El Proceso Graziani (2ª Parte)
5. LA ACTIVIDAD DE LAS UNIDADES ESPECIALES
La posición de Graziani con respecto a los cargos que desempeñaba entonces, se puede resumir así: como ministro tenía funciones administrativas y de formación, por ende una tarea de preparación; como Jefe de Estado Mayor General era comandante, a todos los efectos y con la mayor amplitud de poderes, de todas las Fuerzas Armadas; como comandante del ejército de Liguria, tendía una misión operativa en el campo de batalla... Una huella claramente reveladora de su completa y consciente adhesión a los fines alemanes se encuentra en la lucha contra los partisanos, que Graziani había considerado necesaria desde los primeros tiempos de la colaboración...; no puede haber duda de que se debe atribuir a él la responsabilidad de esa lucha, en cuanto que, por las funciones que ejercía en el campo militar, dependientes de los cargos que desempeñaba, tenía plena libertad de iniciativa y de mando. A él deben remontar las responsabilidades por todo lo realizado por las unidades Cacciatori degli Appennini, RAP, RAU y CARS, organizadas en la formación especial denominada CO.GU, (contra guerrilla) destinada a la lucha contra los partisanos, creadas por Mischi Archimede, su Jefe de Estado Mayor, que dependía de él.
Del sumario realizado (prosigue el secretario Garcea leyendo la resolución de envió a juicio) afloran dos móviles que pueden haber inspirado el comportamiento de Graziani y que hay que examinar; el miedo de acabar como Cavallero, cuyo cadáver fue hallado en el jardín del cuartel general alemán de Frascati; y la animosidad contra Badoglio... No es fácil atribuir a tal hombre sentimientos de miedo y es fácil añadir que, si hubiera estado dominado por tales sentimientos, habría podido alejarse de Roma... Si el antagonismo con Badoglio no fue el verdadero móvil, no se puede negar tampoco que haya tenido un peso importante en la determinación. Desde hacía tres años no había tenido ningún encargo, mientras Badoglio había vuelto al primer plano...
Después de más de cuarenta años de servicio..., y debido a su temperamento, no era capaz de quedar en la sombra. En su disculpa, Graziani aduce que se ha guiado por el deseo de tutelar el honor de Italia y de salvar lo salvable: con relación al primer móvil es suficiente recordar lo que se ha dicho ya sobre el verdadero camino del honor, que siempre debe seguir el militar... Con su comportamiento Graziani faltó a la fidelidad jurada al legítimo Estado italiano. En cuanto al segundo, queda desmentido por toda su actividad, que no resulta encaminada de ningún modo al fin especifico afirmado, sino en contraste estridente con él, a no ser que el acusado se quiera referir a varios episodios aislados de clemencia..., pero tales episodios se refieren a indulgencias de carácter personal, que servían para aumentar su prestigio... y por tanto no pueden justificar los hechos de los que debe responder".
La resolución concluye imputando a Graziani el delito de colaboracionismo militar y político con el invasor alemán y, en orden a ese titulo, se atribuyen al mariscal discursos propagandísticos para el traslado de los oficiales al Norte; el desarme y la deportación de los carabineros; el envió de los militares a Alemania para su adiestramiento; las sanciones, comprendida la pena de muerte, contra los que no cumplían con las obligaciones militares; el reclutamiento de los trabajadores italianos para las Fuerzas Armadas alemanas; la guerra antipartisana y la triste serie de los rastreos, de los combates, de las penas de muerte dictadas por tribunales especiales: y las represalias contra las poblaciones civiles por haber dado asilo o ayuda a los partisanos.
6. "SOY RODOLFO GRAZIANI, EX MARISCAL DE ITALIA..."
- Presidente (al acusado): "Rodolfo Graziani, ¿tiene algo que decir?".
- Graziani (en voz alta): "Soy Rodolfo Graziani, ex mariscal de Italia, nacido en Filettino (Frosinone) en 1882. No tengo nada que añadir a lo que declaré en el Tribunal Penal Especial. Responderé a las preguntas que quiera dirigirme su señoría".
- Presidente: "Pero si cree que hay que esclarecer algún concepto o rectificar alguna imprecisión... ¿Ha oído la lectura de la resolución instructoria?".
- Graziani: "Sí, sí, gracias. Quiero decir una cosa en todo caso. No es verdad que haya organizado el traslado de millares de obreros italianos a Alemania. Era una función específica de los órganos de gobierno".
- Un abogado: "Al acta, secretario, por favor...".
- Graziani: "Sí, que se escriban mis palabras. No he sido un asesino ni un saqueador, ni uno que mata indiscriminadamente, sino simplemente un soldado que actuaba en la órbita del gobierno de hecho del Norte y de la que, contenida en los justos límites no he renegado nunca ni reniego; y ni siquiera renegaré de las responsabilidades como misión de sacrificio. Pero no quiero pasar por alto lo que todavía me atribuye la resolución de envío a juicio, presentándome como un 'politicastro' cualquiera que ha morado durante tres años en las cavernas de Arcinazzo" (en Arcinazzo tiene una finca y declara que el 8 de septiembre se disponía a la recolección de las patatas).
El acusado vuelve a sus dolores reprimidos, a su acallamiento tras la investigación por las derrotas líbicas: "Golpeado por una comisión infame e injusta, sin ni siquiera ser interrogado, no hice sino seguir la vía más humilde para hacer anulas aquel veredicto: la vía jerárquica. Así, como un nuevo Aligi, descendí por última vez la montaña el 4 de septiembre de 1943 para presentarme al general Sortee y pedirle, una vez más, que se revisara mi posición con relación a la investigación Thaon de Revel. Yo, Aligi, que había dormido durante tres años sin saber, yo, mariscal, que se había manipulado desde el 25 de julio en adelante".
- Graziani prosigue: 'No he asaltado al fascismo el 24 de julio. No asalté al príncipe heredero el 12 de agosto de 1943. Fue el príncipe quien me buscó cuando yo recogía patatas...".
- Presidente: "¿Confirma usted todos los interrogatorios?".
- Graziani: "Todos desde Procida en adelante. He respondido de forma uniforme, aunque con alguna variante".
La sesión se suspende brevemente y, al reanudarse, el presidente pone algunas objeciones. Graziani repite que desde 1941 a 1943 no tuvo función alguna, que escuchó en Arcinazzo la proclamación del armisticio, que "se enteró del amenazador discurso de Hitler", que no escuchó el discurso de Mussolini desde Munich, que el 12 de septiembre vio a De Bono, el 13 por la mañana a Caviglia (quien le dijo que Cavallero iba a ser "fusilado" por los alemanes), el 15 por la mañana fue a la embajada alemana (iba a protestar porque los alemanes le habían confiscado un automotor. Quiso hablar con Kesselring, pero éste no le dio respuesta nunca).
- Presidente: "El 22 de septiembre de 1943 recibió en Arcinazzo la visita de los fascistas Barracu y Mezzasoma, y después se presentó en la embajada alemana de Roma. ¿Es verdad'?".
- Graziani: "Mire cómo son las cosas. Fui a la embajada alemana porque Barracu me habló de miedo. Fui a la guarida de la fiera, donde nadie, para la verdad histórica, ha sido asesinado con un tiro en la nuca. Antes del 8 de septiembre e inmediatamente después, no había subido a la barca y, si hubiera querido ponerme del lado de los alemanes, no habría recurrido a artes mezquinas; bastaba que escribiera a Kesselring. Por otra parte, no habría ido nunca con los ingleses, a los que, dije en el juicio instructorio y repito aquí, he odiado, odio y odiaré siempre, porque son los verdaderos enemigos de Italia, los que siempre han impedido ascender a Italia. Y tampoco con los fascistas podía ser blando. ¿No decían que gritaba como un loco en mi habitación? ¿ Y podía conmoverme por Mussolini, después de las injusticias recibidas?''.
7. "MANDABA A LAS TROPAS POR TELÉFONO Y EN PIJAMA"
Graziani hace alusión a la defensa de Roma y lanza dardos contra los generales. Carboni era un óptimo jefe de SIM, pero no un general capaz de dar la vuelta a la gravísima situación. ¿Y los otros? El general Solinas mandó la división por teléfono y en pijama desde su habitación.
- Presidente: "Volvamos al ofrecimiento por parte del embajador Rahn: ministro del gobierno de Mussolini".
- Graziani: "Cuando oí que me decían que mi ingreso en el gobierno podía disminuir los males de Italia, esas palabras me sacudieron. Los alemanes se consideraban traicionados. Me dijeron: 'Si no hace lo que le pedimos, el daño será mayor para su patria'".
- El acusado mira a los jueces y dice con fuerza: "Acepté el encargo porque no había otro camino para salvar a la patria. ¡Era Brenno el que, en aquel momento, me ceñía la espada! Siempre he esperado y tratado de evitar lo peor y, en parte, lo he logrado. ¡Condenadme si queréis, pero siempre he creído mi deber supremo aceptar y sacrificarme!".
En ese punto se hace una pausa. Graziani pone las manos sobre las rodillas. Ha hablado siempre con fogosidad. Cuando vuelve a responder a las preguntas del presidente afirma que se sirvió de un decreto para disminuir los límites de edad de todos los generales de la reserva, para librarles del traslado. Luego señala con sarcasmo que sesenta y nueve generales firmaron el acta de sumisión a la República Social.
- Graziani:"Entre ellos —dice— estaba el general Ago, que luego se convertiría en el gran depurador". Las sesiones que siguen y que serán, en total, treinta y cinco, ven a Graziani perder con frecuencia el control, gritar, dar puñetazos en el banco y lanzar insultos, tanto que el presidente debe llamarle al orden repetidas veces, amenazándole con su expulsión de la sala.
8. UN PROCESO ANTERIOR HABÍA SIDO ANULADO
Rodolfo Graziani, considerado "criminal de guerra", fue sometido en un primer momento al juicio del Tribunal Penal Especial de Roma. Hasta después de cuatro meses de debate —del 11 de octubre de 1948 al 26 de febrero de 1949— los magistrados, aceptando la tesis de la defensa, no transmitieron las actas a la fiscalía militar que instauró el auténtico proceso. En efecto, Graziani había sido denunciado a la autoridad judicial militar el 14 de junio de 1945 por el ministro de la Guerra Casati junto con los generales de Cuerpo de Ejército Gastone Cambara y Archimede Mischi, por el delito del artículo 51 del código militar de guerra, que castiga con la pena de muerte y la degradación al militar que cometa un hecho tendente a favorecer las operaciones militares del enemigo o bien a dañar las operaciones de las Fuerzas Armadas del Estado italiano.
El jefe del Estado Mayor General inició la acción penal el 20 de junio siguiente. Graziani fue borrado de las listas de los jefes del ejército y perdió el grado de mariscal de Italia en virtud de las normas del decreto legislativo del 26 de abril de 1945, n. 294, que disponían la cancelación de las listas con pérdida del grado aun independientemente de la acción penal, para los oficiales que hubieran colaborado después del 13 de octubre de 1943 con las Fuerzas Armadas que combatían contra Italia. En efecto, desde aquella fecha Italia había declarado la guerra a Alemania; estas normas fueron aplicadas a Graziani mediante el decreto del 20 de agosto de 1945.
Aun antes de que la denuncia del ministro de la Guerra fuera presentada al tribunal militar de Roma, la Alta Comisaría para las Sanciones contra el Fascismo, por medio del comandante del núcleo de policía judicial dependiente de él, el capitán de Carabinieri Gabriello Lastretti, había presentado el 25 de mayo de 1945 un informe judicial contra Rodolfo Graziani a la Alta Comisaría adjunta para el Castigo de los Delitos Fascistas. La Alta Comisaría adjunta, sirviéndose de la facultad que le reconocía la ley de derogar la competencia del tribunal extraordinario, remitió al acusado al Alto Tribunal de Justicia, emitiendo una orden de captura. Después de breve tiempo, el proceso se transmitía a la sección especial del Tribunal de Roma, pues un decreto legislativo de octubre de 1945 establecía que si la vista no había comenzado todavía, los procesos pendientes ante la Alta Comisaría debían ser devueltos a aquella autoridad judicial. Terminado el sumario, se fijó el proceso para la sesión del 24 de mayo de 1946. Aquel día Graziani estaba ausente. El defensor, el abogado Giorgio Mastino del Rio, pidió el aplazamiento del proceso por dos motivos: la imposibilidad de trasladar al acusado por motivos de salud, y su necesidad de otras conversaciones con el defensor. El tribunal dispuso el aplazamiento para una fecha que había de fijarse más adelante. Pero tampoco pudo comenzar el proceso en la nueva sesión del 23 de junio; hubo que esperar hasta el 3 de diciembre, pero el debate se suspendió en seguida. Reanudado el 9 del mismo mes, se aplazó otra vez para una nueva convocatoria por legítimo impedimento del acusado para comparecer.
Algunos años después, el abogado defensor Francesco Carnelutti dirá en su discurso:
"Roma ha sabido esperar". Finalmente, la vista de la causa se fijó para el 11 de octubre de 1948 ante la primera sección especial del Tribunal Criminal, La acusación concreta a Graziani era la del delito previsto por el artículo 5 del decreto legislativo del 27 de julio de 1944, n. 159, en relación con el articulo 51 del código penal militar de guerra
"por haber cometido, con posterioridad al 8 de septiembre de 1943 y hasta mayo de 1945 en Roma y en los territorios del norte de Italia, delitos contra la fidelidad y la defensa militar del Estado, colaborando con el invasor alemán, esto es, haciéndose promotor, organizador y jefe del ejército de los renegados y traidores al servicio del Gobierno Fascista Republicano y asumiendo el cargo de ministro para la Defensa Nacional del mismo Gobierno y dictando en cuanto tal órdenes de reclutamiento y bandos con amenaza de penas terroristas, disponiendo rastreos sistemáticos, reprimiendo con las armas toda actividad de los patriotas contra los alemanes, haciendo así afrontar a las tropas mandadas por él hasta la derrota, combates de lucha fratricida contra los italianos". Del 11 de octubre de 1948 al 26 de febrero de 1949, el debate mantuvo ocupadas setenta y nueve sesiones del tribunal especial de Roma, hasta que, agotados ya los testimonios y siendo inminente la conclusión del proceso, tuvo lugar un hecho imprevisto al que se opuso en vano el fiscal doctor Ugo Guarnera. Acogiendo la demanda de la defensa el tribunal declaró su incompetencia para juzgar a Graziani y, con sentencia depositada en la secretaría el 4 de marzo de 1949, ordenó la transmisión de las actas a la Procuraduría General Militar para que a su vez las transmitiera al Tribunal Militar.
9. ¡A ROMA LA HE SALVADO YO, NO EL PAPA!
El episodio más curioso es el que sigue a la lectura pública de una memoria fechada el 9 de septiembre de 1936, que había enviado Michele Lessona, ministro de las Colonias, a Mussolini, jefe del Gobierno. Se trataba de una violenta condena de la actuación de Graziani en África que, decía, se había desarrollado
"de forma poco inteligente, inconstante, cometiendo burdos errores que debían conducirnos, como nos han conducido, a obtener la desconfianza general por parte de todos los órdenes jerárquicos abisinios civiles y religiosos". Se recordaban las persecuciones y el destierro infligidos por Graziani a los jefes abisinios, y la política de soberbia desarrollada con relación al clero
"de modo que las poblaciones, habiendo perdido los jefes civiles autorizados, perseguidos o eliminados los jefes religiosos, dada su ignorancia y su fanatismo, caen fácilmente presa de jefes bandoleros y aventureros". En vano, afirmaba Lessona, había tratado Graziani, virrey de Etiopía, de hacer recaer la responsabilidad sobre el general Pirzio Biroli. Su política era tal que
"mantendría las rebeliones en Etiopía por, al menos, veinticinco años, como las hemos tenido en Libia, en Cirenaica, con la diferencia de que allá se trataba de centenares de millares de hombres y aquí se trata de millones. Su Excelencia sabe —concluía la memoria— que los pueblos primitivos tienen radicados unos pocos conceptos fundamentales, como la justicia, la fidelidad, el honor y la venganza. Con la política desarrollada por el mariscal Graziani hemos herido indistintamente todos los sentimientos que, sin embargo, representaban otros tantos documentos aprovechables para nuestra política, y nos hemos limitado sólo a un simplicismo condenable: el de la fuerza empleada poco inteligentemente".
Graziani, que durante la lectura del documento aparece cada vez más agitado por la ira, acusa a Lessona de vileza y le califica a él y a Pirzio Biroli como especuladores y nepotistas aprovechados, gritando, jadeando, con el rostro encendido y temblando, mientras el presidente trata en vano de interrumpir su oratoria y asiste, turbado, al salto con el que el acusado, después de haber gritado que este debate no sirve para nada, se precipita hacia el banco del mismo presidente, coge la hoja e indicando la firma de Lessona grita: "¡Es suya! ¡Es suya!". Un incidente semejante se repite en la sesión en la que se trata de la protección y de la defensa de las principales ciudades italianas durante la ocupación alemana.
- El fiscal Galasso (al acusado): "¿Cuáles eran las comunicaciones rápidas entre el valle del Po y Roma?"
- Graziani: "¿La ciudad de Roma?".
- Galasso: "Ciertamente. ¿Cómo y en cuánto tiempo los contingentes de tropas habrían llegado a la capital para defenderla si fuera el caso?".
- Graziani: "Bueno, no sé... Haría falta un experto".
- Galasso: "El hecho es que Roma estaba completamente en manos alemanas".
- Graziani (gritando): "¡Será, pero a Roma ¡a he salvado yo!".
- Presidente: "¿Usted?".
- Graziani (gritando de nuevo): "Ahora se dice que a Roma la ha salvado el Papa. La habrá salvado, pero soy yo quien le ha dado de comer, yo, que he hecho disolver la banda Pollastrini, yo, que la he salvado de la batalla. Si Kesselring cambió su estrategia respetando la ciudad, se me debe a mí. ¡Ya es hora de acabar de una vez y decir la verdad, por Dios!".
- Graziani arroja con violencia sobre la estantería la agenda de notas que tenía entre las manos y da rabiosamente la espalda a los jueces. El presidente le llama al orden: "¡Póngase firme, acusado!".
Graziani salta dando un taconazo. El presidente le amonesta que observe el comportamiento que debe tener un militar ante un Tribunal Militar. También el colegio de la defensa, cada uno por su cuenta, trata de persuadir al acusado. Palidísimo y silencioso, Graziani escucha en posición de firmes. Luego se reanuda el interrogatorio.
- General De Castiglioni: "Deseo saber quién ordenó la formación del ejército de Liguria".
- Graziani: "El mando superior del mariscal Kesselring".
- General Gelich: "¿Dónde tuvieron lugar los principales combates con las tropas de las Naciones Unidas y qué pérdidas sufrieron las tropas de la República Social Italiana?".
- Graziani: "Principalmente, en los Alpes Apuanos. Con tres batallones, el grupo Carloni logró ocupar Viareggio. Los angloamericanos ya habían dado la orden de desalojar Florencia, y si hubiéramos tenido los medios que yo había pedido repetidamente a Hitler, habríamos podido copar al V y al VIII Ejército en los Apeninos. Es inútil que se vanaglorien ahora; habríamos podido echarles otra vez al mar o bloquearlos en la nieve. Esta es la verdad, todas las demás son charlatanerías" (El acusado comienza a excitarse declarando que habría podido ganar la guerra).
- General Gelich: "¿Las tropas de la RSI sostuvieron combates con el ejército italiano?".
- Graziani: "Mussolini lo habría querido para dar una prueba de fuerza y de empeño. Pero yo me opuse. Nunca un hombre de mis tropas combatió contra los demás italianos (acalorándose): ¡Si hubiera sucedido eso, entonces sí que me habría suicidado!".
- General Gelich: "Usted habló ayer de su intención de formar de 15 a 20 divisiones para la RSI. ¿Con qué finalidad proyectaba un ejército tan fuerte?".
- Graziani (gritando): "¡Para echar nuevamente al mar a los angloamericanos, nuestro verdadero enemigo! Existía la posibilidad, como lo demostró la acción del Grupo Carloni contra Viareggio. Y, en efecto, el general Carloni cuando fue capturado recibió honores militares del general brasileño, que le acompañó personalmente hasta Parma".
El último ataque de ira antes de la conclusión de la sesión está dirigido contra Badoglio.
El secretario lee un documento que Graziani había anotado en estos términos después del famoso discurso de Badoglio en Agro di San Giorgio Jonico: "El mariscal traidor busca coartadas. ¡Pero la historia estampará sobre él el sello de la infamia!".
- Presidente: "¿Reconoce esta anotación?".
- Graziani: "Sí, señor, ese es precisamente mi pensamiento. El pensará lo mismo de mí, pero la historia ya ha juzgado".
- Presidente: "Le ruego que se abstenga de hacer comentarios".
- Graziani: "Su señoría tiene razón, pero debería saber qué es lo que me quema aquí adentro".
10. EL ATENTADO CONTRA LA VIDA DEL MARISCAL
El 19 de febrero de 1937, durante una ceremonia en el recinto del guebi (el palacio imperial) de Addis Abeba, se lanzaron algunas bombas de mano contra el palco de las autoridades en el que estaba Graziani. El mariscal quedó acribillado por la metralla y con él cayeron heridos el general Liotta, el abuna Kyrillos, el general de la ciudad, Cortese, algunos periodistas (entre los cuales estaba Mario Appelius) y otras treinta personas. La represalia duró tres días y fue atroz. Cortese lanzó a los escuadristas. Todos los miembros del partido de los jóvenes etíopes y los intelectuales, y los oficiales y cadetes de la escuela militar de Oletta fueron muertos cruelmente. Graziani se encerró en el palacio del gobierno e impartió órdenes de que las matanzas prosiguieran doquiera hubiera sospechas de una conjuración. Así murieron miles de abisinios (se calculan de 3.000 a 5.800); en Debrá Libanós el mariscal mandó fusilar a 425 monjes, borrando el convento de la topografía de la Iglesia copta.
De los momentos del atentado a Graziani, presentamos el testimonio del periodista, escritor y ensayista Beppe Pegolotti que estaba presente en el hecho, y que incluso fue herido por una de las bombas: Mediodía (...). Una voz gritó: "¡Bombas, bombas!". Pandemonio, entre las explosiones que se sucedían. Nos encontramos allí, bajo el pórtico, al abrigo de la fachada del guebi. Huir era imposible. Habían estallado nueve bombas: a intervalos de algunos segundos las tres primeras, las demás, juntas. La primera estalló sobre la cornisa alta del pórtico; la segunda, lanzada con discreta maestría, había caído entre las dos columnas pasando apenas por encima de las cabezas de los presentes. La tercera había dado en el blanco, alcanzando al virrey y a las autoridades de la primera fila. Graziani, que había dado un salto desde las gradas, la había visto pasar sobre la cabeza, y había explotado a sus espaldas. Esa es la explicación de sus heridas, todas en la espalda y en la parte posterior de las piernas. Cayó al suelo maldiciendo. Cuatro personas, entre las cuales estaban Gariboldi y Cortese, se precipitaron a levantarlo. No fueron muchos los que conservaron la calma. Entre ellos hubo un operador cinematográfico del instituto Luce, Danilo Birindelli de Viareggio. Saltó a un automóvil, metió en él a Graziani, desmayado y sangrando, y le trasladó al hospital de la Consolata. Apenas fuera del recinto, una ametralladora disparó en dirección del auto, pero los disparos fallaron. Quizá Graziani habría muerto desangrado si no hubiera intervenido Birindelli (...).
Cuando Graziani estaba caído en el suelo, un capitán de los Carabinieri le había salvado la vida dejando secos con dos disparos de pistola a dos terroristas cuando estaban para lanzarle otras bombas. Después de explotar la novena bomba hubo una secuencia apretada de otros lanzamientos que, sin embargo, no produjeron daños porque los artefactos, todavía con la anilla sujeta, resultaron inofensivos. ¿Qué sucedió luego? Tuvo lugar un breve tiroteo contra el Pequeño Guebl. Eran algunos cómplices capitaneados por un armenio, que disparaban desesperadamente, con el fin de facilitar la fuga a los lanzadores. Los Carabinieri de guardia en los portones, los cerraron prontamente, y así todos los que permanecieron en el parque cayeron en la trampa (...). Entre tanto, Gariboldi había asumido el mando de la plaza y, con voz tranquila, impartía allí bajo el pórtico las disposiciones de emergencia. También él sangraba, herido en un brazo. Más tarde, cuando se temía la sublevación popular, dudó si llamar a la ciudad al general Gallina con sus tropas, que había sido enviado a la caza del Ras Desta. Pero, una vez aclarada la situación, se le dio a Gallina la orden de "quemar etapas" para tratar de desanimar a los guerreros del Ras, que las columnas Tucci y Natale estaban cercando en el sur. Cuando, después de al menos una hora, los heridos por las bombas fueron trasladados al pequeño hospital Vittorio Emmanuele (antes Sueco), las balas silbaban por todas partes. Ya había comenzado el rastreo de la policía. En muchos "tucul" estaban escondidas las armas.
Se desarrollaban algunos combates a tiros. En las horas sucesivas comenzaría también la sangrienta represalia, realizada generalmente por los elementos más facinerosos de la colonia civil blanca de tres mil italianos. La población etíope del conglomerado de la ciudad ascendía a 120.000 personas en aquel tiempo. En el hospital no había camas suficientes para todos los heridos. Unos cincuenta esperaron la medicación tendidos en el suelo. La extracción de los pequeños fragmentos de metralla era larga; los escasos médicos procedieron sumariamente. Muy pronto se agotó la provisión de éter. Tendido también yo en el suelo (tenía 22 fragmentos de metralla en las piernas) me hice a un lado para dejar pasar una camilla. Sobre ella estaba el general Liotta, en muy mal estado. Le llevaban al quirófano; ya había perdido un ojo: le amputaron una pierna. En otra camilla llegó un carabinero, que expiró casi inmediatamente. En el cuarto donde me hallaba estaban Petretti y Siniscalchi, heridos, pero no de gravedad. Allí hacia las dos de la tarde, me enteré de las primeras noticias sobre el estado de Graziani. Un oficial que venía de la Consolata, informó a los dos altos funcionarios del Gobierno. Dijo que, a pesar de "más de cien" fragmentos de metralla que le habían alcanzado (luego resultaron 350) y de la pérdida de sangre, podía considerarse fuera de peligro. Llegaron también noticias sobre los otros heridos graves. Entre ellos estaba el abuna Kyrillos. Pero el clérigo indígena que le sostenía el paraguas había muerto. En un balance aproximado se estableció que los heridos del atentado eran sesenta. Mario Appelius había recibido un fragmento de metralla en la nariz. Los muertos eran cinco: además del carabinero y el clérigo, había fallecido un técnico (...).