En la noche del 13 de diciembre de 1939, el almirante Erich Johann Albert Raeder, jefe máximo de la marina de guerra alemana, sostuvo una secreta entrevista con Vidkun Quisling. El dirigente fascista noruego le comunicó que los ingleses planeaban realizar un desembarco en su país, y le propuso, a fin de frustrar el proyecto británico, apoyar con sus partidarios la ocupación de Noruega por tropas alemanas. Raeder, entusiasmado con la idea, transmitió inmediatamente a Hitler la proposición de Quisling.
El Führer recibió a Quisling el 14 de diciembre, y sostuvo con él una larga Conferencia a puertas cerradas. Al término de la reunión, Hitler ordenó a los jefes de la Wehrmacht que iniciasen el estudio de un plan de invasión a Noruega y Dinamarca. En ese a momento, sin embargo, no dio mayor importancia al asunto, pues su atención se hallaba totalmente concentrada en la preparación del ataque contra Francia.

A raíz de las sucesivas postergaciones de la ofensiva en el frente occidental, Hitler, el 27 de enero, vuelve sobre el proyecto de Noruega y ordena al mariscal Keitel que constituya un grupo de estudio integrado por oficiales de las tres fuerzas armadas y un representante del servicio secreto. Este reducido equipo, dirigido por el almirante Theodor Krancke, dio principio al planeamiento de la operación “Weserübung", nombre clave asignado a la invasión de Noruega y Dinamarca. Sus trabajos son mantenidos en absoluto secreto, y se realizan bajo la supervisión directa de Hitler.

Un hecho inesperado decide finalmente al Führer a llevar a la práctica la invasión. El 16 de febrero, un destructor británico HMS Cossack, siguiendo órdenes de Churchill, ataca en aguas territoriales noruegas al transporte alemán Altmark, barco auxiliar del acorazado Admiral Graf Spee que conduce a bordo 300 marineros aliados capturados en el Atlántico sur, y luego de un corto combate logra rescatar a los prisioneros.
Al recibir la noticia, Hitler, enfurecido, ordena a Keitel acelerar los preparativos y realizar cuanto antes la operación "Weserübung".

En la mañana del 21 de febrero, Hitler recibió al general Nikolaus von Falkenhorst y le confió el mando de las fuerzas que intervendrían en la invasión. El veterano general preparó esa misma tarde, en la habitación de su hotel, un esbozo del plan de operaciones, valiéndose, a falta de mapas, de una guía turística de Noruega. El ataque sería realizado por cinco divisiones, cada una de las cuales ocuparía uno de los cinco principales puertos, noruegos: Oslo, Stavanger, Trondheim, Bergen y Narvik. Hitler dio plena aprobación al proyecto.
A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan. El 1 de marzo. Hitler impartió las directivas finales para la invasión, y dos días más tarde decidió que el ataque contra Noruega tendría que realizarse antes de la ofensiva en el frente occidental. Así mismo, dispuso acrecentar las fuerzas del General Nikolaus von Falkenhorst hasta un total de 9 divisiones. El 9 de marzo, la marina dio término a su plan de operaciones, y las tropas comenzaron a concentrarse en los puertos del norte de Alemania y en la frontera de Dinamarca. Todo estaba listo para el ataque.
Finalmente, en la tarde del 2 de abril, y luego de sostener una larga conferencia con Falkenhorst, Raeder Y Goering, Hitler fijo la fecha de la invasión: el 9 de abril a las 5:20 de la mañana. A la madrugada del día siguiente partieron los primeros transportes rumbo al lejano puerto de Narvik, adelantándose a los veloces barcos de la Kriegsmarine.
La campaña de Noruega se había iniciado.
El plan "Wilfred"
Mientras Hitler ultimaba los planes de la invasión de Noruega, los aliados, a su vez, resolvían intervenir en la península Escandinava, a fin de interrumpir los envíos de hierro Sueco a Alemania, a través del puerto, noruego de Narvik.
Paul Reynaud, quien el 20 de marzo había sucedido a Édouard Daladier en la jefatura del gobierno francés, se convirtió en el principal promotor de la operación. El 27 de marzo se trasladó a Londres, y al día siguiente logró, en la conferencia que sostuvo con los jefes políticos y militares británicos, convencer a Chamberlain de la necesidad vital de minar las aguas costeras noruegas. En esa reunión se decidió, así mismo, llevar a la práctica el plan de Churchill de arrojar minas fluviales en el Rhin, a fin de interrumpir la navegación en dicho río. La operación contra Noruega, bautizada con el nombre clave de "Wilfred", sufría, sin embargo, una nueva postergación.

Al regresar a París, Reynaud puso inmediatamente a consideración del gabinete lo resuelto en la o conferencia del 28 de marzo. La mayoría de los ministros y el presidente de la República, Albert Lebrun, se opusieron terminantemente al proyecto británico de lanzar minas en el Rhin. Pues temían que los alemanes, a manera de represalia, desencadenaran la guerra aérea contra el territorio francés. Reynaud, desalentado, comunicó sin tardanza la negativa de su gobierno a Chamberlain. Este, enfurecido, retiro entonces su apoyo a la operación “Wilfred”.
A fin de solucionar el conflicto, Winston Churchill viajó a Paris el 4 de abril. Luego de discutir el asunto con Raynaud y Daladier, decidió abandonar el proyecto del Rhin y llevar adelante la operación contra Noruega.
Sin tardanza telefoneo a Chamberlain, a quien logro convencer luego de enérgicas argumentaciones. Se resolvió, en consecuencia, llevar a la práctica la operación “Wilfred” en la madrugada del 8 de abril.
Entretanto, los jefes militares aliados habían acordado alistar una fuerza expedicionaria a fin de ocupar los puertos de Narvik, Stavanger y Trondheim, en caso de que los alemanes, como se preveía, desembarcaran en el sur de Noruega. Posteriormente, esas tropas cruzarían la frontera sueca y se apoderarían de los yacimientos de hierro de dicho país.
Mientras los aliados se aprestaban a llevar a la práctica la operación "Wilfred", los barcos alemanes, cargados de soldados, navegaban ya a toda máquina rumbo a la costa escandinava.
La invasión
Para la conquista de Noruega, la Kriegsmarine organizó una fuerza de ataque integrada por la casi totalidad de sus navíos. Dicha escuadra, comandada por el vicealmirante Günther Lütjens, repartió sus efectivos en cinco flotillas, cada una de las cuales transportaría a las unidades de asalto del ejército destinadas a ocupar los puertos de Narvik, Trondheim, Bergen, Kristiansand y Oslo. La conquista del puerto de Stavanger y del cercano aeródromo de Sola, el más importante de Noruega, sería realizada por paracaidistas y tropas aerotransportadas.

Una flotilla de protección, integrada por los acorazados Gneisenau y Scharnhorst, este último buque insignia del vicealmirante Lutjens, escoltaría a los grupos encargados de la ocupación a Narvik y Trondheim. A fin de asegurar el abastecimiento de las tropas que serían desembarcadas en esos lejanos puertos, fueron enviados allí anticipadamente siete cargueros y tres petroleros. Otra flota, integrada por 15 grandes barcos mercantes, tendría a su cargo el transporte del grueso del ejército de von Falkenhorst, integrado por unos 50.000 soldados, a los puertos del sur, Bergen y Oslo, luego, de que éstos fuesen conquistados por las tropas de asalto.

Mediante la ocupación de los aeródromos de Dinamarca, la Luftwaffe estaría en condiciones de extender el radio de acción de sus bombarderos y cazas, y de esta forma quedaría asegurada la total supremacía aérea alemana sobre el sur y centro de Noruega.
El temerario plan de invasión se basaba fundamentalmente en el factor sorpresa y en la rapidez con que habrían de ser realizadas las primeras operaciones. Sólo 9000 soldados, provistos exclusivamente de armas portátiles, componían la fuerza de asalto encargada de llevar a la práctica el ataque inicial.
El 8 de abril de 1940, alas 5 de la mañana, los aliados pusieron en marcha la operación "Wilfred". A esa hora los embajadores de Gran Bretaña y Francia fueron recibidos por el sorprendido ministro de Relaciones Exteriores noruego, Halvlan Koht, a quien anunciaron que en ese preciso instante una flotilla de destructores británicos había comenzado a minar la entrada al puerto de Narvik. ¡La ruta del hierro estaba cortada!

Mientras los ingleses daban término a la colocación del campo de minas en los fiordos, la flota alemana del almirante Lutjens se aproximaba a toda máquina a Narvik.
En la mañana del día anterior, el 7 de abril, aviones de patrulla de la RAF habían avistado la vanguardia de la escuadra alemana navegando velozmente hacia la costa noruega. Sin tardanza, una escuadrilla de bombarderos Wellington partió, a interceptarla y, a las 13.25, avistó a los barcos alemanes y se lanzó al ataque. Dos aviones fueron derribados por el fuego antiaéreo, y los restantes retornaron a sus bases luego de buscar infructuosamente a los navíos de Lutjens que, amparados por el mal tiempo, lograron escabullirse hacia el norte.
A las 7 de la noche, y luego de recibir la noticia del ataque de los Wellington, el almirante Forbes, jefe de la flota metropolitana británica, ordenó a sus barcos zarpar a la caza de la escuadra alemana. Los grandes acorazados Rodney, Repulse y Valiant abandonaron el fondeadero de Scapa Flow y pusieron rumbo a la costa escandinava. Al día siguiente, se ordenó a los cruceros Glasgow y Devonshire que se uniesen a la flota del almirante Forges.
Rápidamente fueron desembarcados de dichos barcos los soldados británicos que debían partir esa mañana para ocupar el puerto de Stavanger y la base aérea de Sola. Esa apresurada medida tuvo posteriormente funestas consecuencias, pues permitió a los paracaidistas alemanes adueñarse del vital aeródromo sin hallar resistencia.


Los alemanes desembarcan en Narvik y Trondheim
En las primeras horas del 8 de abril, la flota de Lutjens encontró en su camino al destructor Glowworm, navío integrante de la flotilla británica apostada frente a Narvik.

Sin tardanza, dos destructores alemanes apoyados por el crucero Admiral Hipper, se lanzaron al ataque. El capitán del Glowworm, al ver que no tenía escapatoria, tendió una cortina de humo y se dirigió a toda velocidad contra sus rivales. Minutos más tarde el destructor británico embestía violentamente al Admiral Hipper, abriéndole una gran brecha en el casco.

El Hipper se apartó del destructor, y le disparó con sus cañones. A las nueve de la mañana, el Glowworm, destrozado por sucesivas andanadas, desapareció bajo las olas.

Sin embargo, ya se había dado la alarma a los otros barcos ingleses. Cerca de Narvik, el almirante Withworth recibió el llamado de auxilio del Glowworm. Sin perder tiempo, reunió a sus barcos y puso rumbo al sur para bloquear a los alemanes. Poco después del hundimiento del Glowworm, el almirante Lütjens ordenó al capitán Heve, comandante del Admiral Hipper, dirigirse con cuatro destructores hacia Trondheim para ocupar el puerto. Alrededor de la medianoche, la flotilla alemana llegó a la entrada del fiordo y, tras engañar a los guardacostas noruegos haciéndose pasar por una flota inglesa, se adentró en el canal. Unos kilómetros más adelante, fueron atacados por una batería costera, pero respondieron rápidamente al fuego y, ocultándose tras una cortina de humo, continuaron avanzando. Horas después, atracaron en los muelles de Trondheim, desembarcando a 1,700 cazadores de montaña que tomaron la ciudad en pocos minutos sin un solo disparo.
Mientras el Admiral Hipper iba hacia Trondheim, el Scharnhorst y el Gneisenau siguieron rumbo a Narvik con la flotilla de destructores liderada por el capitán Friedrich Bontë. A las 22:30, el almirante Lütjens ordenó a Bontë lanzar el ataque. Los diez destructores rompieron formación y entraron en el Vestfjord, canal de acceso a Narvik. Cinco destructores permanecieron atrás para desembarcar tropas en las costas del fiordo, mientras los demás, liderados por el Wilhelm Heidkamp, buque insignia de Bontë, avanzaron hacia el puerto. Allí hundieron a los guardacostas noruegos Norge y Eidsvold, amarraron en los muelles y desembarcaron al resto de las tropas. El coronel Konrad Sundlo, jefe de la guarnición noruega, entregó la ciudad sin resistencia, ya que pertenecía al grupo de traidores.
Lucha naval en Narvik
Luego de separarse de la flotilla de Bontë, el almirante Lutjens prosiguió navegando a toda máquina hacía el norte a fin de distraer a los barcos británicos apostados frente a Narvik. Hacía las 3 de la madrugada del 9 de abril, los dos acorazados alemanes, el Gneisenau y el Scharnhorst se trabaron en lucha, en medio de una violenta nevada, con el acorazado británico Renown y la flotilla de destructores del capitán Warburton Lee. Las naves de Lutjens recibieron algunos impactos pero lograron evadirse hacía el norte, amparados por la tormenta.

Los destructores británicos se dirigieron entonces a toda velocidad hacia Narvik. En la madrugada del 10 de abril la flotilla remontó el fiordo y se dispuso a entablar batalla con los barcos alemanes. A las 4:35 el Hardy, buque insignia de Warburton Lee, irrumpió sorpresivamente en el puerto y, con una salva de torpedos alcanzó a la nave capitana de Bontë, el Wilhelm Heidkamp. El barco alemán quedó en llamas y a la deriva. Sobre su cubierta, el capitán Bontë yacía mortalmente herido.

El combate se generalizó rápidamente. Los británicos lograron hundir a otro destructor alemán y luego echaron a pique a varios cargueros fondeados en la bahía. Aparecieron entonces, sorpresivamente, tres destructores alemanes que se hallaban ocultos en un fiordo al norte de Narvik. Warburton Lee, confundiendo a uno de los barcos con un crucero, ordenó a sus navíos emprender a toda velocidad la retirada. Sin embargo, antes de llegar a alta mar fue interceptado por los alemanes.

En contados minutos el Hardy fue alcanzado, por torpedos y fuego de artillería. Un proyectil estalló en el puente de mando y dio muerte en el acto a Warburton Lee. Rápidamente, uno de los oficiales se posesionó del timón y logró varar el barco sobre la costa. Los tres destructores ingleses restantes consiguieron evadirse hacia el mar. Así terminó el reñido combate. Los dos comandantes rivales, Bontë y Warburton Lee, habían sucumbido heroicamente junto con sus naves.

La ocupación de los puertos del Sur
A las 9:50 de la mañana del 9 de abril, una escuadrilla de trimotores junker sobrevoló el aeródromo de Sola, próximo al puerto de Stavanger, en la costa Sur de Noruega, procedió a lanzar sobre el campo a centenares de paracaidistas. Los alemanes lograron así apoderarse del aeródromo en contados minutos, y aniquilaron a los soldados noruegos que intentaron oponer resistencia.

Reforzados por tropas aerotransportadas, los paracaidistas cubrieron rápidamente los 15 km que los separaban de Stavanger, y se adueñaron sin lucha del puerto. Tres cargueros alemanes que aguardaban en la rada, atracaron
rápidamente y desembarcaron armamentos y municiones. La ocupación del aeródromo de Sola tuvo decisiva gravitación en el desarrollo de la campaña, pues permitió a la Luftwaffe impedir la acción de la flota británica en Bergen y Trondheim, y aseguró el triunfo de las fuerzas alemanas en el sur y centro de Noruega. En las primeras horas de la mañana del 9 de abril, una flotilla comandada por el almirante Schmundt, integrada por los cruceros Köln y Könígsberg, el buque escuela Bremse y una agrupación de lanchas torpederas, logró abrirse paso a, través de las baterías noruegas que defendían la entrada de Bergen, y desembarcó en dicho puerto 1.900 soldados. El Könígsberg, sin embargo, fue seriamente averiado en el transcurso de la operación, y al día siguiente fue hundido por aviones británicos.


En la tarde del 9 de abril, Arribó frente a Bergen la escuadra británica comandada por el almirante Forbes, quien destacó una agrupación integrada por cuatro cruceros y siete destructores para que bombardeasen el puerto. Los aviones de la Lufgtwaffe, que se habían ya instalado en el aeródromo de Sola, Se aprestaron inmediatamente para atacar a los barcos ingleses. A mediodía, los Stukas iniciaron su acción, y dieron así principio a la primera batalla aeronaval de la historia. Muchos barcos fueron alcanzados por las bombas, y el destructor Gurkha fue hundido. Era el primer barco inglés que sucumbía en la guerra bajo la acción de la aviación. A las 20 horas, el almirante Forbes ordenó a sus barcos emprender la retirada. Más hacia el sur, el crucero Karlsruhe apoyado por el buque escolta Tsíngtau y una flotilla de lanchas torpederas, logró apoderarse del puerto de Kristiansand, luego de que los Stukas hubieron silenciado con sus bombas a las baterías costeras.
El ataque a Oslo
A las 11 de la noche del 8 de abril, el patrullero noruego Pol 3 avistó en lo oscuridad la silueta de un navío que navegaba velozmente hacia el norte con todas las luces apagadas. Era el destructor alemán Albatros, buque de vanguardia de la flota de invasión del almirante Kummetz. Su objetivo: Oslo. El capitán del pequeño guardacostas alertó inmediatamente por radio a la comandancia naval de Oslo, y se dirigió a toda máquina contra el barco enemigo. En contados minutos cubría la distancia que lo separaba del Albatros, y fue a embestirlo violentamente contra uno de sus flancos. Los artilleros del destructor abrieron fuego a quemarropa contra el Pol 3, y en quince segundos lo enviaron al fondo de océano.
Alertados por el último llamado del patrullero, los jefes de la marina noruega ordenaron sin tardanza a las baterías que defendían el fiordo de entrada a Oslo, aprestarse a repeler el ataque de los barcos alemanes. En ese momento la flota del almirante Kummetz, integrada por los cruceros Blücher y Emdem, el acorazado Lützow, cinco destructores y nueve rastreadores, habían comenzado a remontar el estrecho canal en dirección a la capital noruega.

Encabezaba la formación el Blücher, barco insignia de Kummetz, a bordo del cual viajaba también el general Engelbrecht, comandante de la fuerza de asalto, integrada por 2.000 soldados. A las 4 de la madrugada del 9 de abril, los vigías de la fortaleza de la isla de Oscarsborg avistaron a la flota alemana. El coronel Erikson, jefe de la guarnición, ordenó abrir inmediatamente el fuego con los poderosos cañones de 280 mm. Los artilleros no podían errar el tiro.

A menos de 900 metros avanzaba lentamente el enorme Blücher, ofreciendo un blanco perfecto. La primera granada deshizo la torre de dirección de tiro del crucero, y la segunda incendió el hangar de sus aviones anfibios. Poco después se sumaron a los cañones de Oscarsborg, la artillería de la fortaleza de Kopas, emplazada en la orilla opuesta del fiordo. Tomado entre dos fuegos, el Blücher no tenía salvación.
Los noruegos dieron el golpe de gracia al navío, con una andanada de torpedos. Convertido en una inmensa hoguera, el Blücher se hundió en contados minutos, sepultando bajo las heladas aguas del fiordo a más de la mitad de su tripulación. El almirante Kummetz y el general Engelbrecht lograron ganar a nado la costa, ý fueron hechos prisioneros por los noruegos. El ataque naval a Oslo había fracasado.

A las 9:30 de la mañana, el rey Haakon VII, acompañado por sus ministros, su familia y los miembros del Parlamento, abandonó la capital y se dirigió a la ciudad de Hamar, situada a unos 200 km al norte de Oslo. Detrás de la comitiva partió una flotilla de camiones cargada con todo el oro del banco de Noruega y los documentos secretos del gobierno. Al tener noticia de la derrota sufrida por la escuadra, el embajador alemán envió un urgente, mensaje radial a Berlín. Sin tardanza, fue enviada entonces una escuadrilla de transportes junker cargada de soldados al aeródromo de Fornebu, próximo a Oslo.
A mediodía, y a pesar del mal tiempo cinco compañías de paracaidistas y tropas aerotransportadas habían logrado desembarcar en Fornebu. Aprovechando la confusión y el pánico reinante en Oslo, esa reducida fuerza, precedida por una improvisada banda de música, entró marchando tranquilamente en la capital, y se adueñó de todos los puntos estratégicos sin disparar un solo tiro.
Dinamarca sucumbe
Simultáneamente con el ataque a Noruega, los alemanes llevaron a cabo la ocupación de Dinamarca. La operación se realizó rápidamente y sin sufrir tropiezo alguno. Poco antes de la salida del sol, el 9 de abril, entró sorpresivamente en la bahía de Copenhague el crucero auxiliar Hansestadt Danzig, escoltado por dos patrulleros. El barco pasó sin dificultades bajo las baterías del fuerte que custodiaban el puerto, y fue a atracar junto al muelle de Langelinie, emplazado en el centro mismo de la ciudad.


Mientras las tropas desembarcadas del Hansestadt Danzig procedían a ocupar la capital, fuerzas motorizadas de la Wehrmacht cruzaron la frontera dinamarquesa en la península de Jutlandia y se adueñaron sin hallar mayor resistencia de las principales ciudades y aeródromos del país. Tres flotillas de la Kríesgmaríne se apoderaron, a su vez, de los puertos más importantes.

En Copenhague, los soldados de la guardia real ofrecieron una breve resistencia a las tropas alemanas. Se cambiaron algunos disparos, y uno de los centinelas del palacio pereció en la refriega. Finalmente, el rey Christian, considerando que toda resistencia era inútil, ordeno al comandante en jefe del ejército, general Pyor, deponer las armas. La audaz operación, que costó a los alemanes la pérdida de sólo 20 hombres entre muertos y heridos, permitió a la Luftwaffe ocupar los estratégicos aeródromos de Dinamarca, desde los cuales habría de cubrir las operaciones de la Wehrmacht en el sur y centro de Noruega.

El fracaso del contraataque aliado
Mientras el grueso de las fuerzas de von Falkenhorst, desembarcadas en Oslo, avanzaba hacia, el norte a fin de completar la conquista de Noruega, los aliados se aprestaron a enviar un cuerpo expedicionario destinado a apoyar a las tropas noruegas que resistían en el centro del país. Como base de operaciones se eligió a Trondheim. Dicho puerto había sido ocupado sorpresivamente por una flotilla alemana en la mañana del 9 de abril, y en los días subsiguientes su reducida guarnición había sido engrosada mediante el envío de tropas aerotransportadas. Así mismo, la Luftwaffe había instalado en el cercano aeródromo, de Voernes a sus escuadrillas de stukas. A fin de desalojar a los alemanes, los aliados planearon en un principio realizar un ataque naval contra el puerto, apoyado por el desembarco de tropas en las localidades de Namsos y Andalsnes situadas respectivamente, al norte y al sur de la estratégica base.
Posteriormente, sin embargo, el Almirantazgo británico decidió abandonar el ataque naval, a causa de la supremacía aérea de la Luftwaffe en dicho sector. En consecuencia, sólo se llevó a la práctica la fase terrestre de la operación contra Trondheim. En la noche del 15 de abril una brigada británica comandada por el general Phillips desembarcó en las proximidades de Namsos y avanzó rápidamente hacía el sur en dirección a Trondheim. Cinco días más tarde dicha fuerza era reforzada por cuatro batallones de cazadores alpinos franceses. El conjunto de las unidades aliadas, a las que se incorporaron algunos batallones noruegos, quedó bajo el mando del general británico Carton de Wiart.

En la mañana del 20 de abril los stukas realizaron una serie de violentos bombardeos contra Namsos, y destruyeron la casi totalidad de los abastecimientos y municiones del cuerpo expedicionario. Esa noche, la guarnición alemana de Trondheim, se dispuso a realizar un contraataque. A bordo de un destructor escoltado por rastreadores, 400 Soldados fueron conducidos a lo largo de la costa y desembarcaron sorpresivamente a retaguardia de las tropas británicas. Al amanecer, la Luftwaffe apoyó el ataque, junto con la artillería de los barcos. Temiendo que sus fuerzas quedasen cercadas, el general Carton de Wiart les ordenó retirarse hacía Namsos. El ataque aliado desde el norte quedo paralizado.
Al Sur, el desembarco británico comenzó el 18 de abril. Ese día una brigada comandada por el general Morgan descendió a tierra en el puerto de Andalsnes y, sin tardanza, se dirigió a Donbass, estratégico nudo ferroviario que controlaba las comunicaciones entre Trondheim y Oslo. Su misión era apoyar a las fuerzas noruegas comandadas por el general Rugé, que combatían desesperadamente contra los alemanes en la región de Lillehammer.
Ante el insistente reclamo del agregado militar británico en Noruega, el general Morgan decidió enviar inmediatamente a sus fuerzas a Lillehammer. Los soldados ingleses, en su mayoría reclutas sin mayor instrucción militar, se trasladaron en tren a dicha ciudad, adonde arribaron el 20 de abril. Ese mismo día fueron atacados por una división alemana apoyada por fuerte artillería y unidades de esquiadores. Arrollados por la abrumadora superioridad de los alemanes, los ingleses abandonaron Lillehammer el 22 de abril y se retiraron apresuradamente hacia el norte junto con los noruegos.

Sin darles tregua, los alemanes se lanzaron en su persecución, y el 23 lograron, mediante un movimiento envolvente a través de las montañas, cercar a gran parte de la brigada. Al día siguiente los británicos habían perdido más de la mitad de sus efectivos. Una nueva brigada inglesa había desembarcado durante la noche en Andalsnes, lo que permitió constituir una línea defensiva a pocos kilómetros al sur de Dombas. En la tarde del 25 el general británico Paget tomó el mando de todas las fuerzas que operaban al sur de Trondheim. Sin tardanza se entrevistó con el general noruego Rugé, quien le comunicó que sus tropas habían llegado ya al límite de su capacidad y resistencia. Paget comprendió que todo estaba perdido. Apoyados por el incesante bombardeo de los stukas, los alemanes habían logrado quebrar la resistencia de la nueva brigada inglesa, y marchaban aceleradamente hacía Dombas.
Mientras las tropas franco británicas eran rechazadas por los alemanes al sur y al norte de Trondheim, los dirigentes aliados, Chamberlain y Reynaud, se reunieron el 27 de abril en Londres, a fin de decidir el futuro de las operaciones en Noruega. Chamberlain declaró resueltamente al jefe del gobierno francés, que había decidido retirar a las fuerzas británicas de Namsos y Andalsnes, pues la absoluta supremacía aérea de la Luftwaffe en el sur y centro de Noruega, tornaba imposible la continuación del ataque contra Trondheim. Reynaud, abatido, dio su conformidad a la resolución del primer ministro británico. El 28 de abril fue transmitida la orden de evacuación a las tropas de Namsos y Andalsnes. Al día siguiente el embajador británico comunicó al rey Haakon la noticia, y lo invitó a trasladarse al puerto de Tromsö, situado en la extremidad septentrional de Noruega. El monarca aceptó, y esa misma tarde se embarcó en el crucero ingles Glasgow, acompañado por sus ministros y los embajadores aliados. Las fuerzas aliadas abandonaron Andalsnes el 19 de mayo y, dos días más tarde evacuaron Namsos.
La batalla de Narvik
En Narvik, los aliados habrían de jugar su última carta para mantener la cabecera de puente en territorio noruego. Luego del reñido combate naval librado el 10 de abril frente a dicho puerto, transcurrieron tres días de calma. El general alemán Dietl aprovechó la pausa para consolidar las defensas, y envió hacía el norte una columna de soldados al fin de ocupar el aeródromo de Bardufoss, el único campo de aterrizaje existente en la región. Dicha fuerza, sin embargo, no llegó a alcanzar su objetivo, pues su avance logró ser contenido por las tropas noruegas. El 13 de abril a medio día penetró en el fiordo de Narvik una flotilla británica integrada por el viejo acorazado Warspite, buque insignia del almirante Whitworth, y nueve destructores.

Dicha fuerza contaba además con el apoyo de los aparatos del portaaviones Furious. En el interior de la bahía aguardaban el ataque los ocho destructores sobrevivientes de la flotilla del capitán Bontë. Dos de los barcos tenían serias averías, y los restantes contaban con escasas municiones y combustible. La superioridad de los ingleses les permitió obtener una fácil victoria, pese a la encarnizada resistencia opuesta por los marinos alemanes. Cuatro destructores germanos fueron rápidamente hundidos, y los restantes se refugiaron en un profundo y estrecho fiordo, donde fueron abandonados por sus tripulantes, quienes descendieron a tierra y se unieron a las tropas de Dietl.

Al caer la tarde, la flota británica era dueña de las aguas de Narvik. Sin embargo, el almirante Whitworth no pudo ocupar el puerto, pues carecía de tropas de desembarco. Envió, en consecuencia, un urgente mensaje al almirante Cork, jefe de todas las fuerzas navales que operaban en Narvik, solicitando se enviase inmediatamente una fuerza de asalto para dar término a la conquista de Narvik. El 15 de abril el general Mackesy desembarcó con su brigada en la isla de Hinnõy, situada al norte de Narvik, y estableció allí su base de operaciones. Ese mismo día el almirante Cork se entrevistó con Mackesy, y lo incitó a lanzarse inmediatamente al ataque contra Narvik. El general, sin embargo, se negó. De acuerdo a su, plan, la operación debía realizarse ordenadamente y por etapas, luego de que los británicos hubiesen sido reforzados por los franceses y noruegos.
Enfurecido por la cautelosa pasividad de Mackesy, Churchill hizo designar al almirante Cork comandante en jefe de todas las fuerzas destacadas en Narvik, y le ordenó realizar un bombardeo con la escuadra contra el puerto, a fin de obligar a los alemanes a capitular. El 24 de abril los barcos británicos cañonearon violentamente durante más de tres horas a Narvík, mientras un batallón de soldados irlandeses se mantenía listo para desembarcar al menor signo de desfallecimiento de los alemanes. Estos, sin embargo, escaparon sin dificultades a los efectos del bombardeo, dispersando sus fuerzas en las afueras.

En Berlín, la noticia del desembarco aliado en Narvik provocó una intensa alarma. Hitler, presa del pánico, ordenó a los jefes de la Wehrmacht que dispusiesen la inmediata evacuación aérea de las tropas de Dietl, operación totalmente irrealizable, pues no existía en Narvik ningún aeródromo. Se realizaron entonces desesperados intentos para reforzar a Dietl. El día 13 de abril doce transportes junker cargados con una batería de cañones de montaña, realizaron un accidentado descenso en la superficie de un lago helado. Ninguno de los aparatos pudo regresar, pues todos quedaron con los trenes de aterrizaje destrozados.
El 27 de abril arribó a Narvik el cuerpo de cazadores alpinos franceses comandados por el general Bethouart. Éste, sin tardanza, urgió al general Mackesy lanzarse cuanto antes al ataque contra el puerto, pero chocó contra la obstinada negativa del jefe británico. No obstante, nuevos y riesgosos acontecimientos iban a forzar a Mackesy a deponer su irracional actitud. Al, sur de Narvik un poderoso ejército alemán, integrado por más de 40.000 soldados, había logrado derrotar a las reducidas fuerzas británicas que se interponían en su camino, y avanzaba a marchas forzadas en auxilio de las tropas de Dietl. Era necesario, en consecuencia, conquistar Narvik lo antes posible.
El 7 de mayo Mackesy dio su consentimiento, y Bethouart se aprestó a ocupar la península de Oijord situada al norte, frente a Narvik. Pocos días antes sus tropas habían sido reforzadas por un cuerpo de la Legión Extranjera y una brigada polaca. En la madrugada del 13 de mayo tres batallones de legionarios realizaron el desembarco y, al día siguiente, completaron la conquista de la península, apoyados por las unidades de cazadores alpinos y noruegos que avanzaron desde el norte. Simultáneamente, la brigada polaca atacó el puerto de Ankenes, situado al sur de Narvik, en la orilla del fiordo de Beis.

Mientras las tropas aliadas realizaban esta operación y se disponían a lanzar el ataque final contra Narvik, las divisiones de la Wehrmacht iniciaban en Francia, Bélgica y Holanda la arrolladora ofensiva que culminaría con el cerco del grueso del ejército franco británico en Dunkerque. Los dirigentes aliados, en consecuencia, enviaron al almirante Cork, el 24 de mayo, la orden de evacuar a todas las tropas que combatían en Noruega a fin de enviarlas a territorio francés. El 26 de mayo Cork comunicó al general Bethouart la orden de evacuación. El jefe francés Solicitó entonces autorización para llevar a cabo el ataque contra Narvik, antes de emprender la retirada. De esa forma los aliados salvarían, mediante una última victoria, el honor de sus armas. Cork accedió al pedido y, sin tardanza, se aprestaron los barcos y las tropas para realizar el desembarco.
A la medianoche del 27 de mayo, tres batallones de la Legión y un batallón noruego cruzaron en barcazas el estrecho canal que separa la punta de la península de Oijord de Narvik, y se lanzaron al asalto contra el puerto. Luego de sostener encarnizados combates con los alpinos de Dietl, lograron, al despuntar el día, ocupar la derruida ciudad. Los alemanes lograron, evadirse, y se retiraron apresuradamente a través de las nevadas montañas en dirección a la frontera sueca. Al sur, los polacos, luego de aniquilar a la guarnición de Ankenes, avanzaron hacia el este bordeando la costa del fiordo de Beis, y el 29 a la madrugada lograron establecer contacto con los legionarios procedentes de Narvik. Luego de unir sus fuerzas, los soldados aliados iniciaron el ataque contra el pueblo de Sildvik, donde el general Dietl había establecido su puesto de comando. El 2 de junio los polacos consiguieron adueñarse de todas las colinas que dominaban la posición alemana. Fue en ese momento, cuando el general Bethouart dio orden de detener la ofensiva. Días después, el 7 de junio, el rey Haakon se embarcó en el "Devonshire", junto con el cuerpo diplomático y el príncipe heredero. El día 8, a las 23 horas, la evacuación había terminado. El Cuerpo Expedicionario Aliado había abandonado Noruega.

Fuentes:
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