
Francisco Ortiz, el 5 de mayo de 1945, tras la liberación de Mauthausen. CORTESÍA DE JUAN FRANCISCO ORTIZ
La imagen de Francisco Ortiz portando orgulloso una pequeña bandera tricolor llena de historia se había hecho familiar año tras año en mayo con motivo del solemne desfile conmemorativo de la liberación del campo austriaco a donde fueron a parar la mayoría de los diez mil españoles deportados con la complacencia de Franco. Primero de pie y los últimos años, en silla de ruedas. Nunca quiso renunciar a su presencia "para recordar a tantos compañeros torturados y asesinados y reafirmar su condición de antifascista", comenta Ángel del Río, delegado en Andalucía de la Amical de Mauthausen.
Justamente allí pudimos recorrer con él, en mayo de 2008, las instalaciones del horror del centro de exterminio donde los nazis lo despojaron de su identidad para nombrarlo con el número 4245. Francisco Ortiz podría ser tenido como un ejemplo prototípico del perfil de los españoles que fueron deportados, aunque su temeridad, su capacidad de asumir riesgos y su valentía están notablemente por encima de la media de las pocas historias personales conocidas.
Su trayectoria previa como miliciano primero y como mando militar después durante la Guerra Civil está plagada de heroicidades como cuando fue herido por formar parte de la avanzadilla de voluntarios en el asalto final del largo asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza, cerca de la localidad jiennense de Andújar, donde se refugiaron cientos de guardias civiles rebeldes durante varios meses. Posteriormente, participó activamente en las batallas de Brunete, Guadalajara y el Ebro. Tras la huida a Francia, más batallas, ya que se alistó en los Regimientos de Voluntarios Extranjeros del Ejército francés, hasta que fue detenido cerca de Bélgica para acabar siendo enviado a Mauthausen, adonde llegó en abril de 1940. "Cuando llegué y vi a los rayaos -por el uniforme de los deportados-, me figuré lo que había".
Los españoles fueron probablemente el grupo nacional con mayor cohesión ideológica y capacidad de resistencia en los campos nazis, dado su compromiso político republicano y mayoritariamente de izquierdas. Francisco Ortiz era comunista. Hacían una piña para no desmoralizarse: "La única ayuda era la solidaridad". Un grupo de republicanos del autoproclamado Komando de Liberación de Mauthausen (KLM) confeccionó en la barraca una bandera republicana que él guardó como oro en paño y que regaló en 2005 a Zapatero con motivo de la visita del entonces presidente del Gobierno español al campo de exterminio en el 60º aniversario de su liberación [posteriormente Zapatero se la devolvería con una carta muy cariñosa de reconocimiento]. El valiente deportado andaluz, que trabajó como carpintero, nos confesó que había robado miles de cigarrillos a los nazis, aunque su hazaña más arriesgada fue quitarle una pistola a un oficial de las SS, que escondió junto a la tricolor en el barracón. "No se dieron ni cuenta, pero si te cogían era la muerte. Por eso no se lo dije a nadie".