Si por él fuera, al veterano de la Segunda Guerra Mundial Phillip Coon probablemente no le interesaría la formalidad de ser honrado en una base militar con hombres y mujeres en uniforme de gala y en posición de atención, aunque fuera para recibir un puñado de medallas que le debían haber entregado hace varios decenios.

Así que es apropiado que las medallas entregadas al humilde hombre de Tulsa el lunes por la noche durante una ceremonia informal en una sala de espera del Aeropuerto Internacional de Tulsa, con la presencia de familiares y otros veteranos de guerra, fuera en medio de poca pompa.
Allí, el hombre de 94 años recibió la Medalla de Prisionero de Guerra, la Estrella de Bronce y la Insignia de Infantería de Combate de manos de la generala Rita Aragón, secretaria de Asuntos Militares y de Veteranos de Guerra de Oklahoma. Coon y su hijo, Michael, acababan de regresar de un viaje a Japón con el fin de promover el entendimiento entre ambos países.
Las aproximadamente 20 personas que asistieron aplaudieron con brío después que Coon, en una silla de ruedas, recibió las medallas. El soldado se quitó su gorra de pelotero en señal de agradecimiento.
"Tengo la bendición de haber llegado a esto en mi vida", dijo, mientras una lágrima le corría por la mejilla. "Le doy gracias a Dios por cuidarme".
Coon, que ahora vive en Sapulpa, en el noreste de Oklahoma, fue operador de una ametralladora en el Ejército. Sobrevivió a un campamento de prisioneros de guerra y la brutal Marcha de la Muerte de Bataan en las Filipinas en 1942, un recorrido de 100 kilómetros que los militares japoneses obligaron a decenas de miles de soldados filipinos y estadounidenses a realizar con poca comida y agua en medio de un calor abrasador. Unos 11.000 soldados murieron en el camino.
Nadie sabe cómo fue que Coon nunca recibió sus medallas, pero es algo que ocurre con alguna frecuencia.
"Tenía derecho a las medallas pero nunca las recibió", dijo Jake Heisten, secretario de prensa del senador federal Jim Inhofe, cuyo despacho contactó a las fuerzas armadas hace tres semanas para preguntar sobre las medallas.
"Desafortunadamente, nuestra oficina ve casos en que los militares no reciben las medallas a las que tienen derecho".
Fuente: http://www.noticiasterra.esAllí, el hombre de 94 años recibió la Medalla de Prisionero de Guerra, la Estrella de Bronce y la Insignia de Infantería de Combate de manos de la generala Rita Aragón, secretaria de Asuntos Militares y de Veteranos de Guerra de Oklahoma. Coon y su hijo, Michael, acababan de regresar de un viaje a Japón con el fin de promover el entendimiento entre ambos países.
Las aproximadamente 20 personas que asistieron aplaudieron con brío después que Coon, en una silla de ruedas, recibió las medallas. El soldado se quitó su gorra de pelotero en señal de agradecimiento.
"Tengo la bendición de haber llegado a esto en mi vida", dijo, mientras una lágrima le corría por la mejilla. "Le doy gracias a Dios por cuidarme".
Coon, que ahora vive en Sapulpa, en el noreste de Oklahoma, fue operador de una ametralladora en el Ejército. Sobrevivió a un campamento de prisioneros de guerra y la brutal Marcha de la Muerte de Bataan en las Filipinas en 1942, un recorrido de 100 kilómetros que los militares japoneses obligaron a decenas de miles de soldados filipinos y estadounidenses a realizar con poca comida y agua en medio de un calor abrasador. Unos 11.000 soldados murieron en el camino.
Nadie sabe cómo fue que Coon nunca recibió sus medallas, pero es algo que ocurre con alguna frecuencia.
"Tenía derecho a las medallas pero nunca las recibió", dijo Jake Heisten, secretario de prensa del senador federal Jim Inhofe, cuyo despacho contactó a las fuerzas armadas hace tres semanas para preguntar sobre las medallas.
"Desafortunadamente, nuestra oficina ve casos en que los militares no reciben las medallas a las que tienen derecho".