El olvidado matemático de Valladolid cuyo trabajo fue «decisivo» para derrotar a Hitler

Descripción: La identidad de Faustino Antonio Camazón no se conoció hasta más de medio siglo después de terminar la Segunda Guerra Mundial.

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El olvidado matemático de Valladolid cuyo trabajo fue «decisivo» para derrotar a Hitler

Mensaje por Bertram » 19 11 2019 08:28

La identidad de Faustino Antonio Camazón, jefe de los siete criptógrafos españoles que trabajaron junto a Alan Turing para descifrar el código Enigma de los nazis, no se conoció hasta más de medio siglo después de terminar la Segunda Guerra Mundial

Faustino Antonio Camazón, en París, en 1953 - Archivo FamiliarFaustino Antonio Camazón, en París, en 1953 - Archivo Familiar

Tuvieron que pasar más de veinte años para que saliera a la luz la forma en que los aliados habían descubierto el sistema de comunicaciones encriptadas que los nazis utilizaron en la Segunda Guerra Mundial: el famoso código Enigma. La primera mención fue hecha en 1967 por el militar polaco Władysław Kozaczuk en «Battle for Secrets». A este le siguieron otros libros como el del jefe del servicio de información del Ejército francés, George Bertrand («Enigma, el mayor enigma de la guerra 1939-1945»); el de un miembro de la inteligencia británica, Frederick W. Winterbotham («The Ultra Secret»), y las sucesivas menciones que hizo en sus obra, durante la década de los 70, el historiador húngaro Ladislas Farago.

En ninguno de ellos, sin embargo, se daba el nombre de Faustino Antonio Camazón, el jefe de los siete matemáticos españoles que conformaban el conocido como «Equipo D», que trabajó junto a los también matemáticos y criptógrafos Marian Rejewski y Alan Turing para descifrar los mensajes de Enigma. Una labor que el mismo presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, aseguró años después que había sido «decisiva» para derrotar a la Alemania nazi. ​

En el libro de Bertrand, publicado en 1973, se citaba a este Equipo D. El autor explicaba que este estaba integrado, efectivamente, por españoles exiliados procedentes del servicio secreto de la República («cinco oficiales y dos comisarios») y que estaba dirigido por un tal «Camazón», aunque no se daban los nombres ni más datos para poder identificarle. En la obra «Enigma» de Kozaczuk, sin embargo, el historiador polaco se limitaba a indicar el apellido «Camazone», que otros expertos creyeron que se trataba de una mala transcripción de su apellido verdadero, como «Camacho», por ejemplo.

«Un tal Camazón»

La identidad del matemático vallisoletano permaneció oculta hasta bien entrado el siglo XXI. Ni siquiera su familia, que estaba al tanto de algunas de las batallas del abuelo Faustino en la Guerra Civil y en la Segunda Guerra mundial, supieron hasta veinte años después de su muerte en Jaca (Huesca), en 1982, que la labor de este había sido fundamental para acabar con Hitler. Y que su papel estaba a la altura del considerado padre de la informática, Alan Turing, del que se han hecho películas en Hollywood.

La primera pista en España de nuestro matemático la comenzó a seguir el profesor de Física de la Universidad de Granada, Arturo Quirantes, después de leer el libro « Criptografía y Seguridad en Computadores», de Manuel Lucena, en el que se le mencionada brevemente: «Los polacos pusieron en conocimiento de los servicios secretos británico y francés sus progresos, esperando poder establecer una colaboración para seguir descifrando los mensajes germanos, pero la invasión de Polonia [en 1939] era inminente. Tras destruir todas las pruebas que pudieran indicar al Ejército alemán el éxito polaco frente a Enigma, el equipo de Rejewski huyó precipitadamente, transportando lo que pudieron salvar en varios camiones. Tras pasar por Rumanía e Italia y quemar todos los camiones por el camino, excepto uno, llegaron a París. Allí colaboraron con un equipo de siete españoles expertos en criptografía, liderados por un tal Camazon. Cuando al año siguiente Alemania invadió Francia el nuevo equipo tuvo que huir a África, y posteriormente en Montpellier, donde reanudaron sus reanudaron sus trabajos. En 1942, la entrada alemana en Vichy forzó a los matemáticos a escapar de nuevo, los polacos a España (donde murió Rozycki), y los españoles a África, donde se perdió definitivamente su pista».

A Quirantes le entró curiosidad y escribió en la revista « Enigma» algún artículo en el que, «por desgracia, los detalles no abundan. No es para menos. Fuera de alguna referencia fugaz en algún que otro libro, no se sabía nada del asunto», escribía. En mayo de 2006, un concejal del ayuntamiento de Sabiñánigo contactó con este profesor después de que su asociación Círculo Republicano del Alto Gállego hubiera recibido la visita de una persona llamada Luis Ballarín, que aseguraba ser sobrino del famoso criptoanalista español, al que había reconocido por una fotografía del famoso equipo de matemáticos. Después de aquello llegaron otros artículos —como el del profesor ibicenco José Ramón Soler en la revista «Cryptologia» en 2013, donde desvelaba datos desconocidos de Camazón y aportaba la probable identidad de los otros seis españoles— y hasta el reciente documental «Equipo D: Los códigos olvidados», de Jorge Laplace, proyectado en la última Seminci.

La Guerra Civil

El discreto y humilde matemático murió, pues, sin desvelar su crucial participación en la Segunda Guerra Mundial. En un reciente entrevista publicada por «El Heraldo de Aragón», Ballarín contaba las charlas de niño que tuvo con su tío Faustino, durante sus largas excursiones por el campo, sin darle entonces la importancia que este tenía. «Cuando vino en 1968 a Jaca aquí no se sabía lo que era la criptografía. No le di importancia, pero me contó muchas cosas. Tenía mucha documentación. Hablaba del sistema polialfabético a través del que unas letras sustituían a otras. Decía que les costó mucho descifrarlo», recordaba en este diario.

Camazón había nacido en Valladolid en 1901 y estudiado matemáticas en Madrid, a donde llegó enviado por sus padres, para ver si enderezaban su conducta, después de que este huyera como polizón en un barco a Colombia con tan solo 12 años. En la capital pronto aprendió francés, inglés y alemán y se convirtió en un alumno aventajado para su edad, destacando por su destreza para los números. También acudía a las tertulias en el Café Chinitas y hasta Santiago Ramón y Cajal lo menciona de pasada en sus memorias.

Ya de mayor entró en la Policía Criminal de Madrid, donde se especializó en criptografía para pasar después al servicio secreto español y servir durante las guerras coloniales españolas en África. Allí añadió un nuevo idioma a su currículo: el árabe. En la Guerra Civil ocupó un alto cargo policial del Gobierno republicano y conoció a su esposa en Barcelona, María Cadena, una enfermera de Matidero (Huesca) que trabajaba en un hospital. Cuando parecía que la victoria de Franco era solo cuestión de tiempo y los nazis, incluso, ya habían enviado la primera máquinas Enigma a España para empezar a enviar mensajes encriptados, Camazón se exilió a Francia y fue a parara a un campo de concentración del sur, como tantos otros españoles

La Segunda Guerra Mundial

Se creo que fue el oficial galo Gustave Bertrand, el mismo que se encargó de reclutar a un grupo de destacados matemáticos, el que fue a buscar a Camazón al campo de concentración del sur de Francia para que le ayudara a reorganizar el servicio de inteligencia en el puesto de escucha conocido como PC Bruno [Poste de Commandement Bruno]. Al parecer, se habían conocido años antes en África, pero es ahora cuando empieza la lucha del vallisoletano contra los nazis, en un equipo formado por quince polacos, nueve franceses y siete españoles que hicieron la vida imposible a Hitler y sus secuaces, aunque estos al principio no lo supieran.

Con este nombre operaron desde octubre de 1939 hasta que la firma del armisticio entre Francia y Alemania en junio de 1940, en que lo cambiaron por PC Cadix. Y estableciendo turnos para aumentar el rendimiento, descifraron numerosos mensajes del Ejército nazi en los que se informaba de importantes operaciones a las que los Aliados podían anticiparse. Los cinco oficiales y los dos policías republicanos, con Camazón a la cabeza, se integraron perfectamente en el equipo de Bertrand, donde Marian Rejewski, Jerzy Różycki y Henryk Zygalski, los polacos que había descifrado primero el código generado por la mítica máquina Enigma, eran los responsables.

El Equipo D estuvo en París hasta que Hitler invadió Francia el 24 de junio de 1940, fecha en la que se fue enviado a Argelia para trabajar en un ambiente tranquilo y en el anonimato durante los siguientes años. Entre medias hubo algún traslado ocasional al sur de Francia, momento en el cual se pierde el rastro a Camazón. Lo que parece claro es que siguió trabajando en las tareas de criptoanálisis junto a los servicios secretos ingleses y estadounidenses e, incluso, según el relato de su sobrino, asistió a la liberación de algunos de varios campos de exterminio.

Tras la guerra

Cuando se anunció el fin de la guerra en septiembre de 1945, los servicios secretos de Estados Unidos se percataron de que Camazón era una perla del espionaje e intentaron reclutarlo, pero se negó, convencido de que Francia se había portado muy bien con él. Por eso aceptó otra oferta en el Deuxième Bureau del Ministerio de Asuntos Exteriores como experto en Latinoamérica y España. Aunque no está claro del todo, se cree que no se dedicó tan sólo a labores criptográficas.

En Francia pasó las siguientes dos décadas, hasta que se jubiló en 1968 y regresó con su mujer a España, convencido de que ya no iba a sufrir represalias por parte del Gobierno franquista. Primero fueron a Pau y finalmente se instalaron en Jaca, donde recibe visitas de varios generales deseosos de conocer su experiencia en la Segunda Guerra Mundial. Pero aquella ya era para él viejas historias que no comparte con facilidad. Allí permaneció tranquilo, entre paseos con su sobrino Luis, hasta su muerte el 19 de octubre de 1982.

En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Estigma era la tecnología punta de los alemanes para la protección de sus comunicaciones militares. Nadie duda hoy de que gracias Turing, Camazón y el resto de compañeros criptoanalistas, gran cantidad de la información nazi acabó en manos de los aliados. A veces incluso una o dos horas después de que se hubiera emitido. Por eso muchos historiadores estiman que esta operación masiva de criptoanálisis acortó la guerra en Europa nada menos que entre dos y cuatro años.


Fuente ABC


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