de aquella manada de lobos que convirtió los fondos del Mediterráneo, y por ende del litoral pitiuso, en una chatarrería. En solo nueve días de junio, Lothar von Arnauld de la Perière echó a pique 19 buques en las cercanías de las costas españolas, según señala Fernando García Sanz, 43.000 toneladas de registro bruto al fondo del mar que cabrearon sobremanera a franceses, británicos e italianos (también a los noruegos, pues alguno de sus barcos quedó fulminado).


Jaque a la neutralidad

Tanto aquella hazaña como su incursión el 21 de junio en el puerto de Cartagena para entregar una carta del Káiser al rey Alfonso XIII en agradecimiento a la ayuda española prestada para la repatriación y refugio de las tropas alemanas del Camerún, así como su posterior y milagrosa salida indemne de ese puerto (afuera le esperaban franceses y británicos con ganas de convertir el submarino en un queso de gruyer), a punto estuvo de poner en jaque la neutralidad española. El embajador italiano, recuerda Fernando García Sanz en su libro, se quejó en persona al Conde de Romanones: era muy sospechoso que se produjeran tantos hundimientos en aguas de Mallorca e Ibiza, le dijo con vehemencia.

No le faltaba razón. Los alemanes se paseaban por estas costas, en cuyas calas los franceses y transalpinos creían que se abastecían. Y lo que sucedía con el U-35 no era normal. Tras abandonar Cartagena no dejó títere con cabeza en esta parte del Mediterráneo. Von Arnauld, que ya había surcado los mares de China, el Índico y el Pacífico a bordo del "Emden", el "Cisne del Este", un crucero ligero que a modo de corsario barrió los cargueros que surcaban aquellas lejanas aguas a comienzos de la Gran Guerra, inició una de las travesías más destructivas que se conocen: el comandante, que había tomado el timón del U-35 en noviembre de 1915, hundió medio centenar de navíos entre el 26 de julio y el 20 de agosto. En total, 90.000 toneladas de barcos hechas pedazos. Nadie le ha superado, y eso que los cuatro tubos lanzatorpedos (dos a popa y dos a proa) del U-Boot, sus seis torpedos y su cañón de 105 mm no eran para echar cohetes.

Imagen del U-34Imagen del U-34

Del "Charterhouse" a Sa Cala

El macabro perfil de sus casi 65 metros de eslora pasó a la historia de la Marina germana. Y a la de Ibiza, pues causó conmoción en la isla el 23 de septiembre de 1916. Aquel día, Lothar von Arnauld de la Perière mandó al fondo del Mediterráneo al "Charterhouse SS", que se encontraba a 26 millas al sureste de Formentera, en plena travesía entre Toulón y Gibraltar en lastre. Parte de su tripulación (13 marineros) llegó a las costas de Andratx, mientras que el resto alcanzó el litoral de Ibiza, concretamente sa Cala. En Es Diari de la época se explicaba que el segundo piloto, los maquinistas primero y tercero, nueve marineros y varios fogoneros llegaron hasta allí y se alojaron en Can Miquel des Port, propiedad de Vicent y Joan Marí Marí. Von Arnauld hizo prisioneros al capitán y a dos artilleros de la dotación auxiliar defensiva. Un día antes, el "Garibaldi" fue convertido en añicos tras recibir ocho cañonazos del U-35. Fue uno más de los 22 mercantes que Von Arnauld destrozó entre el 19 de septiembre y el 5 de octubre en aguas del Mediterráneo occidental, otra de sus hazañas bélicas. La más sangrienta fue la del hundimiento del "Gallia", un transporte de tropas francés en el que perecieron más de 1.300 personas.


El fin de los tres "U-Boot"

Los tres submarinos (dos de ellos entre los tres más mortíferos de la Marina del Káiser) acabaron sus días de la misma manera que los centenares de buques que torpedearon a lo largo de aquella guerra cruenta: fueron convertidos en papilla. El U-35 acabó desguazado tras ser entregado a la Royal Navy británica tras la rendición. No está claro el final del U-34, aunque se cree que fue hundido cerca de Gibraltar por un barco de guerra británico. Se le da por desaparecido desde el 18 de octubre de 1918. El U-38 fue entregado, junto al resto de la flota submarina, a los aliados: los franceses lo convirtieron en chatarra en el puerto de Brest.

Texto integro: josé miguel l. romero, en el http://www.diariodeibiza.es

Fotos: http://www.uboat.net


Unidad: Jagdgeschwader 52

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