El Proceso Graziani (1ª Parte)
Procesado, condenado y libertado el ex jefe del Ejército de Saló
Procesado, condenado y libertado el ex jefe del Ejército de Saló

- CINCO AÑOS DESPUÉS EN ROMA
- LA COMPOSICIÓN DEL TRIBUNAL
- NO FUE MÁS QUE UN "COLABORACIONISTA"
- LA ACUSACIÓN CONTRA EL MARISCAL
- LA ACTIVIDAD DE LAS UNIDADES ESPECIALES
- "SOY RODOLFO GRAZIANI, EX MARISCAL DE ITALIA..."
- "MANDABA A LAS TROPAS POR TELÉFONO Y EN PIJAMA"
- UN PROCESO ANTERIOR HABÍA SIDO ANULADO
- ¡A ROMA LA HE SALVADO YO, NO EL PAPA!
- EL ATENTADO CONTRA LA VIDA DEL MARISCAL
- EL "BANDO DE GRAZIANI" Y LA PENA DE MUERTE PARA LOS PRÓFUGOS
- "QUERÍA PREPARAR VEINTE DIVISIONES"
- EL LLAMAMIENTO DE GRAZIANI A LOS CAMARADAS
- LA PETICIÓN DEL FISCAL: VEINTICUATRO AÑOS
- EL ACTA DE RENDICIÓN DE GRAZIANI
- LA MUERTE DEL MARISCAL
- VIDEO
- FUENTES
1. CINCO AÑOS DESPUÉS EN ROMA
El 23 de febrero de 1950, a cinco años del final de la guerra, el Tribunal Militar Territorial de Roma, presidido por el General Beraudo di Pralormo, se reúne para juzgar a Rodolfo Graziani, ex mariscal de Italia. La sala del Tribunal Militar está en el primer piso; es amplia, cómoda, llena de luz. El colegio judicial se establecerá sobre una tarima alta, construida al fondo de la sala, que acogerá también al acusado. El puesto de Graziani está a la izquierda para quien entra desde el fondo. El acusado tiene a su disposición un sillón ante el cual hay una mesita con estantería, sobre la cual el asistente del ex mariscal ha colocado ya dos de las famosas agendas que le han servido a Graziani para compilar el libro Ho difeso la Patria (volumen que, por otra parte, se han apresurado a leer todos los jueces de este colegio a invitación del presidente). Las mesas para los abogados (que son tres, Carnelutti, Augenti y Mastino del Rio), para los taquígrafos y los periodistas están al pie de la tarima, hacia el centro de la sala. Luego, todavía más atrás, hay una fila de sillas destinadas a los parientes cercanos del acusado (entre los cuales está la mujer de Graziani, la marquesa Inés Chionetti) y, por último, una barandilla que delimita el lugar destinado al público, no numeroso, que es seleccionado a la entrada con discreción por los carabinieri.
En su estudio en Affile, después de la prisión
El reloj que está sobre la mesa del Tribunal señala las 9,10 y los jueces de uniforme ya están sentados en sus puestos desde hace algunos segundos, cuando se abre la puerta que está junto a la tarima y aparece Graziani. El ex mariscal aparece con buena salud. Está en el umbral de los sesenta y ocho años, pero tiene la mirada penetrante, el gesto decidido, la palabra lista, sonora y segura. Se vuelve hacia el Tribunal y saluda, hace una reverencia a los tres abogados defensores (que le han asistido durante los cuatro meses del debate anulado luego por el Tribunal Penal Especial); se vuelve para dirigirse a su puesto, pero le rodean los fotógrafos con las cámaras en ristre. Graziani tiene un gesto orgulloso e impetuoso (llegará un momento del proceso en el que el ex mariscal se precipitará gritando sobre el presidente, arrancándole literalmente algunos papeles de las manos para comprobar una firma). Se quita el abrigo verde-gris militar sacudiendo su blanca cabellera leonina y presenta el pecho al relampagueo de los "flashes": no tiene galones ni estrellas, pero, a la izquierda, muestra todas sus numerosas condecoraciones. Luego Graziani toma el gorro, los guantes y las dos agendas y dispone todo sobre los dos estantes. Eso desata de nuevo a los fotógrafos, pero cinco minutos después un campanilleo discreto del presidente interrumpe la escena: "Se abre la sesión", anuncia tranquilamente el general Baraudo di Pralormo. Son las 9,20 del jueves 23 de febrero de 1950.
"Ya el 25 de julio de 1943 el alto mando alemán había ordenado desplazamientos de tropas que habían llegado del Brennero a Italia como a un territorio hostil, y se hicieron con el control de centrales eléctricas, telefónicas y telegráficas y partes vitales del suelo italiano", de modo que los alemanes debían considerarse enemigos aún antes de la declaración de guerra que tuvo lugar el 13 de octubre de 1943. Las bien equipadas divisiones alemanas habían hecho irrupción en la ciudad de Roma combatiendo furiosamente contra las unidades del Ejército italiano (división de Granaderos, unidades de la Ariete y de la Piave, y de ciudadanos) que intentaban oponerse al invasor, vertiendo sangre generosa y escribiendo páginas de heroísmo. Pues cuando los alemanes hacían estragos a las puertas de Roma, tratando de aplastar, como aplastaron, toda resistencia, no era preciso esperar la declaración de guerra que tuviera reflejos internacionales, ni la orden formal del combate; todo militar tenía el deber de acudir a engrosar las filas de dichas unidades. En las situaciones difíciles, aunque sean desesperadas, escribir una página de sacrificio señala el camino indiscutible del deber y del honor. En cambio Graziani, que con el juramento prestado había vinculado solemnemente su palabra de honor, abrazando la causa de los alemanes, esto es, del enemigo, traicionó los intereses del legitimo Estado italiano. Graziani no se presentó en el Ministerio de la Guerra en aquellos días inmediatamente siguientes al 8 de septiembre y, en cambio, se presentó a Caivi di Bergolo, comandante de la ciudad abierta, que había sido secundado por un comandante alemán.
Benito Mussolini con Graziani. El mariscal juró fidelidad al Duce en la República de Saló hasta el final
El, mariscal de Italia, aun sin tener ningún encargo en aquel período, conserva su posición de servicio permanente efectivo. "... Establecido que sabia las razones por las que se le había invitado a la embajada alemana, si se presentó allí cuando habría podido eximirse, no puede deducirse más que entre él y el embajador alemán se habría creado, después del 8 de septiembre, una afinidad de opiniones y una línea de conducta que debían conducir a los hechos que luego tuvieron lugar... Frente a la trágica realidad de aquellos días, no hay quien no vea el fuerte contraste que representa el comportamiento de un militar como Graziani, de ingenio vivo y de sólida preparación técnica, como ha sido juzgado por sus superiores en múltiples notas características, y que, en vez de hacer todo lo posible desde entonces para salvar lo salvable, se entretiene buscando un equipo automovilístico de propiedad personal"[/b].
El proceso contra Rodolfo Graziani, Roma, se desarrolló ante un Tribunal que no era el ordinario, sino, que siendo el acusado, en el momento de los hechos, mariscal de Italia, era un Tribunal especial constituido ex profeso y compuesto por oficiales de muy alto grado según las normas del ordenamiento jurídico militar. El Colegio Judicial estaba compuesto por eL presidente, general de Cuerpo de Ejército, Emanuele Beraudo di Pralormo; por los jueces, generales de Cuerpo de Ejército, Fernando Galich, Lazzaro De Castiglioni, Raffaele Pelligra; por el juez relator, general de división, Enrico Santacroce; por el fiscal, teniente general de justicia militar, Nicola Galasso, y por los jueces suplentes, almirante Bruno Bribonesi y general Ugo Tabellini. Secretario: Garcea. Los defensores de Graziani fueron: el abogado Francesco Carnelutti, Giorgio Mastino Del Rio y Giacomo Primo Augenti. Las sesiones fueron treinta y cinco, desde el 23 de febrero al 2 de mayo de 1950.
Con el 8 de septiembre de 1943, Hitler había anunciado, y la radio había difundido, por todas partes la aterradora decisión del Führer de seguir para Italia la política de la tierra quemada, pero, por suerte, no se había puesto en práctica, no ciertamente por arrepentimiento de los alemanes, sino porque no tenían interés en la destrucción total del país. En efecto, la política de la tierra quemada es practicada por los ejércitos que se retiran, perseguidos de cerca por el enemigo; en cambio los alemanes ocupaban el país y no tenían ningún interés en destruirlo, pues se abastecían con los recursos del mismo y se servían de todas las instalaciones para mantener la ocupación y desarrollar su actividad bélica. Graziani sabia todo eso. Y solo después de su acción resultó que algunos oficiales se pusieron en condiciones de faltar al juramento prestado al rey 'por miedo de la amenaza de daños próximos o futuros, o por sentirse atraídos por su palabra incitadora, por u figura de soldado valeroso, que señala el camino que se ha de seguir...'. El episodio de deportación a Alemania de siete mil carabinieri que se hallaban en Roma, demuestra que Graziani tenía el propósito deliberado de dar ayuda al enemigo. Y ni siquiera "el tardío arrepentimiento de Graziani puede excluir la ilicitud del hecho, pues ya había concluido con el desarme y la deportación".
"Las iniciativas de Graziani manifiestan la absoluta y consciente adhesión a las directrices y fines superiores y muestran su decisión de colaborar... Pues, si no hubiera sido ese su pensamiento, Graziani no era un hombre capaz de tolerar que se hiciera algo contrario a sus ideas y habría afrontado los riesgos que se derivaran de su oposición... El acuerdo con Kesselring quita toda eficacia a las justificaciones expuestas por Graziani; según él, los militares italianos que prestaban servicio en las unidades alemanas y que se marchaban de ellas debían ser entregados a los tribunales alemanes. Acuerdo de cuya ilegalidad se dio cuenta el mismo Graziani tras el parecer expresado por el Procurador General Militar del tiempo, pero que ya había tenido consecuencias".
Ilustración de Graziani durante el juicio
Los reclutas de la quinta 1924-25 fueron mandados a Alemania para su adiestramiento y luego se les encuadró en las cuatro divisiones: Monterosa, San Marco, Littorio, Italia, que comenzaron el regreso a la patria en agosto de 1944 y, con algunas divisiones alemanas formaron el ejército de Liguria, cuyo mando recibió Graziani el mismo mes: "Graziani precisa que la formación del ejército de Liguria defendía los pasos alpinos contra la invasión de los ejércitos enemigos. "Con ese asunto contratan las deposiciones de los jefes de la lucha partisana, que especifican que la actividad de las divisiones mandadas por Graziani tuvo exclusivamente funciones antipartisanas con la acción represiva desplegada por las formaciones armadas fascistas que desde hacía tiempo habían comenzado su obra de persecución de los mismos partisanos. Esas deposiciones muestran que Graziani era el verdadero animador de la lucha, que aumentaba en intensidad todas las veces que él iba a inspeccionar sus unidades".
Estas son las acusaciones formuladas contra Rodolfo Graziani y que fueron acogidas en la resolución de envío a juicio del Tribunal Militar de Roma:

El reloj que está sobre la mesa del Tribunal señala las 9,10 y los jueces de uniforme ya están sentados en sus puestos desde hace algunos segundos, cuando se abre la puerta que está junto a la tarima y aparece Graziani. El ex mariscal aparece con buena salud. Está en el umbral de los sesenta y ocho años, pero tiene la mirada penetrante, el gesto decidido, la palabra lista, sonora y segura. Se vuelve hacia el Tribunal y saluda, hace una reverencia a los tres abogados defensores (que le han asistido durante los cuatro meses del debate anulado luego por el Tribunal Penal Especial); se vuelve para dirigirse a su puesto, pero le rodean los fotógrafos con las cámaras en ristre. Graziani tiene un gesto orgulloso e impetuoso (llegará un momento del proceso en el que el ex mariscal se precipitará gritando sobre el presidente, arrancándole literalmente algunos papeles de las manos para comprobar una firma). Se quita el abrigo verde-gris militar sacudiendo su blanca cabellera leonina y presenta el pecho al relampagueo de los "flashes": no tiene galones ni estrellas, pero, a la izquierda, muestra todas sus numerosas condecoraciones. Luego Graziani toma el gorro, los guantes y las dos agendas y dispone todo sobre los dos estantes. Eso desata de nuevo a los fotógrafos, pero cinco minutos después un campanilleo discreto del presidente interrumpe la escena: "Se abre la sesión", anuncia tranquilamente el general Baraudo di Pralormo. Son las 9,20 del jueves 23 de febrero de 1950.
- Carnelutti: "Pido la palabra para una petición preliminar".
- Presidente: "Hable, abogado; como sabe, le escuchamos siempre con mucho gusto".
- Carnelutti: "Es una petición modesta. Quisiera añadir algunos textos, exactamente tres, a la lista de los ya presentados por nuestro colegio defensor como descargo".
"Ya el 25 de julio de 1943 el alto mando alemán había ordenado desplazamientos de tropas que habían llegado del Brennero a Italia como a un territorio hostil, y se hicieron con el control de centrales eléctricas, telefónicas y telegráficas y partes vitales del suelo italiano", de modo que los alemanes debían considerarse enemigos aún antes de la declaración de guerra que tuvo lugar el 13 de octubre de 1943. Las bien equipadas divisiones alemanas habían hecho irrupción en la ciudad de Roma combatiendo furiosamente contra las unidades del Ejército italiano (división de Granaderos, unidades de la Ariete y de la Piave, y de ciudadanos) que intentaban oponerse al invasor, vertiendo sangre generosa y escribiendo páginas de heroísmo. Pues cuando los alemanes hacían estragos a las puertas de Roma, tratando de aplastar, como aplastaron, toda resistencia, no era preciso esperar la declaración de guerra que tuviera reflejos internacionales, ni la orden formal del combate; todo militar tenía el deber de acudir a engrosar las filas de dichas unidades. En las situaciones difíciles, aunque sean desesperadas, escribir una página de sacrificio señala el camino indiscutible del deber y del honor. En cambio Graziani, que con el juramento prestado había vinculado solemnemente su palabra de honor, abrazando la causa de los alemanes, esto es, del enemigo, traicionó los intereses del legitimo Estado italiano. Graziani no se presentó en el Ministerio de la Guerra en aquellos días inmediatamente siguientes al 8 de septiembre y, en cambio, se presentó a Caivi di Bergolo, comandante de la ciudad abierta, que había sido secundado por un comandante alemán.

El, mariscal de Italia, aun sin tener ningún encargo en aquel período, conserva su posición de servicio permanente efectivo. "... Establecido que sabia las razones por las que se le había invitado a la embajada alemana, si se presentó allí cuando habría podido eximirse, no puede deducirse más que entre él y el embajador alemán se habría creado, después del 8 de septiembre, una afinidad de opiniones y una línea de conducta que debían conducir a los hechos que luego tuvieron lugar... Frente a la trágica realidad de aquellos días, no hay quien no vea el fuerte contraste que representa el comportamiento de un militar como Graziani, de ingenio vivo y de sólida preparación técnica, como ha sido juzgado por sus superiores en múltiples notas características, y que, en vez de hacer todo lo posible desde entonces para salvar lo salvable, se entretiene buscando un equipo automovilístico de propiedad personal"[/b].
2. LA COMPOSICIÓN DEL TRIBUNAL
El proceso contra Rodolfo Graziani, Roma, se desarrolló ante un Tribunal que no era el ordinario, sino, que siendo el acusado, en el momento de los hechos, mariscal de Italia, era un Tribunal especial constituido ex profeso y compuesto por oficiales de muy alto grado según las normas del ordenamiento jurídico militar. El Colegio Judicial estaba compuesto por eL presidente, general de Cuerpo de Ejército, Emanuele Beraudo di Pralormo; por los jueces, generales de Cuerpo de Ejército, Fernando Galich, Lazzaro De Castiglioni, Raffaele Pelligra; por el juez relator, general de división, Enrico Santacroce; por el fiscal, teniente general de justicia militar, Nicola Galasso, y por los jueces suplentes, almirante Bruno Bribonesi y general Ugo Tabellini. Secretario: Garcea. Los defensores de Graziani fueron: el abogado Francesco Carnelutti, Giorgio Mastino Del Rio y Giacomo Primo Augenti. Las sesiones fueron treinta y cinco, desde el 23 de febrero al 2 de mayo de 1950.
3. NO FUE MÁS QUE UN "COLABORACIONISTA"
Con el 8 de septiembre de 1943, Hitler había anunciado, y la radio había difundido, por todas partes la aterradora decisión del Führer de seguir para Italia la política de la tierra quemada, pero, por suerte, no se había puesto en práctica, no ciertamente por arrepentimiento de los alemanes, sino porque no tenían interés en la destrucción total del país. En efecto, la política de la tierra quemada es practicada por los ejércitos que se retiran, perseguidos de cerca por el enemigo; en cambio los alemanes ocupaban el país y no tenían ningún interés en destruirlo, pues se abastecían con los recursos del mismo y se servían de todas las instalaciones para mantener la ocupación y desarrollar su actividad bélica. Graziani sabia todo eso. Y solo después de su acción resultó que algunos oficiales se pusieron en condiciones de faltar al juramento prestado al rey 'por miedo de la amenaza de daños próximos o futuros, o por sentirse atraídos por su palabra incitadora, por u figura de soldado valeroso, que señala el camino que se ha de seguir...'. El episodio de deportación a Alemania de siete mil carabinieri que se hallaban en Roma, demuestra que Graziani tenía el propósito deliberado de dar ayuda al enemigo. Y ni siquiera "el tardío arrepentimiento de Graziani puede excluir la ilicitud del hecho, pues ya había concluido con el desarme y la deportación".
"Las iniciativas de Graziani manifiestan la absoluta y consciente adhesión a las directrices y fines superiores y muestran su decisión de colaborar... Pues, si no hubiera sido ese su pensamiento, Graziani no era un hombre capaz de tolerar que se hiciera algo contrario a sus ideas y habría afrontado los riesgos que se derivaran de su oposición... El acuerdo con Kesselring quita toda eficacia a las justificaciones expuestas por Graziani; según él, los militares italianos que prestaban servicio en las unidades alemanas y que se marchaban de ellas debían ser entregados a los tribunales alemanes. Acuerdo de cuya ilegalidad se dio cuenta el mismo Graziani tras el parecer expresado por el Procurador General Militar del tiempo, pero que ya había tenido consecuencias".

Los reclutas de la quinta 1924-25 fueron mandados a Alemania para su adiestramiento y luego se les encuadró en las cuatro divisiones: Monterosa, San Marco, Littorio, Italia, que comenzaron el regreso a la patria en agosto de 1944 y, con algunas divisiones alemanas formaron el ejército de Liguria, cuyo mando recibió Graziani el mismo mes: "Graziani precisa que la formación del ejército de Liguria defendía los pasos alpinos contra la invasión de los ejércitos enemigos. "Con ese asunto contratan las deposiciones de los jefes de la lucha partisana, que especifican que la actividad de las divisiones mandadas por Graziani tuvo exclusivamente funciones antipartisanas con la acción represiva desplegada por las formaciones armadas fascistas que desde hacía tiempo habían comenzado su obra de persecución de los mismos partisanos. Esas deposiciones muestran que Graziani era el verdadero animador de la lucha, que aumentaba en intensidad todas las veces que él iba a inspeccionar sus unidades".
4. LA ACUSACIÓN CONTRA EL MARISCAL
Estas son las acusaciones formuladas contra Rodolfo Graziani y que fueron acogidas en la resolución de envío a juicio del Tribunal Militar de Roma:
- En el acto del armisticio habiendo visto cómo caía Roma en manos de los alemanes, en lugar de asumir, como habría sido su deber de italiano y de soldado, el mando de las fuerzas puestas para la defensa de la capital abandonada por los jefes fugitivos, hizo acto de adhesión a los alemanes y al Gobierno republicano, del que se convirtió enseguida en ministro para la defensa nacional. El mariscal Graziani ha sido el organizador y el animador del nuevo ejército del gobierno fascista republicano, empujando a los italianos a una guerra fratricida, prosiguiendo la lucha al lado de los invasores alemanes. Se remontan principalmente al mariscal Graziani las responsabilidades de las expoliaciones y asesinatos de ciudadanos y de patriotas que combatían y boicoteaban al enemigo para liberar a Italia.
- La captura y la deportación a Alemania de más de siete mil carabinieri que tuvo lugar en Roma el 7 de octubre de 1942, fue querida por Graziani.
- Entre sus numerosos discursos de incitación a enrolarse en el Ejército republicano hay que recordar el pronunciado en el teatro Adriano a primeros de octubre de 1943 a los numerosos oficiales presentes en la capital.
- Para alcanzar sus propósitos, Graziani, como es sabido, dictó sin descanso leyes marciales y bandos que amenazaban con la pena de muerte.
- El mariscal Graziani siguió hasta el final al gobierno fascista republicano, prestando siempre su eficaz colaboración de ministro de Defensa Nacional y de jefe del Ejército de Mussolini.