
Pocas personas en el mundo, muy pocas, se hubieran atrevido a desembarcar en el infierno de Omaha Beach el 6 de junio de 1944 con la sola compañía de un arma muy poco útil defensivamente hablando: una cámara de fotos. Lo hizo Robert Capa, que ya entonces era considerado como el mejor fotógrafo de guerra del mundo y las fotos que logró hacer aquella mañana en Normandía son el escalofriante reflejo de los dramáticos momentos que miles de soldados vivieron en la que fue una de las ofensivas de guerra más sangrienta del siglo XX.
Sus primeros años
Tuvo que vivir su adolescencia vagando por la ciudad, debido al traslado del taller de sus padres a la casa familiar, después de que éstos perdieran el local a raíz de la depresión económica de 1929. En estas andanzas conocería a una de las mujeres que más influyó en su vida y se puede decir que si no hubiera sido por ella, no habría llegado a ser un gran fotógrafo. El nombre de esa mujer era Eva Besnyo, quien desde muy joven tuvo un gran interés por la fotografía. Eva era una de esas personas a las que le parecía más productivo tomar fotografías que hacer sus deberes escolares. En su juventud ya tomaba fotografías con su cámara Kodak Brownie. Ella y su especial gusto por este arte motivaron el primer contacto de Endré con la fotografía.
A los diecisiete años y mientras terminaba sus estudios, Endré conoce a una de esas personas que cambiarían su vida, uno de esos buenos amigos que le aportaría excelentes consejos, apoyo económico, buenas relaciones sociales, sugerencias artísticas y concepciones acerca de la vida. Este ilustre personaje se llamaba Lajos Kassak, quien, con tendencias socialistas, se decidió a ayudar a cualquier artista con talento creativo. Dio a conocer la fotografía como un objeto social mostrando las injusticias del sistema capitalista y presentando trabajos en sus seminarios como los de Jacob Riis y Lewis Hine.
En 1929 la situación política de Hungría iba de mal en peor. Con la llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania y la imposición de un gobierno fascista en el país húngaro, obligó al joven Endré a salir del país junto a la gran masa de jóvenes que se sentían presionados por la falta de un gobierno democrático y garantías económicas.
A los 18 años abandona Hungría, entonces ya bajo un gobierno fascista. Tras su paso por Alemania, viaja a París, donde conoce al fotógrafo David Seymour quien le consigue un trabajo como reportero gráfico en la revista Regards para cubrir las movilizaciones del Frente Popular. En París conoce también a la que sería su novia, la fotógrafa alemana Gerda Taro (Gerda Pohorylles).
Dicen que Robert Capa se inventó a sí mismo una noche en París y todo por huir de la miseria que entonces rondaba su cabeza y la de su compañera Gerda Taro. Un día Capa y Taro se hartaron de que despreciaran su trabajo por ser europeos y se inventaron a un fotógrafo norteamericano respetable que les utilizaba como sus contactos en el viejo continente. Con la estratagema, empezaron a cobrar las fotos que hacían a un valor mucho más alto en el mercado francés de lo que jamás habrían podido conseguir con sus nombres reales. La leyenda empezaba a forjarse y había bastado conjugar los nombres del actor Robert Taylor y el director de cine Frank Capra para comenzar una vida nueva.
Capa en la Guerra Civil Española

Durante la retirada del ejército republicano en la batalla de Brunete, en julio de 1937, Gerda Taro muere al frenar el coche en cuyo estribo viajaba, caer y ser arrollada por un tanque, pese a que el conductor intentó evitarlo. En este tiempo, Capa cubrió también diferentes episodios de la invasión japonesa de China, ya en los prolegómenos de la II Guerra Mundial.
La II Guerra Mundial
Del desembarco aliado en Normandía, el 6 de junio de 1944, el famoso día-D, son clásicas sus fotografías tomadas, junto a los soldados que desembarcaban en la propia playa denominada en clave Omaha. Plasmó asimismo en imágenes la liberación de París. Con motivo de su trabajo durante este conflicto, fue galardonado por el general Eisenhower con la Medalla de la Libertad.
Capa y el Día D

La playa de Omaha, donde Capa desembarca, es el lugar donde más resistencia ponen las tropas alemanas. No en vano, aquella playa acabó tomando el nombre de ‘Omaha la Sangrienta’. Robert Capa, además, no llevaba más arma que sus cámaras (dos cámaras, dos Contax II, cargadas con película de 35 milímetros). Con ellas iba guardando para la posteridad todos los momentos, desde su embarque en el Samuel Chase, hasta su llegada a la playa, pasando por su viaje en la lancha de desembarco. El horror que estaba viviendo era enviado directamente a la película gracias a su ojo privilegiado. De aquella dramática mañana, Capa sobrevivió a aquella masacre y consigo, cinco carretes completos con las instantáneas más importantes de su vida.
En los laboratorios que la revista Life de Londres (que había contratado a Capa para el trabajo), tenían mucha prisa por tener las fotos del desembarco y por ello presionaron a Dennis Banks, entonces ayudante de laboratorio, para que el revelado fuera lo más rápido posible. Toda una serie de nefastas decisiones llevaron a que, con las prisas, Banks las metió en el armario de secado y le dio más potencia de la normal, secando la película recién revelada a una temperatura demasiado elevada, provocando que la emulsión se derritiera y que se perdiera, con ello, gran parte de los fotogramas. Sólo se pudieron salvar once fotos (que son conocidas como “The Magnificent Eleven”).
La revista Life recibió el material y decidió publicar diez de esas once supervivientes. La revista trató de explicar el estado algo desenfocado de las fotos alegando el nerviosismo propio del que el fotógrafo era presa en esos momentos tan intensos. Robert Capa siempre sostuvo lo contrario y que el desenfoque de sus instantáneas fue producto de aquel encuentro de sus películas con el armario de secado. Pese a tan enorme pérdida, Capa pidió expresamente que el atribulado Banks no perdiera su trabajo, cuando éste ya tenía un pie fuera de los laboratorios, achacando el incidente a las prisas y no a la mala fe o a la falta de experiencia del joven.





Capa en la posguerra
En 1954, encontrándose en Japón visitando a unos amigos de antes de la guerra, fue llamado por la revista Life para reemplazar a otro fotógrafo en Vietnam, durante la Primera Guerra de Indochina. En la madrugada del 25 de mayo, mientras acompañaba a una expedición del ejército francés por una espesa zona boscosa, pisó inadvertidamente una mina y murió, siendo el primer corresponsal norteamericano muerto en esta guerra y terminando así una azarosa vida profesional, guiada por una frase que popularizó: “si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente.” Robert Capa fue un genio que supo plasmar como nadie la tragedia humana de la guerra. Sin duda el mejor corresponsal gráfico de guerra de todos los tiempos.
Fuentes y referencias
Lacoctelera.com
pickanick.wordpress.com
fotodromo.wordpress.com
wikipedia
allword-news.co.uk
almamagazine.com
www.bbc.co.uk