EL PROCESO DE IMPLICACIÓN ALEMANA EN ÁFRICA

El presente artículo pretende, con toda humildad, hacer un breve esbozo de los acontecimientos estratégicos, operacionales y tácticos que llevaron a Alemania a inmiscuirse en una guerra en África en contra de su costumbre militar. Para ello nos fijaremos en los tres niveles en que se encuadran los acontecimientos militares: el estratégico, íntimamente entremezclado con la política; el operacional, que es el movimiento de los ejércitos y que en nuestro caso tendrá que ver con la derrota italiana en Egipto y Libia; y finalmente en el táctico, las primeras acciones en África de una leyenda apellidada Rommel, y cómo consiguió desmontar por completo el entramado creado por sus superiores. El marco temporal en el que vamos a fijarnos empieza el 10 de junio de 1940, con la entrada en guerra de Italia y la inminente derrota de Francia; y termina el 31 de abril de 1941, con el ataque a Marsa el Brega y el despegue definitivo de Rommel hacia el estrellato.

Finalmente, es necesario advertir que, aunque se han empleado otras muchas fuentes y los razonamientos y opiniones son propios, el presente artículo bebe fundamentalmente de dos obras, citadas en la bibliografía, que son la de Vincent Arbaretier, quien hace un magnífico trabajo sobre la implicación alemana en el espacio estratégico Mediterráneo; y Mario Montanari, del Servicio Histórico del Ejército Italiano, que son, probablemente por razones idiomáticas, los grandes olvidados en lo que a fuentes se refiere.
Roma contra Berlín
La guerra paralela
Las Bazas Alemanas y el Mediterráneo
La Crisis de Finales de Otoño
El fin de la guerra paralela
El acuerdo
Del Sperrverband a la División Ligera
¿Dónde establecer la línea defensiva?
Rommel contra Gariboldi
El 6 de febrero de 1941
De Roma a Trípoli
Las primeras diferencias
El despliegue de las tropas
Primer contacto
¿Y el enemigo?
Un nuevo salto adelante
El primer plan para una ofensiva en mayo
El segundo plan para una ofensiva en mayo
El Agheila
Rommel desencadenado
Conclusiones (para debatir)
Roma contra Berlín
La guerra paralela

En el discurso Mussoliniano del 10 de junio de 1940, anunciando a su pueblo la declaración de guerra, hay una aparente contradicción: “En una reunión memorable, que tuvo lugar en Berlín, dije que según las leyes de la moralidad fascista, cuando uno tiene un amigo marcha con él hasta el fin. Esto hemos hecho con Alemania, con su pueblo, con sus maravillosas fuerzas armadas”, rezan los últimos compases, en perfecta disimetría con su párrafo sexto, que explicando otros motivos por los que Italia entraba en guerra dice: “tomamos las armas para, tras haber resuelto el problema de nuestras fronteras terrestres, resolver el problema de nuestras fronteras marítimas; queremos romper las cadenas territoriales que nos asfixian en nuestro propio mar; pues un pueblo de cuarenta y cinco millones de almas no es verdaderamente libre sin libre acceso al océano” [en ambos casos, historical resources]. ¿Solidaridad o interés? ¿Italia entraba en guerra para marchar con su amigo hasta el fin o para resolver el problema de sus fronteras marítimas una vez resuelto el de sus fronteras terrestres?
Uno podría pensar que por ambas cosas, sin embargo, y a pesar de sus palabras de solidaridad con Alemania, el Duce volcó sus esfuerzos hacia el sur, al Mediterráneo, justo en la dirección que no interesaba a Hitler. Dicho esto, no es difícil razonar que lo hizo porque precisamente allí, en el Mediterráneo, se extendía una de las principales regiones coloniales del único enemigo que le quedaba entonces a Alemania, el Reino Unido, así que vuelve a surgir la duda. ¿Tuvo que ver la campaña Mediterránea con un genuino intento de ayudar a Alemania a ganar la guerra? Hay varios hechos que nos llevan a pensar que no: el interés italiano en hacerse con las colonias francesas del Norte de África, un interés que siguió muy vivo después del armisticio del 22 de junio; el injustificado ataque a Grecia desencadenado por Mussolini el 28 de octubre; y la “guerra paralela”.


Las Bazas Alemanas y el Mediterráneo.
Cuando Francia cayó derrotada Alemania e Italia se encontraron con que solo un enemigo se les oponía aún, el Reino Unido y su Commonwealth. Derrotarlo planteaba un problema estratégico importante pues su centro neurálgico, las islas británicas, se hallaba atrincherado tras el Canal de la Mancha, y su principal baza defensiva, la marina, era más poderosa que sus equivalentes del eje; así que a primera vista, parecía inalcanzable.
Contra este enemigo había cinco líneas de acción posibles:
- Un asalto directo, la Operación Seelowe, cuyo protagonismo debía ser del ejército y que no pudo llevarse a cabo por la falta de control del cielo y por la carencia de unidades navales de desembarco.
- Una guerra de bombardeo -era la opción de la Luftwaffe- que destruyera la capacidad fabril de las islas, sobre todo en lo que a alimentación y armamento se refiere, para reducirlas a la impotencia antes de asaltarlas. Ya sabemos cómo terminaron las operaciones para sojuzgar a la Royal Air Force, así que no entraremos a evaluar como hubiera podido salir esta campaña, cuyos resultados solo hubieran podido apreciarse a largo plazo.
- Un estrangulamiento naval, que era la opción del Admiral Dönitz, al mando del arma submarina. Esta opción también debía ser a largo plazo, y pretendía sojuzgar a las islas cerrando sus líneas de comunicaciones con el exterior.
- La creación de un “bloque continental”, euroasiático que se negara a comerciar con el Reino Unido y lo dejara fuera de Europa. Era sin duda la opción más pacífica, y también la más imaginativa pues había que tener gran capacidad de autoengaño para estar seguro de que la Unión Soviética, a la que los diplomáticos querían incluir en esta opción, colaboraría voluntariosamente.
- Finalmente, queda la opción Mediterránea, que es en la que nos vamos a centrar ahora.


Era una idea juiciosa pero el primero que la desechó fue Hitler, quien además introdujo una alternativa nueva en la ecuación, una que tenía poco que ver con el Reino Unido, porque estaba orientada hacia el este. El 21 de Julio solicitó a von Brauchitsch que estudiara el problema y le preparara planes para una campaña contra la Unión Soviética. A todas las opciones anteriores acababa de surgirles un duro competidor, que acabaría derrotándolas tanto a ellas como a la propia Alemania.

Poco después de que Wagner redactara estas notas, el Vizeadmiral Weichold, quien nada más llegar a su puesto el 2 de julio –con la misión oficial de aprovechar intercambios de vista fructuosos entre las dos oficinas y la real de mostrar a la marina italiana el camino correcto a seguir- había empezado a estudiar la situación en el Mediterráneo, indicaba: “con respecto al problema de llevar a cabo una guerra defensiva en el Mediterráneo Oriental, los británicos utilizan Malta no solo como punto de paso, sino también como punto de reabastecimiento. Malta es además una amenaza importante contra el flanco de las líneas de suministro italianas que van hacia Libia, que exige que se implemente un sistema constante de escoltas para proteger a los mercantes. También es igualmente el punto de partida de los aviones de reconocimiento británicos en el mediterráneo, así como de las acciones ofensivas contra los puntos de apoyo y las unidades italianas en dicho mar, incluidos los submarinos, que se ven obligados a navegar efectuando un rodeo, lo que los retrasa considerablemente. La puesta fuera de combate de Malta es una condición <sine qua non> para cerrar el acceso británico hacia Sicilia y proteger la retaguardia de Europa Occidental antes de iniciar una acción cualquiera hacia el este… es una espina clavada en la carne italiana… hay que poner Malta fuera de combate mediante ataques aéreos, barreras de minas; mediante comandos o, si no, mediante un verdadero asalto anfibio” [Arb 37].

Lo cierto es que las semanas siguientes parecieron dar la razón al dictador italiano: el 13 de septiembre sus tropas en Libia, bajo el mando del Maresciallo Rodolfo Graziani, invadieron Egipto y capturaron Sollum, llegando a Sidi Barrani el 16; mientras que el 17 Alemania daba por perdida la Batalla de Inglaterra y renunciaba a Seelöwe. Pero fue una razón efímera, porque tras llegar hasta Maktila, un poco más allá de Sidi Barrani, la ofensiva de Graziani se detuvo, y el intento italiano de “desriñonar” Grecia desencadenado el 28 de octubre, no tardó tampoco en convertirse en el inicio de un nuevo desastre. Finalmente los italianos tuvieron que replantearse la oferta alemana y contestar afirmativamente, pero iba a ser un “si” a regañadientes que quedó demostrado por la poca cordialidad y las negativas contestaciones que recibiría el General von Thoma durante su viaje de inspección al norte de África de primeros de noviembre, donde llegarían a decirle que el terreno no era adecuado para el uso de carros de combate.

La situación italiana en el Mediterráneo Central y África hasta el mes de noviembre no puede considerarse demasiado buena. La Royal Navy había conseguido vencer en los primeros combates, como los de Punta Stilo y el Cabo Spada, y las tropas italianas en Libia habían tenido que detenerse en torno a Sidi Barrani. El Kriegstagebuch del General Franz Halder nos indica bastante bien como veía Hitler las cosas el 4 de dicho mes:
14:20 Führer (presentes: Keitel, Jodl, Deyle, Schmundt, Engel, ObdH y yo mismo):
1.) Libia: El Führer se ha formado la siguiente opinión.
a. Hace falta más tiempo del que pensamos al principio. Ya no podemos contar con que los italianos empiecen su ataque hacia Mersa Matruh antes de finales de diciembre. Pero tras esto el ataque se verá retrasado nuevamente por los plazos necesarios para preparar suministros de agua, construir carreteras, etc. (Tres meses). Entonces llegará la estación cálida. Nada puede hacerse antes del otoño de 1941.
b. Italia nos ha informado de que necesita Trípoli como base de suministros propia, y le gustaría que utilizáramos Túnez como base.
c. Tiene poca confianza en los generales italianos. Italia solo nos quiere “para ahorrarse la sangre de sus propios soldados”.
d. Desde el punto de vista operacional, es peligroso utilizar tropas alemanas en operaciones a través de un mar que no controlamos, y junto con un aliado que no hace todo lo posible para mantener dicho mar abierto. [Halder KTB Vol V]
Como puede deducirse de estas notas, a raíz del “si” a su oferta de ayuda el Führer había decidido mostrarse tan desconfiado como cauto, y con cierta razón porque la suerte de las armas italianas estaba a punto de empeorar. Durante los primeros diez días de noviembre empezaron a desembarcar tropas británicas en Creta, liberando fuerzas griegas para que fueran enviadas al continente; en la noche del 11 al 12 un fantástico ataque aeronaval al puerto de Tarento dejó fuera de combate un porcentaje importante de la flota italiana; y el 14 los griegos lanzaron una ofensiva hacia el interior de Albania. Mientras tanto, en África, lo más que podía prometer Graziani era que a mediados de diciembre relanzaría la ofensiva en Egipto.
Teniendo en cuenta el panorama al que se enfrentaba sus aliados y a falta de un entendimiento, los alemanes empezaron a implicarse en el Mediterráneo, pero por su cuenta y siguiendo adelante con la guerra paralela. El 12 de noviembre Hitler emitió su Directiva Nº 18, en la que se especificaban cuales debían ser las relaciones con la Francia de Vichy y, sobre todo, los planes para tomar Gibraltar; en ella no se hacía mención alguna a Albania ni África, y además se indicaba específicamente que “no se prevé la cooperación de Italia” [Exordio]. El aliado quedaba pues excluido de las operaciones para cerrar el Mediterráneo occidental. Alemania actuaría por su propia cuenta.

Las cosas evolucionaron. El 21 de noviembre los griegos tomaron Goritza y el 4 de diciembre Pogradec; mientras que el 27 de noviembre la escuadra italiana era derrotada de nuevo en el combate del Cabo Spartivento. Estos acontecimiento provocaron que en su reunión del 5 de diciembre de 1940 el OKW se vio obligado a ampliar la directiva nº 18 de Hitler, concretando futuras intervenciones en el Mediterráneo que implicaban un aumento de la intervención germana en sus cuencas Central y Oriental. Estas consistirían en:
- Guerra aérea contra la flota británica, en el Mediterráneo Oriental, a partir del 15 de diciembre. Para ello se decidió trasladar el X Fliegerkorps de Noruega a Sicilia.
- Ataque contra Gibraltar, a primeros de febrero.
- Y operaciones contra Creta a partir de primeros de marzo, en el mejor de los casos, o de finales de abril en el peor.
Gracias a estas medidas, Hitler esperaba hundir la flota inglesa en el Mediterráneo en el transcurso de 3 – 4 meses.

Sin embargo hacía falta tiempo para poner en marcha estas ideas, y mientras tanto la situación del eje no mejoraba. El 8 de diciembre el Admiral Canaris (jefe de la Abwehr) certificó que España no se iba a implicar en la guerra y hubo que abandonar el proyectado ataque a Gibraltar; y el 9 de diciembre comenzó la operación Compass, la ofensiva del Lieutenant-General O´Connor (comandante en Jefe de la Western Desert Force) en el Norte de África que iba a destrozar a los ejércitos italianos. Mientras el eje recorría este vía crucis, la marina alemana hizo un inaceptable último intento por enderezar la situación cuando el 11 de diciembre el Admiral Fricke (jefe de operaciones) propuso que la marina italiana fuera puesta bajo mando alemán para hacerla actuar más dinámicamente, Hitler la rechazó, como hubieran hecho sin duda los italianos; a pesar de lo cual en los días siguientes el Vizeadmiral Weichold intentó obtener lo mismo directamente de las autoridades italianas, con, como era de esperar, el mismo éxito nulo. La consecuencia de estas negativas fue que la Deutsche Kriegsmarine decidió dar por perdido el Mediterráneo y el 20 de diciembre el Fregattenkäpitan Heinz Assman recibió la orden de planificar el traslado del esfuerzo naval alemán hacia el Atlántico.
El fin de la guerra paralela
Sin embargo, en lo que a los esfuerzos en tierra se refiere, la situación había tocado fondo y, al menos en los despachos, estaba empezando a mejorar. A primeros de mes el Generale di Divisione Soddu dijo a Von Rintelen que, dada la situación en Albania, la guerra paralela tenía que terminar, y poco después, el 13 de diciembre, se acordó en Berlín la primera gran acción en apoyo directo del aliado italiano, la Operación Marita.

Recordará el lector que Hitler había ofrecido tropas blindadas a Mussolini, y que estas habían sido inicialmente rechazadas; recordará también como la misión de Von Thoma para estudiar la guerra en el desierto había recibido muy poco apoyo. Sin embargo, como ya hemos visto, las cosas habían cambiado mucho desde entonces y los italianos decidieron pedir ayuda en serio para el Norte de África. Aquel día 20 Von Rintelen fue convocado por el Generale Guzzoni. Primero, este le informó de que Bardía y Tobruk, en Libia, se daban por perdidas, y que aunque se esperaba establecer una fortaleza poderosa en Derna, Trípoli iba a convertirse en el punto focal del dispositivo defensivo italiano en África. A continuación le trasladó las siguientes solicitudes del gobierno italiano:
- Material alemán para equipar diez divisiones; los alemanes acordarían cederles material de presa obtenido en sus campañas anteriores.
- Materias primas para la industria de guerra; la respuesta que sí, pero a cambio de un pago y de que todas las solicitudes se centralizaran a través de un solo organismo, para evitar duplicidades.
- Y una o dos divisiones panzer para llevar a cabo una defensa activa de la capital del imperio colonial italiano en África del Norte. Este es, desde el punto de vista de nuestro artículo, el punto crucial.
Es de imaginar que el correspondiente telegrama de Von Rintelen debió causar cierta sensación en Berlín, los aliados italianos se decidían por fin a solicitar formalmente fuerzas acorazadas y ayuda alemana, era el principio del fin de la guerra paralela.

El acuerdo
Sin embargo no era en Roma donde se debían acordar las cosas, sino en Berlín. El 28 de diciembre el Generale di Divisione Marras hizo ante el OKW la siguiente descripción de la situación en Libia: “En el África del Norte italiana la situación es la siguiente: actualmente la Cirenaica no puede ser conservada, y sin la ayuda alemana será toda el África del Norte italiana la que se perderá; y es seguro que esto perjudicará al conjunto del eje. También en este caso [Marras acababa de hacer una descripción de la situación en Albania] bastaría con que Alemania enviara una unidad para dar un vuelco inmediato a toda la situación. Igual que en Albania, esta intervención tendría un impacto moral importante no solo sobre los italianos sino también sobre los británicos en Egipto y sobre los franceses en África del Norte” [Arb 42, nota 1] En ella se mezclaban tanto el pesimismo más agudo como la adulación más absoluta; y los italianos habían pasado de no necesitarlos a depender por completo de los alemanes.
Dos días después, en una reunión con el Generaloberst Jodl en la que también se hallaba presente el Generale di Brigata Gandin, el primero expuso con total sinceridad al segundo y a Marras que los alemanes estaban dispuestos a intervenir en el momento más útil, pero que no querían verse metidos en una situación en que el prestigio que habían ganado con las armas pudiera quedar comprometido; haciendo referencia a continuación, irónicamente, a la renuncia hecha tiempo atrás por Roma a la división ofrecida en su momento, que calificó como una “crisis de confianza”. Sin embargo esta última afirmación era solo para achantar a sus orgullosos aliados, tal vez un primer paso en la toma alemana de control del escenario Mediterráneo, y a continuación sugirió que, dada la situación, se podía enviar una Sperrverband, una fuerza de bloqueo, para detener a los británicos, a la que se añadirían unos pocos blindados y minas suficientes para proteger largos tramos del frente.
Sin duda la propuesta no debió de acabar de convencer a Gandin. Tal vez este consideró que, puestos a vender su orgullo, era mejor venderlo al precio más alto posible, e insistió en que las cosas iban muy mal en África y que la única forma de repeler a los británicos eficazmente pasaba por el envío de dos divisiones acorazadas; una idea con la que Jodl se mostró de acuerdo: 250 carros de combate dijo que hacían falta en realidad, pero esta decisión debía tomarla Hitler, que se hallaba en Berchtesgaden.
Posteriormente la conversación descendió a niveles más prácticos: ¿Cuándo? La primera unidad podía estar en Nápoles tres semanas después de que se tomara la decisión definitiva; y ¿Cómo? Los materiales serían transportados a África a bordo de los 18 mercantes alemanes que se hallaban en puertos italianos, mientras que los hombres serían trasladados a bordo de buques de guerra. Finalmente Jodl añadió que la resistencia de Bardía, que aún no había sido capturada por los británicos, era de extrema importancia para retrasar al enemigo y dar tiempo a las fuerzas alemanas para llegar y prepararse antes de verse asaltadas por las fuerzas aliadas. También volvió a surgir la cuestión de una ofensiva de los franceses del Norte de África contra Trípoli, pero el alemán tranquilizó a sus aliados al respecto. Vichy estaba bajo control.

Del Sperrverband a la División Ligera
Ahora había que concretar un poco más que tropas se enviarían, y a qué peligros tendrían que enfrentarse.
Pero antes de abordar estas cuestiones hemos de referirnos al control del Mediterráneo Central, necesario al menos en parte para asegurar un traslado sin incidentes. Con respecto a este asunto, el Vizeadmiral Weichold llevaba propugnando iniciativas como la neutralización de Malta y el cierre del canal de Sicilia con Minas y unidades navales ligeras desde diciembre. Desgraciadamente, los italianos se negaban a minar el estrecho de Sicilia por el riesgo que ello suponía para su propia navegación mercante y pesquera y la neutralización de Malta había sido encomendada a los medios aéreos disponibles sobre el terreno; así que el marino alemán tuvo que volver a la antigua idea de que los buques italianos tenían que salir a disputar el mar a la Royal Navy, afirmando que era mejor que fueran destruidos combatiendo que cazados uno a uno en sus puertos y que debía organizarse un mando conjunto italo-alemán, bajo dirección germana, para dirigir las operaciones en el Mediterráneo. Comprensiblemente, ninguna de estas propuestas fue aceptada por los italianos; y al final el mar seguiría estando en disputa durante la campaña, con las consiguientes pérdidas de mercantes y de sus preciosas cargas.
Otra cuestión previa a resolver fue la “crisis de confianza”, retomando la acusación hecha por Jodl, que sacudió entonces a Hitler, motivada por la fría actitud que habían mostrado en los últimos tiempos los generales italianos ante sus colegas alemanes. Claro que ¿Qué se podía esperar de unos hombres derrotados en todos los frentes y obligados a mendigar la ayuda de un aliado triunfante al que habían rechazado anteriormente? Por eso, a primeros de enero el Führer envió al Príncipe de Hesse para inquirir sobre cuál era el verdadero estado de ánimo del Duce con respecto a él. La respuesta podemos hallarla en el Diario de Ciano: “He contestado que nunca como hoy el Duce se siente agradecido a Hitler por su solidaridad y su amistad. Respuesta que se ajusta un cien por cien a la verdad” (3 de enero de 1941) [Cia 510].
El 6 de enero, capituló Bardía, y unos días después Hitler tomó por fin la decisión de enviar a Libia una unidad de no más de 8.000 hombres, el Sperrverband Libien, que según una nota del OKW del 11 de enero estaría compuesto por:
- El Estado Mayor de la 3. Panzer Brigade.
- Una Compañía de Transmisiones.
- El Panzerjäger Abteilung 605. (cañones autopropulsados de 47 mm)
- El Panzerjäger Abteilung 39. (cañones autopropulsados de 37 mm)
- El 1./ Panzer Regiment 1 (1ª cía, del 1er Regimiento, con 18 Pz III y 12 Pz II)
- El Panzerjäger Abteilung 559. (cañones autopropulsados de 37 mm)

- El Aufklärungs Abteilung 3 (menos el escuadrón de reconocimiento a larga distancia)
- Y la 1. Pionier Kompanie.
El día antes, Von Rintelen había comunicado al Generale Guzzoni la decisión de enviar a Libia una unidad equipada con carros. Ambos acordaron entonces que esta embarcaría después de que partieran las divisiones acorazadas y motorizadas italianas que el Comando Supremo había decidido ya trasladar a Libia. En esta reunión se introdujo, no obstante, una salvedad: sólo embarcaría si en el momento de hacerlo el mando italiano seguía considerándolo deseable. Es decir, que la decisión aún no parecía definitiva.
Pero faltaba poco. El 19 y el 20 de enero Mussolini y Hitler se reunieron en Berchtesgaden y acordaron el abandono definitivo de la guerra paralela y la integración de la gestión italiana de la guerra dentro de la alemana. Ambos dictadores iban acompañados de sus jefes militares –Guzzoni por la parte italiana y Keitel y Jodl por la alemana- quienes en una reunión aparte tomaron una serie de decisiones clave:
- La unidad alemana partiría a África después que la división acorazada Ariete y antes que la división motorizada Trento (se adelantaba el plazo, el traslado empezaría pasado el 15 de febrero).
- La unidad ya no sería una Sperrverband, sino una división ligera al completo (la decisión había sido tomada por Hitler anteriormente ese mismo día 20 en una de sus conferencias de situación).
- Su comandante en jefe, el Generalmajor Von Funck, partiría de inmediato a reconocer el terreno y a su vuelta informaría de si consideraba adecuada la estructura acordada para la división (ver infra).
Según lo previsto en aquellas reuniones, la división ligera estaría compuesta por:
- Estado Mayor Divisionario.
- Un abteilung de reconocimiento con dos compañías blindadas, una motorizada y otra de armas pesadas.
- Tres abteilungen de cazacarros, cada uno con tres compañías de 9 a 12 piezas contracarro de entre 37 y 50mm.
- Dos batallones de ametralladoras, con armas contracarro y una compañía de ingenieros cada uno, todos sobre semiorugas.
- Un abteilung mixto antiaéreo con piezas de 37 y 88mm.
- Quince columnas de abastecimiento.
- Servicios.

¿Dónde establecer la línea defensiva?
Una vez resuelta la cuestión fundamental y tomada la decisión de enviar tropas alemanas a Libia para apoyar a los tambaleantes italianos, el asunto que pasó a primer plano fue decidir dónde se establecería la línea de resistencia frente a los británicos.
La cuestión ya se había planteado anteriormente. Recordará el lector como Jodl había insistido en la importancia de conservar Bardía el mayor tiempo posible. La pérdida de esta localidad obligó a los alemanes a retrasar la posición de la que debía ser la línea defensiva definitiva, y el cerco de Tobruk les hizo comprender que tampoco allí se podría resistir, de modo que el 20 de enero Hitler insistió en que debía establecerse entre Derna y Mechili. Sin embargo, Derna fue a su vez ocupada por los británicos el 30 de enero, fecha en la que el ejército italiano se hallaba ya en plena descomposición.
En estas condiciones, no es de extrañar que tanto el Comando Supremo italiano, en Roma, como el Maresciallo Graziani en África, acabaran concentrando toda su ambición en sostener Trípoli. Fue Funck quien informó de ello a Hitler cuando volvió de su viaje de inspección, haciendo una descripción tan pesimista de la situación en Libia que el 2 de febrero fue sustituido por el Generalleutnant Streich. Malhumorado por estas afirmaciones, una duda se hizo sitio en la mente del Führer. ¿Merecía la pena dedicar esfuerzo alguno a África? La respuesta que dieron los alemanes a la pregunta fue que no podían permitirse abandonar a Italia en este trance; no solo porque hacerlo así complicaría la situación en los Balcanes y permitiría que los británicos conservaran una base importante en su flanco sur, sino también porque la beligerancia de Italia dejaba menos sola, en lo que al concierto de las naciones se refiere, a Alemania.

“En nombre del Mando Supremo Alemán, ruego que tengan a bien responder lo antes posible a las preguntas siguientes:
1) ¿Qué directivas han sido enviadas al Maresciallo Graziani y de qué modo tiene la intención de ejecutarlas en las operaciones bélicas futuras?
2) ¿Durante cuánto tiempo cree el Maresciallo Graziani que podrá resistir, en Cirenaica, a las ofensivas inglesas?
3) ¿Cuándo podrá la aviación italiana desplegada en África Septentrional –que según las noticias que han llegado a Berlín no parece tener en este momento más de 80 – 100 aparatos disponibles- ser reforzada suficientemente?
4) ¿Se tiene la intención de retardar, empleando fuerzas navales de superficie, la ocupación de más bases navales por la flota inglesa?
5) ¿Serán suficientes las divisiones Ariete y Trento, junto con la división ligera alemana, para la defensa de tripolitania o harán falta ingentes fuerzas acorazadas para impedir que los ingleses penetren en la provincia?” [citado en Mon I 413]
Para entender las respuestas que dieron los italianos es importante recordar que el ejército de Graziani todavía se hallaba en torno a Bengasi y que su camino de retirada hacia Tripolitania aún no había sido cortado por los británicos en Beda Fomm. Faltaban tres días para que esto sucediera y la situación diera un nuevo vuelco a peor.
Con respecto a la primera pregunta, lo cierto es que no parece que el Comando Supremo hubiera enviado directiva alguna a su Comandante en Jefe en el Norte de África, así que tuvo que limitarse a trasladar a los alemanes las afirmaciones emitidas por el propio Graziani desde Libia. Lo que el Maresciallo pretendía era desplegar sucesivas líneas defensivas, ancladas en la costa oeste de Cirenaica desde Bengasi hacia el sur, que fueran retrasando al enemigo para posteriormente pasar a la región de la Sirte (al oeste de El Agheila, en Tripolitania) donde los británicos se verían obligados a combatir con su ala izquierda abierta al desierto de modo que quedaría expuesta a las maniobras contraofensivas contra su flanco y su retaguardia efectuadas por las fuerzas móviles. También quería desplegar fuerzas de cobertura tanto en la frontera oeste de Libia (de nuevo el espectro de un posible ataque de la Francia de Vichy) como en el sur, donde los “franceses disidentes” estaban hostigando sus posiciones.

Con respecto a las demás preguntas, los italianos contestaron: que se excluía que fueran a aguantar mucho tiempo en Cirenaica, que tenían en Libia unos 90 bombarderos y 130 cazas y había cuarenta aviones de cada clase en proceso de ser enviados; y que la marina no tenía capacidad suficiente para oponerse a la Mediterranean Fleet.
Volvamos a detenernos ahora en la respuesta a la última pregunta, pues fue determinante. Guzzoni contestó que las fuerzas italo-germanas que iban camino de África podían formar “una masa de maniobra suficiente para afrontar al enemigo en caso de que este pretendiera avanzar hacia Trípoli tras haber superado 500km de desierto sírtico” [citado en Mon I 413]; una respuesta que, como apreciará el lector, no era ni sí ni no, ni victoria ni derrota, ni se solicitaban más fuerzas alemanas ni se desdeñaba la importancia de las que ya se había decidido enviar.
Estas respuestas provocaron una de las típicas diatribas de Hitler, pronunciada, según documentos presentados en Nuremberg y citados por Lutz Koch, en la conferencia del 3 de febrero. “La pérdida del Norte de África sería militarmente tolerable, pero produciría una fuerte reacción psicológica en Italia. Si Inglaterra lograse echarle ese dogal al cuello, estaría en condiciones de darle a escoger entre firmar la paz y conservar sus posesiones o ser bombardeada sin piedad. Todo esto resulta muy grave para nosotros. Los ingleses no tendrían ya necesidad de conservar en África un número importante de tropas. Por nuestra parte, solo poseemos en el Mediterráneo unas débiles bases sobre la costa meridional francesa. El enemigo dispondría pues, libremente, de una docena de divisiones que podrían ser peligrosamente utilizadas en Siria, por ejemplo. Hemos de realizar todos los esfuerzos posibles para que no llegue a crearse semejante situación. Italia tiene que ser socorrida. Hemos de procurar ayudarla eficazmente en África. Los italianos dicen que ya no les es posible defenderse más que en Trípoli. Esto es inadmisible. La Luftwaffe no puede operar allí y la posición no podría resistir largo tiempo. Hay que disponer de una zona de protección más extensa; y, por otra parte, las unidades que vamos a enviar allí necesitan espacio para poder operar debidamente. ¿Qué puede ocurrir? Las tropas terrestres llegarán muy tarde, quizás incluso demasiado tarde. Con todo, hemos de ir en socorro de Graziani, y para ello hemos de enviar a la Luftwaffe, si es posible escuadrillas de Stuka con bases de aterrizaje en Libia. Si de esta manera se consigue detener el avance inglés, las actuales fuerzas terrestres resultarán insuficientes y habrá que reforzarlas con unidades de mayor movilidad (una potente división acorazada). El enemigo tiene que haberse debilitado en hombres y material en el curso de su largo avance. Si las tropas alemanas, de refresco y bien equipadas, lo embisten, la situación puede dar una rápida vuelta de campana. Y ahora pregunto al general en jefe del ejército: ¿Podemos enviar allí una división acorazada?”. [Koh 28 - 31]. El texto, como habrá identificado el lector, contiene muchos de los elementos clave del tema que nos ocupa: la necesidad estratégica de sostener al aliado italiano para no dar libertad de actuación a los británicos; la necesidad operacional de combatir en un sector más amplio que un perímetro en torno a Trípoli; la necesidad táctica de hacer intervenir a la Luftwaffe para debilitar el esfuerzo inglés; y la idea, operacional, de aprovechar el agotamiento de la ofensiva británica para contraatacar. Acababa de nacer la operación Sonnenblume.
